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domingo, diciembre 06, 2015
martes, abril 28, 2015
El mal de la vigilia: Watanabe
BABELIA
EL PAIS
23 de abril 2015
Por Fernanda García Lao

Hace 70 años nació en el pueblo peruano de Laredo uno de los poetas mayores del continente americano. Aunque un poeta —me corrijo— no es un lugar, sino una lengua; entonces: hace 70 años nació para el castellano el gran José Watanabe. Tuvo una vida tan fugaz como el hielo expuesto a los rayos que derretían su poema El guardián del hielo. “Ama rápido, me dijo el sol / Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino / a cumplir con la vida”.
Pero la existencia no debiera contarse en años, sino en visiones. Y si así fuera, la suya fue generosa. No sólo con él, sino con nosotros. “Tiendo a la noche”, escribió, implicándonos en el insomnio. Y parece extraño saber de su boca que vivía de noche, con el espacio corrido, porque hay mucha luz en su materia.
Leer su Poesía completa nos enfrenta a su manera particular, un modo físico, de mirar el mundo. Porque Watanabe no sólo ve, vuelve táctiles las palabras, “Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje / pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido / y sólo vuelve con obsesiva precisión / a aquel bello y extremo problema de texturas: / el muslo contra la roca”, escribe en Mi ojo tiene sus razones. Poeta que disecciona el plano y se centra en dos ideas que conviven en su extrañeza, el muslo y la roca. De ella se guarda el detalle.
Nacido de un japonés emigrado a Perú que leía entre gallinas haikús de Basho y de una madre difícil, dos hermanos muertos lo antecedieron. En una de sus últimas notas, concedida a la escritora chilena Andrea Jeftanovic en 2007, para la revista Quimera, José Watanabe contaba hasta qué punto la muerte nacía a diario en su infancia en boca de su madre. “Me decía: ‘En ese rincón, en esa silla pequeña se sentaba tu hermanito de tres años, era muy blanco, tenía una vena azul en la frente, era castaño, y al sol su pelo era aún más castaño. Antes de morir estaba sentado ahí’. Los idealizaba mucho, ‘el sol los hacía brillar”. Empezar el mundo con la síntesis y la muerte como asunto cotidiano parece haber dejado un contraste en su poesía, entre el pudor y la pena. Mejor la noche, amparo en la oscuridad, con el mundo en silencio para hacer trepidar las palabras.
Se inicia en la escritura conÁlbum de familia (1971) para enfrentar 18 años después un libro estremecedor, El huso de la palabra (1989). Torcedor texto donde confluyen su propia enfermedad, el decaimiento y la delicada observación con la que oscilan otros seres, tan capitales como su dolencia. “Aquí está todo muerto, sólo el aire / gira levemente vivo / pero a veces se agita y mueve las plumas y las pieles / y por un segundo nos hace creer en movimientos más ostensibles / donde el águila carnicera devore al petirrojo indefenso y sólo bello / o la pantera complete su salto sobre el anca de la gacela”.
Watanabe continúa con Historia natural (1994): cauces secos, orugas y esqueletos. La belleza en la instancia original de su descomposición. Así, describe en Camposanto la rebelión de la naturaleza frente a la ceremonia del muro corrompido: “Las grietas y el desprendimiento del revoque / le han dibujado duras facciones casuales / y la columna es un ángel marcial y mutilado de alas / un resentido”. Cierra el libro con un poema perturbador, titulado ‘Arte poética’: “La palabras, o mejor, las vampiro / ya vienen volando con lujurioso suspiro / Pronto serás tú, entre gozoso y aterrado / el mamado”.
En Cosas del cuerpo (1999) hay animales y órganos secretos, úteros que humean, bocas, miedo, lechugas, reinas doctas y cuevas: “En este mundo pétreo / nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo / y me tocaré / y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña / sabré / que aún no soy la montaña”.
La piedra alada (2005) y Banderas detrás de la niebla (2006) son sus últimas tentativas antes de que se derrita el hielo y caiga para él la noche. Pero es sabido, la luz refulge otra vez, cada vez que volvemos a su poesía. El mal de la vigilia se enciende leyendo.
