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domingo, abril 22, 2012

Feria del libro de Buenos Aires































Jueves 26/4

17:00 Fundación El Libro. Mesa redonda: "Tres escrituras femeninas para el siglo XXI". Participan: Romina Paula, Fernanda García Lao y Gabriela Cabezón Cámara. Coordina: Diego Rojas. (L.L.)
Jueves 3/5
18:30 Firma de ejemplares en el stand de El Ateneo (1116)Vagabundas, de Fernanda García Lao.
20:00 Revista Ñ. Mesa redonda: "¿Dónde está el amor en la literatura argentina actual?". Participan: Gonzalo Garcés, Fernanda García Lao y Martín Kohan. (M.E.M.)

domingo, febrero 26, 2012

entrevistada por Eterna Cadencia

“Me interesa cultivar la vulnerabilidad de los personajes”
26-02-2012

Fernanda García Lao habla de su novela Vagabundas (Ed. El Ateneo; Finalista Premio Internacional Letrasur 2010) “Me gusta trabajar con esa premisa de la incomodidad o de la imprevisibilidad, pero termina siendo un poco una trampa porque en ese objetivo uno se pierde otras rutas y otras emociones posibles. Este libro es el que escribí menos pendiente de molestar.”, dice.

Por Patricio Zunini.












Fernanda García Lao es autora de las novelas Muerta de hambre, La perfecta otra cosa, La piel dura. Habla en argentino, pero marca la zeta española: su pronunciación evidencia los miles de kilómetros que ha recorrido. Nació en Mendoza y vivió allí hasta que en 1976 su familia debió exiliarse en Madrid. Desde entonces su vida estuvo regida por el desplazamiento. Varios cruces del Atlántico más tarde llegó a Buenos Aires y desde hace diez años vive en la misma casa: es la permanencia más larga en un mismo lugar. García Lao explora esa parte de su historia en su nueva novela, Vagabundas, que, pese a lo que podría suponerse por el título, fija la mirada en quienes se quedan cuando la mujer se va.


Situada en un pequeño balneario en el sur con un único hotel que se llama, paradójicamente, El ancla, la novela comienza con la fuga de Eusebia junto a un turista francés en un monomotor. En el «territorio de la huída» queda unas pocas personas olvidadas: Demetrio —el hijo que intenta comprenderla leyendo los textos que ella dejó en un baúl—, su marido Homero, la amante de Homero. A partir de esa primera escena, la novela se desarrolla en tres partes muy diferentes que conjugan personajes y narraciones con el objetivo de comprender cómo se construye la realidad entre el cotidiano ordinario de quien se queda y las fantasías que se asumen sobre quien no está.

En esta entrevista, Fernanda García Lao habla de las motivaciones para escribir Vagabundas (por la que fue finalista en el Premio Internacional Letrasur 2010 otorgado por un jurado compuesto por Claudia Piñeiro, Martín Kohan y Juan Sasturain), de cómo la ve en relación a sus libros anteriores, y de cómo su historia personal se filtra en la ficción.

—La vagabundas del título, más que vagabundas son huidoras: ¿a qué le huyen?

—En principio le huyen a una construcción de destino que pareciera ya armada en relación al hotel “El ancla” como punto de partida. Las vagabundas son las corrientes vagabundas, las que te llevan y te traen. Yo siempre tuve atracción por el que se quedaba, que también era parte de esa huída: en la huída hay uno que se va y otro que se queda. Siempre me tocó ser la que se iba. Recién hace diez años que vivo en la misma casa. Por primera vez en la vida. Empecé a entender un poco el modo de ver el mundo: si vos te quedás quieto, el que gira es el mundo. Yo creía que el mundo estaba estancado y que yo era quien lo ponía en marcha. Quise trabajar con esa energía de escapar de la rutina. Desde varias perspectivas, por eso no se sabe bien quién es el protagonista. Además venía de otros libros escritos en primera persona —que es bastante impúdica e impune, establecés tu discurso y no hay quién te lo refute— y tenía interés en evadirme de ella.

—Sin embargo, la segunda parte, epistolar, está en primera persona. Y las notas a pie de página de G en la tercera parte, documental, le da un tono de primera persona.

—Sí: básicamente la construcción del mundo la hace G. No creo en una tercera pura. Me gustan las terceras sucias o contaminadas de la historia. Odio la frialdad del que simplemente registra. Es una convención demasiado falsa, un imposible. Todo es una versión de alguien, todo son versiones. Tenía ganas de trabajar las historias de vagabundas que colecciona Eusebia mientras no puede irse. Hay una mirada muy particular sobre las mujeres que se fueron. Cuando uno lee biografías tiene la sensación de que no está sabiendo todo: la vida que se lee depende de quien la escribe. Me gustaba ese personaje para construir ficción. Me suele interesar mucho qué sueña un personaje, qué lee. Que no quede en un discurso psicológico ni filosófico ni de acción, sino que se nutra de ese universo mágico que intento dotarle a un alguien que no existe. En un punto es como rizar el rizo.

