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martes, junio 03, 2025

Universos en colisión

Cuentos
Teoría del tacto
Fernanda García Lao - (Candaya - Barcelona)
Cuentos breves que parecen entramarse de modo incoherente. Relatos fragmentados, incisivos, por instantes armados como especie de cortos consecutivos.
Al principio, un brevísimo microrrelato funciona conceptualmente, abstrayendo ideas de la autora sobre su escritura y las palabras: Ver es cálculo. El sonido, sugestión. Las palabras están crudas. Si las pruebo, ¿me enveneno?
La escritora trabaja en los bordes de eso que ve, pero, además, de lo que escucha en un ida y vuelta de afuera hacia adentro de sí. Su modo de procesarlo es mediante palabras que se pueden tornar una amenaza; que desgranan toxicidad tanto para quien las escribe como para quien las lee.
En “La gracia del mundo” hay un manifiesto de lo que puede ser un libro: ¿una lectura genera temor, puede matar? La escritura misma tiene que provocar, no hay límites precisos. A lo largo del recorrido de los cuentos aparecen estas percepciones sobre el proceso de escritura, la forma en los textos es importante, y a partir de ella se va soltando el contenido, siempre desde un ‘yo’ con presencia muy marcada, que puede o no, tener elementos autobiográficos. Esa carga gramatical hace que las historias potencien la fuerza de la voz que busca llegar al fondo de las causas, lo profundo visto desde la superficie.
Son historias de muertes: el padre, sus ausencias; la madre, los vínculos maternos, la soledad, miedos, resistencias, desarraigos, delirios, abortos, con puesta en el cuerpo; hasta lo escatológico y tremebundo como en “Gaviota en mi lugar”.
En “Réplicas” el sadismo del personaje hace miles de repeticiones del cuerpo femenino. “Vientres en alquiler”, complejidad de relaciones homosexuales, con mamás que no pueden “ser de verdad” ni entregarse con sus senos a la alimentación de sus hijos. Ciertas perversidades que causan los mismos personajes para con ellos y con otros porque “el mundo es una trampa donde caen cada vez”. El pasado como pesadilla en la “Cajonera”, de patas con garras, habitación oscura; el objeto se desliza sobre ella, bordeando el fantástico: “la casa entera como un mal sueño”. En “Las crueles” unos lirios traídos de Francia van “colonizando la casa, metáfora de una clase doméstica que se adueña de un patrimonio, recuerda a textos de Cortázar, sobre todo, la crueldad de Silvina Ocampo.
Teoría del tacto, texto punzante, surge en la pandemia “cuando tocarse y ser tocado era una amenaza”, recuerda su autora. Narrativa de la perturbación, potente, que se torna rugosa por sus “rarezas”.
Perfil Fernanda García Lao, escritora, dramaturga, argentino-española (Mendoza, 1966) que se fue al exilio con su familia durante la última dictadura. Ha recibido, entre otros, el premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el tercer premio Cortázar por La perfecta otra cosa, y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Publicó novelas como La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula, Nación vacuna y Sulfuro; los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo y El tormento más puro.
© LA GACETA
LILIANA MASSARA

