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lunes, julio 11, 2016

María Elina Rúas

El 9 de julio en una nota como sin querer, recordé mi primera obra como dramaturga: La mirada horrible. Por aquel entonces, trabajaba en dúo con Laura Aprá. Y necesitábamos una actriz que me acompañara en escena. Tenía que ser intensa y bella, bastante más grande que yo. En la obra, una taxidermista. En cuanto la vimos supimos que era ella. Enorme actriz y compañera que se jugó en el riesgo del teatro independiente con dos desconocidas. Nos dio una maravillosa lección de amor por el teatro desde el primer día. Yo la recuerdo en escena, el brillo de sus ojos. Y una función en particular, en el teatro Callejón. La obra era una rareza. Animales disecados. Diálogos extraños. Había poco público: exactamente ocho personas. Los contamos con tristeza. Pensamos en suspender. Ella dijo que mientras en las butacas hubiera más gente que en escena, la obra debía hacerse. Que debíamos honrar la curiosidad de los que habían venido. Nos miramos. Eramos dos en el escenario. Fue una función alucinante. Los espectadores nos aplaudieron como nunca. Les quemaban las manos cuando se acercaron a saludarnos.
Su modo de decir y de mirar en escena me hacían olvidar que no éramos reales. Yo creía cada escena. Cuando ella comía delicadamente los ojos de los cuervos me olvidaba que eran aceitunas y me hacía temblar. En el papel de A, le decía a un pájaro disecado: Yo te puse los ojos. Cada vez que mires, verás con lo míos. Y será tan rotunda tu confusión que así como eres mío, yo seré tuya. Mi cara, mis venas, los labios. Cada día que pase tu muerte será para mí y yo viviré reconstruyéndote. No podrás olvidarme.
María Elina era una maestra. Yo, su aprendiz.
Resulta que el 9 de julio se fue de este mundo. Y a mí hoy se me cierra la garganta.

martes, octubre 27, 2015

Inventario. Jacques Prévert

Una piedra
dos casas
tres ruinas
cuatro sepultureros
un jardín
flores

un mapache

una docena de ostras un limón un pan
un rayo de sol
un mar de fondo
seis músicos
una puerta con su felpudo
un señor condecorado con la legión de honor

otro mapache

un escultor de Napoleones
la flor que se llama pensamiento
dos amantes en una cama grande
un recaudador de impuestos una silla tres pavos
un eclesiástico un forúnculo
una avispa
un riñón flotante
una caballeriza de hipódromo
un hijo indigno dos hermanos dominicos tres langostas
una reposera
dos rameras un tío Cipriano
una Mater Dolorosa tres padres dos cabras del
señor Seguin
un taco Luis XV
un sillón Luis XVI
un escritorio Enrique II dos aparadores Enrique III
tres escritorios Enrique IV
un cajón desajustado
un ovillo de hilo dos alfileres de gancho un señor
maduro
una Victoria de Samotracia un contador dos
ayudantes de contaduría un hombre de mundo dos cirujanos tres vegetarianos
un caníbal
una expedición colonial un caballo entero una
media pinta de buena sangre una mosca tsé-tsé
una langosta a la americana un jardín a la francesa
dos manzanas a la inglesa
unos binoculares un lacayo un huérfano
un pulmón de acero

un día de gloria
una semana de bondad
un mes de María
un año terrible
un minuto de silencio
un segundo de distracción
y...

cinco o seis mapaches

un niño que llega llorando a la escuela
un niño que sale riendo de la escuela
una hormiga
dos piedras de encendedor
diecisiete elefantes un juez de instrucción de vacaciones
sentado en una silla plegable
un paisaje con mucha hierba verde
una vaca
un toro
dos amores bellos tres grandes órganos un ternero
a la Marengo
un sol de Austerlitz
un sifón de agua de Seltz
un vino blanco con limón
un Pulgarcito un gran perdón un calvario de piedra
una escalera de cuerda
dos hermanas latinas tres dimensiones doce apóstoles mil
y una noches treinta y dos
posiciones seis partes del mundo cinco puntos cardinales diez años
de buenos y leales servicios siete pecados capitales dos dedos de la mano
diez gotas antes de cada comida treinta días de arresto quince de
ellos en el calabozo cinco minutos de entreacto
y...

muchos mapaches

lunes, junio 09, 2014

La encantadora de serpientes, Saint-Pol-Roux


À Alfred Jarry.

Sobre el pulgar del pie, senos de proa, pública, ella se arquea desnuda: diadema a sus pies, desenrollándose al resorte de su gesto, lascivamente surgen hacia los ojos de rocío las serpientes hace un momento amodorradas, y en cuanto la muchacha se abandona al brasero de espirales, ya la multitud presiente rubíes bajo las escamas, en tanto que Satán, dueño del circo, aspira el olor del festín que se prepara en el fondo de la crápula, porque ya los reptiles han invadido la carne cincelada de flechas vivas y van a consumir el alma del ídolo que se pasma, simbólico, en su maligna apoteosis de revoluciones, un silbato de víbora entre sus labios de cereza.