—Claudia Piñeiro alguna vez contó que en un taller de dramaturgia le enseñaron que a cualquier personaje, por más breve que sea, tiene que tener una motivación, una entidad.

—Eso se trabaja mucho en teatro. Visto de afuera parece medio absurdo que si vas a decir un bocadillo de medio segundo te tengas que construir toda una historia, pero es un ejercicio que se hace muy seguido para saber de dónde viene el personaje. Y después, si hace falta, hay que olvidárselo, porque es un puntapié inicial. Me interesa que no haya gente de adorno ni situaciones huecas. Ni siquiera en las frases, por eso, si bien todo suele aparecer bastante automáticamente, corrijo mucho y si hay una frase que no me gusta, sueño con esa frase, la siento como una piedra que no le corresponde al relato, le doy mil vueltas.

—Hablás de frases y marqué varias en las que casi con una sencillez poética se da cuenta de la vida inhóspita del lugar. Por ejemplo: “allí donde el río pierde su dulzura y las aguas se mezclan con el mar”.

—El paisaje está muy presente en Vagabundas; es un personaje muy importante. La novela surgió de un viaje que hicimos con mi pareja al sur de la Provincia de Buenos Aires, un lugar muy ventoso con un solo hotelito y “ciudadanos esquivos”. La gente abría poco la puerta porque entraba mucha arena. El clima condiciona tu rutina diaria. Hay lugares que son inspiradores, que permiten imaginar vidas, pensar qué flores surgen en ese terreno, cuánta humedad y cuánta sequedad, qué colores y qué dolor uno puede encontrar ahí. Todas mis lecturas “fundacionales” tenían que ver con escritores que buscaban quebrar cierta comodidad del lector. Me gusta trabajar con la premisa de la incomodidad o de la imprevisibilidad, pero termina siendo un poco una trampa porque en ese objetivo uno se pierde otras rutas y otras emociones posibles. Este libro es el que escribí menos pendiente de molestar.

—¿Qué querés decir?

—Supongo que un modo de sobrevivir es crear una sensación de rispidez: “no se metan conmigo porque soy muy mala”. De pronto ahora ha llegado un momento en el que no me interesa.

—Eso también es una forma de inseguridad.

—Sí, claro. Ahora prefiero trabajar la inseguridad desde otro lugar. Me interesa cultivar la vulnerabilidad de los personajes. La intelectualización excesiva suele llevar a cierta dureza, incluso en el cotidiano. No me quiero perder todo eso otro que siento que somos.

—Hablemos de una frase que dice Demetrio: “El estupor es un derecho inalienable”. Lo dice él en voz alta, no la narradora. ¿Por qué una frase así no te la guardaste para vos?

—A mí no me gusta guardarme frases —se ríe—. Por otro lado, un autor inteligente es lo peor que te puede pasar en la vida. Yo tenía esa frase pero era de él, no mía. La primera vez que quise escribir una novela fue con Muerta de hambre. Venía escribiendo otras cosas: relatos, microficción, teatro, canciones, y en un momento decidí que tenía que construir algo con mayor desarrollo, porque con mi propia historia yo tengo tendencia a la síntesis absoluta. La novela es el espacio en el que empiezan a pasar otras cosas. Con Muerta de hambre arranqué desde algunos destellos de mi propia historia para construir otra. Es un ejercicio de mucha limpieza porque partiendo de ciertas cuestiones y dándoselas a otro consigo entenderme mejor. Por otro lado, compadezco a María Bernabé, la protagonista de Muerta de hambre, me puedo poner en su lugar sin olvidarme de su lado B. A partir de ahí surge naturalmente esto de ponerse en el lugar del otro, y por momentos ése es el que habla, no yo. Algunas frases vienen solas, no sé de quién son. Además tengo la fantasía de que todos esos personajes existen. De hecho, hace un tiempo leí una noticia sobre una obesa de New Jersey que comía a modo de protesta para resaltar el vacío que le había hecho su familia. Estoy segura de si yo pienso estas situaciones, alguien más las ha sentido: soy humana, no vengo de otro planeta. Y en alguna situación sé que si yo me voy a la mierda, podría convertirme en muchos de mis personajes.

—La novela está escrita en tres partes con discursos muy diferentes en cada una: narrativo, epistolar, documental. ¿Cómo fue concebida Vagabundas?

