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martes, diciembre 04, 2018
miércoles, mayo 25, 2016
patologías culturales
Programa N° 552. Pasó Fernanda García Lao por Comunidad de lectores, la columna mensual sobre libros que coordina Ana Ojeda, para hablar sobre su libro Amor invertido, escrito a cuatro manos con Guillermo Saccomanno (y publicado por Seix Barral en 2015).

La charla arrancó con una pregunta que vertebra el libro: ¿qué es el deseo? En algún sentido, Amor invertido es una reflexión novelada que intenta contestar este interrogante. Escrita por dos autorxs, con dos protagonistas, en dos territorios (Sudamérica y Europa), a lo largo de dos siglos (siglo XIX y XX), el libro se organiza en dos partes (un epistolario deforme, algo corrido de los mandatos tradicionales del género y un después, titulado “Sístole, diástole”). Sus autorxs, sin embargo, desarrollaron un cuidadoso trabajo de corrección para dotar el todo de una unicidad propia del escritor/a únicx.
Libro libertino –en la tradición del gran marqués–, “por momentos pornográfico”, al decir de Lao, Amor invertido nació del encuentro de sus dos autorxs en el Festival Azabache de Mar del Plata, hace algunos años. “Fue un medio flechazo”, ríe Lao, y cuenta que, como ella debía partir en seguida hacia Francia por trabajo, Saccomanno le propuso escribir, a la manera de un cadáver exquisito, algo juntos. El resultado fue este artefacto literario, lleno de humor y amor, deseo y duda.

La charla arrancó con una pregunta que vertebra el libro: ¿qué es el deseo? En algún sentido, Amor invertido es una reflexión novelada que intenta contestar este interrogante. Escrita por dos autorxs, con dos protagonistas, en dos territorios (Sudamérica y Europa), a lo largo de dos siglos (siglo XIX y XX), el libro se organiza en dos partes (un epistolario deforme, algo corrido de los mandatos tradicionales del género y un después, titulado “Sístole, diástole”). Sus autorxs, sin embargo, desarrollaron un cuidadoso trabajo de corrección para dotar el todo de una unicidad propia del escritor/a únicx.
Libro libertino –en la tradición del gran marqués–, “por momentos pornográfico”, al decir de Lao, Amor invertido nació del encuentro de sus dos autorxs en el Festival Azabache de Mar del Plata, hace algunos años. “Fue un medio flechazo”, ríe Lao, y cuenta que, como ella debía partir en seguida hacia Francia por trabajo, Saccomanno le propuso escribir, a la manera de un cadáver exquisito, algo juntos. El resultado fue este artefacto literario, lleno de humor y amor, deseo y duda.
domingo, febrero 14, 2016
jueves, septiembre 24, 2015
lunes, agosto 17, 2015
Amor invertido: hablar del sexo sin eufemismos
Mónica López Ocón
16 de Agosto de 2015 | 12:00
Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao escribieron de a dos, casi sin proponérselo, como un juego que acortaba las distancias entre ambos, una novela que se transformó en suceso. Provocadora, subvierte tabúes y desafía la atildada corrección bienpensante.

"Esta es una novela de cojer" se anuncia en la contratapa de Amor invertido, la novela de Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao, quienes personalmente se encargan de aclarar que cojer, en su acepción argentina, debe escribirse con jota para que su sentido no se confunda con el que tiene en España. Si hay algo que la novela y sus autores evitan es precisamente el eufemismo para hablar de sexo. Es que en el coito, no sólo se intercambian fluidos, sino también palabras, lo que revela no sólo el papel protagónico de éstas entre las sábanas, sino sobre todo, su carácter carnal, corpóreo, cuasi anatómico. Dice Gillemette, uno de los dos personajes sobre los que se estructura la novela, evocando a su amado y ausente Fernand: "Armaba frasecitas entre felaciones, intercalaba. Una pija, una frase. Poética profunda podría decirse: Metía los verbos como nadie. Las tres conjugaciones. A veces al unísono. Cuánta proeza." La novela es, entre otras cosas, una validación de la lingüística pragmática a través de la literatura: Saccomanno y García Lao demuestran cabalmente el carácter performativo de la palabra a través de un intercambio epistolar entre los amantes que hacen el amor de manera explícita y por escrito. Debido a un experimento quirúrgico, han intercambiado sus corazones. Gillemette tiene el corazón de Fernand y viceversa y ambos huyen de París. La novela se desarrolla en dos cuerpos y también en dos tiempos, el fin del siglo XIX y los comienzos del XX. En ella los escritores pusieron "toda la carne al asador". Ese lugar común nunca ha resultado más cierto, no sólo porque se trata de un texto constituido por lo carnal, sino también porque los nombres de los personajes aluden de manera directa al de los autores que son una pareja real, no de ficción y así como evitaron el eufemismo, no le temieron a la exposición. Para usar otro lugar común, en Amor invertido, Saccomanno y García Lao "van por todo".
-La novela se ha transformado en un suceso, ¿no es así?
Guillermo Saccomanno: -Sí y lo que está pasando nos tomó realmente por sorpresa, no sólo porque la novela está en el ranking de los libros más vendidos, sino porque generó todo un fenómeno en las redes sociales. Todo el tiempo hay mensajes de pibes, pibas y hasta psicoanalistas. Esta novela que hicimos jugando, sin expectativa de publicación, de pronto se convirtió en fenómeno.
-Mientras la leía pensaba que se habían divertido mucho escribiéndola. ¿Fue así?
GS: -Sí, fue así. Es una novela que tiene mucho humor.
-¿Cómo fue escribir de a dos?
Fernanda García Lao: -Fue muy simple escribirla porque tenía mucho que ver con la pulsión que se había generado a partir del encuentro de nuestras dos literaturas, nuestras dos cabezas y nuestras biografías cruzadas mientras yo me estaba yendo de viaje, lo que potenció mucho la cosa. Al tener dos personajes y dos voces, la escritura se hizo simple. De tener que compartir la voz de un personaje único, hubiera sido distinto.
GS: -Nos conocimos en un festival de literatura, el Encuentro Azabache, y lo primero que hicimos fue intercambiar libros nuestros. Ella me regaló Cómo usar un cuchillo y yo, Cámara Gesell. Esa noche, por separado, cada uno leyó al otro. Ella, fanática de Baudelaire, vio que en Cámara Gesell cito a Baudelaire en la primera página. Yo también soy fanático de él, aunque lo fui más cuando era más joven, aunque sigo pensando que es un excelente poeta. Se empezó a dar una coincidencia de mapas de lecturas. Fernanda, como dijo, se estaba yendo de viaje. Iba a hacer un largo periplo por todos los lugares de Francia que luego aparecieron en la novela. Yo me quedaba entre Buenos Aires y Gesell.
Para leer la nota completa, click en el título.
16 de Agosto de 2015 | 12:00
Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao escribieron de a dos, casi sin proponérselo, como un juego que acortaba las distancias entre ambos, una novela que se transformó en suceso. Provocadora, subvierte tabúes y desafía la atildada corrección bienpensante.

"Esta es una novela de cojer" se anuncia en la contratapa de Amor invertido, la novela de Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao, quienes personalmente se encargan de aclarar que cojer, en su acepción argentina, debe escribirse con jota para que su sentido no se confunda con el que tiene en España. Si hay algo que la novela y sus autores evitan es precisamente el eufemismo para hablar de sexo. Es que en el coito, no sólo se intercambian fluidos, sino también palabras, lo que revela no sólo el papel protagónico de éstas entre las sábanas, sino sobre todo, su carácter carnal, corpóreo, cuasi anatómico. Dice Gillemette, uno de los dos personajes sobre los que se estructura la novela, evocando a su amado y ausente Fernand: "Armaba frasecitas entre felaciones, intercalaba. Una pija, una frase. Poética profunda podría decirse: Metía los verbos como nadie. Las tres conjugaciones. A veces al unísono. Cuánta proeza." La novela es, entre otras cosas, una validación de la lingüística pragmática a través de la literatura: Saccomanno y García Lao demuestran cabalmente el carácter performativo de la palabra a través de un intercambio epistolar entre los amantes que hacen el amor de manera explícita y por escrito. Debido a un experimento quirúrgico, han intercambiado sus corazones. Gillemette tiene el corazón de Fernand y viceversa y ambos huyen de París. La novela se desarrolla en dos cuerpos y también en dos tiempos, el fin del siglo XIX y los comienzos del XX. En ella los escritores pusieron "toda la carne al asador". Ese lugar común nunca ha resultado más cierto, no sólo porque se trata de un texto constituido por lo carnal, sino también porque los nombres de los personajes aluden de manera directa al de los autores que son una pareja real, no de ficción y así como evitaron el eufemismo, no le temieron a la exposición. Para usar otro lugar común, en Amor invertido, Saccomanno y García Lao "van por todo".
-La novela se ha transformado en un suceso, ¿no es así?
Guillermo Saccomanno: -Sí y lo que está pasando nos tomó realmente por sorpresa, no sólo porque la novela está en el ranking de los libros más vendidos, sino porque generó todo un fenómeno en las redes sociales. Todo el tiempo hay mensajes de pibes, pibas y hasta psicoanalistas. Esta novela que hicimos jugando, sin expectativa de publicación, de pronto se convirtió en fenómeno.
-Mientras la leía pensaba que se habían divertido mucho escribiéndola. ¿Fue así?
GS: -Sí, fue así. Es una novela que tiene mucho humor.
-¿Cómo fue escribir de a dos?
Fernanda García Lao: -Fue muy simple escribirla porque tenía mucho que ver con la pulsión que se había generado a partir del encuentro de nuestras dos literaturas, nuestras dos cabezas y nuestras biografías cruzadas mientras yo me estaba yendo de viaje, lo que potenció mucho la cosa. Al tener dos personajes y dos voces, la escritura se hizo simple. De tener que compartir la voz de un personaje único, hubiera sido distinto.
GS: -Nos conocimos en un festival de literatura, el Encuentro Azabache, y lo primero que hicimos fue intercambiar libros nuestros. Ella me regaló Cómo usar un cuchillo y yo, Cámara Gesell. Esa noche, por separado, cada uno leyó al otro. Ella, fanática de Baudelaire, vio que en Cámara Gesell cito a Baudelaire en la primera página. Yo también soy fanático de él, aunque lo fui más cuando era más joven, aunque sigo pensando que es un excelente poeta. Se empezó a dar una coincidencia de mapas de lecturas. Fernanda, como dijo, se estaba yendo de viaje. Iba a hacer un largo periplo por todos los lugares de Francia que luego aparecieron en la novela. Yo me quedaba entre Buenos Aires y Gesell.
Para leer la nota completa, click en el título.
domingo, agosto 02, 2015
Librósfera
lunes, julio 20, 2015
Saccomanno, García Lao y la fiebre
Fernanda García Lao y Guillermo Saccomanno hablan de Amor invertido (Seix Barral), la novela erótica que escribieron a cuatro manos.
Por Patricio Zunini.

Dicen que el primer contacto fue literario: que él le dio un ejemplar de Cámara Gesell y ella uno de Cómo usar un cuchillo. Dicen que a partir de esas lecturas nació una complicidad, que se dieron cuenta de la comunión de escrituras. Dicen que el amor surgió así, imbricado en la admiración mutua. Y también dicen que frente a los viajes y las distancias sintieron la necesidad de dar una respuesta como escritores: que en lugar de mandarse mails con la urgencia de los enamorados, pensaron en enviarse los capítulos de una novela epistolar. Sin reglas ni plan, lo único en que se pusieron de acuerdo es que iban a mandarse una carta por día, él con el rol de la mujer, ella con el del varón. En esa intimidad nació Amor invertido, la novela erótica situada en el cambio del siglo XIX al XX, escrita a cuatro manos por Fernanda García Lao y Guillermo Saccomanno.
Guillò y Ferdinand huyen de París tras haber participado en un experimento en donde les intercambiaron los corazones. Ella termina en América, él peregrina por Europa. La distancia amplifica el deseo: el reencuentro se alimenta de las promesas calientes que se envían por carta. Pero mientras cruzan el mundo para volver a verse, el corazón del otro sexo les estimula a saltar el cerco moral y entregarse a una lascivia para la que nada tiene límite ni es exagerado. Desde los acápites de John Cleeland y George Bataille, Amor invertido es también un homenaje al género: Laclos, Sade, Grushenka, Apollinaire, la novela respira referencias de los libertinos.