lunes, enero 27, 2025

Una Teoría del tacto y la descarnación humana

Revista Aullido
Escribe | David Marroquí Newell
Teoría del tacto. Fernanda García Lao. Editorial Candaya. Revista Aullido, Literatura y Poesía.
Editorial: Candaya (2023) Nº de páginas: 128 ISBN: 978-84-18504-64-8 Autora: Fernanda García Lao Idioma original: Castellano
El mundo nunca fue ingenuo. Uno nace y se incorpora a un asunto cruel, en movimiento. Hay que correr para subir o atajar los golpes. Saber caer.
Correr, atajar los golpes, que casi siempre son inesperados, inatajables, o tal vez nos dejamos recibirlos, muchas veces porque pensamos que los merecemos. Saber caer, por supuesto; y saber levantarse para acabar, probablemente, cayendo de nuevo por otro golpe, a veces, el mismo que no pudimos atajar la primera vez y que la segunda, tampoco. Es la rueda de la vida. Uno llega a ella in media res y se marchará de la misma forma. Mientras tanto, mientras la vida de cada uno de nosotros acontece, acontece la de los demás, condenados a entendernos y obligados a llevarnos.
Teoría del tacto (Candaya, 2023) es una obra que, aviso a navegantes, no contiene aguas tranquilas. Pese a la brevedad de los relatos que componen la obra —son unos veintinueve relatos de los cuales el más extenso «Mis dos hemisferios» tiene siete páginas y media, probablemente el doble que el segundo más largo— no se presta para una lectura continuada. Cada relato es una arremetida de la que hay que saber levantarse para recibir la siguiente, tal y como les pasa a los personajes de cada historia, que a duras penas se arrastran para continuar.
Fernanda García Lao abre una puerta hacia una oscura habitación, enciende una linterna y, alumbrando sus rincones, nos presenta uno a uno aquellos monstruos escondidos en la trastienda que tanto avergüenzan a la humanidad. El drama de ser humanos recorre con nosotros cada página que pasamos de Teoría del tacto y esto hay que hacerlo de a poco, masticando bien cada relato y que no se nos atragante el horror y el absurdo humano.
Hija del periodista y escritor Ambrosio García Lao, Fernanda ha estado cerca de la cultura desde muy joven. A los diez años se tuvo que marchar junto con su familia de Buenos Aires a consecuencia de la dictadura para acabar recalando en Madrid, donde cursaría sus estudios desde la primaria. Volvería más tarde a Buenos Aires, donde se formaría en artes escénicas y se dedicaría al teatro tanto allí como en Madrid. Es una escritora que se ha movido entre las dos orillas del Atlántico y es algo que retrata muy bien en el relato «Mis dos hemisferios», el cuento que cierra Teoría del tacto y en el que se ve claramente la impronta autobiográfica de la autora y un ancla perfecta para cerrar la obra. También podemos apreciar su pertenencia a distintos lugares en las localizaciones de sus relatos, que van oscilando entre España y diferentes lugares de Latinoamérica.
Mis padres resuelven no vender el departamento, dejar todo como está. Por si acaso. Dudan de conseguir empleo en un lugar donde nadie los conoce. Hasta las toallas en el toallero, es la consigna.
La emigración es algo que aparece en otros relatos, como por ejemplo en «Las crueles», uno de esos relatos del libro que tiene un corte más surrealista. Y es que los relatos utilizan un lenguaje poético, de corte surrealista en muchas ocasiones, añadiendo capas de significado a los temas que atañe. Estos temas, como ya he mencionado anteriormente, son temas oscuros dentro de la psiqué humana. Si no son el tema principal de la obra, sí que permean las historias de manera transcendental.
Transversalmente, sin lugar a dudas, tenemos la soledad y la búsqueda de identidad. Los personajes de Teoría del tacto son personajes que sufren de desamparo, estén o no cercanos a seres queridos, pero en su interior sufren un alejamiento que los aísla. Hay mucho de incomunicación entre ellos y las relaciones humanas frustradas es uno de los ejes vertebradores de la obra. No importa que pueda haber o haya habido amor, ese amor puede no ser algo bueno o positivo, un amor condicional o un amor mal entendido.
El vacío es prácticamente un personaje más del libro. Siendo los relatos independientes entre sí, se podría decir que es el único personaje que aparece en todos ellos y, por tanto, el protagonista de Teoría del tacto. La propia palabra «vacío» o palabras sucedáneas aparecen en casi la totalidad de la obra, y de no aparecer, se intuye su fantasmal presencia que siendo despojo, a todo despoja. Tengo mis dudas de esta presencia, por ejemplo, en «Titanio», donde hay una ausencia velada, pero ese vacío es mitigado por una nueva vida; y en «Segundo acto», un relato (no el único) que se sale de la tónica más general del libro.
Toda una vida con una mujer para pensar en otra. Cincuenta y tres años con sus respectivos amaneceres desperdiciados junto a la que fue mi señora. Un instante con Velia bastó para borrar, como una mancha de aceite que se expande desde el centro y no encuentra bordes, mi vida con Clelia. Hice lo que pude para olvidar, pero qué emoción aquel día. Mi mujer en su cajón, rodeada de calas. Y Velia que viene hacia mí.
Los personajes de Teoría del tacto son seres hendidos por los envites de la vida, personas a las que se les ha pasado su tiempo, hombres y mujeres que han elegido mal o no han podido elegir y han vivido una vida miserable y triste o han sido sus caminos los que les han llevado a los lugares pedregosos en los que tropiezan. Tenemos, por ejemplo, a la joven que vive marcada por el abandono de su padre y no es capaz de establecer relaciones estables y sale en su búsqueda para cerrar una herida de la que no es responsable; el hombre que vive toda su vida con una mujer pero verdaderamente está enamorado de la hermana de ésta; o la chica que hereda el maltrato de su padre tras la muerte de su hermana y el teatro es su isla de salvación.
Hay víctimas y verdugos, humanos incapaces de comunicarse, relaciones rotas y personajes que buscan reparar su mundo de algún modo o que se les ha hundido de manera irremediable. Algunas veces se tienen que enfrentar al lado oscuro de la humanidad entretejido con lo cotidiano; otras veces, el o la protagonista es ese lado que ha tomado el control lo suficiente como para convertirlo en normalidad.
Leyendo una reseña de otro lector sobre este conjunto de relatos, ésta habla de las situaciones intrincadas y turbias que tiene el libro y que la autora las trata con un humor ácido. Me resulta curioso que alguien vea las situaciones de los relatos como intrincadas, porque a mí me parecen de lo más reales y plausibles —con las excepciones de algunos relatos de corte más surrealistas y que conectan con el mundo más onírico y complejo de la poesía—. Porque Teoría del tacto hace eso, te presenta esa oscuridad humana dentro de la misma cotidianeidad. Hay quien lo verá con cierto humor ácido, pero el humor, de alguna forma, aparecería simplemente por el hecho de tratar el tema en sí de manera natural, dentro de una historia plausible. A mí, desde luego, el libro no logró sacarme una sonrisa, y creo que tampoco era el objetivo, sino que sus historias lograron transmitirme tristeza, desazón y aprensión de una manera muy acertada mostrándome un mundo que realmente tenemos a nuestro alrededor.
He parido cosas del tamaño de una almendra, justo yo, que soy alérgica.
El eje de toda la obra, como hemos mencionado, son las relaciones interpersonales. Pero dentro de esto, el sexo es fundamental. En la mayoría de los relatos hay referencias al sexo, de una u otra forma, pero exceptuando el relato que abre el libro, «La gracia del mundo», el sexo no es sinónimo de placer, sino todo lo contrario. Las relaciones sexuales en los relatos de Teoría del tacto son sinónimo de frustración, vergüenza, trauma, pecado, culpa, insatisfacción, violación e incluso de explotación sexual. No existe el sexo como goce. En el relato más corto de esta colección tenemos a una chica obligada a prostituirse por la única pariente que le queda; un hombre que tiene sexo por despecho con una joven prostituta mientras piensa en su ex y que, de nuevo por despecho, falta de amor propio y un poco de casualidad, acaba él prostituido; una enredada situación entre un actor porno que ya no goza de su profesión y una joven virgen cuya pureza y anatomía íntima es expuesta por su madre a todo aquel que pasara la tarjeta; una mujer que, con una evidente tristeza, intenta reavivar la llama de su matrimonio a través del juego de disfraces. La violación y la pederastia hacen su presencia mediante un trauma onírico en «Cajonera» y es mencionada de pasada en «Yeso».
Yo había notado que la niña, una rubia bellísima de cinco años, se restregaba ahí abajo cada vez que podía. Nunca imaginé el motivo. La cocinera me mostró unas fotos que el señor llevaba en la billetera, ninguna decente. Se había encaprichado con la niña. La vestía y desvestía, la ponía en actitudes, despertó su libido. La niña sólo quería sentarse encima de él, sentir la cosa.
Sí voy coincidir en destacar con otros lectores y lectoras en lo que respecta al último relato, «Mis dos hemisferios». Como mencioné anteriormente, es muy buen relato para cerrar el libro. Desde luego es un relato que está en mi podio, aunque igual es muy atrevido decir que es el que más me ha gustado porque hay varios que le competirían dentro de mi gusto. Tal vez lo que me guste de él es lo que le hace destacar, esa ruptura con todos los demás, repentina, justo antes de cerrar el conjunto de narraciones. Es, además, un relato muy personal —no es el único, a mi parecer— que trata sobre la emigración y el sentimiento de vivir dividida entre dos tierras. En él Fernanda García Lao se abre en canal y cuenta la historia de su familia y su experiencia como persona migrante por necesidad, por estar su padre en el punto de mira de la dictadura argentina. Creo que es muy buen relato para cerrar el conjunto porque, primero, es el más largo de la serie y se percibe muy bien como cierre, y después porque el tinte autobiográfico que tiene te hace sentir más íntimo con la autora, como una despedida.
Somos un árbol del revés: las raíces al descubierto.
«Mis dos hemisferios» nos muestra a la Fernanda García Lao que es y su vida en pocas palabras, en frases cortas componiendo de corrido un relato que es su construcción personal y toda su historia, la de su familia, de una escritora entre dos mundos, entre dos hemisferios contrapuestos y superpuestos. Y con esto me quiero despedir, con las raíces al descubierto con todo expuesto, absolutamente descarnados, abiertos con los sentidos a flor de piel, con todo nuestro tacto, al menos en la teoría.