Poesía completa. José Watanabe. Pre-Textos. Valencia, 2013. 264 páginas. 23 euros.
Para ir a la página de Babelia, click en el título.
EL PAIS
23 de abril 2015
Por Fernanda García Lao

Hace 70 años nació en el pueblo peruano de Laredo uno de los poetas mayores del continente americano. Aunque un poeta —me corrijo— no es un lugar, sino una lengua; entonces: hace 70 años nació para el castellano el gran José Watanabe. Tuvo una vida tan fugaz como el hielo expuesto a los rayos que derretían su poema El guardián del hielo. “Ama rápido, me dijo el sol / Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino / a cumplir con la vida”.
Pero la existencia no debiera contarse en años, sino en visiones. Y si así fuera, la suya fue generosa. No sólo con él, sino con nosotros. “Tiendo a la noche”, escribió, implicándonos en el insomnio. Y parece extraño saber de su boca que vivía de noche, con el espacio corrido, porque hay mucha luz en su materia.
Leer su Poesía completa nos enfrenta a su manera particular, un modo físico, de mirar el mundo. Porque Watanabe no sólo ve, vuelve táctiles las palabras, “Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje / pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido / y sólo vuelve con obsesiva precisión / a aquel bello y extremo problema de texturas: / el muslo contra la roca”, escribe en Mi ojo tiene sus razones. Poeta que disecciona el plano y se centra en dos ideas que conviven en su extrañeza, el muslo y la roca. De ella se guarda el detalle.
Nacido de un japonés emigrado a Perú que leía entre gallinas haikús de Basho y de una madre difícil, dos hermanos muertos lo antecedieron. En una de sus últimas notas, concedida a la escritora chilena Andrea Jeftanovic en 2007, para la revista Quimera, José Watanabe contaba hasta qué punto la muerte nacía a diario en su infancia en boca de su madre. “Me decía: ‘En ese rincón, en esa silla pequeña se sentaba tu hermanito de tres años, era muy blanco, tenía una vena azul en la frente, era castaño, y al sol su pelo era aún más castaño. Antes de morir estaba sentado ahí’. Los idealizaba mucho, ‘el sol los hacía brillar”. Empezar el mundo con la síntesis y la muerte como asunto cotidiano parece haber dejado un contraste en su poesía, entre el pudor y la pena. Mejor la noche, amparo en la oscuridad, con el mundo en silencio para hacer trepidar las palabras.
Se inicia en la escritura conÁlbum de familia (1971) para enfrentar 18 años después un libro estremecedor, El huso de la palabra (1989). Torcedor texto donde confluyen su propia enfermedad, el decaimiento y la delicada observación con la que oscilan otros seres, tan capitales como su dolencia. “Aquí está todo muerto, sólo el aire / gira levemente vivo / pero a veces se agita y mueve las plumas y las pieles / y por un segundo nos hace creer en movimientos más ostensibles / donde el águila carnicera devore al petirrojo indefenso y sólo bello / o la pantera complete su salto sobre el anca de la gacela”.
Watanabe continúa con Historia natural (1994): cauces secos, orugas y esqueletos. La belleza en la instancia original de su descomposición. Así, describe en Camposanto la rebelión de la naturaleza frente a la ceremonia del muro corrompido: “Las grietas y el desprendimiento del revoque / le han dibujado duras facciones casuales / y la columna es un ángel marcial y mutilado de alas / un resentido”. Cierra el libro con un poema perturbador, titulado ‘Arte poética’: “La palabras, o mejor, las vampiro / ya vienen volando con lujurioso suspiro / Pronto serás tú, entre gozoso y aterrado / el mamado”.
En Cosas del cuerpo (1999) hay animales y órganos secretos, úteros que humean, bocas, miedo, lechugas, reinas doctas y cuevas: “En este mundo pétreo / nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo / y me tocaré / y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña / sabré / que aún no soy la montaña”.
