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viernes, junio 20, 2014

La clé des Langues

Fernanda García Lao - SDL 2014

Lors du Salon du Livre de Paris (mars 2014), Caroline Bojarski a rencontré Fernanda García Lao, à propos de son roman La Peau dure (La piel dura).


Para ver el video de la entrevista, click en el título.

sábado, junio 18, 2011

“El humor me permite ser terrible"

libros!
La piel dura
Fernanda García Lao
El Cuenco de Plata
160 páginas
$ 59

Foto de Juana Ghersa

VOS.com.ar
La voz del Interior
Gustavo Pablos
gpablos@lavozdelinterior.com.ar

“Ya sé por qué la actuación no termina de ser una profesión para mí, me entrego tanto
que mi cuerpo no entiende si hay realidad o no”. Con esta micro-reflexión, dispersa como muchas otras a lo largo de la novela, la protagonista parece pulsar la tecla que mejor expresa su condición y sus cambios de estado. Con más de 30 años, un hijo adolescente y un trabajo que no le agrada,Violeta intenta diseñar un futuro de actriz ensayando en la obra teatral que dirige su maestro y en una de su propia
cosecha, así como también pasando regularmente por castings de televisión que le demandan una presencia y una forma de representación que no desea o no puede cubrir.
Pero, antes que nada, Violeta es una mujer que parece haber perdido el rumbo, e incluso ese sentido -quizás común- que advierte sobre la presencia de un rumbo posible y deseable y cuán lejos o cerca se está de él. “A veces siento miedo de mis ideas y quisiera sermás inocua. No soporto mi necesidad de meter el dedo en la llaga. Pero si no lo hago, me estalla la conciencia”, dice la protagonista en otro pasaje de esta narración que va siempre hacia delante, sin dilaciones,con la aceleración propia de quien es tomado por el vértigo de su propia vida.
En La piel dura, Fernanda García Lao continúa con las preocupaciones que plasmara
en sus dos anteriores libros de narrativa, Muerta de hambre y La perfecta otra cosa,
y cuyo eje es la obsesión por el cuerpo, la sensación de extrañamiento y de falta de control.
Mientras que la escritura, a su vez, se expande en un registro paródico,humorístico, más bien “negro”, entre despiadado y autocompasivo. “Escribir con humor me permite ser terrible, sin que se note tanto”, señala la autora.
En la primera parte de la novela, la narración construye un mundo que progresa de a
pinceladas y toques de humor que compensan la percepción de abandono y caída progresiva de la protagonista, una caída que despierta en el lector la esperanza de una redención y de que, finalmente, cese la fatalidad y las cosas se organicen
bajo un orden diferente.

El cuerpo
es una de
las obsesiones
en la narrativa
de Fernanda
García Lao.

La novela parece seguir algunos postulados de la comedia (más que nada de la televisiva,aunque los códigos de éstas puedan parecer lejanos a los de la ficción literaria), como el que señala que cada personaje únicamente debe mostrar interés por su íntimo, demencial universo interior, y que el relato del dolor ajeno sólo
deber ser una plataforma de despegue para el relato propio, el cual raramente implicará la comprensión del otro. Al menos es lo que sucede cuando Violeta circula por el espacio del teatro, o por el de su grupo de amigas, o por el del casting
publicitario (en el caso de este último su conclusión será impiadosa: “Ellos saben. Por eso no me llaman. Doy rara. Mis conocimientos teatrales conspiran en mi contra. El ojo impúdico de la cámara desea gente liviana y a medio hacer.Gente sin amenazas subterráneas. Superficies bellas, pulibles. Todo lo que no soy, ni seré nunca. Mis pupilas son dos acorazados. Estoy en guerra”).

"Imaginar una
mano ajena en
el cuerpo era
una idea potente
para escribir,
sobre todo para
una protagonista
que es actriz".