—Cada parte tiene su génesis. Primero empecé el “Tratado de la errancia”, la última parte. Por esas cosas que tiene internet, encontré que 1904 era una fecha que coincidía en muchas biografías de mujeres que habían tenido vidas exóticas, insólitas para la época. Una viajera en ese momento era un ser muy interesante, por esto de que el viajero va en busca de algo, y la viajera quiere perder algo. No sabe qué es lo que va a buscar, el motor es la necesidad de irse. Estas mujeres se iban sin nada, disfrazadas de hombre. Había mucho coraje, pero también mucha soledad. Si no, no te vas solo. Sos un paria en tu casa, un insatisfecho. Empecé a recoger ese material y después pensé en quién podía ser el personaje que lo juntara: así apareció Eusebia. Alguien que colecciona huidas ajenas es alguien que, evidentemente, no se puede ir de algún lugar. Luego construí el espacio y la gente que vivía con ella. Decidí que todo arrancara el día que se iba y que no la iba a seguir a ella sino que me iba a queda en el lugar: quería entender lo que provoca en el que se quedó el reconstruir a alguien que no está. Además me parecía un contrapunto interesante que su hijo fuera un ser anodino. No pueden ser todos tan raros. Si la madre era una fanática de estas otras cuestiones, el hijo debía ser un personaje que se pone en marcha a partir de la partida de su madre.

—La segunda parte está compuesta por cartas dirigidas a otra protagonista que nunca habla y que también se mueve.

—Quería seguir a Amanda, pero también quería seguirla desde una tangente. Entonces simplemente doy cuenta de ese personaje a partir de lo que recibe, no de lo que envía. Yo tengo muchas cartas y cuando me las puse a revisar para escribir las de la novela me di cuenta de que esas cartas que me enviaban mis amigas, mis novios, mi mamá, hablaban de mi vida. También está presente la fantasía del que envía la carta que cree que el otro está viviendo cosas extraordinarias —en el sentido de salir de lo ordinario—. En general, cuando se utilizan cartas, se utilizan las enviadas por el personaje importante. Acá me interesaba cómo cuentan al protagonista, espejarlo. Las cartas fueron algo bastante importante en mi historia porque en Mendoza quedó mi tía y cuando murió mi padre ella decidió seguir escribiendo cartas para leérselas a su mamá, como si las escribiera mi viejo. Me pareció una locura, pero también me intrigaba qué había imaginado para nosotros. Nunca encontré esas cartas. Mi tía murió hace un par de años, fui a su casa, las busqué y no están. Llegamos a pensar que nos había mentido.

—¿Tu abuela se murió sin saber?

—Supuestamente. No la vimos: mi tía no nos dejó verla porque, justamente, por las cartas yo no debía estar ahí. Vi de lejos a mi abuela. Esas cosas impactan. No por nada escribo este libro.

***

En noviembre del año pasado, Fernanda García Lao fue invitada a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los 25 secretos mejores guardados de América latina. Algunos escritores que compartieron la feria con García Lao fueron Fabián Casas, Hernán Ronsino, Giovanna Rivero, Daniela Tarazona, Emiliano Monge.

—¿Cómo fue la experiencia de ser uno de los “25 secretos de América latina” en la Fil de Guadalajara? ¿En qué te afectó?

—Todo te modifica y te cambia, no sé si fundamentalmente. Son buenos estos rescates caprichosísimos. Casi todos los escritores argentinos hemos estado en alguna lista: o estabas en la de Frankfurt, o en la Feria, o en otros lados. No sé en base a qué nos eligieron. De veinticinco, sólo había seis mujeres y cuando pregunté por qué tan pocas, me dijeron que se debía a una cuestión estadística: hay más libros de hombres que de mujeres publicados en el continente, que habían leído sin prestar atención al género. Fue una alegría el viaje, primero que nada porque a mí me encanta viajar y me da mucha alegría que la literatura sea la excusa. En realidad, además de que tu nombre circule un poco más o que te den un poco de bola durante un rato, tiene que ver con encontrarse con otros escritores. Acercarse a algunos, alejarse definitivamente de otros. Fue una excusa para leer a Daniela Tarazona y encontrar a una compinche, conocer a escritores que piensan desde otro lugar pero que tienen dificultades comunes y dolores similares. Fue un momento muy divertido, tomamos mucho tequila, conocí a mucha gente, saludé a Herta Müller, no sé. Suelo estar muy encerrada, escribiendo y pensando en mis libros, los que tengo en marcha ahora y todo lo que aparece en mi cabeza, entonces fue un ejercicio interesante salir y “a ver, cuente allá quién es usted, m’hijita”, hubiera dicho mi papá.

sábado, noviembre 26, 2011

un exceso de generosidad en Los Andes

Los 25 autores que el mundo debe leer

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (evento central para las letras del continente) arranca hoy su edición número 25. Para celebrar, ha decidido poner en primer plano a los “25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”. Y en la caravana literaria, viaja la mendocina Fernanda García Lao.

sábado, 26 de noviembre de 2011
Por Mariana Guzzante

La autora mendocina es hija del recordado periodista Ambrosio García Lao. En la década del ‘70 la familia se instaló en España; al regresar al país, Fernanda decidió establecerse en Buenos Aires, donde se convirtió en actriz, dramaturga y escritora. Actualmente dicta talleres de narrativa. Mariana Guzzante - mguzzante@losandes.com.ar
“He llegado a la conclusión de que no hay que buscar la felicidad. Se la encuentra por el camino, aunque siempre en sentido contrario”. Con esta cita de Isabel Eberhardt, la mendocina Fernanda García Lao abre su obra “Vagabundas”, una de las novelas más extraordinarias que ha dado el 2011.