viernes, agosto 30, 2024

Teoría del tacto, finalista del premio Setenil

El 21º Premio Setenil 2024 al Mejor Libro de Relatos Publicado en España tiene ya 10 finalistas en una edición a la que han concurrido 115 títulos presentados por editoriales y autores de todo el país.
Los títulos elegidos por la comisión de preselección son los siguientes:
- Mis amigas se compran casas, de María Bautista (Maclein y Parker)
- No entrar con llamas, de Lidia Caro Leal (Altamarea)
- Teoría del tacto, de Fernanda García Lao (Candaya)
- La vida secreta de Roberto Bolaño, de Montero Glez (Navona)
- Un 24, de Emilio P. Millán (Ediciones Franz)
- Los búlgaros, de Gonzalo Núñez (Sr. Scott)
- Un réquiem europeo, de Javier Sáez de Ibarra (Páginas de Espuma)
- La manía de estar muerto, de Alberto Sepúlveda (Eolas)
- Plegaria para pirómanos, de Eloy Tizón (Páginas de Espuma)
- Cadillac Ranch, de Antonio Tocornal (Sloper)
El Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España, convocado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Molina de Segura y dotado con 10.000 euros, lleva dos décadas siendo un referente nacional en el género del cuento.
En esta 21ª edición preside el jurado el escritor Pedro Ugarte, que estudió Derecho en la Universidad de Deusto y ha sido Premio Julio Camba de Periodismo en 2009 y Finalista del Premio Herralde de Novela en 1996. Prestigioso autor de relatos, con Nuestra historia obtuvo el XIV Premio Setenil. Serán también vocales del jurado Ana Ballabriga, Ignacio Borgoñós y Marisa López Soria. Está previsto que el jurado emita su fallo entre finales de octubre y primeros de noviembre. El premio se entregará en Molina de Segura en diciembre de 2024. Molina de Segura, 29 de agosto de 2024