A partir de la segunda parte, la novela gira hacia una forma detectivesca que comienza con una desafortunada circunstancia: Violeta tiene un accidente en una de sus manos, ésta se agrava progresivamente,deben amputársela e injertarle otra de una donante anónima. Poco después de la operación, la mano injertada comienza a tener autonomía y los episodios que sobrevendrán estarán atravesados por los caprichos y las intuiciones de su nueva “compañía”,a la que rápidamente, entre el asombro y la familiaridad, le atribuirá una serie de apodos que ratifican tanto la necesidad de apropiación como de extrañeza que le produce: Mano, Compatible, Ella.
Uno de esos caprichos consiste en seguir y llegar a conocer a Osvaldo Vitale, el nuevo gerente de programación de TeleFiction, quien la convoca a participar, con unos bocadillos muy fugaces, en la grabación de una telenovela. Desde ese episodio se produce un giro imprevisto, y la historia progresa y salta de una peripecia
a otra en una trama de ribetes detectivescos, atravesada por el malentendido y el absurdo,hasta desembocar en un final inesperado. “Decidí trabajar la novela como un
cuerpo lleno de cortes y agregados, un texto impuro, construido por acumulación. Me
gusta que cada novela tenga la estructura que se merece”,afirma.

Fuera de control
“Tenía muchos apuntes previos cuando sufrí un accidente doméstico en la mano derecha
–señala Fernanda García Lao sobre los comienzos de la historia–. Hice rehabilitación durante algunos meses y temí no quedar como al principio. Tuve que escribir con la izquierda y sentí que el cambio era interesante”.
Además de esa “dificultad caligráfica”, comenta que la situación le producía una especie de “desconcierto muy estimulante”: “Imaginar una mano ajena en el cuerpo era una idea potente para escribir, sobre todo para una protagonista que es actriz”.
Para la autora la idea de “mutilar” parte de su instrumento y ver qué “nuevas tragedias la aguardaban” se traducía en algo “muy tentador”.
“Por otro lado, el injerto y la literatura son hermanos desde Mary Shelley”, afirma.
Violeta circula por el ambiente teatral, el de la televisión, los grupos de autoayuda. La reflexión crítica va en diversas direcciones, tanto hacia
el ambiente más alternativo del teatro como al más corporativo de la industria televisiva, pero no se detiene en esos aspectos sino que más bien los atraviesa y los convierte sólo en momentos de un cuerpo y una conciencia que no puede frenar y recuperarse de su naufragio.
“He estado relacionada a lo teatral desde los 16 años, y tenía interés en escribir acerca de ese mundo desde un lugar incómodo porque la de actor es una profesión difícil, castigada e incomprendida ya que requiere elevadas dosis de resistencia
personal y de creencia”, sostiene. Y añade: “No quería escribir sobre el éxito,
sino centrarme en las dificultades, que son en definitiva, el terreno más común. Por uno que trasciende, cien quedan en el camino. Por otro lado, el absurdo es uno de mis terrenos preferidos y en este ambiente,como también en la televisión y en los grupos de autoayuda, una constante”.
En la narrativa de García Lao aparece la preocupación por el cuerpo, y en este caso
se da a través del injerto que deben ponerle a la actriz por haber perdido su mano, pero también a través de otros personajes que han sufrido alguna mutilación o a los que les han injertado algo.
En Violeta los movimientos casi autónomos de su mano parecen indicarle que “el cuerpo
es otro”, algo que de una u otra forma los actores saben que sucede en el momento de la actuación.
“En primer lugar, me atraía la idea de ser manejada por otro, otro que no es sino
una presunción. Esa es la base de lo teatral –reflexiona la autora–. Violeta supone que la mano injertada tiene conciencia y que merece la pena seguir los indicios, el nuevo rumbo que señala”.
También asegura que “las hipótesis de acción” se construyen en ese “malentendido”.
Pretender que otro nos salve es una parte inquietante del ser nacional.

"Esperar
que te rescaten
del fracaso es
extremadamente
argentino".

lunes, mayo 16, 2011

Pánico escénico

RADAR, Página 12
Domingo, 24 de abril de 2011


De la burla y el humor iniciales, la historia de una artista under que tiene miedo a la vida irá girando hacia una versión del género fantástico donde todo lo insólito es posible.
Por Alejandro Soifer



Lo primero que se entera el lector de la nueva novela de Fernanda García Lao es que a su narradora, Violeta, la vida –su vida– le da miedo. Como declaración de principios en una primera oración, no puede decirse que no haya quedado hecha ya una advertencia severa sobre lo que vendrá. No digamos exactamente “terror”, sino una narración acelerada que se desarrollará a lomo de una prosa disparatada.