Lo cierto es que gracias a “Vagabundas” -y a los títulos anteriores disfrutados también por lectores de Argentina, España y Francia, pensemos en “Muerta de Hambre” o “La piel dura” y también en la recién traducida “La amante de Baudelaire”- Fernanda se encuentra ahorita, a lo Kerouac, en el camino. Y la felicidad, que la tomó casi por asalto cuando recibió la invitación a la Feria del Libro de Guadalajara, se concreta en el hecho de que México la recibe como uno de los 25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana.

García Lao no sólo sabe construir diálogos fulminantes. Sabe habitar la piel de sus personajes. Mejor aún, sabe putear en español. Y dar el salto coloquial con elegancia. “Muerta de Hambre”, por ejemplo, esa novela que narraba las peripecias de una obesa desbordada, surgió de unos ensayos teatrales en los que se calzaba un disfraz de goma espuma para encarnar en gorda.

“Percibir cómo pesa cada gesto mínimo, cómo te miran, cómo partes de tu cuerpo llegan primero que vos”, esa investidura le valió una comprensión que se resolvió como escritura provocativa y veraz.

En “Vagabundas”, en cambio, el cuerpo de la protagonista se configura como ausencia. Esa fugitiva, llamada Eusebia, deja al irse un tejido de textos que la dibujan, más nítidamente, a distancia. 

Ambientada en un hotel solitario sobre la costa bonaerense, la trama de “Vagabundas” va derribando puertas insospechadas donde palpitan pasiones, recuerdos, baúles que guardan biografías, historias fantasmales, crónicas familiares y convivencias  ásperas con una dosificación muy lúcida entre lo melodramático, lo bizarro y lo real maravilloso.

Como una de esas películas que en su presentación se declara “basada en una historia real”,  la historia de la protagonista apela y transcribe otros casos de fugitivas célebres,  ficticias o no.
 
“Encontré un caso que me fascinó”, cuenta la autora, que además es actriz, directora teatral y periodista, “el de una mujer que huyó de un hotel como ése con un pasajero en 1904”. Esas arenas móviles entre la ficción y el relato de época, entre el cuchicheo de pueblo y la revolución interior, entre lo sedentario y lo nómade, hace en buena medida al encanto del libro.
Y es evidente que “Vagabundas” va un poco más allá en su forma no convencional, porque la escritura de García Lao parece aún más despojada e incisiva, como si evitara constantemente caer en lo sentimentaloide pero alcanzara, a la vez, el tono de la intensidad.

"Nunca escribo sobre la visión directa de las cosas, soy transversal. La realidad no me necesita y siempre se viste de otra cosa. Cultivo la irreverencia. Una suerte de alquimia barata. Un desvío, donde el humor y la poesía cuelgan de un hilo tenso." Con esa suerte de mini-manifiesto, la mendocina asoma en Guadalajara, el evento literario internacional que este año suma, además, a los argentinos Fabián Casas y Hernán Ronsino y al rioplatense Dani Umpi, entre los talentos más interesantes del continente.

Es posible que esta Feria de Guadalajara (por cierto, la más interesante del territorio) se constituya en una red verdadera de contactos textuales y editoriales para que muchos de estos autores (a veces poco leídos en su tierra) puedan trascender sus fronteras. En todo caso, hay que celebrar que una autora joven, nacida en este Oeste, llegue al epicentro cultural con una actitud generosa, un lenguaje personal y una obra lúcida.


Para leer la nota del diario, click en el título

sábado, octubre 22, 2011

Desde el margen

DIARIO LOS ANDES
Cinco narradores contemporáneos escriben en las orillas del realismo, el terror y el desenfado.
Mariana Guzzante - mguzzante@losandes.com.ar
sábado, 22 de octubre de 2011

Alejandra Zina es la autora del éxito editorial “Barajas”.
Supongamos que la premisa sea recomendar cinco títulos de narradores argentinos aparecidos en los últimos meses. Libros que, junto a "Kryptonita", deban quedar a mano en la mesita de luz de las novedades felices.