—Todo escritor, y nosotros no escapamos a la regla, —dice Guillermo Saccomanno—escribe con sus influencias. En este caso, donde se trata deliberadamente de incursionar en la literatura de género, no podíamos estar ajenos a la literatura que nos marcó. Nuestro gesto (con perdón de la palabra porque en estos tiempos puede ser peligroso, te acarrea un juicio de Kodama y después te termina defendiendo la viuda de Lamborghini) “borgiano” consistió en que si Borges se apropió de la literatura inglesa, por qué nosotros no nos íbamos a apropiar de la literatura francesa.
—Es que cuando uno se pone a escribir —dice Fernanda García Lao— eso se filtra. No fue pensado, se fue gestando en la misma tensión de la escritura. Uno escribe con todo eso a cuestas, y después aparece la parodia: había un afán de burla del lugar sagrado. La idea no era hacer un libro solemne; todo lo contrario. Y pensar siempre en función de la vitalidad del género.
—Hoy, que hasta está el suplemento “Soy” en Página/12 —sigue Saccomanno—, pensamos en tomarnos en joda e ir a los remitentes estilísticos. Había también una operatoria muy interesante que era la de la novela por entregas. Y también estaba el suspenso. Yo no sabía la respuesta de Ferdinand cuando escribía. No teníamos ni idea de a dónde íbamos con la trama. Fernanda levantaba la apuesta y yo a su vez se la tenía que levantar a ella.
Con esa incertidumbre como marco, la alternancia entre García Lao y Saccomanno, lejos de actar como un método para que uno le allanara el terreno al otro, funcionó casi con la intención de provocarle un encierro y ver cómo el otro se las arreglaba para escaparse. El resultado es un registro que va en un crescendo que no se detiene ni en el absurdo; por ejemplo: Guillò le dice a Ferdinand cuánto lo amaba mientras le cuenta que la penetraban cuatro hombres a la vez.
—Cuando me llegaban las cartas de esta —dice García Lao compenetrada completamente con su rol de Ferdinand— realmente me ponía mal. Qué hija de puta: me dice que me ama y se la está culeando toda la tripulación del buque. Uno se mandaba con todo, no sabía cómo iba a reaccionar el otro. Además, el hecho de escribir desde el género opuesto era un modo de burlarse de lo genérico y de afirmar que cuando escribo “yo” no soy yo. En ninguno de mis libros he sido yo: si no me doy el permiso de ser otro no puedo escribir. Por suerte está desapareciendo esta cosa de los últimos años de la literatura autorreferencial, que es un modo de que no pase absolutamente nada porque las vidas en general son mucho más planas que lo imaginado. Acá no sólo no soy yo sino que estamos en otro siglo, en un lugar que no nos corresponde, y estamos delante de otro que quién sabe cómo va a reaccionar frente a lo que decimos.
—Hay una preceptiva inconsciente cuando uno escribe —dice Saccomanno—. Por lo menos a mí me pasa que me preocupa la trama. Tengo a este personaje: qué siente, a dónde lo puede llevar tal situación.
—Y teníamos al otro como lector. Eso también te obligaba a seducir al otro desde la escritura.
—¿Cómo es eso que dice Barthes? “El texto que usted escribe debe probarme que me desea como lector”. Esto era lo mismo: el capítulo que yo escribía debía probar que la deseaba. Hay una cosa que me gustaría que quede claro. Yo no tenía experiencia de haber escrito a medias, excepto con Carlos Trillo, que hicimos novelas policiales con seudónimo. Creo que no podés escribir a medias con alguien a quien no admires en su escritura o no creas que te puede comprender el pire. Acá estaba eso: yo sentía admiración por Fernanda y sabía que le podía confiar un capítulo y que ella me iba a editar como yo a ella.
—Muchas personas que me han leído —dice García Lao— y que piensan que conocen cómo escribo han señalado partes del libro estando seguras de que eran mías y eran de Guillermo.
—Porque yo también copiaba la manera de escribir de ella: cuando escribís con otro tenés que amalgamarte con el otro.
—Además en la segunda parte, que damos vuelta los roles y me convierto en ella, yo tenía como referencia las cartas donde las construcciones sintácticas eran más complejas, con subordinadas y una puntuación muy distinta. Lo bueno es que teníamos el permiso de dos voces; si hubiéramos tenido que escribir una novela desde un único punto de vista habría sido mucho más difícil. En este caso, como trabajábamos con personajes bien antagónicos, una vez que conocíamos cómo hablaban y cómo se comportaban en relación al decir y al ritmo, cualquiera podía escribir al personaje. Guilló, con toda esa potencia carnal y fálica que trae, lo dejaba a Ferdinand condenado a la melancolía. Él no podía competir en cuanto a cantidad de coitos. Estaba más atribulado, tenía el permiso de estar más cerca del suicidio; ella era más asesina. Él pretende igualarla y empieza a matar con el deseo de estar a la altura de ese personaje que lo come todo, que es ella. Como en la actuación, una vez que tenés claro cómo es el personaje podés improvisar en relación a su voz, te ponés el vestidito de Guillò y ya sabés qué decir.
Fue durante la corrección que García Lao y Saccomanno organizaron el mundo visceral y tempestuoso de la versión que se escribió a distancia. Una vez que tuvieron el arco narrativo completo, se pusieron a trabajar en el detalle a nivel de las frases (ella dice que él aceptaba de mejor humor los cambio), ordenaron a la trama a partir de pequeñas pastillas que revelaran los secretos, y le dieron entidad a Ferreti, el científico que intercambia los corazones, que es, en última instancia, quien disciplina a los enamorados. Por curioso que parezca, fue recién entonces cuando reconocieron que estaban parados en una bibliografía y comenzaron a rastrear vínculos posibles con Fanny Hill, La historia del ojo, Las once mil vergas, y plantaron en la trama referencias literarias.
Alguna vez Claudia Piñeiro, que fue al taller de escritura de Guillermo Saccomanno, contó que él exigía un compromiso concreto con las palabras. Y que si un alumno no lograba escribir “pija” en el momento en que correspondía, Saccomanno le decía que no siguiera yendo. La contratapa del libro dice «Esta es una novela de cojer. El lenguaje no es inocente».
—Cojer para mí va con jota —dice García Lao— porque la jota se parece más a una pija.
—En la literatura argentina —dice Saccomanno— casi no se coje o si se coje, se coje con la luz apagada. Sobre todo en la más reciente, que es lo que más me espeluzna, los polvos son como de whiskería a media luz. Con “piernas bien torneadas”, “bustos prominentes.” ¿Están garchando estos pibes? Si no sabés contar una historia de cojer, más vale que hagas elipsis, cierres la puerta y te imagines lo que quieras. Pero si vas a garchar: ¡garchá, hermano! Fijate en Rayuela, el único momento que se dice “pija” es cuando la clocharde «le lame dulcemente la pija a Oliveira»: tiene una entonación, tiene un poder esa chupada de pija que no lo encontrás en otros momentos de la literatura.
—Me parece que Copi en La ciudad de las ratas se da varios permisos en relación a lo erótico, lo que pasa es que es muy decadente. En Amor invertido, en cambio, hay un goce por la garchada, se pone en un lugar festivo el hecho de disfrutar del cuerpo.
—En la primera parte.
—En la segunda está el deseo presente, desde otro lugar.
—No nos olvidemos que la literatura de cojer es una literatura moral —dice Saccomanno—. De hecho, en nuestra novela el castigo está presente. Ferreti es el padre que sanciona el goce.
—Ahí es donde esa figura cobra potencia y no queda como un adorno. Todo surge del deseo prohibido, incestuoso. Es él quien provoca la pasión de Guillò y Ferdinand sin quererlo. O queriéndolo, no se sabe.
—A él le preocupa el origen del deseo, porque lo que está presente es el deseo de la hija: ahí vamos a El malestar en la cultura, a Tótem y tabú y toda la pelota. Estas no son cosas deliberadas teóricamente sino que uno las tiene adentro, porque uno como intelectual está marcado por estas lecturas.
Cómo se acomoda Amor invertido en el estante donde están El buen dolor, Cámara Gesell, El oficinista, Terrible accidente del alma. Cómo lo hace en el de Muerta de hambre, Fuera de la jaula, Cómo usar un cuchillo. Hubo un momento, confiesan ambos, de “pánico escénico”. El libro estaba listo y les llegó la propuesta de publicarlo. Entonces dudaron si tal vez no habían ido muy lejos, si no se habían expuesto demasiado. García Lao dice que esta novela tiene que ver con un estado de desacato y que hasta pensaron en las críticas o en que tal vez le pedían a Saccomanno devolver el “Ciudadano ilustre de Villa Gesell”.
—Fue muy insolente —dice Saccomanno—. Como dice Fernanda: de desacato. Pero los dos nos cagamos en el concepto de carrera literaria y las etiquetas que te ponen (“un libro de Saccomanno tiene que responder al progresismo vernáculo, un libro de García Lao tiene que mantenerse en el terreno de anarquía libertaria surrealista…”) La literatura de los dos, por separado, no es liviana. Somos pesados, somos densos. Nos cagamos de risa, pero estamos preparando un torpedo. Y si lo que escribís no te incomoda a vos, no te pone en riesgo… Nos cagamos en el concepto de carrera. Yo estoy en una búsqueda, no sé qué voy a hacer con la novela de ayer. No voy a vivir toda la vida de Sobre héroes y tumbas.
—Ahora ya estamos escribiendo una cosa juntos —dice García Lao.
—Pero ya no es literatura erótica.
—No, obvio. Es otro género. No sabemos cuál, porque trabajamos sin plan.
***
Del Blog de Eterna Cadencia.
Por Patricio Zunini.

Dicen que el primer contacto fue literario: que él le dio un ejemplar de Cámara Gesell y ella uno de Cómo usar un cuchillo. Dicen que a partir de esas lecturas nació una complicidad, que se dieron cuenta de la comunión de escrituras. Dicen que el amor surgió así, imbricado en la admiración mutua. Y también dicen que frente a los viajes y las distancias sintieron la necesidad de dar una respuesta como escritores: que en lugar de mandarse mails con la urgencia de los enamorados, pensaron en enviarse los capítulos de una novela epistolar. Sin reglas ni plan, lo único en que se pusieron de acuerdo es que iban a mandarse una carta por día, él con el rol de la mujer, ella con el del varón. En esa intimidad nació Amor invertido, la novela erótica situada en el cambio del siglo XIX al XX, escrita a cuatro manos por Fernanda García Lao y Guillermo Saccomanno.
Guillò y Ferdinand huyen de París tras haber participado en un experimento en donde les intercambiaron los corazones. Ella termina en América, él peregrina por Europa. La distancia amplifica el deseo: el reencuentro se alimenta de las promesas calientes que se envían por carta. Pero mientras cruzan el mundo para volver a verse, el corazón del otro sexo les estimula a saltar el cerco moral y entregarse a una lascivia para la que nada tiene límite ni es exagerado. Desde los acápites de John Cleeland y George Bataille, Amor invertido es también un homenaje al género: Laclos, Sade, Grushenka, Apollinaire, la novela respira referencias de los libertinos.
—Todo escritor, y nosotros no escapamos a la regla, —dice Guillermo Saccomanno—escribe con sus influencias. En este caso, donde se trata deliberadamente de incursionar en la literatura de género, no podíamos estar ajenos a la literatura que nos marcó. Nuestro gesto (con perdón de la palabra porque en estos tiempos puede ser peligroso, te acarrea un juicio de Kodama y después te termina defendiendo la viuda de Lamborghini) “borgiano” consistió en que si Borges se apropió de la literatura inglesa, por qué nosotros no nos íbamos a apropiar de la literatura francesa.
—Es que cuando uno se pone a escribir —dice Fernanda García Lao— eso se filtra. No fue pensado, se fue gestando en la misma tensión de la escritura. Uno escribe con todo eso a cuestas, y después aparece la parodia: había un afán de burla del lugar sagrado. La idea no era hacer un libro solemne; todo lo contrario. Y pensar siempre en función de la vitalidad del género.