(Les Féeries intérieures, 1907.)

martes, marzo 11, 2014

Cinco claves para no escribir


1. Su verba es suya. No despliegue.
2. Seguirá pobre. Un cuento no paga un pedazo de queso.
3. Su familia dejará de hablarle, definitivamente.
4. Nadie lee. Ni siquiera usted.
5. Tendinitis: una amiga a futuro.

lunes, enero 07, 2013

dedicatoria a Jean Desbordes

Hasta el sol tiene manchas. Su corazón
no las tiene. Me ofrece usted a diario este
espectáculo: su sorpresa de saber que el
mal existe.
Acaba usted de escribir Los trágicos, un libro
que está por encima de la sintaxis. Cita en él a guisa
de epígrafe cuatro versos míos. Le ofrezco estas notas a cambio,
porque posee usted al natural esa ligereza profunda que imita
un poco al opio.

OPIO
Diario de una desintoxicación
Jean Cocteau

jueves, junio 07, 2012

Proyecto Escritorio 52. Fernanda García Lao.


"La lata con pinceles y lápices es parte fundamental de mi escritura. Necesito ver algunas caras mientras escribo. Hago rostros que luego no menciono. Para qué, si ya los vi. Tengo cuadernos llenos de gente y palabras sin uso. Cuando no hay tiempo de prender algún aparato, escribo en ellos. Después, los olvido".
FGL





Hermoso proyecto de Jesús Ortega:
"Reúno imágenes y reflexiones a propósito de los espacios de escritura de autores contemporáneos en lengua española. Narradores, poetas y ensayistas participan en el proyecto con un texto breve y una fotografía.
En Proyecto Escritorio convergen las poéticas del espacio".

(Para seguir leyendo y visitar el blog Proyecto escritorio, click en el título)

jueves, mayo 31, 2012

cuestión al paso



En el Arte contemporáneo, el hombre ha sido desplazado por las estructuras. Sin embargo, en literatura los experimentos por borrar al personaje no han sido muy interesantes. ¿Se puede escribir sin subjetividad?

martes, abril 17, 2012

Tradiciones posborgianas



:: FILBA ::

Fernanda García Lao, Oliverio Coelho y Federico Falco -con la moderación de Patricio Zunini- partieron de un ensayo de Roberto Bolaño para discutir acerca de las tradiciones posborgianas en la literatura argentina. El encuentro se desarrolló en el marco del festival Filba Nacional 2012, que transcurrió entre el 22 y el 25 de marzo en la ciudad de Bahía Blanca.

Desgrabación: PZ.

(Del blog de Eterna Cadencia, para leer la publicación original: click en el título)

En “Derivas de la pesada”, un ensayo que apareció publicado en forma póstuma en el volumen Entre paréntesis, Roberto Bolaño definía que la literatura argentina posborgiana podía dividirse en tres corrientes bien definidas, ninguna de ellas del todo satisfactoria: la que abre Osvaldo Soriano, la que involuntariamente nace con Roberto Arlt (propuesto por Ricardo Piglia) y la que inaugura Osvaldo Lamborghini y luego continúa César Aira. ¿Se confirman o cuestionan estos cánones en la narrativa contemporánea? Con este disparador, los escritores Oliverio Coelho, Fernanda García Lao y Federico Falco, moderados por Patricio Zunini, participaron del panel “Tradiciones posborgianas”, cuestionaron la clasificación esquemática y buscaron encontrarse en tradiciones mestizas que rompen los moldes impuestos desde la distancia de Barcelona.


*

¿Qué piensan de esta clasificación de Bolaño y cómo se sitúan ustedes ante estas tres vertientes?

Fernanda García Lao: Es raro discutir la literatura argentina vista por los ojos de Bolaño, alguien que ya no está. En algunas cosas coincido, sobre todo en el miedo que me produce Lamborghini. Lamborghini me parece como una pastilla de cianuro y lo puedo leer en cuentas gotas porque me resulta muy perturbador, pero además en exceso. Creo que Soriano, que ya tampoco está vigente, ha tenido más secuelas de las que nos gustaría admitir en la literatura argentina. Nadie se quiere parecer a Soriano, pero uno puede reconocer cierto territorio común en esta cosa del policial y del barrio que ha seguido rindiendo frutos. A todos nos parece más interesante, a lo mejor, ser arltianos. Por otro lado lo veo a Piglia tan distinto de Arlt que realmente esto de estetizar al humillado me parece una operación humillante. Piglia no me interesa y Arlt es el más vivo y vigente y convocante desde mi mirada y mi escritura, comparado con el resto. Por otro lado no está Copi, que para mí es rarísimo que no esté porque lo veo mucho más heredero de Arlt que Piglia, y a mí me falta Gombrowicz, que lo hemos leído todos como si fuera el tío polaco extraviado que le hizo mucho bien a la literatura argentina.