La piedra alada (2005) y Banderas detrás de la niebla (2006) son sus últimas tentativas antes de que se derrita el hielo y caiga para él la noche. Pero es sabido, la luz refulge otra vez, cada vez que volvemos a su poesía. El mal de la vigilia se enciende leyendo.
Poesía completa. José Watanabe. Pre-Textos. Valencia, 2013. 264 páginas. 23 euros.
Para ir a la página de Babelia, click en el título.
lunes, abril 13, 2015
Asuntos de familia
En nuestro museo—vamos todos los domingos—,
han inaugurado una sección nueva.
Nuestros hijos abortados, embriones pálidos y serios,
se acurrucan en simples tarros de cristal,
preocupados por el futuro de sus padres.
Günter Grass
lunes, febrero 16, 2015
Revolución
Slawomir Mrozek
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio, la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio—es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio, la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio—es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.
jueves, noviembre 06, 2014
lunes, junio 09, 2014
La encantadora de serpientes, Saint-Pol-Roux
À Alfred Jarry.
Sobre el pulgar del pie, senos de proa, pública, ella se arquea desnuda: diadema a sus pies, desenrollándose al resorte de su gesto, lascivamente surgen hacia los ojos de rocío las serpientes hace un momento amodorradas, y en cuanto la muchacha se abandona al brasero de espirales, ya la multitud presiente rubíes bajo las escamas, en tanto que Satán, dueño del circo, aspira el olor del festín que se prepara en el fondo de la crápula, porque ya los reptiles han invadido la carne cincelada de flechas vivas y van a consumir el alma del ídolo que se pasma, simbólico, en su maligna apoteosis de revoluciones, un silbato de víbora entre sus labios de cereza.
(Les Féeries intérieures, 1907.)
jueves, diciembre 05, 2013
Lectura en Eterna Cadencia
miércoles, noviembre 06, 2013
martes, septiembre 03, 2013
miércoles, diciembre 29, 2010
Tantalia

El mundo es de inspiración tantálica.
De Macedonio Fernández
Imagen Mark Ryden
Tercer momento: El torturador de un trébol.
“(…) Ensayaré —me repetía— sin intentar ya amar de nuevo, torturar lo más endeble e indefenso, la forma más mansa y herible de la vida: seré el torturador de esta plantita. Esta es la pobrecita elegida entre miles para soportar mi ingenio y empeño torturador. Ya que cuando fue mi ánimo hacer la felicidad de un trébol tuve que renunciar al intento y desterrarlo de mí bajo sentencia de irreconocibilidad, el péndulo de mi pervertida y descalabrada voluntad transporté al otro extremo, surgiendo de súbito en una mutación opuesta, en el malquerer, y alumbró prestamente la idea de martirizar la inocencia y orfandad a fin de obtener el suicidio del Cosmos por vergüenza de que en su seno prosperara una escena tan repulsiva y cobarde. ¡Al fin y al cabo, el Cosmos también me ha creado a mí!
(…) “No puedo reavivar el lacerante recuerdo de la vida de dolor que sistematicé, ingeniándome cada día en nuevos modos crueles para hacerla padecer sin matarla.
“Como por sobre ascuas tendré que decir que la colocaba todos los días próxima e intocada de los rayos del sol y tenía la prolijidad de crueldad de alejarla con el avanzar de la mancha del sol. Apenas la regaba para que no muriera y en cambio la rodeaba de recipientes de agua y había inventado fieles rumores de lluvia y lloviznas vecinas que no llegaban a refrescarla. Tentar y no dar… El mundo es una mesa tendida de la Tentación con infinitos embarazos interpuestos y no menor variedad de estorbos que de cosas brindadas. El mundo es de inspiración tantálica: despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos, o mejor: la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega. Mi consigna interior, mi tantalismo, era buscar las exquisitas condiciones máximas de sufrimiento sin tocar a la vida, procurando al contrario la vida más plena, la sensibilidad más viva y excitada para el padecer. Y logré que en esto el dolor de privación tantálica la estremeciera. Mas no podía mirarla ni tocarla; me vencía de repulsión mi propia obra; (cuando la arranqué, en aquella noche tan negra a mi espíritu, no miré hacia donde estaba y su contacto me fue por demás odioso). El rumor de lluvia sin alcanzarle su húmedo frescor hacíala retorcerse. ¡Vergüenza!