jueves, mayo 02, 2024

Teoría del tacto, reseña en Cuadernos Hispanoamericanos

UNA VUELTA AL MUNDO
Mayo 1, 2024
POR DANIELA TARAZONA
Cuando leemos Teoría del tacto, de Fernanda García Lao, somos testigos de la consistencia de las palabras, a la manera en que un actor en escena saborea la que está diciendo porque viene desde el fondo de sí: la palabra que sustrae la vida en acción, y se nos llena la boca de saliva.
Estos relatos son cuerpos palpitantes. Resuenan la escritura de Lispector, de Marosa di Giorgio, de Margaret Atwood, la de Quiroga ¿la de Felisberto Hernández? ¿la de Edgar Allan Poe?
Es un libro para releerse. Libro criatura que parasita los ojos, que los convierte o los desvela como «ojos en quiste». García Lao conoce las implicaciones colosales de la existencia, cuando escribe: «Uno nace y se incorpora a un asunto cruel, en movimiento». Y en «Para no sentir», uno de los relatos de este libro, se lee: «Desde que soy solo, la carne me acompaña distinto, y quien dice carne dice palabra». La escritura de Fernanda García Lao es eléctrica. El cuerpo vivo es electricidad, sus palabras son carne encendida.
La autora consigue la crueldad a través de la belleza o al revés o las dos cosas. Hay, de frase en frase, de una imagen a otra, la continuación de un impulso tan voraz como el de una célula, y los textos se bordan así, medio extrañas mórulas, particulares criaturas: «Cada latido, una pezuña», leemos.
Me gustaría quedarme a vivir en el relato «Las crueles». A pesar de todo. Y ser otra vez la «Gaviota en mi lugar», otro relato que me llamó desde el origen de lo propio, desde las raíces terrosas.
Hay, además, párrafos que sobresalen del texto, como trenzas, como pelos largos que abonan a ese carácter inquietante y conmovedor de su escritura. Son pelos-disfraz, son costuras macabras. Además, el ritmo, el dominio del vaivén y la sonoridad. «Caza y pesca», por ejemplo, un cuento que es poema, como lo es también «Segundo acto».
Desde la «Gracia del mundo», el cuento que abre el libro, el viaje se anuncia a través de umbrales: cuando la muerte acecha a un ser querido; el misterio de lo que permanece oculto para siempre; los ángulos macabros de la realidad; la familia asfixiante, los padres como una loza; los vientres de alquiler; la orfandad y su ligereza feliz; la intervención de la tecnología en los deseos; las miradas horribles de habitantes insertados en la convivencia o las identidades temblorosas interrumpidas por las acciones de los otros.
El tema de la herencia atraviesa como una flecha envenenada de vida. El sabor de la crueldad y el deseo vinculan los reinos intempestivos de los personajes. Pareciera que, al internarnos en cada cuento, quebráramos también el tiempo: son historias con inicios disueltos, pero gestadas hace miles de años.
La escritura de Fernanda García Lao es feroz, inclemente y la piedad dispara imágenes como bocados gordos. Son cuentos desplazados por los huecos del tiempo, como bichos en las esquinas de un cuarto. La variedad de criaturas nos hace comprender por qué la narradora dice en «Mis dos hemisferios», el cuento que cierra el libro: «En breve mi cáscara será perfecta. Quiero mimetizarme para sobrevivir». Y esta condición camaleónica en Teoría del tacto asombra por su contundencia.
García Lao es narradora, dramaturga y poeta, ha publicado siete novelas, tres libros de poemas y dos libros de cuento al que se suma ahora Teoría del tacto. En su escritura se ha distinguido la voluntad de atravesar la muerte. «Contra la muerte, decido escribir. Me obligo a fracasar», leemos en el cuento final, y desde esta contradicción que guarda el deseo de respirar con las palabras y fallarse, García Lao viaja hacia el centro de la tierra interior de sus personajes y allí, como exploradora antigua, trae al mundo el corazón de esos seres ultrapasados que vamos siendo. Su escritura implacable es, sin embargo, orgánica, como si el deseo no pudiera definirse nunca.
Y cerraremos el libro para volverlo a abrir porque está construido con frases que aparecen después de darle la vuelta al mundo o de atravesarlo, frases de saliva fresca que dibujan las entrañas de los pensamientos de sus habitantes, y abriremos otra vez el libro pues dentro de sus páginas: «Un huevo marrón es el centro del nido».
*Enlace en el título