Federico Falco: El texto de Bolaño, creo, es un texto raro de por sí. En principio está haciendo una operación de mapeo de campo, pero desde un lugar que no es donde usualmente se hacen esos mapeos, que es el académico. Es un mapeo que viene más de lector, viene del placer de lector. Creo que es desde donde hablaba Bolaño usualmente. Lo que pasa es que es un poco más complejo pensar a Bolaño leyendo la literatura argentina desde Barcelona y mediada por una serie de situaciones. Creo que de alguna manera lo que está plasmando es más su propia pasión por una literatura que una cuestión de rigor científico para pensar una tradición o una literatura nacional. En algún punto hay muchos huecos y lugares de polémica en el artículo. Creo que también estaba consciente de esas polémicas. Particularmente entiendo por dónde va su planteo, pero también siento que hay zonas muy grandes que quedan totalmente olvidadas, que tal vez Bolaño no las conociera. Pienso, por ejemplo, que no aparece Copi, no hay ninguna referencia a Puig y no aparece Saer, que de alguna manera marcan el panorama de la literatura argentina. Esto siempre y cuando también estemos de acuerdo en pensar la muerte de Borges como un corte en la literatura, que tal vez no necesariamente sea así. Hay continuidades y zonas en las que de alguna manera se van solapando las cosas. Entonces mi primer acercamiento al artículo tiene que ver con pensarlo más como un gesto de escándalo, de tirar la piedra y propiciar este tipo de egos, este tipo de lugares donde discutamos esto a partir de su pasión como lector y también como un lugar de ausencias muy importantes. En algún punto, la inclusión de Soriano cuando el artículo se publica ya era una referencia que había quedado un tanto antigua. Pensar a Aira solamente como heredero de Lamborghini también es un poco arriesgado. Si bien hay una relación muy cercana de Aira como albacea de Lamborghini, él también desarrolla e introduce algo en la literatura argentina que Lamborghini no había hecho. Y también hay una situación un tanto extraña de pensar al Piglia académico que en algún momento rescata a Arlt con el Piglia escritor. Esa relación existe, pero no necesariamente está en la obra literaria de Piglia. Hay muchos corrimientos en el texto, muchas zonas de extrañeza.

Oliverio Coelho: Yo tuve la impresión de que Bolaño en realidad estaba trazando un mapa de la literatura argentina que mostraba sus limitaciones como lector de la esa literatura y que mostraba también cómo en España se gesta un canon paralelo. De alguna manera su posición, cuando escribe ese artículo, no es excéntrica. Es una posición central y eurocéntrica. De hecho toma escritores que se pueden serializar. Es una manera de neutralizar las distintas corrientes de la literatura argentina. La riqueza de la literatura argentina proviene de que es una constelación de estéticas singulares, y en esa serialización está operando como un académico o un pseudoacadémico. Coincide a veces con operaciones de la Academia acá, pero veo a Bolaño también como un ventrílocuo de escritores argentinos que viven allá y tienen su propia visión de la tradición literaria local. De ahí también proviene la grandeza de Bolaño que, según me contaron, organizaba sus propias tertulias. Bueno, él no pudo tener una visión cabal de ciertos autores; de ahí sus omisiones: Saer, Puig, Di Benedetto, Copi. Probablemente los conociera, pero en esa tertulia había voces que probablemente censuraran. Probablemente le dirían “Chejfec no” y entonces se perdía Chefjec. Hay autores que se ganan un prestigio negativo, y para ciertos lectores acá tienen un prestigio positivo. Nosotros leemos a Saer por las mismas razones que probablemente le dijeran que no leyera a Saer, nosotros lo leemos por eso. Son criterios de valoración que están muy claros en ese texto, como identificar a Soriano con el escritor entretenido. Son criterios de valoración muy compatibles con el sentido común: por eso no me parece un texto que sea provocador.  Creo que incluso Fogwill era más provocador.

Fernanda García Lao: Sobre todo que desde el título, con esto de “la pesada”, viene a instalar la idea periférica de un chileno de dinamitar el centro, que sería Buenos Aires y Borges, y nosotros desde adentro lo vivimos distinto. No sé si alguien se pone a escribir con la carga de Borges que se supone que tenemos. Creo que Borges es el abuelo de todos y no corremos ningún riesgo porque no somos la generación que tuvo que escribir en contra. Todos sabemos que está ahí, pero por ahí les resulta un mojón más significativo a otros países latinoamericanos. Es como a los colombianos con el estigma Macondo, pero realmente ahora no es ni un peso ni una carga. Me parece que Bolaño instituye la idea de la pesada como la literatura argentina que se lleva adelante al resto de las literaturas más chicas de Latinoamérica, pero es una idea muy caprichosa que tiene una vocación provocadora que no termina de cumplir en el texto. Se pone previsible.