Violeta, empleada de comercio, treintañera con un hijo adolescente insoportable, actriz de teatro off en busca de una oportunidad para lucirse y trascender arriba de las tablas, comienza el relato sintiéndose saturada por el intento de suicidio de un compañero de la obra que ensaya. Pero no sólo será esto lo que la supere sino, toda la serie de circunstancias que hacen de su vida cotidiana un émulo de ama de casa del under desesperada. En un comienzo, el relato planteará un escenario plagado de gags irónicos acerca de tópicos como el ambiente del teatro independiente (algo de lo que la autora puede presumir conocimiento, ya que se dedica también a la dramaturgia) y la pretenciosidad snob, visible en gestos, ideas, guiones ridículos y afectaciones de dicha escena, así como la desesperación por conseguir un lugar en el mundo de la TV a costa de someterse a diversas humillaciones. Durante estos primeros capítulos la novela aparece construida como una especie de parodia sutil en la que aquello que suena exagerado o ridículo es pecado plausible (y común) en el ambiente en el que se desplaza la narradora. “La obra va mal. Siempre falta alguien y, cuando están todos, alguno tiene una crisis de identidad o de histeria”, se queja, por ejemplo, atacando una sensibilidad demasiado afecta a la inestabilidad emocional.

El vuelco en la trama se produce cuando lo insólito empieza a orillar lo fantástico: un accidente con una persiana en una de sus manos terminará mal. Un epígrafe de Copi introduce el corte del clima de la narración festiva (dice: “No estoy moribunda. Tengo la piel dura”), al tiempo que introducirá también el corte de esa mano y el injerto de otra, de una donante anónima. A partir de este momento, la novela empezará a deambular una trama que poco a poco se irá corriendo hacia una especie de policial con pizcas fantásticas y oníricas, donde lo festivo de lo ridículo queda un tanto opacado (sobrevive en pequeños momentos, como en la relación amor/odio de esta nueva mujer-mano con un muchacho llamado Fermento Mur, nombre que podemos pensar luego como FeMur) en un acople de las partes de la novela que también se lee como injerto. Este emparche nos remite al armado de un escenario interesante para encontrarnos después con la dificultad para poner a los actores a hacer una obra coherente. Pero ese emparche, ese injerto de personajes, situaciones y desarrollo narrativo, no deja de ser, en sí misma, una reflexión más acerca de los modos de producción de ciertas formas estéticas.

También la mano injertada asumirá vida propia en la voz de la narradora que la muestra como un elemento que decide por sí mismo, ajeno a su voluntad. Esa mano (esa piel propia y ajena al mismo tiempo) que irá infiltrándose como un huésped que toma control de su anfitrión, será denominada por la narradora de distintos modos siempre ajenos a ella misma (Compatible, Injerto, Mano, Ella, Elizabeth, entre otros), que a su vez hacen recordar al famoso “Dedos” de Los Locos Addams. Como en esa serie, hay en esa mano cierta tendencia inocentona al mal y al humor negro que llevará a la narradora hacia una alucinada búsqueda de una venganza ajena. Como una alquimista del delirio, García Lao termina llevando la novela a un punto final sólo porque lo exige la convención novelística. A pesar de lo cual el propio mecanismo de construcción del relato por costuras va dejando algunos hilos de sutura sueltos. Posiblemente, de modo intencional.

domingo, mayo 01, 2011

Hipérboles de la vida manca


Santa Fe | Domingo 01 de mayo de 2011 | 17:32 hs T: 16° H: 66% - Clima extendido Artes y Letras
Edición del Sábado 30 de abril de 2011



Por Nilda Somer
“La piel dura”, de Fernanda García Lao. El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2011.


Violeta, la narradora y protagonista de La piel dura es una mujer nerviosa, acosada, desgraciada y maldiestra, al punto de perder su mano y conseguir otra que aumentará los percances de su vertiginosa vida. Ampliando el registro del humor exacerbado que Fernanda García Lao había ya dado muestras en sus novelas anteriores (Muerta de hambre y La perfecta otra cosa, ambas publicadas también por El Cuenco de Plata), en esta novela se suceden y acumulan situaciones y personajes desopilantes.