miércoles, abril 24, 2024

Teoría del tacto, entrevista en Diario.es

Fernanda García Lao, escritora: “Si hubiera dios sería una hembra, no cabe duda”
La experiencia de desarraigo, el duelo por el origen perdido y, a la vez, la libertad que ofrece saberse libre de deudas y pruritos nacionalistas, son marcas de su poética, como lo es una mirada oblicua propia de una identidad nómada y feminista, autora del libro de cuentos 'Teoría del tacto'.
Por Jesús Montoya
Fernanda García Lao, mendocina de nacimiento, es una de las más originales y brillantes voces del panorama literario actual en español. La biografía de esta escritora argentina, que ha vivido en España muchos años, se ha desarrollado entre su país natal y el nuestro. En 1976 se exilia junto a su familia para escapar de la dictadura y vive en Madrid, con algún paréntesis, hasta 1993, fecha en que regresa a Argentina para estudiar piano, interpretación y escribir y dirigir teatro. En aquel país da comienzo su carrera literaria.
La experiencia de desarraigo, el duelo por el origen perdido y, a la vez, la libertad que ofrece saberse libre de deudas y pruritos nacionalistas, son marcas de su poética, como lo es una mirada oblicua propia de una identidad nómada y feminista, una mirada también política, en el más amplio y digno sentido del término, que se manifiesta en un estilo literario mordaz, lírico, tierno y afilado a un tiempo, anudado con frecuencia a la metáfora del cuerpo. Como poeta ha publicado los libros Carnívora, Dolorosa y Autobiografía con objetos.
Como narradora, es autora de las novelas Muerta de hambre, La perfecta otra cosa, La piel dura o Fuera de la jaula, y los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo y El tormento más puro. En Candaya, editorial donde ocurren algunas de las cosas más interesantes de nuestro país, han aparecido los títulos Nación vacuna (2020), premonitoria ficción biopolítica que relee la historia de Malvinas como relato de ciencia ficción; Sulfuro (2022), novela entre lo fantástico y lo delirante, y Teoría del tacto (2023), libro de cuentos que viene a presentar a Murcia estos días. Actualmente reside en Barcelona.
La primera pregunta, a propósito de tu último libro de cuentos, sería ¿por qué “teoría”? ¿Por qué del “tacto”?
Cada libro que escribo es una exploración distinta. Pienso la ficción por fuera de las anécdotas, interesada más bien en carnalizar algunas ideas. En este caso, identifiqué el título al entender que los cuentos eran pura especulación en torno al tacto. En el más amplio sentido de la palabra. Cómo se toca un texto, qué provocan las palabras en la garganta al ser pronunciadas, dónde impacta la falta de amor, un duelo, la locura. Conjeturar no excluye el cuerpo. Pensamos con los sentidos. La teoría en conexión con el acto de ser vulnerable se vuelve más potente.
Teoría del tacto se abre con un paratexto, una cita de Delirio y destino (1953) de María Zambrano: “El pensamiento, por lo visto, tiende a hacerse sangre”. En alguna entrevista has hablado del cuerpo como “el primer mapa que tenemos”: “A partir de ahí, entendemos el mundo”. ¿Qué nos permite pensar el cuerpo?
No logro hacer lo contrario, la verdad. El cuerpo es esencial para decodificar el mundo. La conciencia ocurre en una forma concreta, no existe como pura abstracción. Un caparazón es la parte visible del miedo. Si vamos más allá, cada texto es un cuerpo/organismo que se mueve y respira según una gramática particular. Cada voz del libro suena distinto, o eso pretendía. La forma dispara el discurso y viceversa, se pervierten entre sí.
Leerte hace pensar en el manejo de un cuchillo, en una lengua hecha de tajos inesperados, de iluminaciones líricas o aforísticas. Los cuentos de Teoría del tacto están llenos de poesía. ¿Qué te ofrece el lenguaje de la poesía a la hora de escribir narrativa? ¿Crees que hay una progresión lírica en tus novelas y cuentos que funciona en paralelo a otras estructuras narrativas?
Gracias por la observación. Me atrae la contaminación de géneros. La narrativa sin la poesía es una máquina expendedora de acciones. Sube, baja, abre, cierra. Necesito que ocurran cosas en el lenguaje. Que haya variación, salto, torcedura. Capas de sentido que se toquen, discutan entre ellas. Busco la tensión entre la lírica y la física. Las frases son anzuelos. Por otro lado, la puesta en página es un concepto que se practica más en la poesía y que yo preciso siempre. Qué vacíos habrá, cómo es el cuerpo del relato. ¿Apretado, líquido?
En en el cuento “La gracia del mundo”, señalas “cuántas veces puede matar un libro, siendo que algunos no logran siquiera provocar un buen dolor de estómago. pasan lisa y llanamente por el cuerpo y son olvidados antes de encontrar su estante en la biblioteca”. ¿Sería este un deseo para tu literatura? ¿Cómo debe “matarnos” un libro hoy?
Hay mucho cover, la verdad. Textos que imitan a otros textos, sin el alma original. Producción industrial de contenido. Me gustan los libros que dialogan con su propio delirio. Como lectora busco lo raro. Es decir, lo que esquiva el lugar común. Lo que está de moda lo postergo, a ver qué queda cuando baja la espuma. En general, queda poco. Una baba que se borra. Matar lo que te rodea, eso provoca un buen libro. Qué te olvides del tiempo, de la cafetera al fuego, de vos. Creo que hay que alternar lo contemporáneo con lecturas sin tiempo, para enriquecerse. Quedamos si no muy atravesadas por lo periodístico. Lo real es repetición temática. El futuro sucede en reversa.
En Teoría del tacto hay una red semántica que vincula literatura y cuerpo, y estos dos elementos, con otros conceptos, como la comida. Se diría que es un asunto central de tu poética. Muerta de hambre, Nación Vacuna, son dos títulos de novelas tuyas, Cómo usar un cuchillo, se titula uno de tus libros de relatos, Carnívora, uno de tus poemarios. ¿Adónde nos lleva esa red de sentido a través de la presencia de lo alimenticio, de la comida, en tu obra?
Quizás sea porque lo nutricio en mi familia estaba relacionado con la creación artística y no con el estómago. Habia necesidad de literatura, de música o pintura. Y poca cosa en la heladera. Mi madre cocinaba rápido, como un trámite que no podía evitar. Era poeta. Mi padre hacía asado, sólo los domingos. Entonces, escribir como quien muerde y traga. Con hambre (risas). La opción dos, que excluye esta hipótesis, sería que como leo en voz alta todo lo que escribo y es en la boca donde pruebo los materiales, la escritura queda asociada a la masticación. Se convierte en alimento. El afán por identificar el hambre con la rabia sucedió en mi primera novela publicada, Muerta de hambre. Mi cuerpo es mi discurso, decía Maria Bernabé, allá por 2005. Y se dedicaba a deglutir como método de protesta, para desobedecer el mandato de delgadez y feminidad. En Cómo usar un cuchillo, la necesidad era lastimar afiladamente al propio lenguaje. El cuerpo en Nación vacuna se corta, se eviscera y se cabalga sexualmente para su reproducción. Las mujeres se consumen para beneficio de la Junta, de la patria.