¿Cuáles son los mecanismos de validación o legitimación de la literatura argentina en el exterior?

Oliverio Coelho: Son ilusiones ópticas, un mecanismo efímero que produce que de pronto Soriano aparezca incluido en este canon cuando acá ya casi no se leía, como decía Falco. Walsh, por ejemplo, no aparece nombrado en estas tres corrientes que Bolaño intuye y es un escritor legimitado acá. Creo que los mecanismos de legitimación también a largo plazo se establecen en un país. Saer no fue legitimado a través del mercado español. Probablemente haya legitimaciones momentáneas que puedan facilitar la vida material de un escritor, pero todo escritor sabe que es un espejismo. El trabajo se hace en relación a una lengua propia y con un paisaje que para muchos es argentino. Me llama la atención que haya escritores argentinos que pueden escribir novelas totalmente ambientadas en Europa sin que haya marcas de la argentinidad en el narrador, que logran una lengua neutra. Me parece que quizás ese es un escritor argentino que encuentra una legitimación amoldándose o mimetizándose con otro campo literario. Si hablamos del campo literario argentino, acá están los mecanismos de legitimación que son temporales. Ni siquiera podemos decir que vienen de la Academia, aunque a veces acierte.

Fernanda García Lao: Es muy aventurero ponerse a imaginar qué necesita un escritor argentino en Europa con la mirada de un español. Yo, que he vivido la mitad de mi vida allá, no tengo ni idea. Y no creo que uno escriba esperando en ser legitimado por la Corona. Además, en los últimos años a partir de la producción de blogs y de lectura cruzada con otros países latinoamericanos, ha empezado a fluir cierta dinámica muy latinoamericana que no está pendiente de lo que se espera del otro lado del charco, que es muy diferente. A mí me interesa más leer a un mexicano o que un mexicano me lea a mí, que un español. Y siento que hay alguna materia en común que me enlaza con otra locura. Desde España hay un intento normalizador y en eso estoy de acuerdo con Oliverio: no sé si te exigen que neutralices tu idioma para que se entienda, pero sí me ha pasado en alguna lectura que alguien se quejara porque no entendía el argot argentino.

Oliverio Coelho: Y nosotros no entendemos el español.

Fernanda García Lao: Y por las traducciones hechas en España hay autores que son directamente ilegibles. Pero la legitimidad es imprevisible y momentánea y afortunadamente se va moviendo. Y uno no piensa en eso: se sienta a escribir desde otro lugar.

Federico Falco: Una cosa es escribir y otra es el rol de ser escritor. Como si hubiera dos ambientes: el cuarto cerrado –por poner una imagen– cuando uno escribe, y el momento en que uno como escritor –y no necesariamente la obra– sale de ese cuarto y lo que pasa incluso con el cuerpo de uno jugando un rol social. Yo siempre digo que los escritores, en general, tenemos malas dotes sociales. En algún caso las legitimaciones provienen de ese don de gente, para llamarlo de alguna manera, y en otro caso provienen de circulaciones sumamente azarosas de las obras. O pueden provenir de coincidencias, que a veces uno hasta desearía que no existieran. Pero en algún momento uno está escribiendo cosas que a otra persona le interesan por alguna razón, aunque sea una razón equivocada. Creo que todo lo que sucede en ese afuera, en ese campo, son problemas de campo. Son problemas de sociología. Uno no lo puede manejar. En algunos casos no queda más que mirarlo asombrado. Desde un lugar extraño. Por otro lado, en la última década, lo que pasa con la irrupción de internet y los blogs genera una expansión muy grande del campo y la posibilidad, como decía Fernanda, de estar leyendo y de estar construyendo una tradición mucho más allá de la literatura argentina y de la que puede circular en la argentina. Y de encontrar afinidades, por ejemplo con la literatura boliviana, y decir “En Bolivia están pasando cosas buenísimas, increíbles, están pensando diferente” y yo me siento mucho más afín con lo que pasa en Bolivia o México que con lo que pasa en España. De gente que no llego a conocer personalmente y que simplemente leo su blog, twitter o facebook y me voy enterando qué están haciendo, qué están leyendo, cuáles son sus referencias. Hay una complejidad que es sumamente vital y que renueva muchísimo. Por otro lado eso hace que las cosas reboten y que uno pueda llegar a leer la literatura argentina a la luz de esas miradas de afuera y repensarla. En algún punto es lo que hace Bolaño. Pensemos el texto de Bolaño, pero también pensemos textos de determinados autores bolivianos o chilenos o mexicanos que leen la literatura argentina desde una distancia que muchas veces es sana. Una distancia que les permite poner cosas en cierto lugar, hacer relaciones totalmente nuevas que a uno, por estar tan metido en el problema, no se le hubieran ocurrido.