El humor de Fernanda García Lao es siempre mucho más que el regocijo supercolorinche kitsch de las remanidas exageraciones comunes a los frívolos copiones de los filmes de Almodóvar, o de las fotos de Pierre et Gilles, o de las superfabulaciones literarias de Copi. El regocijo de Fernanda García Lao brota de dolorosos terrenos de la neurastenia, de los recovecos dramáticos de lo neurótico y entre los pasadizos tétricos de las necrópolis. Sobre todo en esta novela, donde necrosis y cadaverina salpican como purpurina los rostros de sus protagonistas y comparsas.

Citar cualquier párrafo podría ejemplificar el juego de acumulación con que cada frase se diría que rivaliza y pelea por tapar y ganar en desgracia y malestar a la anterior, en ganarle en hipérbole, en conduelo, en claridad descarnada. Así, la obertura: “Mi vida me da miedo. Hace días que no me llama nadie. Discutí con todas mis amigas, no se salvó ni una. La última fue Analía. Las espanté como quien barre el jardín. Las hojas secas contra el rastrillo”.

O: “Tengo muy hinchada la mano, pero como no pago la cobertura médica desde hace mucho, me dieron de baja. Y encima debo cinco meses. Tampoco voy a pisar un hospital público. Los odio. Mi padre entró enfermo y salió archivado al más allá”.

O: “Nelly se había hecho unos labios de silicona casera que le inyectaba una vecina. Y quedó tan hermosa que hasta pensó en dedicarse a la actuación. Pero dos semanas más tarde empezó a encontrar manchas de grasa sobre las sábanas blancas. La cosa se derramaba por ahí y tuvo que hacerse un parchecito, a juego con el disparate. Su cara se deformó definitivamente una tarde mientras preparaba unos pespuntes. Un chorro desgarró sus labios cayendo sobre la máquina de coser encendida. El líquido feroz provocó un corte. Murió en el acto”.

El resultado, sí, es un refinado regocijo para el lector.

jueves, abril 28, 2011

domingo, abril 17, 2011

Omar Genovese reseña La piel dura

Fernanda García Lao
160 páginas
El Cuenco de Plata
2011




Pensar la página como piel que encierra al organismo es algo ingenioso. Pero escribir como si esa piel moldeara el tiempo por sobre cualquier marca en un almanaque, es rasgo de madurez intelectual. Si a ello agregamos un minucioso estudio de los tópicos del personaje principal, el hallazgo de una voz que atraviesa el texto con anotaciones de alto valor poético como cortes en esas acciones externas que intervienen la vida de Violeta, y una anécdota que balbucea algo aterrador hasta arrastrar al lector con un estilo al límite de la respiración agitada en el malentendido, ahí tenemos una novela que reclama sobre sí. Dice mucho más, entonces: que la estructura teatral de los primeros capítulos hilvanan un universo femenino de complejidad sutil, que la voz de Violeta se sacude de clishés lineales en pos de un deseo secreto, violado por la intervención de un implante forzoso. Ella tendrá una mano ajena, que pensará, actuará con temible independencia, invadiendo el tiempo personal, haciendo que la piel exista y mute de otra forma, hasta hacerse de todo el ser. En términos filosóficos, Fernanda García Lao agita el fantasma de un temor primitivo: ser invadido por el engendro de otro, que nos terminará poseyendo. La piel dura tiene origen en el cine, y tal vez la película más referencial sea The Beast with Five Fingers (1946), Robert Florey, con Peter Lorre, donde la mano de un pianista muerto toma venganza con independencia física y con el criterio de su dueño. Imagino a la autora frente al televisor blanco y negro, cuando niña, sorprendida ante un género de terror plagado de inocencias. Esta novela ingresa en un espacio de privilegio, donde la literatura argentina contemporánea pregunta por el cuerpo, junto con La cisura de Rolando de Báñez y El corazón de Doli de Nielsen.



Publicado en el Suplemento Cultura, Diario Perfil, 17-04-2011

Taller en Billar de Letras: Inventario (im)personal

CURSO DE NARRATIVA INTERNACIONAL Comienza con: Fernanda García Lao (Argentina) Inventario (im)personal: Narrar desde los objetos. Memori...