—Hoy, que hasta está el suplemento “Soy” en Página/12 —sigue Saccomanno—, pensamos en tomarnos en joda e ir a los remitentes estilísticos. Había también una operatoria muy interesante que era la de la novela por entregas. Y también estaba el suspenso. Yo no sabía la respuesta de Ferdinand cuando escribía. No teníamos ni idea de a dónde íbamos con la trama. Fernanda levantaba la apuesta y yo a su vez se la tenía que levantar a ella.
Con esa incertidumbre como marco, la alternancia entre García Lao y Saccomanno, lejos de actar como un método para que uno le allanara el terreno al otro, funcionó casi con la intención de provocarle un encierro y ver cómo el otro se las arreglaba para escaparse. El resultado es un registro que va en un crescendo que no se detiene ni en el absurdo; por ejemplo: Guillò le dice a Ferdinand cuánto lo amaba mientras le cuenta que la penetraban cuatro hombres a la vez.
—Cuando me llegaban las cartas de esta —dice García Lao compenetrada completamente con su rol de Ferdinand— realmente me ponía mal. Qué hija de puta: me dice que me ama y se la está culeando toda la tripulación del buque. Uno se mandaba con todo, no sabía cómo iba a reaccionar el otro. Además, el hecho de escribir desde el género opuesto era un modo de burlarse de lo genérico y de afirmar que cuando escribo “yo” no soy yo. En ninguno de mis libros he sido yo: si no me doy el permiso de ser otro no puedo escribir. Por suerte está desapareciendo esta cosa de los últimos años de la literatura autorreferencial, que es un modo de que no pase absolutamente nada porque las vidas en general son mucho más planas que lo imaginado. Acá no sólo no soy yo sino que estamos en otro siglo, en un lugar que no nos corresponde, y estamos delante de otro que quién sabe cómo va a reaccionar frente a lo que decimos.
—Hay una preceptiva inconsciente cuando uno escribe —dice Saccomanno—. Por lo menos a mí me pasa que me preocupa la trama. Tengo a este personaje: qué siente, a dónde lo puede llevar tal situación.
—Y teníamos al otro como lector. Eso también te obligaba a seducir al otro desde la escritura.
—¿Cómo es eso que dice Barthes? “El texto que usted escribe debe probarme que me desea como lector”. Esto era lo mismo: el capítulo que yo escribía debía probar que la deseaba. Hay una cosa que me gustaría que quede claro. Yo no tenía experiencia de haber escrito a medias, excepto con Carlos Trillo, que hicimos novelas policiales con seudónimo. Creo que no podés escribir a medias con alguien a quien no admires en su escritura o no creas que te puede comprender el pire. Acá estaba eso: yo sentía admiración por Fernanda y sabía que le podía confiar un capítulo y que ella me iba a editar como yo a ella.
—Muchas personas que me han leído —dice García Lao— y que piensan que conocen cómo escribo han señalado partes del libro estando seguras de que eran mías y eran de Guillermo.
—Porque yo también copiaba la manera de escribir de ella: cuando escribís con otro tenés que amalgamarte con el otro.
—Además en la segunda parte, que damos vuelta los roles y me convierto en ella, yo tenía como referencia las cartas donde las construcciones sintácticas eran más complejas, con subordinadas y una puntuación muy distinta. Lo bueno es que teníamos el permiso de dos voces; si hubiéramos tenido que escribir una novela desde un único punto de vista habría sido mucho más difícil. En este caso, como trabajábamos con personajes bien antagónicos, una vez que conocíamos cómo hablaban y cómo se comportaban en relación al decir y al ritmo, cualquiera podía escribir al personaje. Guilló, con toda esa potencia carnal y fálica que trae, lo dejaba a Ferdinand condenado a la melancolía. Él no podía competir en cuanto a cantidad de coitos. Estaba más atribulado, tenía el permiso de estar más cerca del suicidio; ella era más asesina. Él pretende igualarla y empieza a matar con el deseo de estar a la altura de ese personaje que lo come todo, que es ella. Como en la actuación, una vez que tenés claro cómo es el personaje podés improvisar en relación a su voz, te ponés el vestidito de Guillò y ya sabés qué decir.
Fue durante la corrección que García Lao y Saccomanno organizaron el mundo visceral y tempestuoso de la versión que se escribió a distancia. Una vez que tuvieron el arco narrativo completo, se pusieron a trabajar en el detalle a nivel de las frases (ella dice que él aceptaba de mejor humor los cambio), ordenaron a la trama a partir de pequeñas pastillas que revelaran los secretos, y le dieron entidad a Ferreti, el científico que intercambia los corazones, que es, en última instancia, quien disciplina a los enamorados. Por curioso que parezca, fue recién entonces cuando reconocieron que estaban parados en una bibliografía y comenzaron a rastrear vínculos posibles con Fanny Hill, La historia del ojo, Las once mil vergas, y plantaron en la trama referencias literarias.
Alguna vez Claudia Piñeiro, que fue al taller de escritura de Guillermo Saccomanno, contó que él exigía un compromiso concreto con las palabras. Y que si un alumno no lograba escribir “pija” en el momento en que correspondía, Saccomanno le decía que no siguiera yendo. La contratapa del libro dice «Esta es una novela de cojer. El lenguaje no es inocente».
—Cojer para mí va con jota —dice García Lao— porque la jota se parece más a una pija.
—En la literatura argentina —dice Saccomanno— casi no se coje o si se coje, se coje con la luz apagada. Sobre todo en la más reciente, que es lo que más me espeluzna, los polvos son como de whiskería a media luz. Con “piernas bien torneadas”, “bustos prominentes.” ¿Están garchando estos pibes? Si no sabés contar una historia de cojer, más vale que hagas elipsis, cierres la puerta y te imagines lo que quieras. Pero si vas a garchar: ¡garchá, hermano! Fijate en Rayuela, el único momento que se dice “pija” es cuando la clocharde «le lame dulcemente la pija a Oliveira»: tiene una entonación, tiene un poder esa chupada de pija que no lo encontrás en otros momentos de la literatura.
—Me parece que Copi en La ciudad de las ratas se da varios permisos en relación a lo erótico, lo que pasa es que es muy decadente. En Amor invertido, en cambio, hay un goce por la garchada, se pone en un lugar festivo el hecho de disfrutar del cuerpo.
—En la primera parte.
—En la segunda está el deseo presente, desde otro lugar.
—No nos olvidemos que la literatura de cojer es una literatura moral —dice Saccomanno—. De hecho, en nuestra novela el castigo está presente. Ferreti es el padre que sanciona el goce.
—Ahí es donde esa figura cobra potencia y no queda como un adorno. Todo surge del deseo prohibido, incestuoso. Es él quien provoca la pasión de Guillò y Ferdinand sin quererlo. O queriéndolo, no se sabe.
—A él le preocupa el origen del deseo, porque lo que está presente es el deseo de la hija: ahí vamos a El malestar en la cultura, a Tótem y tabú y toda la pelota. Estas no son cosas deliberadas teóricamente sino que uno las tiene adentro, porque uno como intelectual está marcado por estas lecturas.
Cómo se acomoda Amor invertido en el estante donde están El buen dolor, Cámara Gesell, El oficinista, Terrible accidente del alma. Cómo lo hace en el de Muerta de hambre, Fuera de la jaula, Cómo usar un cuchillo. Hubo un momento, confiesan ambos, de “pánico escénico”. El libro estaba listo y les llegó la propuesta de publicarlo. Entonces dudaron si tal vez no habían ido muy lejos, si no se habían expuesto demasiado. García Lao dice que esta novela tiene que ver con un estado de desacato y que hasta pensaron en las críticas o en que tal vez le pedían a Saccomanno devolver el “Ciudadano ilustre de Villa Gesell”.
—Fue muy insolente —dice Saccomanno—. Como dice Fernanda: de desacato. Pero los dos nos cagamos en el concepto de carrera literaria y las etiquetas que te ponen (“un libro de Saccomanno tiene que responder al progresismo vernáculo, un libro de García Lao tiene que mantenerse en el terreno de anarquía libertaria surrealista…”) La literatura de los dos, por separado, no es liviana. Somos pesados, somos densos. Nos cagamos de risa, pero estamos preparando un torpedo. Y si lo que escribís no te incomoda a vos, no te pone en riesgo… Nos cagamos en el concepto de carrera. Yo estoy en una búsqueda, no sé qué voy a hacer con la novela de ayer. No voy a vivir toda la vida de Sobre héroes y tumbas.
—Ahora ya estamos escribiendo una cosa juntos —dice García Lao.
—Pero ya no es literatura erótica.
—No, obvio. Es otro género. No sabemos cuál, porque trabajamos sin plan.
***
Del Blog de Eterna Cadencia.
martes, julio 14, 2015
jueves, julio 09, 2015
Amor invertido en Los siete locos
martes, junio 30, 2015
Amor invertido: Eros desencadenado
RADARLIBROS
DOMINGO, 28 DE JUNIO DE 2015
Novela erótica que apela a los recursos del género y a los aires libertinos para buscar cuestionarlos y trascenderlos, Amor invertido es también la experiencia paródica y gozosa, íntima y abierta de escribir a cuatro manos. Eso es lo que hicieron Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao partiendo de un intercambio de mails impuesto por la distancia, diseñando los primeros pasos de una trama que se fue desplegando mediante la incorporación de citas y lecturas diversas. Así, del Marqués de Sade y el misticismo erótico a Apollinaire y Alejandra Pizarnik desfilan en esta propuesta flamante y más que singular en la narrativa argentina.

Por Juan Pablo Bertazza
Los buenos libros son una aguja invisible y milagrosa que une continentes devastados, territorios sin costura que parecen haber perdido todo punto de encuentro. Amor invertido, la flamante novela erótica escrita por Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao, es un libro de coger incesante, un texto de coser extremo que con una mano sostiene la genitalidad (en el marco de una literatura que se cree desinhibida pero, secretamente, quizás no sea tan adepta al sexo) mientras, con la otra, esboza una teoría del amor.
Una obra a cuatro manos brutal y descarnada –incorrecta, monstruosa y anterior al malestar de la cultura– que se burla de las convenciones y hasta de la propiedad intelectual (mientras, en otro mundo, alguien padece absurdas consecuencias por engordar libros ajenos), pero al mismo tiempo constituye un grito, un himno obsesivo y casi patológico del estilo literario.
No sólo por la metódica concentración en su propio fraseo sino también por el enorme arco de citas literarias que exhibe y evoca: la mítica colección de la sonrisa vertical, el libertinaje francés con la troupe del Marqués de Sade, Apollinaire y los poetas simbolistas, el misticismo erótico que va de Sor Juana hasta la duquesa de Newcastle, la correspondencia sexual de Joyce a Nora Bernacle o de Lugones a Aglaura, por nombrar sólo algunos polvos memorables.
LA TERCERA POSICION
Sexo y carne hasta las entrañas que linkea no con el amor platónico pero sí con el amor según Platón, de la misma forma que, a veces, se dan juntos el sexo y el amor. El banquete, la obra más literaria del filósofo, en la que los invitados del victorioso poeta Agatón pronunciaban cada uno un elogio acerca del eros, constaba de dos partes bien delineadas: la primera más lúdica y superficial correspondía a los sofistas, mientras que la segunda, que incluía la propia posición de Sócrates y un ingreso a la escena inolvidable de Alcibíades borracho, estaba plagada de pathos, de gravedad.
La transversalidad de Amor invertido, lejos de implicar concesión, logra ir hasta el fondo. Todo lo que tiene de vital la novela es literario y todo lo que tiene de literario es vital: se empezó a escribir poco después de que los escritores se conocieran en una edición del Festival Azabache. Pronto, Fernanda García Lao viajó a Francia y entonces convinieron en escribirse una serie de mails que fueran tramando una historia, una escritura conjunta hecha con pulsiones y paciencia porque, al igual que en los juegos de mesa, había que esperar el turno, y responder de acuerdo con lo que el otro escribía. Como El banquete, Amor invertido consta de dos partes bien diferenciadas: la primera es epistolar, impresionista y extrovertida a partir de la cual los amantes Fernand y Guillemette se intercambian de manera desesperada sus respectivas experiencias sexuales al mismo tiempo que comparten los primeros efectos de un intercambio de corazón al que los sometió el doctor Ferretti, padre de ella, generando así un verdadero trastorno de género. Y la segunda parte, más intimista y reconcentrada pero al mismo tiempo expresionista y gótica, servirá como escenario del enfrentamiento que mantienen los amantes con el perverso viviseccionista Ferretti, un personaje extraño que va en el libro de menor a mayor, obsesionado a su vez por descubrir el origen del deseo.