Libros escritos con sagacidad, capaces de trascender las fronteras nacionales. No diremos, desde luego, que se trata de 'jóvenes' ni de 'secretos bien guardados', aunque suelen ser las chapas con las que los presentan editoriales, ferias y suplementos. Y si es cierto que estos autores  pueden haberse oído poco por estos lados, su fama se expande  por la Red a velocidad de dedos.

Digamos para el anclaje que los cinco  andan por los 40 y que cada uno vive en Buenos Aires con su dinámica de talleres, clases y páginas periodísticas.

Digamos también que se hallan, justo en estos días, presentando sus textos recién saliditos del horno, rodeados de honestidad y críticas positivas, más allá de las puertas del ego.
Entonces, sigamos esta guía arbitraria de selecciones afectivas.

Alejandra Zina. ¿Qué se sabe de ella, además de que su libro "Barajas" recorre el mismo circuito que el autor de "Kryptonita"?  Dejemos de lado que viven juntos. Alejandra es escritora desde hace varios cuentos. Por empezar, publicó la antología “Erótica argentina” y, en co-autoría, la compilación “En primera persona. Correspondencia argentina en dos siglos”. Relatos suyos integran diversas antologías de Argentina y España mientras que elabora notas y reseñas en Clarín, Ñ, Perfil, El Litoral, Mil Mamuts y El Ojo Mocho, y en las revistas españolas Culturamas y Calibre 38.

Pero lo que interesa hoy es su novela debut, "Barajas",  (Plaza&Janés, 2011) una de las curiosidades literarias que aterrizó de este lado del mapa trayendo frescura y lucidez. Suerte de road-movie aérea, la novela tiene como protagonista a Carolina, una azafata en busca de un destino que conduce al lector por un viaje hilarante y dramático a la vez.

Otro buen momento del año editorial lo propició "Vagabundas", la experiencia textual de Fernanda García Lao, esa mendocina que (tras el reconocimiento ganado por "Muerta de hambre" y "La piel dura"), por estos días se prepara para asistir como invitada a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más anhelada del Continente. Y ya que estamos, no podemos dejar pasar que la misma feria considera este año a Hernán Ronsino (escritor, sociólogo, profesor de la UBA), como otro de los créditos nacionales capaz de representarnos allí.
 
Sí, también viaja Fabián Casas, entre otros veintitantos “secretos” de la cultura latinoamericana.  Como sea, Ronsino viaja con la alegría extra de ver reeditada su segunda novela, "Glaxo", que desde 2009 sigue destacando. Para entender el rastro basta decir que "Glaxo" se inicia con un epígrafe de "Operación Masacre", de Walsh, y que delimita su unidad de lugar (eso que apuntalaba a Saer) en un pueblo de provincia.

Y sí: otra vez se puede calmar la sed de crónica. La llegada  de "Los otros: una historia del conurbano bonaerense", de la ineludible Josefina Licitra, encuentra el modo de abismarnos en olores, escombros, punteros, motos, miedos y balas con el pacto claro de la contratapa: “Los Otros invita al lector a recorrer el conurbano metiendo las patas en el barro, aunque a veces el barro le llegue hasta el cuello”. Claro: es la autora de “Pollita en Fuga”, la crónica con la que obtuvo en 2004 el Premio de la Fundación Nuevo Periodismo.

"Chicos que vuelven", la nouvelle de Mariana Enríquez, invita a deambular por el infierno urbano junto a la pluma exquisita de la autora de "Los peligros de fumar en la cama". Aquí, la inminencia del terror se desenvuelve entre chicos desaparecidos y agobiantes burocracias, con cortes de violencia escatológica y atmósferas tan oscuras como las de la prostitución infantil y la trata de personas. La autora, pues, enciende su linterna en el estómago del delito más rentable, en la boca de lo que no se habla, porque no figura ni en la tele ni en las agendas políticas.

miércoles, octubre 19, 2011

La herencia de los que se quedan y los que se van

Miércoles 19 de Octubre de 2011
TELAM
Portada Cultura
Sobre VAGABUNDAS
Por Pablo E. Chacón 
 
El libro, publicado por el sello El Ateneo, ganó una mención en el Premio Letra Sur 2010, cuenta, narrada por otros, la extraña historia de Eusebia Escobar, vagabunda impenitente, descendiente espiritual de Jane Bowles o de un personaje salido de la cabeza de Jane Bowles.

García Lao nació en Mendoza en 1966, vivió en Madrid desde 1976, cuando su madre, española, y su padre, argentino, tuvieron que exiliarse durante la última dictadura cívico-militar.

Bachiller en Letras, estudió danzas clásicas, actuación, dramaturgia y periodismo; se mudó unas veinte veces y cambió cuatro de continente, según publicó en su sitio web.