“¡Elegida entre millones para un destino de martirio! ¡Elegida! ¡Pobrecita! ¡Oh!, tu Dolor ha de saltar el mundo. Cuando te arranqué ya estabas elegida por mi ansia de atormentar.”
Fragmento leído por FGL en Lecturas en un minuto de Lamujerdemivida.
jueves, noviembre 25, 2010
todo se achica
1.
El Jardín Zoológico, veinte años después. Los animales son más chicos. Un día, si esto continúa, entraremos en la jaula y aplastaremos con el pie a los tigres.
2.
Alguna vez creí que todo era muy poco en la inmensidad de mi vida.
3.
El mismo lobo tiene momentos de debilidad, en que se pone del lado del cordero, y piensa: "Ojalá que huya".
Adolfo Bioy Casares
El Jardín Zoológico, veinte años después. Los animales son más chicos. Un día, si esto continúa, entraremos en la jaula y aplastaremos con el pie a los tigres.
2.
Alguna vez creí que todo era muy poco en la inmensidad de mi vida.
3.
El mismo lobo tiene momentos de debilidad, en que se pone del lado del cordero, y piensa: "Ojalá que huya".
Adolfo Bioy Casares
jueves, agosto 05, 2010
Güiraldes
"En el desierto absoluto, una choza empequeñecida por su soledad.
Como único ser viviente a la vista, un chancho. Alrededor de la estaca, a la cual una soga lo retiene, el suelo, endurecido por traqueteo de pezuñas, forma un círculo que brilla. Dentro del círculo, como agujero en una moneda, hay un charco maloliente.
Intenso calor pesa en la atmósfera; bajo el matiz ceniciento de un cielo tormentoso, nubes de plomo se arrastran con pereza, y una quietud silente abruma el mundo.
El chancho, inquieto, trota en su área hasta que el cansancio le echa en el barro, donde su vientre, lleno de inmundos apetitos, se sobresalta en sacudimientos de risa satisfecha.
Eructa de contento, y su nariz adquiere la movilidad de un ojo."
Fragmento de San Antonio (Castidad), 1945
Como único ser viviente a la vista, un chancho. Alrededor de la estaca, a la cual una soga lo retiene, el suelo, endurecido por traqueteo de pezuñas, forma un círculo que brilla. Dentro del círculo, como agujero en una moneda, hay un charco maloliente.
Intenso calor pesa en la atmósfera; bajo el matiz ceniciento de un cielo tormentoso, nubes de plomo se arrastran con pereza, y una quietud silente abruma el mundo.
El chancho, inquieto, trota en su área hasta que el cansancio le echa en el barro, donde su vientre, lleno de inmundos apetitos, se sobresalta en sacudimientos de risa satisfecha.
Eructa de contento, y su nariz adquiere la movilidad de un ojo."
Fragmento de San Antonio (Castidad), 1945
viernes, abril 09, 2010
Di Benedetto
"Yo era un tenaz fumador. Una noche quedé dormido con un tabaco en la boca. Desperté con miedo de despertar. Parece que lo sabía: me había nacido un ala de murciélago. Con repugnancia, en la oscuridad busqué mi cuchillo mayor. Me la corté. Caída, a la luz del día, era una mujer morena y yo decía que la amaba. Me llevaron a prisión".
Zama
Zama
sábado, marzo 20, 2010
cabeza abajo
lunes, enero 18, 2010
contra el cielo
"Me aburre el cielo. Algunos momentos, incluso, me hace sufrir. Y entonces no puedo ni siquiera mirarlo, porque no sé cómo vengarme y herirlo.
La tierra es reducida, sucia, monótona y poblada más de lo necesario por pedacitos de barro parlante que la desfiguran y la hacen todavía más repugnante.