“Lo primero que hicimos cuando nos conocimos fue intercambiar libros: yo le di Cámara Gesell y ella Cómo usar un cuchillo, que me gustó porque es como un Cortázar dark. Uno no podría escribir con alguien que no admira y no siente su par, me había pasado con Breccia y Carlos Trillo pero hasta ahora nunca con una mujer. El pacto era: te mando un capítulo y vos me lo contestás. Por lo que agarramos velocidad y por día escribíamos dos capítulos, yo estaba entre Gesell y Buenos Aires y la guacha me levantó la apuesta. La novela estuvo en total dos años yendo y viniendo hasta que, en un momento, barajamos la idea de usar un seudónimo que enseguida desechamos: ya habíamos escrito con la impunidad del seudónimo, no era necesario mantenerlo. Después ella volvió y yo me fui a Gijón y Barcelona, ahí nos pusimos de acuerdo en que lo epistolar se había gastado y empezamos la segunda parte que la terminamos en Gesell, en enero, mientras todos estaban de vacaciones”, revela Saccomanno desde un escenario casi opuesto al que describe: una tarde invernal porteña, en su departamento del Bajo.
“El hecho de que estuviéramos cada uno en un continente cuando recién nos conocíamos le daba cierto toque de tragedia al asunto, cierta desesperación por conquistar al que no está, una estrategia paralela y literaria para que no se apague el fuego. Por otro lado, si en lugar de haber viajado a Francia hubiera ido a otro lugar, la novela habría sido otra, el terreno signó la escritura. Yo al menos es la primera vez que tengo noticia de que se cree la figura del emisor y receptor a partir de dos cabezas distintas en la ficción. Además hay muchos libros donde falta la respuesta del otro, y si la persona no es conocida no podés tener ni idea de qué es lo que respondió. No se podía planear nada porque dependía de lo que él me escribiera para ver qué me disparaba a mí, y entonces pensaba ¿qué le escribo a este hijo de puta? Creo que esa pulsión de no saber cómo seguir, de participar en la escritura del otro, llega hasta la curiosidad del lector por fijarse qué carajo puede pasar después en el libro. Pero él puso de alguna manera el tono porque escribió la carta inaugural”, asegura Fernanda García Lao entre mates y cigarrillos.
Es cierto: como habla primero, esa primera carta habla dos veces y estructura la historia de dos amantes –Fernand y Guillemette– a los que un perverso científico les intercambia el corazón. Ese trasplante cardíaco que, por supuesto, viene a cumplir la fantasía de muchas canciones de amor que expresan su deseo de poseer o intercambiar literalmente el corazón del otro, genera una serie de confusiones entre los protagonistas que, a todo esto, tienen que lidiar con la distancia y la permanente excitación del otro: ¿el hombre con corazón de mujer sigue siendo hombre?, ¿dónde termina uno y dónde empieza el otro?
La consecuencia mayor, responde la propia novela, pasa por avivar aun más el fuego: “... el cambio no hizo más que agravarnos en la calentura y la curiosidad de sentir lo que sentía el otro, internarse en sus sueños, bucear en lo profundo de sus contrariedades y acceder a un éxtasis cósmico de convulsiones y fluidos sin nombre”.
Esa posición intermedia que tan bien construye Amor invertido, la tercera posición entre los dos amantes, entre hombre y mujer, es la que parece mirar hacia Platón porque el amor en El banquete no es bello ni bueno pero tampoco feo ni malo, sino intermediario entre lo mortal y lo inmortal, entre los hombres y los dioses. Como hijo de Poros (la riqueza) y de Penia (la pobreza) Eros anda descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo, acostándose en las puertas y en los caminos pero a la vez es valeroso y diligente, un cazador temible que siempre urde alguna trama, apasionado por la sabiduría. A diferencia del amor absoluto de los cristianos, el amor según Platón nunca es absolutamente rico ni absolutamente pobre, es en todo caso como el filósofo, a mitad de camino entre la sabiduría y la ignorancia.
Los amantes sacrílegos de Amor invertido son exiliados del coito, “hijos de siete leches” como reza el refrán, que no dejan de coger nunca, ni siquiera recién preñados en un apestado prostíbulo de Lisboa, “un laberíntico colmenar prostibulario en el que ofrecen sus servicios putas y travestidos”, y que solo creen o intentan creer en el dios de los cogedores, también están siempre de viaje, siempre a mitad de camino entre dos estados, entre dos identidades: “Nómades, estuvimos anclados. Náufragos, nunca nos extraviamos”; “quedará demostrado que somos humanos en proporción mínima y que, el atributo mayor de nuestro físico, reflejo del alma, es este hocicar desbocado por las calles”.
De la misma forma, la escritura de Amor invertido significa una intersección entre la obra de Saccomanno y de Garcia Lao, novela contemporánea a dos libros intensos y celosos en términos de composición como lo son, otra vez la rima, otra vez la sintonía, Terrible accidente del alma y Fuera de la Jaula.
¿Cómo creen que se puede ubicar esta novela en relación con sus respectivos libros individuales?
F.G.L.: –Yo llevo mucho tiempo escribiendo burradas pero en editoriales menos visibles, por lo que pasaron más desapercibidas. Este libro lo veo súper mío a pesar de que sólo lo es en un cincuenta por ciento y sin él nunca lo habría escrito porque esa lógica de pregunta y respuesta con dos cabezas implica incorporar un otro a tu escritura. Sin embargo, en cuanto al universo que muestra lo siento muy cercano porque tiene humor negro, absurdo y mucho cuerpo, es un libro sacrílego, que pone en tela de juicio determinados valores morales, propone básicamente el juego de coger por amor a la cogida.
G.S.: –Siempre me acuerdo que ya en la trilogía que escribí, el Profesor Gómez le chupaba la pija a un albañil de construcción en el año ‘55 mientras le decía qué será de nosotros sin el General. En ese entonces todos me preguntaban si yo era gay porque contar algo así implicaba serlo. Yo creo que asumir la perspectiva de una mina después de Flaubert y Molly Bloom es una pelotudez pero ponerte a escribir con una mina asumiendo el papel de mina con corazón de hombre te lleva a otro lugar porque entonces aparece la escritura de los cuerpos, y la escritura es puro deseo. Fijate que en la novela hay solo uno o dos encuentros entre ellos, es todo chamuyo.
DE TINTA SOMOS
Pero yendo aun más lejos, ese erotismo tan corrosivo como irreversible que atraviesa toda la novela y que deja a los amantes a mitad de camino entre cualquier condición, podría pensarse que es también un valor supremo que reemplaza a cualquier divinidad y buena costumbre humana, algo que queda en evidencia cuando ella le cuenta a él de forma brutal cómo resolvió el dilema entre ser madre y amante: “Preferí ser amante voraz que madre abnegada: si la amamanté a ella en el burdel lusitano se debió más a el gusto que me daba su boquita en los pezones que por deber maternal. Fue entonces que la imaginé chupando su pija, amado mío.”
Muy pocas convenciones o normas del contrato social pueden quedar incólumes cuando la propia fórmula de despedida de las misivas (que, a su vez, y en un mismo gesto parodian las cartas de los viajeros del siglo XIX, entre absenta y exposición universal de París, quizá riéndose de los estrechos márgenes del lenguaje contemporáneo) es tan poco formal: “de una muchedumbre, circunstancialmente, pero en lo íntimo suya siempre”; o “Uno de estos días me quitaré la vida pronunciando su nombre. Pero antes, como ahora, en este instante, me quitaré otra leche”.
“Yo creo que no hay muchos antecedentes de algo así, porque esta novela tiene un tono de aleluya que no tiene ‘El fiord’ de Lamborghini, es decir, estábamos atentos a cómo se podía llegar a leer este libro en la literatura argentina, yo creo que en buena parte de la literatura argentina se coge con la luz apagada. El otro día leía a un joven escritor argentino que hablaba casi en términos del busto prominente y las piernas bien torneadas, qué falta de calentura que tienen algunos”, se queja Saccomanno que vuelve a sonreír al recordar que “a pesar de que le llevo unos años a la compañera, un momento muy divertido fue cuando descubrimos que los dos habíamos leído a Henry Miller a la misma edad”.
“Es un libro que nadie esperaba y menos de nosotros dos. Es cierto que la distancia de tiempo, esa cosa decimonónica, nos permitió ser más explosivos, escribir fuera de los márgenes de lo contemporáneo, volver hacia atrás. Para mí la novela está muy en sintonía con La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa o incluso Los poseídos entre lilas, esos escritos de Pizarnik en tono de solfa. El chiste era que a él le iban a retirar el premio de ciudadano ilustre que le dieron en Gesell cuando lo perdonaron después de haber escrito Cámara Gesell”, recuerda García Lao y anuncia que la pareja ya está escribiendo un segundo libro muy distinto de éste pero aún no pueden adelantar sobre qué.
¿Hacer este libro les hizo pensar algo con respecto al tema de género?
F.G.L.: –A mí la literatura femenina me suena a blanda y pasiva, quiero decir que si fuera hombre creo que escribiría lo mismo que hago ahora, además lo que me interesa precisamente es el permiso para olvidarme de mí.
G.S.: –Y está todo muy mitificado lo de literatura masculina y femenina, yo creo en la buena o la mala literatura: Mrs. Dalloway se publica casi en paralelo con El sonido y la furia, entonces ¿dónde está ahí el cambio? Claramente, en el lenguaje.
¿Más allá de este libro ustedes le asignan a la literatura un valor erótico?
G.S.: –Yo sí, pero yo ya no tengo el nivel de calentamiento al leer literatura erótica que tenía de joven, cuando era pibe me calentaba muchísimo Nana de Zola y ni hablar de la escena del carruaje en movimiento de Madame Bovary. Además, cuando los libros se vuelven objetos de culto finos pierden su cosa de papel rugoso y áspero. A esta altura del partido, el erotismo consiste en ese instinto de vida que es escribir. También es romper con la cosa facha y machista de Cincuenta sombras de Grey, libros de sexo normativo y disciplinario, ¿cómo hay mujeres que se pueden mojar con ese tipo de literatura? Un poco lo que hablamos es que el libro esté en un lugar inaccesible de la biblioteca para que no puedan encontrarlo fácil los chicos, vivimos en un lugar pacato, este es un país donde la Iglesia aún hoy tiene un peso muy fuerte.
F.G.L.: –No entiendo la literatura si no tiene contenido erótico, o sea, es al revés: la literatura que no me interesa es la que siento que no le pasa a nadie, la que pasa en una cabeza fría en un plano de abstracción absoluta. Para mí la literatura es erótica, el primer cuento, que es el de Adán y Eva, es erótico. Para mí los libros tienen que tener una mezcla de lo erótico y lo siniestro, ¿cómo vas a obviar lo erótico en un libro? Es como obviar la existencia, venimos de un apareamiento básicamente. Cuando yo leía Miller mi madre me perseguía con “El Aleph”, a mí Borges me parecía un jugador de ajedrez brillante pero inerte y me calentaba mucho más Arlt porque el tipo estaba vivo. La palabra “sádico” viene de Sade, “masoquismo” de Masoch, la literatura le presta su potencia al lenguaje, la literatura no sólo no refleja, sino que incluso modifica la realidad.
Además de Fernand, Guillemette, el doctor Ferretti, y los innumerables terceros involucrados, otro de los personajes importantes de Amor invertido, es el de Madame de Staël, una misteriosa y perversa mujer que dice ser descendiente de la célebre escritora amada y odiada por Stendhal. En su obra Corinne (1807), la verdadera Madame de Staël tiene un hallazgo: “No hay persona, creo yo, que no tenga en el fondo de su alma una idea singular y misteriosa acerca de su propio destino”.