Publicó las novelas "Muerta de hambre", "La perfecta otra cosa", y "La piel dura", las últimas dos en el sello Cuenco de Plata. En "Vagabundas", su última novela, escribió una frase memorable: "La libertad es un derecho inalienable, salvo cuando uno se enamora".

Invitada a la próxima Feria del Libro de Guadalajara -junto a sus colegas Fabián Casas y Hernán Ronsino- más otros veintidós autores "secretos", los mejor guardados de América Latina, no oculta su entusiasmo de conocer escritores cercanos por lengua y geografía, esta vez "sin la mediación del imperio (español)", según confiesa en diálogo con Télam.

La escritora dice que "nunca piensa en términos de continuidad estética", pero sí "en una búsqueda diferente para cada libro". En ese caso, "siente que parte de cero, que ese universo va a generar un determinado lenguaje, unas reglas y una voz particular".

Y agrega que en relación a sus otros libros, "`Vagabundas` es el primero que no está escrito en primera persona. Eso produce una distancia y una visión diferente. Pero tenía interés en que el personaje central, el que articula los tres momentos del libro, Eusebia, no estuviera presente; que el que leyera, lo hiciera sobre alguien que no está".

Eusebia es "contada por los otros, por su propio escrito, el `Tratado de la errancia`. La huella que deja en los demás es la que la narra. Yo me preguntaba quién es la que cuenta o reconstruye una vida. Entonces, la tercera persona también tenía que ser subjetiva", completa la escritora.

La protagonista de la novela desespera por el movimiento.

Anclada en un hotel de la costa bonaerense, decide romper con su pasado y buscar un presente verdadero. Novela de nómades, buscadores, argonautas, escritores.

"Imaginaba a Guadalupe, que es como una descendiente de Eusebia, escribiendo y reconstruyendo. Ella deja su manuscrito a su hijo, y su hijo a su hija. Es como el legado que uno obtiene de sus antecesores, que siempre es una versión. Es que uno reconstruye o intenta reconstruir a sus padres, y siempre cae en una bolsa de equivocaciones, o de llegadas a destiempo", aclara.

García Lao dice que le interesaba "la mirada del hijo sobre la madre, el descubrimiento de alguien interesante donde a veces uno no apuesta", y el vagabundeo, su costado más creativo.

"Porque el vagabundeo forma parte de mi bagaje personal. Nací en Mendoza, me fui a vivir a Madrid cuando tenía 10 años, volví a los 20, no me adapté, me fui a España otra vez, y regresé una vez más. Soy la que siempre se está yendo", dice, ahora instalada en Buenos Aires.

Cuenta que "hubo muy poca familia que quedó en Mendoza", y que a cada regreso "la distancia entre nosotros era mayor". Y para escribir este libro, se preguntó también "qué pasa con los que se quedan. Cuál es la mirada del que ve alejarse a los demás".

"Aunque estemos en un mismo lugar, creo que llevamos el sello del desarraigo en el alma. Al menos yo lo sentí incluso antes de mudarme la primera vez. No me sentía parte de ningún grupo. Cómoda en todos, y a la vez, ajena. Y me parece que esa es la condición del artista", tantea.

El artista como testigo, "y testigo de sí mismo. Porque uno registra con mayor devoción sus propios cambios; con mayor devoción que si se estuviera viviendo sin ese registro".

La escritora, voz pausada, se toma su tiempo. "A mí me pasó: encontrar escritos de mi padre en la baulera de mi casa. Mi papá era periodista, y escribía. Y habían quedado unas bolsas que pensé que eran residuos. Un día las abrí y aparecieron todas esas palabras. El murió hace bastante tiempo. Pero era muy extraña su presencia en ausencia".

"Después le di todo eso a mi mamá. Y me pregunté qué es lo que uno deja, y qué se hace con lo que uno encuentra. Demetrio, el personaje de la novela, no termina de constituirse como motor pero sí como receptor de un legado; al no tener algo propio para dar, a su hija le deja el tratado que era de su madre".

Así se construyen las novelas (y las novelas familiares), a la luz de las herencias, las donaciones, "como si tener ideas fuera lo único interesante para donar. Y cierta mirada crítica del mundo. Hoy puedo decir que algunas de esas ideas las heredé de mi padre. Y las adapté a mi mundo", concluye García Lao.

martes, agosto 30, 2011

inflamable



Diario PAGINA/12
Martes, 30 de agosto de 2011

LITERATURA › FERNANDA GARCIA LAO HABLA DE VAGABUNDAS, SU CUARTA NOVELA

“Uno trabaja con materia inflamable”

La escritora nacida en Mendoza y criada en España imaginó una excepcional criatura que decide cortar las amarras que la retienen en un yermo hotel de la costa bonaerense en busca del “cuarto propio”, incluso cuando eso implica dejar a su hijo.

