miércoles, diciembre 03, 2025
Estación Saturno, de Fernanda García Lao: una rara avis literaria
3 diciembre, 2025
Josep Masanés
Estación Saturno. Fernanda García Lao. Candaya. 144 páginas. 18 euros.
La argentina Fernanda García Lao publica Estación Saturno, una obra que se inicia con el viaje que emprenden dos hermanos, un médico y una contable, para volver a casa tras enterrar a su hermano mayor, quien padecía una enfermedad que lo anclaba a un presente perenne. La pérdida de un gato, último vestigio del difunto, en una estación de servicio, desencadena una persecución que conduce a los hermanos a un enigmático hotel de arquitectura imposible donde la realidad y el tiempo se disuelven, sirviendo de escenario para avistamientos de ovnis, actos de esclavitud sexual y corrupción administrativa. La novela se sumerge en temas como la herencia de los legados familiares oscuros de una estirpe marcada por el suicidio, la confusión de identidades y, sobre todo, la indagación de la naturaleza esquiva del tiempo. A través de su prosa, García Lao nos invita a cuestionar la realidad. Una literatura que no teme explorar territorios incómodos ni romper convenciones formales.
La novela está dividida en tres partes que se subdividen en múltiples capítulos cortos. Se trata de una prosa construida a través de frases breves y un uso constante del presente histórico. Una de las cuestiones más interesantes de la estructura es la subdivisión interna de los capítulos, con un narrador que actúa como una cámara que se limita a mostrar, contando aquello que ve y oye sin explicar el porqué de las acciones de los personajes. Esta voz narrativa es de las cuestiones más interesantes de la novela, ya que la voz del narrador se funde con los diálogos de los personajes, así como presente y pasado, y sus frases resuenan a menudo entre lo místico y lo poético.
El ingreso al hotel, un lugar de citas sexuales y encuentros atípicos, marca el inicio de una historia misteriosa, a medio camino entre el terror y el surrealismo. Aquí, el espacio y el tiempo se trastocan de manera onírica, evocando el cine de Tarkovsky o Béla Tarr. El elenco de personajes es un festival de lo grotesco y lo insólito: dos camareras gemelas, una pareja de ufólogos, un sueco que siempre llega tarde a los avistamientos, y Betelgeuse, una enana que se empeña en hablar en francés.
La tercera parte de la novela culmina el giro en torno al tiempo. Tras una conversación telefónica con la madre, se sugiere que el tiempo corre a dos velocidades, planteando la existencia de tiempos o mundos paralelos. El concepto inicial expresado por el hermano fallecido (el tiempo no existe, solo hay un perenne presente) se expande, llevándonos a concebir el tiempo como un espacio al que se puede acudir, una idea que evoca las complejas estructuras temporales de las películas de Christopher Nolan. Al igual que la luz que vemos de las estrellas es su pasado y no su presente, la novela insiste en que la realidad es una convención y que lo que experimentamos es el resultado de nuestra propia representación y deseo. Este juego de espejos, donde el hotel puede ser una casa de placer o un simple edificio, hace que la historia culmine de forma circular, unificando elegantemente los hilos dispersos.
Estación Saturno es una rara avis, una obra formalmente impecable que logra fusionar imágenes potentes y oníricas con un control narrativo preciso. Es una lectura estimulante que te deja «la cabeza golpeada», ya que, detrás de una historia aparentemente sencilla (el viaje de dos hermanos en busca de un gato), el lector se enfrenta a múltiples capas de interpretación sobre la herencia, la locura y la naturaleza ilusoria de la realidad. Es un libro difícil de explicar con justicia, emparentado con la lógica desquiciada de Boris Vian o John Waters. Una pieza única e irrepetible de la narrativa contemporánea, altamente recomendable para aquellos que disfrutan de las novelas que exigen y recompensan la implicación interpretativa.
Josep Masanés
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Escritor. Menorca es mi mundo, San Luis su capital. Me gustaría ser un epígono del rey de la vajilla. Pero va a ser que no.
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