El furibundo erotismo de Amor invertido podría pensarse así, como una interpretación de a dos acerca del enigma máximo, es decir, como un medio para llegar a la creación. En ese sentido, se trata de una novela absolutamente erótica que, sin embargo, trasciende su propio género para transformarse en algo distinto y aun más singular y extraño: una novela de coger sobre el amor como condición de escritura, cuya última y más valiosa esencia es una frase que se repite, a manera de mantra, a manera de deseo, en varios pasajes del libro: “Si la tinta fuera semen...”.
DOMINGO, 28 DE JUNIO DE 2015
Novela erótica que apela a los recursos del género y a los aires libertinos para buscar cuestionarlos y trascenderlos, Amor invertido es también la experiencia paródica y gozosa, íntima y abierta de escribir a cuatro manos. Eso es lo que hicieron Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao partiendo de un intercambio de mails impuesto por la distancia, diseñando los primeros pasos de una trama que se fue desplegando mediante la incorporación de citas y lecturas diversas. Así, del Marqués de Sade y el misticismo erótico a Apollinaire y Alejandra Pizarnik desfilan en esta propuesta flamante y más que singular en la narrativa argentina.
Por Juan Pablo Bertazza
Los buenos libros son una aguja invisible y milagrosa que une continentes devastados, territorios sin costura que parecen haber perdido todo punto de encuentro. Amor invertido, la flamante novela erótica escrita por Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao, es un libro de coger incesante, un texto de coser extremo que con una mano sostiene la genitalidad (en el marco de una literatura que se cree desinhibida pero, secretamente, quizás no sea tan adepta al sexo) mientras, con la otra, esboza una teoría del amor.
Una obra a cuatro manos brutal y descarnada –incorrecta, monstruosa y anterior al malestar de la cultura– que se burla de las convenciones y hasta de la propiedad intelectual (mientras, en otro mundo, alguien padece absurdas consecuencias por engordar libros ajenos), pero al mismo tiempo constituye un grito, un himno obsesivo y casi patológico del estilo literario.
No sólo por la metódica concentración en su propio fraseo sino también por el enorme arco de citas literarias que exhibe y evoca: la mítica colección de la sonrisa vertical, el libertinaje francés con la troupe del Marqués de Sade, Apollinaire y los poetas simbolistas, el misticismo erótico que va de Sor Juana hasta la duquesa de Newcastle, la correspondencia sexual de Joyce a Nora Bernacle o de Lugones a Aglaura, por nombrar sólo algunos polvos memorables.
LA TERCERA POSICION
Sexo y carne hasta las entrañas que linkea no con el amor platónico pero sí con el amor según Platón, de la misma forma que, a veces, se dan juntos el sexo y el amor. El banquete, la obra más literaria del filósofo, en la que los invitados del victorioso poeta Agatón pronunciaban cada uno un elogio acerca del eros, constaba de dos partes bien delineadas: la primera más lúdica y superficial correspondía a los sofistas, mientras que la segunda, que incluía la propia posición de Sócrates y un ingreso a la escena inolvidable de Alcibíades borracho, estaba plagada de pathos, de gravedad.
La transversalidad de Amor invertido, lejos de implicar concesión, logra ir hasta el fondo. Todo lo que tiene de vital la novela es literario y todo lo que tiene de literario es vital: se empezó a escribir poco después de que los escritores se conocieran en una edición del Festival Azabache. Pronto, Fernanda García Lao viajó a Francia y entonces convinieron en escribirse una serie de mails que fueran tramando una historia, una escritura conjunta hecha con pulsiones y paciencia porque, al igual que en los juegos de mesa, había que esperar el turno, y responder de acuerdo con lo que el otro escribía. Como El banquete, Amor invertido consta de dos partes bien diferenciadas: la primera es epistolar, impresionista y extrovertida a partir de la cual los amantes Fernand y Guillemette se intercambian de manera desesperada sus respectivas experiencias sexuales al mismo tiempo que comparten los primeros efectos de un intercambio de corazón al que los sometió el doctor Ferretti, padre de ella, generando así un verdadero trastorno de género. Y la segunda parte, más intimista y reconcentrada pero al mismo tiempo expresionista y gótica, servirá como escenario del enfrentamiento que mantienen los amantes con el perverso viviseccionista Ferretti, un personaje extraño que va en el libro de menor a mayor, obsesionado a su vez por descubrir el origen del deseo.
“Lo primero que hicimos cuando nos conocimos fue intercambiar libros: yo le di Cámara Gesell y ella Cómo usar un cuchillo, que me gustó porque es como un Cortázar dark. Uno no podría escribir con alguien que no admira y no siente su par, me había pasado con Breccia y Carlos Trillo pero hasta ahora nunca con una mujer. El pacto era: te mando un capítulo y vos me lo contestás. Por lo que agarramos velocidad y por día escribíamos dos capítulos, yo estaba entre Gesell y Buenos Aires y la guacha me levantó la apuesta. La novela estuvo en total dos años yendo y viniendo hasta que, en un momento, barajamos la idea de usar un seudónimo que enseguida desechamos: ya habíamos escrito con la impunidad del seudónimo, no era necesario mantenerlo. Después ella volvió y yo me fui a Gijón y Barcelona, ahí nos pusimos de acuerdo en que lo epistolar se había gastado y empezamos la segunda parte que la terminamos en Gesell, en enero, mientras todos estaban de vacaciones”, revela Saccomanno desde un escenario casi opuesto al que describe: una tarde invernal porteña, en su departamento del Bajo.
“El hecho de que estuviéramos cada uno en un continente cuando recién nos conocíamos le daba cierto toque de tragedia al asunto, cierta desesperación por conquistar al que no está, una estrategia paralela y literaria para que no se apague el fuego. Por otro lado, si en lugar de haber viajado a Francia hubiera ido a otro lugar, la novela habría sido otra, el terreno signó la escritura. Yo al menos es la primera vez que tengo noticia de que se cree la figura del emisor y receptor a partir de dos cabezas distintas en la ficción. Además hay muchos libros donde falta la respuesta del otro, y si la persona no es conocida no podés tener ni idea de qué es lo que respondió. No se podía planear nada porque dependía de lo que él me escribiera para ver qué me disparaba a mí, y entonces pensaba ¿qué le escribo a este hijo de puta? Creo que esa pulsión de no saber cómo seguir, de participar en la escritura del otro, llega hasta la curiosidad del lector por fijarse qué carajo puede pasar después en el libro. Pero él puso de alguna manera el tono porque escribió la carta inaugural”, asegura Fernanda García Lao entre mates y cigarrillos.
Es cierto: como habla primero, esa primera carta habla dos veces y estructura la historia de dos amantes –Fernand y Guillemette– a los que un perverso científico les intercambia el corazón. Ese trasplante cardíaco que, por supuesto, viene a cumplir la fantasía de muchas canciones de amor que expresan su deseo de poseer o intercambiar literalmente el corazón del otro, genera una serie de confusiones entre los protagonistas que, a todo esto, tienen que lidiar con la distancia y la permanente excitación del otro: ¿el hombre con corazón de mujer sigue siendo hombre?, ¿dónde termina uno y dónde empieza el otro?
La consecuencia mayor, responde la propia novela, pasa por avivar aun más el fuego: “... el cambio no hizo más que agravarnos en la calentura y la curiosidad de sentir lo que sentía el otro, internarse en sus sueños, bucear en lo profundo de sus contrariedades y acceder a un éxtasis cósmico de convulsiones y fluidos sin nombre”.
Esa posición intermedia que tan bien construye Amor invertido, la tercera posición entre los dos amantes, entre hombre y mujer, es la que parece mirar hacia Platón porque el amor en El banquete no es bello ni bueno pero tampoco feo ni malo, sino intermediario entre lo mortal y lo inmortal, entre los hombres y los dioses. Como hijo de Poros (la riqueza) y de Penia (la pobreza) Eros anda descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo, acostándose en las puertas y en los caminos pero a la vez es valeroso y diligente, un cazador temible que siempre urde alguna trama, apasionado por la sabiduría. A diferencia del amor absoluto de los cristianos, el amor según Platón nunca es absolutamente rico ni absolutamente pobre, es en todo caso como el filósofo, a mitad de camino entre la sabiduría y la ignorancia.
Los amantes sacrílegos de Amor invertido son exiliados del coito, “hijos de siete leches” como reza el refrán, que no dejan de coger nunca, ni siquiera recién preñados en un apestado prostíbulo de Lisboa, “un laberíntico colmenar prostibulario en el que ofrecen sus servicios putas y travestidos”, y que solo creen o intentan creer en el dios de los cogedores, también están siempre de viaje, siempre a mitad de camino entre dos estados, entre dos identidades: “Nómades, estuvimos anclados. Náufragos, nunca nos extraviamos”; “quedará demostrado que somos humanos en proporción mínima y que, el atributo mayor de nuestro físico, reflejo del alma, es este hocicar desbocado por las calles”.
De la misma forma, la escritura de Amor invertido significa una intersección entre la obra de Saccomanno y de Garcia Lao, novela contemporánea a dos libros intensos y celosos en términos de composición como lo son, otra vez la rima, otra vez la sintonía, Terrible accidente del alma y Fuera de la Jaula.
¿Cómo creen que se puede ubicar esta novela en relación con sus respectivos libros individuales?
F.G.L.: –Yo llevo mucho tiempo escribiendo burradas pero en editoriales menos visibles, por lo que pasaron más desapercibidas. Este libro lo veo súper mío a pesar de que sólo lo es en un cincuenta por ciento y sin él nunca lo habría escrito porque esa lógica de pregunta y respuesta con dos cabezas implica incorporar un otro a tu escritura. Sin embargo, en cuanto al universo que muestra lo siento muy cercano porque tiene humor negro, absurdo y mucho cuerpo, es un libro sacrílego, que pone en tela de juicio determinados valores morales, propone básicamente el juego de coger por amor a la cogida.
G.S.: –Siempre me acuerdo que ya en la trilogía que escribí, el Profesor Gómez le chupaba la pija a un albañil de construcción en el año ‘55 mientras le decía qué será de nosotros sin el General. En ese entonces todos me preguntaban si yo era gay porque contar algo así implicaba serlo. Yo creo que asumir la perspectiva de una mina después de Flaubert y Molly Bloom es una pelotudez pero ponerte a escribir con una mina asumiendo el papel de mina con corazón de hombre te lleva a otro lugar porque entonces aparece la escritura de los cuerpos, y la escritura es puro deseo. Fijate que en la novela hay solo uno o dos encuentros entre ellos, es todo chamuyo.
DE TINTA SOMOS
Pero yendo aun más lejos, ese erotismo tan corrosivo como irreversible que atraviesa toda la novela y que deja a los amantes a mitad de camino entre cualquier condición, podría pensarse que es también un valor supremo que reemplaza a cualquier divinidad y buena costumbre humana, algo que queda en evidencia cuando ella le cuenta a él de forma brutal cómo resolvió el dilema entre ser madre y amante: “Preferí ser amante voraz que madre abnegada: si la amamanté a ella en el burdel lusitano se debió más a el gusto que me daba su boquita en los pezones que por deber maternal. Fue entonces que la imaginé chupando su pija, amado mío.”
Muy pocas convenciones o normas del contrato social pueden quedar incólumes cuando la propia fórmula de despedida de las misivas (que, a su vez, y en un mismo gesto parodian las cartas de los viajeros del siglo XIX, entre absenta y exposición universal de París, quizá riéndose de los estrechos márgenes del lenguaje contemporáneo) es tan poco formal: “de una muchedumbre, circunstancialmente, pero en lo íntimo suya siempre”; o “Uno de estos días me quitaré la vida pronunciando su nombre. Pero antes, como ahora, en este instante, me quitaré otra leche”.
“Yo creo que no hay muchos antecedentes de algo así, porque esta novela tiene un tono de aleluya que no tiene ‘El fiord’ de Lamborghini, es decir, estábamos atentos a cómo se podía llegar a leer este libro en la literatura argentina, yo creo que en buena parte de la literatura argentina se coge con la luz apagada. El otro día leía a un joven escritor argentino que hablaba casi en términos del busto prominente y las piernas bien torneadas, qué falta de calentura que tienen algunos”, se queja Saccomanno que vuelve a sonreír al recordar que “a pesar de que le llevo unos años a la compañera, un momento muy divertido fue cuando descubrimos que los dos habíamos leído a Henry Miller a la misma edad”.