Por Silvina Friera
La anarquía la besó en la boca cuando murió su padre. Las pupilas encendidas de Fernanda García Lao –espíritu indomable y errante– iluminan esa revelación de su exilio en Madrid. A los 16 años, el terremoto de esa muerte inesperada abrió una fisura. Y las puertas de todos los permisos en la antesala del destape español. Antes de que su pelo se erizara en la cresta punk y adoptara los borceguíes, tal vez garabateó mentalmente una frase que aparece en Vagabundas (El Ateneo): “La libertad es un derecho inalienable, salvo cuando uno se enamora”. Eusebia Escobar, excepcional criatura imaginada por la escritora y narrada por los otros, decide cortar las amarras que la retienen en un yermo hotel de la costa bonaerense en busca del “cuarto propio”. No habrá hijo ni hogar que le impida perseguir la estela de sus heroínas de carne y hueso –Ludfila Booz, Sylvia Brooke, Isabelle Eberhardt, Elizabeth Cochran, Isabella Bird Bishop, Emilia Helguera y Eugénie David–, ilustres fugadas, exploradoras, viajeras, periodistas, escritoras, cantantes, cuyas biografías serán recopiladas e intervenidas por la propia Eusebia en su “Tratado de la errancia”, la tercera parte de esta superpoderosa y ecléctica novela que obtuvo una mención en el Premio Internacional Letra Sur 2010.

García Lao, nacida en Mendoza en 1966, vivió en Madrid desde 1976, entre los 10 y los 20 años. “El concepto de mundo se abrió –recuerda–. La historia se llenó de príncipes, dinastías y batallas de las que no tenía ninguna referencia. Y en la literatura también, con el Siglo de Oro. Mi madre es española y mi padre era argentino, o sea que ya vengo con esa impronta del ‘no lugar’. Mis padres se conocieron en el Atlántico, en un barco. De ahí en más, el rumbo ha sido incierto.” La carcajada recompone el rostro de la adolescente que fue, cuando sintió que la anarquía la besaba en la boca. El primer intento de regreso a sus pagos natales fue en 1986. “Viví un año muy punk. Yo andaba con los pelos parados, los borceguíes, y no fui muy bien recibida por el paisaje andino”, ironiza la escritora con su dicción marcada a fuego por la pronunciación de la zeta, como si fuera española. En el ’87 rumbeó hacia Buenos Aires y se quedó hasta el ’91. Otra vez el cambio de timón la condujo a Madrid. “La mayoría de mis amigos se habían sumado al mercado, al progreso económico, se habían normalizado. Yo pensaba: ‘¿me habían prometido el paraíso y qué pasó?’. Llegué tarde.”

Decepcionada por la esclerosis galopante de la movida española, en el ’93 eligió instalarse definitivamente en Buenos Aires. “Acá hay un permiso para la deformidad que me interesa; hay más formas de vivir. En España, en cambio, hay una regularización del pensamiento, una uniformidad que atenta mucho contra el arte. Prefiero esa mezcla que se ha producido en mi cabeza, un desvío regulado desde algún lugar. No quiero perderme porque sí, sin poder contarlo”, aclara la escritora, actriz y dramaturga. García Lao imaginó a alguien escribiendo porque no se puede ir. Ese es el antecedente lejano de Vagabundas, su cuarta novela, abierta “a lectores nómades y erráticos”, como avisa en la primera página. “En realidad, hay algo de la tarea del escritor que se parece, en el sentido de que construís un montón de batallas que no vivís literalmente –plantea–. Empecé a encontrar, desde el punto de vista más documental, un montón de mujeres que en 1904 habían estado generando otra manera de entender el mundo y lo femenino; una nueva ruta para pensarse, perderse y no ser útil a una construcción social estática. El recorte biográfico que se hizo de estas mujeres parece ficción pura. Me di cuenta de que me interesaba que un personaje de ficción contara a un personaje real, dar vuelta el asunto”.

La autora de las novelas Muerta de hambre, La piel dura y La perfecta otra cosa subraya que el personaje de ficción la liberaba de tener que ser “correcta”. Y entonces irrumpió Eusebia Escobar, vestida con una especie de mameluco desteñido y con una valijita de cuero, en el momento en que le anuncia a su hijo que se va. Y que probablemente nunca regrese. Demetrio, el hijo, pronto se convertirá en un “leedor de errancias”, traductor y heredero del legado materno. García Lao explora el potencial del género epistolar en la segunda parte de la novela. “Como me fui chiquita y en un momento en que la vida postal todavía tenía entidad, tengo muchas cartas recibidas –explica–. Busqué las primeras cartitas de mis amigas mendocinas y tomé una como modelo para la novela. Me he mudado más de veinte veces, he dejado libros, ropa, muñecos, pero nunca las cartas.”