Hablando de esto, entonces: ¿cómo se adscribe a una tradición? ¿De qué manera piensan su obra en torno a una tradición? ¿Sienten que comparten un universo con otros escritores?

Oliverio Coelho
: Me cuesta pensar qué libros pueden estar en relación a una tradición. Seguramente lo estén, pero como escritor no puedo dar mi lectura. De hecho, a veces, me sorprenden las asociaciones en algunas reseñas. En cambio uno sí puede pensarse como lector de una tradición. Y las lecturas tal vez determinan cierto camino en la escritura. Volviendo a lo anterior, me quedé pensando en el caso de Levrero que fue súbitamente legitimado después de su muerte. Es un caso extraño, pero de alguna manera hecha luz sobre ese funcionamiento. Quizás ya estaba legitimado en Uruguay pero el que lo empezaran a publicar en España rebotó: se hizo más conocido. Aunque hay que decir que los lectores duros, voraces, ya lo conocían. Ellos no se necesitan estos rebotes, porque descubre a los escritores antes que el mercado. Y hay lectores generosos, que a la vez son escritores y están metidos en cierto entramado editorial, como Fogwill que, cuando descubrió a Levrero (que creo que lo descubrió a través de Aira), hizo lo posible para que lo publicaran en España.

Federico Falco: Ese caso es súper sintomático porque había una serie de novelas de Levrero publicadas en España a finales de los ochenta —una con prólogo de Muñoz Molina: evidentemente había una idea de mercado, de prologar por alguien consolidado en el mercado a un autor latinoamericano— que pasaron totalmente desapercibidas.

Fernanda García Lao: A Di Benedetto le pasó más o menos lo mismo: había publicado bastante en España y seguía siendo un desconocido. Y acá tampoco se lo leía demasiado. Yo tengo como un deber de evangelizadora con Zama. Además me resulta muy sintomático que en esa lista de Bolaño —y en todas las listas— no haya mujeres escritoras. No está Alejandra Pizarnik, por ejemplo. Pizarnik ha dejado una impronta increíble, todos le debemos ese surfeo por la locura. Me parece que la lista sigue siendo muy misógina. Coincido en que cuando uno escribe filtra y no está tan claro de dónde viene cada cosa. Hay un procedimiento azaroso, medio mágico, no tan racional. Disfruto leyendo a escritores que escriben diametralmente opuesto a mí, no necesito que me confirmen mi lugar. Por otro lado, sí puedo reconocer cierta familiaridad en el tono; me siento más cerca del escritor que busca más el lado b de la realidad que los grandes temas. No soy épica. Yo también me siento heredera de Felisberto. No sé si es tanto lo argentino, solamente: habría que hablar de lo rioplatense. Pero además yo me formé en España por lo que mis lecturas también fueron otras. No sé qué le debo a quién. La verdad a todos. También uno lee por antagonismo algunas cosas que sabe que no le van a gustar.

Federico Falco: En la idea de la tradición hay algo que tiene que ver con una idea muy positivista, con un progreso de genealogía. Hay que pensar las cosas de otro lugar: si bien uno piensa en las lecturas, hay muchísimas influencias del cine, de la música, del videoclip, de internet como medio de navegación o como formato. Todo eso está y en este momento es mucho más interesante —no sé si más correcto, pero sí más interesante— pensar a partir de estas hibridaciones y cruces de géneros y formas. Creo que pienso más en arte contemporáneo que en literatura contemporánea. Por un lado, por una cuestión profesional, pero también porque me parece más interesante lo que pasa en el arte contemporáneo que lo que pasa en la literatura contemporánea. Sin por ello desmerecer a la literatura contemporánea: por una cuestión de formatos, de velocidad. Algunas influencias vienen de ahí.

Fernanda García Lao: Cuando podés determinar con tanto detalle de dónde viene cada cosa terminás vos estereotipándote. Prefiero no saber tanto a qué adhiero. Cada libro, se supone, requiere de una ruta nueva. Podés hablar de lo que ya escribiste pero no de lo que se viene si estás atento a mantener el pulso activo. Si te convertís en un personaje que escribe de un modo tal que ya se instaló y entonces repite, esos mecanismos terminan yendo en contra de tu propia obra. A lo mejor salís en más revistas pero no merece la pena.

Federico Falco: Es como remontar la genealogía en el análisis. El síntoma te lleva a resolver situaciones, pero también desde un lugar sano es más complicado generar cosas. También tiene que ver con la idea de que muy en el fondo todos queremos ser originales, todos queremos no tener padres. Es mejor no pensarlo: dejarlo en la bruma.