“Es un libro que nadie esperaba y menos de nosotros dos. Es cierto que la distancia de tiempo, esa cosa decimonónica, nos permitió ser más explosivos, escribir fuera de los márgenes de lo contemporáneo, volver hacia atrás. Para mí la novela está muy en sintonía con La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa o incluso Los poseídos entre lilas, esos escritos de Pizarnik en tono de solfa. El chiste era que a él le iban a retirar el premio de ciudadano ilustre que le dieron en Gesell cuando lo perdonaron después de haber escrito Cámara Gesell”, recuerda García Lao y anuncia que la pareja ya está escribiendo un segundo libro muy distinto de éste pero aún no pueden adelantar sobre qué.
¿Hacer este libro les hizo pensar algo con respecto al tema de género?
F.G.L.: –A mí la literatura femenina me suena a blanda y pasiva, quiero decir que si fuera hombre creo que escribiría lo mismo que hago ahora, además lo que me interesa precisamente es el permiso para olvidarme de mí.
G.S.: –Y está todo muy mitificado lo de literatura masculina y femenina, yo creo en la buena o la mala literatura: Mrs. Dalloway se publica casi en paralelo con El sonido y la furia, entonces ¿dónde está ahí el cambio? Claramente, en el lenguaje.
¿Más allá de este libro ustedes le asignan a la literatura un valor erótico?
G.S.: –Yo sí, pero yo ya no tengo el nivel de calentamiento al leer literatura erótica que tenía de joven, cuando era pibe me calentaba muchísimo Nana de Zola y ni hablar de la escena del carruaje en movimiento de Madame Bovary. Además, cuando los libros se vuelven objetos de culto finos pierden su cosa de papel rugoso y áspero. A esta altura del partido, el erotismo consiste en ese instinto de vida que es escribir. También es romper con la cosa facha y machista de Cincuenta sombras de Grey, libros de sexo normativo y disciplinario, ¿cómo hay mujeres que se pueden mojar con ese tipo de literatura? Un poco lo que hablamos es que el libro esté en un lugar inaccesible de la biblioteca para que no puedan encontrarlo fácil los chicos, vivimos en un lugar pacato, este es un país donde la Iglesia aún hoy tiene un peso muy fuerte.
F.G.L.: –No entiendo la literatura si no tiene contenido erótico, o sea, es al revés: la literatura que no me interesa es la que siento que no le pasa a nadie, la que pasa en una cabeza fría en un plano de abstracción absoluta. Para mí la literatura es erótica, el primer cuento, que es el de Adán y Eva, es erótico. Para mí los libros tienen que tener una mezcla de lo erótico y lo siniestro, ¿cómo vas a obviar lo erótico en un libro? Es como obviar la existencia, venimos de un apareamiento básicamente. Cuando yo leía Miller mi madre me perseguía con “El Aleph”, a mí Borges me parecía un jugador de ajedrez brillante pero inerte y me calentaba mucho más Arlt porque el tipo estaba vivo. La palabra “sádico” viene de Sade, “masoquismo” de Masoch, la literatura le presta su potencia al lenguaje, la literatura no sólo no refleja, sino que incluso modifica la realidad.
Además de Fernand, Guillemette, el doctor Ferretti, y los innumerables terceros involucrados, otro de los personajes importantes de Amor invertido, es el de Madame de Staël, una misteriosa y perversa mujer que dice ser descendiente de la célebre escritora amada y odiada por Stendhal. En su obra Corinne (1807), la verdadera Madame de Staël tiene un hallazgo: “No hay persona, creo yo, que no tenga en el fondo de su alma una idea singular y misteriosa acerca de su propio destino”.
El furibundo erotismo de Amor invertido podría pensarse así, como una interpretación de a dos acerca del enigma máximo, es decir, como un medio para llegar a la creación. En ese sentido, se trata de una novela absolutamente erótica que, sin embargo, trasciende su propio género para transformarse en algo distinto y aun más singular y extraño: una novela de coger sobre el amor como condición de escritura, cuya última y más valiosa esencia es una frase que se repite, a manera de mantra, a manera de deseo, en varios pasajes del libro: “Si la tinta fuera semen...”.
martes, junio 23, 2015
Amor invertido: "Hubo un momento donde los dos estilos se fusionaron"
Como un juego literario que surgió para no perder el contacto entre viajes de trabajo, la pareja Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao escribió Amor invertido, una novela epistolar e impúdica sobre dos amantes separados tras una cirugía de intercambio de corazones, un hecho que los llevará por travesías desenfrenadas en la búsqueda del otro, pero también del goce sexual irrestricto que rescata elementos clave de la novela libertina.
TELAM
22.06.2015
15:50
Leticia Pogoriles

En una entrevista sobre este lanzamiento de Seix Barral, García Lao (Mendoza, 1966) y Saccomanno (Buenos Aires, 1948) intercalan pareceres, se complementan, debaten y cierran una idea, consolidando el espíritu de su primer libro juntos, la primera novela "libertina" escrita por una pareja argentina. "No hay una pareja que haya logrado una misma fisonomía de estilo", dice él en diálogo con Télam sobre Amor invertido, donde las marcas individuales son inhallables.
Hace un par de años se conocieron en un festival literario, intercambiaron libros y se vieron algunas veces más, a la semana, ella partía rumbo a Europa por trabajo. "Me propuso que escribiéramos ficción, aprovechando la distancia, y pergeñamos la idea que fueran cartas por correo. Estaba esa sorpresa de esperar la correspondencia y ver cómo contestaba. Se creó eso de la espontaneidad de la escritura", cuenta ella.
Ni a pedido, ni por encargo sino por el mero placer de jugar, ambos enfilaron por la cornisa de la voluptuosidad sexual, el humor y el malditismo y crearon algo que va más allá de la erótica, un libro inclasificable que pendula entre dos tiempos, dos géneros -el femenino y el masculino- dos corazones y dos deseos. Sus protagonistas, Guillemette y Fernand, huyen de París con los corazones cambiados, las cartas cargadas de carnalidad van y vienen, superando cualquier barrera moral, mientras una trama oscura se cierne en cada uno.
"Son dos herejes, dos huérfanos, dos heridos, dos dañados, que escapan, se desean pero mientras tanto cometen tropelías", cuenta García Lao y él detalla: "Tropelías del orden de la subversión. Está en juego el deseo de una embarazada, que es la gloria del prostíbulo; el tipo, víctima que, al mismo tiempo, comete crímenes; hay incesto, está la figura del padre, la iglesia. Todo está violado como creo que es la pasión. Esto va llevando a los personajes a un castigo casi `tanático`".
Presentada como "una novela de cojer", los guiños encriptados son influencias de la literatura francesa de alcoba. "El venía con Fanny Hill y yo con Apollinaire. La idea fue particularizar en los personajes y dejarnos arrastrar por esa literatura y por el disfrute de ir de la más alta poesía al barro y la vergüenza", ilustra la autora de Fuera de la jaula.
"Lo que escribimos -remarca Saccomanno- no tiene nada que ver con nosotros, es un objeto literario, es una apuesta teórica. Es como uno entiende la literatura".
Y sigue: "En la literatura local no existe prácticamente la erótica. Tomamos a la literatura libertina como modelo que fue subversiva. Pensamos en firmarlo con seudónimo, un rasgo común, porque estábamos escribiendo con una absoluta impunidad que dio libertad y arrojo, pero luego asumimos la identidad autoral".
Para ella "conjugar lo siniestro con el humor es lo atractivo, es la risa de la muerte y la desesperación, ellos están en crisis y, sin embargo, disfrutan de los placeres carnales. Las citas se pescan o no, pero la novela sigue avanzando alocadamente".
Ambos acuerdan en otro plano, esta novela fue "desclasificarse". "No pertenecer ni acá ni allá, sino al terrreno de la escritura" donde los dos comparten bibliografía y lecturas de iniciación. "Esta novela es un terreno en común para jugar en ese campo que nos define como seres", subraya ella.
"Los dos profesamos poéticas distintas, públicos diferentes y generaciones diferentes y de golpe al carajo con las convenciones", dice Saccomanno y ella suma: "Y con las especulaciones. Una de las posibilidades es que este libro nos condenara al fracaso. Uno no escribe con certezas y habíamos asumido el riesgo. No importaba cómo sería leído, a nosotros nos funcionaba como lectores".
Se conocen en la escritura, admiten que gran parte de su tiempo hablan de literatura, pero sobretodo se admiran. "Ella es la reina del punto y yo de las subordinadas. Con esto me doy cuenta que sólo podés escribir a medias con alguien cuando lo admiras. Yo no podría haber escrito 'Cómo usar un cuchillo', pero me hubiera gustado".
"No sólo admirar -interviene García Lao- sino contar con la aprobación a la hora de volar cosas. Es resignar también. Pensamos en función del conjunto, era de los dos y tenía que estar a la altura de la crítica más despiadada que uno tiene adentro".
El cuerpo central literario de Amor invertido fue una escritura escindida donde cada uno estaba fortuitamente al otro lado del Atlántico, "tratando de estar a la altura del personaje", subraya Lao y aclara: "Cuando uno se pone a escribir y no es autobiográfico o referencial estás pensando en el motor. La gente se lee o se busca, pero nosotros no usamos ningún modelo de la realidad".
Tras el inimaginado pedido de publicación, la simbiosis literaria dio su estocada final. "Hubo un momento en donde los dos estilos se fusionaron", confiesa el autor de Cámara Gesell. "Fue en la corrección. No nos importaba quien escribió qué sino que éramos una sola cabeza revisando un objeto", dice ella.
Esa operatoria "obsesiva" de edición, de estar diez horas frente a frente en las computadoras, fue para Saccomanno lo que puso en tela de juicio la noción de autor y propiedad: "Lo transgresor de este libro y que me asombra es que no reconozco ninguna página como mía, sino como nuestra. Porque no sé quién escribió tal o cual cosa".
Entonces, ¿qué los interpeló a cada uno del otro? Ella toma la palabra: "A mí me sorprendió su libertad para escribir y asumir un personaje femenino en primera instancia, luego nos dimos vuelta. Y su humor. Parecía que el humor negro y desesperado lo iba a aportar yo y, sin embargo, él apareció con un personaje descollante que me obligaba a un antagonismo y a una revisión que yo imagino como lo masculino, feminizado por este corazón".
"El -sigue la escritora- disparaba mi prosa y yo se la devolvía intentando ser lo más cruda y maldita posible. Era un boxeo entre dos cuerpos que no se juntan y era estar juntos a la distancia en los zapatos de un otro".
En cambio, él sostiene que como "realista defasado" Fernanda lo devolvió "a lecturas desterradas y olvidadas -Rimbaud, Lautréamont- y a la literatura francesa desde un lugar de goce".
Con esta carnal y descarnada obra, el genuino interés pasa para ambos porque "la escritura haga vibrar" al lector. "Está bueno sentir que uno camina por un terreno delicado porque la escritura no es un lugar en el que uno espera honor, sino al revés, el deshonor es el mejor premio", apuesta ella.
Saccomanno admite: "Sabíamos que estamos violando normas y costumbres" y García Lao rebate: "Yo nunca acepté ninguna norma, así que no la pude violar. Este libro no tiene género, de ninguna naturaleza, no es ni masculino, ni femenino, mientras no aburra, está todo bien". Ambos sonríen. "De Fernanda y de mí no se pueden esperar textos livianos", concluye él.
TELAM
22.06.2015
15:50
Leticia Pogoriles

En una entrevista sobre este lanzamiento de Seix Barral, García Lao (Mendoza, 1966) y Saccomanno (Buenos Aires, 1948) intercalan pareceres, se complementan, debaten y cierran una idea, consolidando el espíritu de su primer libro juntos, la primera novela "libertina" escrita por una pareja argentina. "No hay una pareja que haya logrado una misma fisonomía de estilo", dice él en diálogo con Télam sobre Amor invertido, donde las marcas individuales son inhallables.