El infinito me aterroriza; me disgusta y me ofende. Para sufrir la humillación de mi pequeñez bastaba la tierra. La provocación del cielo estrellado es desproporcionada, prepotente, vergonzosa. Aquellos millones de soles que aparecen frente a mis ojos como átomos desordenados de luz eléctrica, ¿qué tienen que ver conmigo? ¿Qué quieren? ¿Para qué me sirven? ¿Por qué vuelven todas las noches, llamas milenarias, a insultar la brevedad de mis días en este ángulo vacío?
Si lo contemplo, me rebaja; si lo ignoro, me castiga. Tiene una vida suya, misteriosa y solemne, que no consigo de ninguna manera turbar o mudar.
Los poetas, idiotas como niños, se extasían ante las luciérnagas errantes del infinito. Para mí, que por fortuna o por desgracia no soy ni versificador ni místico, el cielo es únicamente el telón siniestro donde leo todas las noches la sentencia de mi nulidad irremediable".
Giovanni Papini
Gog
La tierra es reducida, sucia, monótona y poblada más de lo necesario por pedacitos de barro parlante que la desfiguran y la hacen todavía más repugnante.
El infinito me aterroriza; me disgusta y me ofende. Para sufrir la humillación de mi pequeñez bastaba la tierra. La provocación del cielo estrellado es desproporcionada, prepotente, vergonzosa. Aquellos millones de soles que aparecen frente a mis ojos como átomos desordenados de luz eléctrica, ¿qué tienen que ver conmigo? ¿Qué quieren? ¿Para qué me sirven? ¿Por qué vuelven todas las noches, llamas milenarias, a insultar la brevedad de mis días en este ángulo vacío?
Si lo contemplo, me rebaja; si lo ignoro, me castiga. Tiene una vida suya, misteriosa y solemne, que no consigo de ninguna manera turbar o mudar.
Los poetas, idiotas como niños, se extasían ante las luciérnagas errantes del infinito. Para mí, que por fortuna o por desgracia no soy ni versificador ni místico, el cielo es únicamente el telón siniestro donde leo todas las noches la sentencia de mi nulidad irremediable".
Giovanni Papini
Gog
lunes, noviembre 23, 2009
sábado, marzo 07, 2009
sentido
Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.
Clarice Lispector
Clarice Lispector
jueves, diciembre 25, 2008
El pecado mortal
"Los símbolos de la pureza y el misticismo son a veces más afrodisíacos que las fotografías o los cuentos pornográficos, por eso ¡oh sacrílega! los días próximos a tu primera comunión, con la promesa del vestido blanco, lleno de entredoses, de los guantes de hilo y del rosario de perlitas, fueron tal vez los verdaderamente impuros de tu vida. Dios me lo perdone, pues fui en cierto modo tu cómplice y tu esclava".
Silvina Ocampo
Silvina Ocampo
viernes, octubre 10, 2008
Artaud
"Hacer metafísica con el lenguaje hablado es hacer que el lenguaje exprese lo que no expresa comúnmente; es emplearlo de un modo nuevo, excepcional y desacostumbrado, es devolverle la capacidad de producir un estremecimioetno físico, es dividirlo y distribuirlo activamente en el espacio, es restituirle el poder de desgarrar y de manisfestar realmente algo, es volverse contra el lenguaje y sus fuentes bajamente utilitarias, podría decirse alimenticias, contra sus orígenes de bestia acosada, es en fin, considerar al lenguaje como una forma de encantamiento."
"Toda verdadera libertad es oscura, y se confunde infaliblemente con la libertad del sexo, que es también oscura, aunque no sepamos muy bien porqué."
"El teatro, como la peste, es una crisis que se resuelve en la muerte o en la curación".
El teatro y su doble.
"Toda verdadera libertad es oscura, y se confunde infaliblemente con la libertad del sexo, que es también oscura, aunque no sepamos muy bien porqué."
"El teatro, como la peste, es una crisis que se resuelve en la muerte o en la curación".
El teatro y su doble.
viernes, agosto 22, 2008
libro del cielo y del infierno
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