Oliverio Coelho: Yo veo una instancia de fascinación e influencia casual. Hay un momento en que uno empieza a leer en cámara lenta, como si estudiara los libros pensando en situaciones que se van a plantear al momento de la escritura. Me pasa, por ejemplo, leyendo a Puig. Leo sus diálogos y empiezo a retroceder, los releo casi con lupa y así sorber el don. No para reproducirlos sino para contar con una reserva. Cuando en la escritura se planteen problemas van a ayudar mucho, están en la caja de herramientas. Lo mismo con pausas aireanas, que hacen una especie de cámara de aire que ayudan a detener la acción. Me pregunto las atmósferas de Onetti: cómo las tejió, qué palabras son puntales en esa atmósfera. De modo que hay un trabajo de hormiga que no justifica que uno se inscriba en una tradición, pero sí en una traición. Porque uno no lee del todo sumido en el placer.

Fernanda García Lao: Yo me dejo llevar.

Oliverio Coelho: Claro, pero ¿no te pasa de pronto que volvés a leer?

Fernanda García Lao: Sí, vuelvo sobre una palabra, le doy vueltas. Pero en realidad, a mí me sirve mucho mi propia vida como usina de creación. Como vengo mezcladita del teatro y de la dramaturgia, de la música y el periodismo, me gusta leer a dramaturgos y me gusta elaborar textos muy vitales que podrían ser dichos. Hay un afán de mantener cierta oralidad despierta y entonces yo leo más en sueño la obra de otros. Cuando hay que analizar algo porque un interés particular, me detengo, subrayo, avanzo o retrocedo. Pero no sé si voy en busca del mecanismo que me salve. Me quedo más alelada frente a esas apariciones que son como objetos de palabras que vienen con algo más. No soy muy cirujana plástica. No abro con un bisturí y veo. Me da miedo que se evapore.

Oliverio Coelho: En esa cirugía, lo que sucede es una alquimia: se transforma en poesía. Cuando leés con lupa empezás a leer poesía dentro de una novela. De pronto pasás veinte páginas a una velocidad inexplicable y te quedás flotando en una página durante veinte minutos.

Federico estuvo becado por la Universidad de Nueva York y allí –como alguna vez me contaste– descubrió la literatura latinoamericana. ¿Cómo fue ese encuentro?

Federico Falco: Primero es una cuestión de archivo, de base de datos. Mi encuentro con la literatura latinoamericana tiene que ver con un montón de desencuentros anteriores por no poder encontrar esos libros que en algunos casos conocía o había oído mencionar, pero no estaban. De pronto lo que tienen los norteamericanos es este gran archivo, esta gran base de datos, esta megabiblioteca donde está todo. Y lo que no está te lo consiguen en dos días. Eso, de pronto, abruma. Yo recuerdo el primer día que llegué a la biblioteca; pregunté cuántos libros podía sacar y me dijeron que 200 libros por tres meses [risas]. Iba en el metro con una caja y después no podés terminar leyendo todo eso. Fue una especie de avaricia, vas encontrando cosas y las vas sacando por las dudas. Pero es como dejar a un chico suelto en una venta de golosinas. Mi encuentro fue ese, básicamente de mucha lectura, de ir rellenando huecos que habían quedado porque no tenía acceso a esos libros. Uno va leyendo con cierto programa, pero también ese programa va derivando hacia otras cosas, intereses. Es paradójico. Creo que pasa lo mismo, de alguna manera, Estados Unidos y España funcionan como la pared de rebote de la pelotita de pingpong. En Estados Unidos uno encuentra todo, y con España también pasa que si de pronto querés leer a un chileno, la única forma es que el libro haya pasado por Barcelona y llegue a Argentina vía España. Ese tipo de cosas extrañas tiene que ver con tabiques, con cortes de latinoamérica. Bolivia es un país que está bastante cerca de Córdoba y de pronto descubrí la literatura boliviana allá; antes no llegaba a percibir, hay que irse súper lejos para descubrir a esos autores.