Hace un par de años se conocieron en un festival literario, intercambiaron libros y se vieron algunas veces más, a la semana, ella partía rumbo a Europa por trabajo. "Me propuso que escribiéramos ficción, aprovechando la distancia, y pergeñamos la idea que fueran cartas por correo. Estaba esa sorpresa de esperar la correspondencia y ver cómo contestaba. Se creó eso de la espontaneidad de la escritura", cuenta ella.
Ni a pedido, ni por encargo sino por el mero placer de jugar, ambos enfilaron por la cornisa de la voluptuosidad sexual, el humor y el malditismo y crearon algo que va más allá de la erótica, un libro inclasificable que pendula entre dos tiempos, dos géneros -el femenino y el masculino- dos corazones y dos deseos. Sus protagonistas, Guillemette y Fernand, huyen de París con los corazones cambiados, las cartas cargadas de carnalidad van y vienen, superando cualquier barrera moral, mientras una trama oscura se cierne en cada uno.
"Son dos herejes, dos huérfanos, dos heridos, dos dañados, que escapan, se desean pero mientras tanto cometen tropelías", cuenta García Lao y él detalla: "Tropelías del orden de la subversión. Está en juego el deseo de una embarazada, que es la gloria del prostíbulo; el tipo, víctima que, al mismo tiempo, comete crímenes; hay incesto, está la figura del padre, la iglesia. Todo está violado como creo que es la pasión. Esto va llevando a los personajes a un castigo casi `tanático`".
Presentada como "una novela de cojer", los guiños encriptados son influencias de la literatura francesa de alcoba. "El venía con Fanny Hill y yo con Apollinaire. La idea fue particularizar en los personajes y dejarnos arrastrar por esa literatura y por el disfrute de ir de la más alta poesía al barro y la vergüenza", ilustra la autora de Fuera de la jaula.
"Lo que escribimos -remarca Saccomanno- no tiene nada que ver con nosotros, es un objeto literario, es una apuesta teórica. Es como uno entiende la literatura".
Y sigue: "En la literatura local no existe prácticamente la erótica. Tomamos a la literatura libertina como modelo que fue subversiva. Pensamos en firmarlo con seudónimo, un rasgo común, porque estábamos escribiendo con una absoluta impunidad que dio libertad y arrojo, pero luego asumimos la identidad autoral".
Para ella "conjugar lo siniestro con el humor es lo atractivo, es la risa de la muerte y la desesperación, ellos están en crisis y, sin embargo, disfrutan de los placeres carnales. Las citas se pescan o no, pero la novela sigue avanzando alocadamente".
Ambos acuerdan en otro plano, esta novela fue "desclasificarse". "No pertenecer ni acá ni allá, sino al terrreno de la escritura" donde los dos comparten bibliografía y lecturas de iniciación. "Esta novela es un terreno en común para jugar en ese campo que nos define como seres", subraya ella.
"Los dos profesamos poéticas distintas, públicos diferentes y generaciones diferentes y de golpe al carajo con las convenciones", dice Saccomanno y ella suma: "Y con las especulaciones. Una de las posibilidades es que este libro nos condenara al fracaso. Uno no escribe con certezas y habíamos asumido el riesgo. No importaba cómo sería leído, a nosotros nos funcionaba como lectores".
Se conocen en la escritura, admiten que gran parte de su tiempo hablan de literatura, pero sobretodo se admiran. "Ella es la reina del punto y yo de las subordinadas. Con esto me doy cuenta que sólo podés escribir a medias con alguien cuando lo admiras. Yo no podría haber escrito 'Cómo usar un cuchillo', pero me hubiera gustado".
"No sólo admirar -interviene García Lao- sino contar con la aprobación a la hora de volar cosas. Es resignar también. Pensamos en función del conjunto, era de los dos y tenía que estar a la altura de la crítica más despiadada que uno tiene adentro".
El cuerpo central literario de Amor invertido fue una escritura escindida donde cada uno estaba fortuitamente al otro lado del Atlántico, "tratando de estar a la altura del personaje", subraya Lao y aclara: "Cuando uno se pone a escribir y no es autobiográfico o referencial estás pensando en el motor. La gente se lee o se busca, pero nosotros no usamos ningún modelo de la realidad".
Tras el inimaginado pedido de publicación, la simbiosis literaria dio su estocada final. "Hubo un momento en donde los dos estilos se fusionaron", confiesa el autor de Cámara Gesell. "Fue en la corrección. No nos importaba quien escribió qué sino que éramos una sola cabeza revisando un objeto", dice ella.
Esa operatoria "obsesiva" de edición, de estar diez horas frente a frente en las computadoras, fue para Saccomanno lo que puso en tela de juicio la noción de autor y propiedad: "Lo transgresor de este libro y que me asombra es que no reconozco ninguna página como mía, sino como nuestra. Porque no sé quién escribió tal o cual cosa".
Entonces, ¿qué los interpeló a cada uno del otro? Ella toma la palabra: "A mí me sorprendió su libertad para escribir y asumir un personaje femenino en primera instancia, luego nos dimos vuelta. Y su humor. Parecía que el humor negro y desesperado lo iba a aportar yo y, sin embargo, él apareció con un personaje descollante que me obligaba a un antagonismo y a una revisión que yo imagino como lo masculino, feminizado por este corazón".
"El -sigue la escritora- disparaba mi prosa y yo se la devolvía intentando ser lo más cruda y maldita posible. Era un boxeo entre dos cuerpos que no se juntan y era estar juntos a la distancia en los zapatos de un otro".
En cambio, él sostiene que como "realista defasado" Fernanda lo devolvió "a lecturas desterradas y olvidadas -Rimbaud, Lautréamont- y a la literatura francesa desde un lugar de goce".
Con esta carnal y descarnada obra, el genuino interés pasa para ambos porque "la escritura haga vibrar" al lector. "Está bueno sentir que uno camina por un terreno delicado porque la escritura no es un lugar en el que uno espera honor, sino al revés, el deshonor es el mejor premio", apuesta ella.
Saccomanno admite: "Sabíamos que estamos violando normas y costumbres" y García Lao rebate: "Yo nunca acepté ninguna norma, así que no la pude violar. Este libro no tiene género, de ninguna naturaleza, no es ni masculino, ni femenino, mientras no aburra, está todo bien". Ambos sonríen. "De Fernanda y de mí no se pueden esperar textos livianos", concluye él.
lunes, junio 22, 2015
Amor invertido, en Otra trama. TV Pública
Entrevista de Osvaldo Quiroga a Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao, autores de Amor invertido. Seix Barral 2015
miércoles, junio 17, 2015
Amor invertido: Oda al ardor
Osada, provocativa, de un humor negrísimo e incorrecto, es la nueva novela de Fernanda García Lao y Guillermo Saccomanno ‘Amor invertido‘ (Seix Barral).
Por Sebastián Salvador.

Tener en la mano un ejemplar de un libro de García Lao es siempre estimulante. Es que la autora de ‘Cómo usar un cuchillo‘ y ‘Fuera de la jaula‘ propone en sus narraciones esos universos únicos, donde lo extraño es lo más normal, con historias exóticas de tintes surrealistas y personajes extraordinarios.
Esta vez acoplada en sociedad con Guillermo Saccomanno, el escritor de ‘Cámara Gesell‘ y ‘El oficinista‘ y pareja en la vida real, entregan unas encendidas esquelas sobre el gozar y el placer, sobre todo el desmedido. Ese exceso que enloquece, agita, retuerce.
Los protagonistas de “Amor Invertido” son Guillemett y Fernand, los alter ego de los escritores, dos ardorosos amantes que fueron sometidos a un transplante cruzado de corazón por un médico de intereses muy oscuros, afín a las intervenciones grotescas y de apellido muy cualunque, el Dr. Ferreti.
Luego de la intervención ambos logran huir del hospital donde estaban confinados para refugiarse en un paraje de la Patagonia, Francia ó Africa. En esas cartas, algunas fruto de alucinaciones de los sedantes, los amantes separados y errantes se escriben sus deseos afiebrados y los encuentros aleatorios por los que pasan en su afán de calmar tanto ardor.
Esos cuepos trocados en su núcleo vital, lo asimilan como pueden. Lo masculino y femenino se cruza, subvierte. Fernand copula con una mujer y luego la asesina desenfrenado, es que el corazón que late dentro de él es puro celo de mujer. Antes de huir, se queda con el saco de la occisa, por si le “agarra frío”.
Guilló por su parte, con el corazón de macho alfa, intenta reencontrarse con su amante a como de lugar. Participa en un verdadera travesía sexual por los continentes convertida en juguete libertino de familias, deformes, tripulaciones de barcos, tribus. Es tanta la carga a la que se somete que hasta Fernand desconfía de su amor: “Con este asunto del corazón encontró la excusa perfecta para dejarse enlechar por cualquiera”, reclama.
Osada, provocativa, de un humor negrísimo e incorrecto ‘Amor invertido‘ es una novela de lectura intensa y sin inhibiciones, que si fuera un disco compacto debería ostentar en tapa el sello de Parental Advisory Explicit Content.
Por Sebastián Salvador.

Tener en la mano un ejemplar de un libro de García Lao es siempre estimulante. Es que la autora de ‘Cómo usar un cuchillo‘ y ‘Fuera de la jaula‘ propone en sus narraciones esos universos únicos, donde lo extraño es lo más normal, con historias exóticas de tintes surrealistas y personajes extraordinarios.
Esta vez acoplada en sociedad con Guillermo Saccomanno, el escritor de ‘Cámara Gesell‘ y ‘El oficinista‘ y pareja en la vida real, entregan unas encendidas esquelas sobre el gozar y el placer, sobre todo el desmedido. Ese exceso que enloquece, agita, retuerce.
Los protagonistas de “Amor Invertido” son Guillemett y Fernand, los alter ego de los escritores, dos ardorosos amantes que fueron sometidos a un transplante cruzado de corazón por un médico de intereses muy oscuros, afín a las intervenciones grotescas y de apellido muy cualunque, el Dr. Ferreti.
Luego de la intervención ambos logran huir del hospital donde estaban confinados para refugiarse en un paraje de la Patagonia, Francia ó Africa. En esas cartas, algunas fruto de alucinaciones de los sedantes, los amantes separados y errantes se escriben sus deseos afiebrados y los encuentros aleatorios por los que pasan en su afán de calmar tanto ardor.
Esos cuepos trocados en su núcleo vital, lo asimilan como pueden. Lo masculino y femenino se cruza, subvierte. Fernand copula con una mujer y luego la asesina desenfrenado, es que el corazón que late dentro de él es puro celo de mujer. Antes de huir, se queda con el saco de la occisa, por si le “agarra frío”.
Guilló por su parte, con el corazón de macho alfa, intenta reencontrarse con su amante a como de lugar. Participa en un verdadera travesía sexual por los continentes convertida en juguete libertino de familias, deformes, tripulaciones de barcos, tribus. Es tanta la carga a la que se somete que hasta Fernand desconfía de su amor: “Con este asunto del corazón encontró la excusa perfecta para dejarse enlechar por cualquiera”, reclama.
Osada, provocativa, de un humor negrísimo e incorrecto ‘Amor invertido‘ es una novela de lectura intensa y sin inhibiciones, que si fuera un disco compacto debería ostentar en tapa el sello de Parental Advisory Explicit Content.
domingo, junio 14, 2015
Sobre Amor invertido
"El bello libro de Saccomanno y García Lao renueva a la vez la literatura fantástica y la epistolar.
Amor invertido es una obra muy original en el linaje del Divino Marqués y de Georges Bataille, con un humor devastador.
La literatura argentina contemporánea nunca termina de sorprendernos".
Alain Rouquié
Un ejercicio literario audaz y valiente, jugado a la desmesura, en los bordes de todo -grotesco, obsceno, humorístico, fantasioso, hiperbólico- pero conjugado (cruzado) con un contexto histórico cultural concreto -el positivismo, la locura y manipulación cientificista en su primera versión ingenua y brutal- y con la puesta en juego de pasiones básicas de la humanidad, como el deseo erótico extremo, el deseo incestuoso, y el impulso criminal (pasiones o pulsiones que alimentan la buena literatura, desde siempre). Así que con estos tres hilos la textura va desde una superficie delirante y pornográfica a un contexto claro y verificable y a planteos humanos "eternos", y profundos.