Un tema recurrente del libro es la maternidad. En ocasiones, como en “Fruto seco”, la maternidad se intuye monstruosa: “He parido cosas del tamaño de una almendra, justo yo, que soy alérgica”. Otros relatos, desautomatizan determinadas asunciones que la sociedad proyecta sobre la misma. E incluso hay algunos cuentos que abordan fórmulas extremas o desviadas de experimentarla: “Persona en alquiler”, por ejemplo, uno de los cuentos más potentes del libro, habla sobre la maternidad subrogada desde la óptica de una madre que alquila su vientre a una pareja de hombres. ¿Qué te seduce del tema? ¿Qué quisiste contar a propósito de un problema de tanta actualidad como este?
La fecundación, la generación de vida es un tema que me apasiona. Creo que no se ha explorado lo suficiente. Si hubiera dios sería una hembra, no cabe duda. En las cosmogonías occidentales la mujer no aparece como creadora sino como creada. Es una idea que la mente masculina expulsa de su cabeza, una costilla arrancada o barro residual. La mujer como criatura siniestra y peligrosa. De ese concepto venimos. De ese miedo. La libertad del cuerpo significa una amenaza. Parir o negarse sigue siendo un asunto que genera conflicto. Por un lado, el capitalismo en su afán de producir, aspira a comerciar con nuestro cuerpo de todas las formas posibles. Por otro lado, desde la experiencia, fui madre muy joven. El cuerpo me enseñó cosas desconocidas, lo onírico y lo real ocurrian al unísono mientras era habitaba.
Otro de los temas capitales del libro es la familia, que se experimenta como un microcosmos doloroso. Tu crítica a la moral familiar judeocristiana es mordaz. Incluso, algunos de tus relatos abordan fórmulas particularmente desviadas de esos vínculos familiares. Por ejemplo, en “La cajonera”, donde la narradora afirma “Baja los tres pisos liviana. Tan huérfana, que casi resbala la felicidad” (31), o en “Yeso”, donde la protagonista, afirma “Al morir mi padre, ni una lágrima derramé. Al enviudar tampoco. Con la mami, sí. No sé por qué”. ¿Nos engañaron cuando nos dijeron que existían familias felices o perfectas?
La familia tradicional, asociada a la propiedad, la patria y la iglesia, me parece una fórmula nefasta. Un aparato represor que ha generado mucho daño. Como oveja negra de la mía de origen, suelo identificarme desde el principio con la gente disfuncional, con quienes no bajan la cabeza. La modalidad obediente es peligrosa y bastante funcional al poder de turno. Creo que poner en evidencia el absurdo a partir del que nos construimos es uno de mis motores. Un ejercicio de terrorismo poético en miniatura, si se me permite la expresión. No aspiro a modificar el sistema. Con torcer el cuello del relato a veces me alcanza.
En ese mismo cuento señalas “El pasado es un aparato que daña cuando se queda quieto. La repetición no desactiva el duelo”. ¿Qué rol crees que juega la literatura en esa ecuación entre pasado y duelo?
La literatura se nutre de la nostalgia. Escribir es fantasmal. Se recrea un pasado sin materia, a partir de algunos rastros. La muerte, además, qué gran asunto. Vivimos amenazados por su causa. Y por olvidarla, somos torpes. Cuando murió mi padre yo estaba matando personajes en una obra de teatro que escribía y luego odié. La simultaneidad de ambos asuntos ha quedado inevitablemente asociada en mi cabeza. Un texto es un cuerpo que empieza y se termina. El diálogo entre esos eventos ha de ser poderoso. Cuando murió mi madre me propuse escribir cada frase. Era un modo absurdo de trabajar contra el olvido. Muchas escenas de este libro son herencia de ese duelo. De todos los duelos. Pero la muerte también es ridícula, ninguna solemnidad ni reverencia hacia ella. Hay que bajarla de su pedestal de gran señora.
A diferencia de lo que sucede en otros textos tuyos, la tecnología digital contemporánea no parece tener una presencia marcada en este libro, salvo en algún cuento. Por ejemplo, en “No atender”, donde no llegan las comunicaciones que se desean y, sin embargo, sí lo hacen aquellas que suponen una carga para la protagonista. ¿Cómo piensas la relación entre literatura y tecnología?
La vengo esquivando todo lo posible. Se pone vieja muy rápido. Y por otro lado, me conflictua entregarle tambien el espacio de la ficción. Ya perdimos tantos objetos: relojes, cámaras, radios, mapas. Soy bastante analógica, la verdad. Me gustan los olores de las cosas, los volúmenes, los cuerpos. Las ficciones más interesantes han huido de la condición tecnológica del momento en que fueron escritas. Cuántos relatos con tv podemos recordar. Novelas fax. Lo que sí me gusta, porque hace juego con mi manera rota de ver el mundo, es la posibilidad de aprehender lo simultáneo. De abrir ventanas, de enlazar asuntos. Robarle a la tecnología su comportamiento me atrae más que incorporar lenguaje o aparatitos concretos. Pero nunca se sabe. No me cierro.
Otra de las redes que se pueden tejer a través del libro tiene que ver con el papel protagónico de animales y plantas. Seres que, en realidad, funcionan a nivel simbólico o proveen formas de metaforizar ideas abstractas, pero que no pierden por completo su otredad, su extrañeza o su lenguaje propio, incomprensible o hiératico a veces. Tu libro está lleno de presencias animales. Algunos cuentos me hicieron pensar en Bestiario, de Cortázar, o en El matrimonio de los peces rojos, de Guadalupe Nettel. En el cuento gótico “Las crueles”, las flores se convierten en unas presencias asesinas. Las moscas repugnan al protagonista del relato “Fricción”. Los abejorros permiten a ese anciano que ve escaparse sus últimos días preguntarse, en “Nido de orugas”, “Cómo será vivir sin conciencia del tiempo”. La protagonista de “Una gaviota en mi lugar” queda obsesionada con la presencia de ese animal carroñero. La pregunta que te haría sería la siguiente: ¿Qué papel juegan estas presencias animales y vegetales en el libro? ¿Qué desplazamientos psicológicos o emocionales te permiten catalizar?
Que lo humano pierda su jerarquía es otro de mis objetivos recurrentes. Una flor puede ser más seductora que cualquier galán de cine entrenado para complacer. Pensar desde el deseo vegetal o animal me resulta más inquietante que revolver en la basura de la humanidad. Lo vivo no humano me atrae y es herencia de mi fascinación adolescente por el surrealismo. Todavía practico con devoción esos otros discursos, nada previsibles.