Oliverio Coelho: Me quedé pensando en lo anterior sobre  la traición: ese momento de traición de la lectura, cuando traicionás a un texto y encontrás la epifanía. En realidad produce una acumulación estética que va a parar a la caja de herramientas o de predilecciones, cada uno puede llamarla de cualquier manera, y eso determina el rumbo de una escritura. Más allá de una tradición de autores: una traición en la lectura. Y por ahí es un tipo de lectura que no genera cantidad, sino que está enfocada en la intensidad que aparece en ciertos textos. Hay escritores que gradúan muy bien la intensidad y los leés a un ritmo regular. Volviendo a lo posterior, el único país en donde pasé largas temporadas, o lo suficientemente largas como para conocer otras literaturas, fue Korea. Y ahí tuve la oportunidad de leer a varios escritores (incluso japoneses) en inglés. De algún modo la lectura de literatura coreana afectó mi universo literario. Ahora cuando escribo cuentos encuentro que me resulta más fácil ambientar un relato con un personaje coreano, o que tenga relación con Oriente. No me pasa en las novelas, pero en los cuentos breves elijo personajes coreanos. Tal vez eso funde un capricho y un capricho es una tradición. Escribí un artículo de literatura coreana en Perfil hace dos semanas. Tiene el mismo grado de arbitrariedad que puede tener Bolaño escribiendo sobre literatura argentina en España. Cuando leí ese artículo entendí perfectamente cómo uno genera omisiones circulando por tertulias y dejándose asesorar por escritores que cuando se emborrachan son injustos [risas].

Fernanda, ¿cómo es tu caso con la literatura latinoamericana? Hace poco estuviste en México y allí conociste a Daniela Tarazona.

Fernanda García Lao: En realidad la conocí porque iba a publicar acá. Leí su libro, me resultó muy interesante, le mandé unas preguntas para mi blog y cuando llegué a México ya sabía quién era. Me pasó que llegué tarde a la literatura latinoamericana porque empecé a leer en España desde chiquita y entonces mis lecturas eran otras. Lo que llegaba eran típicos libros de exiliados. Entonces era pura omisión, la biblioteca de mis papás tenía libros más viejos porque nos quedamos como a la distancia de lo que se estaba produciendo acá o de lo que uno imaginaba que estaba pasando acá. Cuando vivís en el exilio imaginás un país que no existe, que es el que dejaste y se convierte en tu ficción. Cuando regresé realmente en el 93, después de algunas ideas y vueltas, era todo sorpresa. Todo era nuevo. La literatura argentina había crecido y se había multiplicado. Por otro lado a Di Benedetto, que era un personaje de mi familia, una visita habitual en mi casa al que nunca había leído, lo conocí acá cuando él ya había muerto. Entonces hay un corrimiento de tiempo y yo ya estoy acostumbrada a operar así, llenando vacíos y creando otros nuevos. La literatura te espera, eso es algo que me parece muy interesante. Yo, viniendo del teatro, tenía que poner el cuerpo, era muy importante la presencia del otro en la oscuridad y la reacción. Acá me asombra cómo todo el tiempo el libro existe sin mí, que no soy yo. Leyendo me pasa lo mismo. Con un autor me pasa lo mismo. Un autor me lleva a otro y así voy saltando sin seguir un sistema. Desde México se conoce la literatura más convencional de Argentina, pero ahora están llegando otros nombres. Desde la aparición de las editoriales independientes ha habido otra difusión que de algún modo nos ha salvado de la trituradora. No tenés que vender cifras astronómicas para seguir existiendo. Uno puede conseguir otros libros que no se hubieran publicado jamás. En España se sigue pensando de modo antiguo. No se arriesga demasiado por nuevas voces, aunque yo sé que las hay. Lo que llega de España es muy feo, en general. Pero es otra forma de leer y otra forma de comprender el mundo. Compartimos un lenguaje y muy poco más. Lo que tuvo de bueno estar allá es que me permitió leer otra literatura más europea y, por ejemplo, no leí a ningún norteamericano. Pero es una cuestión más anarquista mía y me estaba perdiendo grandes cosas. También llegué a Faulkner tarde (si es que hay un tarde o temprano).

domingo, noviembre 27, 2011

en el aire

Cabeza vuela a Panama
Opera en las nubes
   el aire 
como un pulmón 
soplando en el oído
Abajo, el Amazonas.
Arriba, mis pies como gotas de sangre

Arrinconado en su asiento
Un tipo reza
o se lastima
Tal vez el amor lo dejó
Escucho esas palabras de otro
Como si  fueran mías
A veces no distingo 
Mi cabeza 
de la de los demás
Siento una oración
Un Rio tibio que lleva 
El pulso ajeno
Hacia ninguna parte
    Ella no nos quiere
Abejorro inyecta 
su pequeña muerte.

Yo duermo, él desaparece.

El silencio apaga
Mi mente
Huyo hacia las palabras
  pequeñas grageas
De eternidad
Aterrizar o quedar en la nube
No recuerdo cómo
Era antes
El pasado me come
la línea  de tiempo
está quebrada
Sucedo siempre
A la vez.