Aníbal Zaldívar.
Qué fantástica idea la de crear dos personajes tan complejos como pueden serlo Guillemette, mujer con corazón de hombre y Fernand con corazón de mujer. Una historia de amor, erótico e intelectual que nos aleja de las tipificaciones clásicas, el bien y el mal, el goce y el castigo (¿algo del divino Marqués?). Una prosa desesperada y un libro para lectores fuertes.
Librería Menéndez
Cuando el amor va por escrito.
Amor invertido. G. Saccomanno y F. García Lao
Nada mejor que una pareja de escritores que, por amor, escribe. Y es que la relación entre Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao (absolutamente inapropiado escindir escritor/escritora de hombre /mujer) puede leerse en este Amor invertido, confidencias narradas en el siempre presente género epistolar. Que esas confidencias asuman características eróticas (varias veces tan salvajes como el amor mismo) es una muestra de lo que sienten tanto uno como otra a la hora de entregar todo de sí sin miramientos. Violento, festivo, aturdidor, el libro escrito a cuatro manos y a dos corazones intercambiados, señala, justamente, ese encuentro.
Miradas al Sur

"El mundo es una escenografía para nuestro deseo".
Terminé de leer Amor invertido, la novela de Sacomanno y García Lao. El éxtasis y la desesperación en cada párrafo. La vida como un fluir caótico de sexo y viajes, de búsqueda y deseo. La novela te arrastra por las páginas a toda velocidad. Las palabras están vivas. Respiran, gozan, ríen, se resbalan. No existen las definiciones; estamos hechos de ambigüedad. Eterno devenir. Cuerpos que se encastran y se parten al medio, corazones intercambiados, amantes deformes, peripecias desafortunadas. Y en el medio un deseo intenso, salvaje, que todo lo devora.
"El deseo,anoto, ¿es acaso un espejo? Me desnudo e este camarote, me contempo y me retuerzo como si fuera usted". ¿Quién soy? ¿Quién es yo? ¿Yo es Usted? , se preguntan Fernand y Guillemette, los personajes de esta genial novela. Se las recomiendo mucho.
Leila Sucari
Estoy leyéndolo y cada página es un espasmo suculento.Espero llegar viva al final del relato. El deseo, el fantasma de la consumación, el deseo disruptivo,el goce del cuerpo. Gracias por este libro tan trémulo.
Gabriela Clara Pignataro
Terminé "Amor Invertido". Me voló la cabeza. Como dijo Cortázar: Fue un rayo que me dejó tirado en medio del patio. Genial.
Miguel Angel Sordello
Amor invertido es una obra muy original en el linaje del Divino Marqués y de Georges Bataille, con un humor devastador.
La literatura argentina contemporánea nunca termina de sorprendernos".
Alain Rouquié
Un ejercicio literario audaz y valiente, jugado a la desmesura, en los bordes de todo -grotesco, obsceno, humorístico, fantasioso, hiperbólico- pero conjugado (cruzado) con un contexto histórico cultural concreto -el positivismo, la locura y manipulación cientificista en su primera versión ingenua y brutal- y con la puesta en juego de pasiones básicas de la humanidad, como el deseo erótico extremo, el deseo incestuoso, y el impulso criminal (pasiones o pulsiones que alimentan la buena literatura, desde siempre). Así que con estos tres hilos la textura va desde una superficie delirante y pornográfica a un contexto claro y verificable y a planteos humanos "eternos", y profundos.
Aníbal Zaldívar.
Qué fantástica idea la de crear dos personajes tan complejos como pueden serlo Guillemette, mujer con corazón de hombre y Fernand con corazón de mujer. Una historia de amor, erótico e intelectual que nos aleja de las tipificaciones clásicas, el bien y el mal, el goce y el castigo (¿algo del divino Marqués?). Una prosa desesperada y un libro para lectores fuertes.
Librería Menéndez
Cuando el amor va por escrito.
Amor invertido. G. Saccomanno y F. García Lao
Nada mejor que una pareja de escritores que, por amor, escribe. Y es que la relación entre Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao (absolutamente inapropiado escindir escritor/escritora de hombre /mujer) puede leerse en este Amor invertido, confidencias narradas en el siempre presente género epistolar. Que esas confidencias asuman características eróticas (varias veces tan salvajes como el amor mismo) es una muestra de lo que sienten tanto uno como otra a la hora de entregar todo de sí sin miramientos. Violento, festivo, aturdidor, el libro escrito a cuatro manos y a dos corazones intercambiados, señala, justamente, ese encuentro.
Miradas al Sur

"El mundo es una escenografía para nuestro deseo".
Terminé de leer Amor invertido, la novela de Sacomanno y García Lao. El éxtasis y la desesperación en cada párrafo. La vida como un fluir caótico de sexo y viajes, de búsqueda y deseo. La novela te arrastra por las páginas a toda velocidad. Las palabras están vivas. Respiran, gozan, ríen, se resbalan. No existen las definiciones; estamos hechos de ambigüedad. Eterno devenir. Cuerpos que se encastran y se parten al medio, corazones intercambiados, amantes deformes, peripecias desafortunadas. Y en el medio un deseo intenso, salvaje, que todo lo devora.
"El deseo,anoto, ¿es acaso un espejo? Me desnudo e este camarote, me contempo y me retuerzo como si fuera usted". ¿Quién soy? ¿Quién es yo? ¿Yo es Usted? , se preguntan Fernand y Guillemette, los personajes de esta genial novela. Se las recomiendo mucho.
Leila Sucari
Estoy leyéndolo y cada página es un espasmo suculento.Espero llegar viva al final del relato. El deseo, el fantasma de la consumación, el deseo disruptivo,el goce del cuerpo. Gracias por este libro tan trémulo.
Gabriela Clara Pignataro
Terminé "Amor Invertido". Me voló la cabeza. Como dijo Cortázar: Fue un rayo que me dejó tirado en medio del patio. Genial.
Miguel Angel Sordello
lunes, junio 01, 2015
Amor invertido
Guillermo Saccomanno-Fernanda García Lao
Narrativa literaria
General narrativa literaria
Colección Biblioteca Breve
Sinopsis
Esta es una novela de cojer. El lenguaje no es inocente. Podría presentarse como un relato erótico, pero va más allá. Pivoteando sobre las convenciones de la literatura libertina, Amor invertido se plantea a la vez como historia de amor desgarrado y desafío. Amor invertido es un deslizamiento erótico entre dos cuerpos, dos siglos, dos géneros. Fin del XIX: intercambio de epístolas voluptuosas. Tras un experimento quirúrgico, Guillemette y Fernand huyen de París con los corazones cambiados. Siglo XX: la travesía exterior ha concluido. Los hechos se oscurecen; en lugar de orgasmos, jeringas. La épica carnal es alternancia de conciencia y pesadillas, avidez vehemente por el cuerpo del otro. Que Guillò tenga corazón de hombre y Fernand corazón de mujer los arroja en una búsqueda desenfrenada del goce y la superación de las represiones que impone la moral burguesa. Impúdica, como la lengua de los amantes en la intimidad de una alcoba, García Lao y Saccomanno nos entregan una novela poderosa y sorprendente que enfrenta los prejuicios y exacerba los sentimientos acerca del bien y el mal, el goce y el castigo.
Guillermo Saccomanno (Buenos Aires, 1948) publicó, entre otros libros, Situación de peligro, Bajo bandera, Animales domésticos, El buen dolor, El pibe, y la trilogía sobre la violencia compuesta por La lengua del malón, El amor argentino y 77. Ha ganado el Premio Crisis de Narrativa Latinoamericana, el Premio Club de los XIII, el Primer Premio Municipal de Cuento, el Premio Nacional de Novela y el Premio Dashiell Hammett. Con su novela El oficinista (2010) obtuvo el Premio Biblioteca Breve Seix Barral. Su crónica Un maestro (2011) recibió el Premio Rodolfo Walsh. La novela Cámara Gesell (2012) fue premiada con el Dashiell Hammett. En 2014 publicó Terrible accidente del alma, recibió el Premio Democracia y el Konex de Platino como el mejor novelista del período 2008-2011. Sus relatos fueron traducidos a diversos idiomas y adaptados al cine y la televisión. Es colaborador de Página/12.

Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) fue seleccionada por la Feria Internacional de Libro de Guadalajara 2011 como uno de “Los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”. Vivió en España desde 1976 hasta 1993. Es escritora, dramaturga y poeta. Publicó las novelas Muerta de hambre (1º Premio del Fondo Nacional de las Artes), La perfecta otra cosa (3º Premio Cortázar), La piel dura, Vagabundas y Fuera de la jaula, así como el libro de cuentos Cómo usar un cuchillo. Ha colaborado en distintas publicaciones a ambos lados del océano (Babelia, Revista Quimera, Letras Libres, El Buensalvaje, Las/12, Revista Ñ). Algunos de sus textos han sido traducidos al portugués, al inglés, al sueco y al griego para revistas digitales y en papel. Ha publicado en Francia, México y, en breve, en Cuba y Costa Rica. Desde 2010 coordina talleres de escritura.
Foto: Alejandra López
Narrativa literaria
General narrativa literaria
Colección Biblioteca Breve
Sinopsis
Esta es una novela de cojer. El lenguaje no es inocente. Podría presentarse como un relato erótico, pero va más allá. Pivoteando sobre las convenciones de la literatura libertina, Amor invertido se plantea a la vez como historia de amor desgarrado y desafío. Amor invertido es un deslizamiento erótico entre dos cuerpos, dos siglos, dos géneros. Fin del XIX: intercambio de epístolas voluptuosas. Tras un experimento quirúrgico, Guillemette y Fernand huyen de París con los corazones cambiados. Siglo XX: la travesía exterior ha concluido. Los hechos se oscurecen; en lugar de orgasmos, jeringas. La épica carnal es alternancia de conciencia y pesadillas, avidez vehemente por el cuerpo del otro. Que Guillò tenga corazón de hombre y Fernand corazón de mujer los arroja en una búsqueda desenfrenada del goce y la superación de las represiones que impone la moral burguesa. Impúdica, como la lengua de los amantes en la intimidad de una alcoba, García Lao y Saccomanno nos entregan una novela poderosa y sorprendente que enfrenta los prejuicios y exacerba los sentimientos acerca del bien y el mal, el goce y el castigo.
Guillermo Saccomanno (Buenos Aires, 1948) publicó, entre otros libros, Situación de peligro, Bajo bandera, Animales domésticos, El buen dolor, El pibe, y la trilogía sobre la violencia compuesta por La lengua del malón, El amor argentino y 77. Ha ganado el Premio Crisis de Narrativa Latinoamericana, el Premio Club de los XIII, el Primer Premio Municipal de Cuento, el Premio Nacional de Novela y el Premio Dashiell Hammett. Con su novela El oficinista (2010) obtuvo el Premio Biblioteca Breve Seix Barral. Su crónica Un maestro (2011) recibió el Premio Rodolfo Walsh. La novela Cámara Gesell (2012) fue premiada con el Dashiell Hammett. En 2014 publicó Terrible accidente del alma, recibió el Premio Democracia y el Konex de Platino como el mejor novelista del período 2008-2011. Sus relatos fueron traducidos a diversos idiomas y adaptados al cine y la televisión. Es colaborador de Página/12.
Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) fue seleccionada por la Feria Internacional de Libro de Guadalajara 2011 como uno de “Los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”. Vivió en España desde 1976 hasta 1993. Es escritora, dramaturga y poeta. Publicó las novelas Muerta de hambre (1º Premio del Fondo Nacional de las Artes), La perfecta otra cosa (3º Premio Cortázar), La piel dura, Vagabundas y Fuera de la jaula, así como el libro de cuentos Cómo usar un cuchillo. Ha colaborado en distintas publicaciones a ambos lados del océano (Babelia, Revista Quimera, Letras Libres, El Buensalvaje, Las/12, Revista Ñ). Algunos de sus textos han sido traducidos al portugués, al inglés, al sueco y al griego para revistas digitales y en papel. Ha publicado en Francia, México y, en breve, en Cuba y Costa Rica. Desde 2010 coordina talleres de escritura.
Foto: Alejandra López
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