lunes, abril 15, 2024

Teoría del Tacto, entrevista en el Diario de Sevilla

BRAULIO ORTIZ 15 Abril, 2024 - 06:30h
Fernanda García Lao sabe que sólo se puede escribir desde la herida, el dolor, el desarraigo. En Teoría del tacto (Candaya), esta narradora, dramaturga y poeta argentina afincada en España firma un libro descarnado y hermosamente fiero en el que indaga en los seísmos y monstruos que acechan en la intimidad. Un retrato sin concesiones de la familia y otras catástrofes que se cierra con Mis dos hemisferios, un emocionante texto autobiográfico en el que recrea su adolescencia como exiliada.
–Uno de los personajes de Teoría del tacto asegura que "vivir no es sinónimo de felicidad".
–No [ríe]. Tal vez sí, pero no en este libro. Hay algo medio obsceno en escribir sobre la felicidad, o eso pensaba, porque quizás ahora que se la echa tanto en falta habría que cambiar los paradigmas. A mí siempre me ha interesado la oscuridad, es un terreno que voy bordeando y al que le pregunto cosas nuevas cuando puedo.
–En el primer texto se dice: "Las palabras están crudas. Si las pruebo, ¿me enveneno?". En la siguiente página alguien se pregunta "cuántas veces puede matar un libro". Parece casi un aviso para los lectores: nadie sale indemne de su literatura...
–Bueno, eso espero [ríe]. Estos cuentos son breves e invitan a entrar en ellos, pero esa apariencia es como una trampa para despistados. El lector piensa que puede leerse el libro de una sentada, y no sabe que hay que pararse a respirar entre cuentos. Yo sí creo que las palabras son venenosas, de hecho hay un montón de malentendidos en la vida en torno a lo dicho, a la palabra dada, incluso cuando nos hablamos a nosotros mismos. En el libro hay mucha gente empantanada en el relato propio, intentando desentrañar su ovillo. Somos Penélopes enredadas todos nosotros, enfrentados a nuestros pensamientos en espacios pequeños.
"YO NO VENGO A SEÑALAR LO QUE ESTÁ BIEN O MAL, PERO LA GESTACIÓN SUBROGADA ME PLANTEA MUCHAS PREGUNTAS”
–Un sentimiento muy propio de los tiempos del Covid.
–Los cuentos fueron escritos durante la pandemia, pero yo no la quería ni nombrar, la considero una palabra que debilitaría cualquier texto. Esa sensación de asfixia también tiene otro motivo, y es que vengo del teatro, y allí los personajes tienen una escena única: están encerrados y a la vista. Se me quedó algo de ese mecanismo de construcción para la narrativa. Tenemos a los personajes como si fueran actores mostrándonos lo que les sucede en loop.
–También la familia, la pareja, son en su mirada entornos muy claustrofóbicos.
–Cuando estás condenada a repetir en circuito una conversación, una serie de acciones con los mismos personajes eso se degrada sí o sí [ríe]. Me dicen a menudo: Pero qué mirada tan cruel tienes sobre la familia. Y yo les respondo: Chicos, ¿en qué mundo viven? [ríe]
–El cuerpo tiene mucha importancia en sus historias. Hay un cuento, Persona en alquiler, sobre la gestación subrogada, y en el título ya expresa su opinión sobre ese asunto...
–Esa cuestión encierra todo un dilema moral. Para mí, todos los cuentos son morales, incluso cuando una narración es amoral está señalando su amoralidad o su pretensión de ir por fuera de la norma. A mí hay algo que me interesa trabajar, preguntarme: si alquilamos el útero podemos alquilar cualquier otro sector de nuestro cuerpo. Creo que la explotación uterina tiene mucho que ver con lo patriarcal. Ahora en Argentina, este monstruo [Javier Milei] que no quiero nombrar, porque es como un virus que si se nombra se sigue propagando, habló en su campaña del mercadeo de órganos. Podemos ser diseccionados para la compra-venta. Si no tenés plata podés poner precio a tu riñón. ¿Cuánto vale el kilo de persona? A mí me parece muy inquietante esto de alquilarse para crear vida por encargo. Yo no vengo a señalar lo que está bien y lo que está mal, pero tengo mis preguntas.
–Otro tema que aborda en relatos como Cajonera o Yeso es el abuso infantil.
–Me llama la atención que deba ser la abusada o el abusado el que deba asumir esa voz y los demás hagamos como que eso no nos interesa. Que a mí no me haya sucedido no significa que el problema no esté ahí. Trato el tema con rabia y desconcierto, porque la ficción no puede plantear soluciones ni hacer pedagogía.
–Ha aludido antes a su experiencia como dramaturga, y la protagonista de uno de los relatos apunta: "Me casé con un señor que me salvó de la miseria, es decir, del teatro".
–Siempre me río porque digo que me fui del teatro a la literatura. ¡No saldré de pobre nunca! Efectivamente, yo me casé con un señor... [ríe] No para que me salvara del teatro, pero me gusta tomarme el pelo. Aquello no funcionó, por supuesto. Pero la miseria, paradójicamente, es muy rica. Yo creo que nadie podría escribir si no ha pasado un día de hambre, si no ha sido paria en su familia, si no ha tenido una herida... ¿De qué vas a hablar entonces? ¿Desde qué lugar vas a hacerlo? La figura de la escritora o el escritor en un pedestal a mí no me interesa. Esa posición de supuesto respeto, inconmovible, no me atrae nada. Me gusta no respetar el lenguaje, ni los tabús, yo me lanzo como una mosca al azúcar hacia lo que no debo...
"CREO QUE LAS PALABRAS SON VENENOSAS. DE HECHO, HAY UN MONTÓN DE EQUÍVOCOS EN TORNO A LO DICHO”
–Cuenta que cuando abandonó Argentina en 1976 tuvo que escoger un libro y eligió Tom Sawyer. ¿Qué obra se llevaría ahora consigo?
–Me vine hace año y medio a España, y antes estuve cuatro meses en Praga, y debí hacer una selección. ¡Y esta vez fueron 30 libros! Mi capacidad de síntesis es inversamente proporcional a la edad... Mi madre murió en 2019, y ahora se me ocurre un libro que era de ella. Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal, que además era un autor checo. Yo estaba en Praga y viajé a España para presentar Sulfuro, y me dije: ¿Pero yo qué hago allá? Me considero un 70% argentina y un 30% española, pero me siento muy cómoda acá. Pero marcharte de tu país, del lugar donde vives, y yo lo he hecho varias veces, que soy como una deportista del trauma [ríe], te da un aprendizaje: entiendes que ya nunca serás de ningún sitio del todo. Una vez que te has ido ya no vuelves a ser quien eras. Ni vos sos la misma, ni las ciudades son como las recordabas.
–En ese cuento, Mis dos hemisferios, recuerda que el fallecimiento de su padre la empujó a la literatura. "Contra la muerte, decido escribir".
–También fui madre contra la muerte. Me quedé embarazada, y lo sentí como una conversación con la muerte: Vos te llevás y yo traigo. Mi primera hija, pobre, fue como una causa [ríe].
–Cuando vino en los 70, una maestra la humillaba por su deje argentino y se propuso corregir su acento...
–En mi primera visita a España yo fui muy disciplinada, cambié mi forma de hablar, pero ahora ya no pienso serlo, lo siento. Hoy defiendo mi mezcla y sé que es una riqueza. No hablo más de tú ni aunque me apunten con una pistola [ríe].