(para seguir leyendo, click en el título)

lunes, julio 25, 2011

Por qué seremos tan nómadas

Fernanda García Lao, hija de un conocido periodista mendocino, vuelve a impactar en la escena literaria.



Fernanda García Lao, la autora mendocina radicada en Buenos Aires, vuelve a transitar el deseo femenino en su novela “Vagabundas”.









Diario Los Andes
Supemento Estilo

Domingo, 24 de julio de 2011

Apenas abrimos “Vagabundas”, Fernanda García Lao nos avisa: “Este libro admite el desorden. Abierto a lectores nómadas y erráticos”.

De entrada, te invita a irte por los márgenes. Así que vale, antes que nada, asomarse a su blog y hallar novedades. ¿Qué hay? Pues un fragmento llamado “Analogías y diferencias (Hojas sueltas con manchas de grasa. Previsiblemente medialunas)" que dice: “Cualquiera distingue entre las mujeres domesticadas (hembra helecho) y las osadas (hembra móvil).

Las primeras son seres orgánicos, fáciles de conseguir: en todas las casas hay una. Muy usadas como ornamentales, tienen tendencia a la cosificación. El cuerpo vegetativo de las hembras helecho se lleva bien con la humedad y la sombra".

Esas miguitas de literatura clasificatoria, de atajos textuales, de book de la almohada, se desparraman en el interior de “Vagabundas”, la novela sorprendente que acaba de lanzar El Ateneo y que ya ganó una mención en el Premio Internacional de Novela Letrasur 2010, cuyo jurado estuvo integrado por Martín Kohan, Claudia Piñeiro y Juan Sasturain.

La obra se abre con un adiós: “Eusebia le anuncia a su hijo Demetrio que está pronta a partir y que probablemente nunca regrese. Todo sucede en un hotel solitario, situado sobre la costa de la provincia de Buenos Aires. A partir de allí, las historias se van entrelazando y la ausencia de Eusebia es como un fantasma que todo lo contiene”.

¿Quiénes son las vagabundas, pues? Las que, como Eusebia, han seguido el rumbo de sus heroínas, “mujeres que no consideran que deban atarse a sitio ni hogar alguno y cuyas biografías -recopiladas y alteradas por ella- cierran la obra”.

Mujeres, en síntesis, que han hecho del viaje su ‘cuarto propio’. A instancias del relato, el deseo femenino ilumina una elección vital: irse, no para buscar la felicidad sino para encontrarla en el camino...”

Si el poema de Alejandra Pizarnik escindía al sujeto -“explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome”- la narrativa de García Lao, tal como afirma Genovese, “agita el fantasma de otro terror: ser invadido por el engendro del otro, que nos terminará poseyendo”.

Entonces, el vagabundeo como espacio de privilegio, como indagación sobre el cuerpo propio.
Entendamos: “Eusebia había heredado la sed de ruta de Escobar. Siempre había odiado el ancla, el viento, la escollera y los manteles bordados. Desde muy chica, se sentaba al lado de la puerta, sospechando un intrépido más allá”.

Por eso el libro tensará el género hacia otras orillas, más inestables, y hablará de los ‘Tipos de escape’, mientras salta de anotaciones al margen, cuadernos de datos, hojitas supletorias y anexos que construyen y deconstruyen la búsqueda personal de una mujer.

Ejemplo: “Cualquier tipo de Vagabunda -de ciudad, de campo, de desierto- se viste como si fuera un hombre para pasar inadvertida, adopta posturas masculinas, disimula la voz e incluso el cuerpo. Suele utilizar seudónimos, travestismos en el decir y modificaciones en el ánimo. Todo por temor. Los hombres se comportan como lobos con las rebeldes”.

Costureta textual de intensos diálogos, la autora parece escribir, por momentos, un guión. En todo caso, el libro avanza por una frontera sinuosa donde el diario íntimo, la acotación y la charla, construyen una estructura siempre amenazante.

Más en este plano, la biografía de Fernanda García Lao puede resultar tan interesante como cualquiera de sus obras. Nació en Mendoza, en 1966. Diez años después, la familia se exilió en Madrid, donde residió hasta 1993, año en que se instaló en Buenos Aires.

Ya nos lo había dicho: “Mi vida se podría entender por zancadas: infancia mendocina, adolescencia madrileña, etapa Buenos Aires, idas y venidas pa' aquí y pa' allá”.

Más allá de su notable trabajo como dramaturga y actriz, publicó las novelas “Muerta de hambre” (1° Premio del Fondo Nacional de las Artes), “La piel dura”, la nouvelle “La perfecta otra cosa” (3° Premio Cortázar), así como obras de teatro, cuentos y artículos.
Es claro que, con el tiempo, ha sabido convertir en virtud ese “permanente circular” y su desnorte. Mariana Guzzante - mguzzante@losandes.com.ar

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