Una nube flaca va en dirección contraria
Al avión
Seguida por otras más oscuras
Criminales
Como tiburones que se desarman
Escala en Panama
El tiempo juega a devorarse
La cola
Los minutos se mueven hacia atrás
Y yo me quedo quieta
Veo
Pasar a la manada
Selva colorida en movimiento
Y no puedo evitar la risa
Mi cara en el espejo

Un nuevo avión conmigo
adentro, avanza
Lo que seré
Me recibirá
 y no diré
Cómo has estado
Atravieso la noche
Con el llanto de un niño
Por la ventanilla el cielo negro
Se confunde con la tierra
Ahora el nene grita
Su pulmón tiene  la potencia
De un torbellino
Escribo
Para no escucharlo
Los dos inútiles 
Que lo acompañan 
no son capaces de Hacerlo feliz
Pasean los gritos
Por mis neuronas 
Alteradas
Y se alojan
En algún lugar imposible
De mi cerebro
El pasillo absorbe
Al niño
Pero temo que no sea
Lo suficientemente largo.

El tipo de la oración 
ahora está adelante
o atrás
no lo distingo

viernes, marzo 25, 2011

tres pretéritas fernandas

Hace un mes: felicidad botánica















A los 20: desconfianza cósmica.















Al principio: tensión de recién llegada.

viernes, octubre 22, 2010

Gabriel Báñez seleccionado al Prix Yourcenar 2011

Los libros que aspiran al Premio:

Ru /Kin Thuy – Ed. Liliana Levi

Zola Jackson /Gilles Leroy – Ed. Mercure de France

Nagasaki /Eric Faye – Ed. Stock

Comment peut-on être français /Chahdortt Djavann. Ed. J’ai lu

Des éclairs / Echenoz – Ed. minuit

L’insomnie des étoiles / Dugain – Ed. Gallimard

Parle mon fils, parle à ta mère / L. Sebbar. Ed. T. Magnier

Les enfants disparaissent / Banez / Ed. la dernière goutte

Intermittences/C. Levi / Ed. Tristram

miércoles, septiembre 22, 2010

el placer del texto

Me presentan un texto, ese texto me aburre, se diría que murmura. El murmullo del texto es nada más que esa espuma del lenguaje que se forma bajo el efecto de una simple necesidad de escritura (...) el escriba toma un lenguaje de bebé glotón: imperativo, automático, sin efecto, una mínima confusión de clics (esos fonemas lácteos): son los movimientos de una succión sin objeto, de una indiferenciada oralidad separada de aquella que produce los placeres de la gastrosofía y del lenguaje.

El texto que usted escribe debe probarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los goces del lenguaje, su kamasutra.
Roland Barthes

sábado, agosto 14, 2010

poetas argentinos



Germán Arens colecciona poetas en su blog.
Tres criaturas mías se muestran.
Click en el título para leer.

viernes, julio 30, 2010

Aira y la sumisión



"Sea como sea, ¿qué hace sumisa o insumisa a una lectora? (Mantengo el femenino para seguir dentro del cuadro.) La sumisión de la lectora, o su insumisión, se refiere a su entrega a lo que lee. A la “suspensión momentánea de la incredulidad”, según la célebre fórmula de Coleridge. La lectora se olvida de sí misma, y vive vicariamente la vida que le propone el autor del libro. La lectora sumisa de Magritte ha puesto cara de horror como si tuviera un monstruo frente a ella, cuando solo tiene un libro. En el libro debe de haber un monstruo; la realidad se ha suspendido (la realidad es básicamente incredulidad) y es remplazada por la lectura..."

Ensayo de César Aira en la Revista El Malpensante.
Para leer completo, click en el título.
Imagen: La lectora sumisa, de Magritte (1928)

martes, julio 06, 2010

escribir

"Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.
¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor".
Clarice Lispector

"Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.
No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico".
Felisberto Hernández

"Sencillamente me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales, que son la inundación y el fuego, con una motivación natural simple que le diera dirección a su desarrollo. Pero cuando la técnica no interviene, escribir es también más fácil en otro sentido. Porque en mi caso siempre hay un punto en el libro en el que los propios personajes se levantan y toman el mando y completan el trabajo".
William Faulkner sobre Mientras agonizo.

"Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder".
Borges

lunes, junio 28, 2010

Cortázar postal


"Lo atroz de B.A. es que es materia mucho más intelectual que estética, y apresura ese horrendo proceso de cristalización de un hombre. Por eso los argentinos son gente de tanto "carácter" (!), de tanta "personalidad" -repertorios de ideas definitivamente fijas, cuajadas, sin movimiento posible. Todo el mundo tiene allí su opinión sobre las cosas, pero coincidirás conmigo en que basta opinar sobre una cosa para, en el mismo acto, dejar de verla".

París, 24 de febrero de 1952
Cartas a los Jonquieres

Taller en Billar de Letras: Inventario (im)personal

CURSO DE NARRATIVA INTERNACIONAL Comienza con: Fernanda García Lao (Argentina) Inventario (im)personal: Narrar desde los objetos. Memori...