sábado, abril 06, 2024

Teoría del tacto, reseña en Revista Quimera

EFECTO DOPPLER Fernanda García Lao: 'Teoría del tacto' 03/04/2024

RTVE
Nos acompaña con motivo de su libro 'Teoría del tacto', una recopilación de cuentos a los que atraviesa la herida del deseo llevado al extremo. En 'Teoría del tacto' la autora argentina trata temas de gran calado, como la familia, la pareja, la maternidad o la amistad.
PARA ESCUCHAR LA ENTREVISTA, CLICK EN EL TÍTULO

jueves, febrero 15, 2024

973.- Biblioteca Pública - Fernanda García Lao indaga en los relatos de Teoría del tacto en la relación de las palabras con el cuerpo, el deseo, la identidad

(Entrevista de Manuel Sollo, RTVE). La carne convertida en palabras. El cuerpo que ya es lenguaje. El deseo como herida, expresada también como soledad y locura y violencias. Estas vigas sostienen el entramado de los veintinueve cuentos que la escritora argentina residente en Barcelona Fernanda García Lao ha reunido en Teoría del tacto (Candaya). Textos breves que indagan en el absurdo y los sinsentidos del mundo contemporáneo a través de la incomodidad y la perturbación, entre sucesos falsos y verdaderos, de lo verosímil a lo fantástico. Personajes abandonados y violentados, redimidos o hundidos, que padecen conflictos familiares y de parejas, maternidades inseguras y vientres de alquiler, prostitución y pornografía, enfermedades, cuidados y muertes. La autora cierra con Mis dos hemisferios, un relato autobiográfico de 1976 a 1993 que incluye la dictadura argentina, el exilio en España, la guerra de Las Malvinas y el golpe de Estado de Tejero. También, de la infancia al comienzo de la vida adulta, viajes de uno a otro lado del océano, dolorosas pérdidas, cambios de relaciones y reconstrucción de la identidad.
Para escuchar la entrevista, click en el título.

lunes, enero 29, 2024

Diario fotográfico de Teoría del tacto. Ruta Candaya. Enero 2024

Valencia, con Bárbara Blasco Grau
Almería, con Miguel Ángel Muñoz
Sevilla, con Sara Mesa
Granada, con Erika Martínez
Málaga, con Vicente Luis Mora
Amigos

Fernanda García Lao: “El exceso de cercanía pone en evidencia los monstruos que ocultamos”

Eduardo Almiñana
29/01/2024 -
VALÈNCIA. Candaya publica 'Teoría del tacto', el nuevo libro de la escritora argentina, una colección de relatos de la carnalidad más visceral que en sus ocasiones más terribles contiene ecos incluso de body horror. Breves y cortantes como un escalpelo, los cuentos de Fernanda García Lao levantan la piel y revelan lo que hay debajo.
-Teoría del tacto es un libro pesadillesco, y salvo alguna excepción, la pesadilla es humana. ¿Hay algo más terrorífico que nuestra carnalidad?
-Fernanda Lao: Me hace pensar en dos autores que para mí son maestros de la pesadilla, que son Kafka y Dostoievski. No lo sé si hay algo más terrorífico que nuestra carnalidad. Me llevas directa al cuento En la colonia penitenciaria y por otro lado a Memorias del subsuelo, donde Dostoievski dice que la conciencia es una enfermedad. Y esta otra máquina de escribir como tortura del cuento de Kafka. Entre esos dos polos creo que me gusta trabajar en la pesadilla. Pero hay algo también de la perversión, por ejemplo, de la cucaracha de Clarice Lispector. Del asco y del deseo, hermanados. Y sí, creo que trabajo en ese sector porque mi conciencia inventa muchas pesadillas. Y hay algo muy rico en el funcionamiento, ¿no? De ese relato otro, que no es exactamente real, pero que alude a él casi como un castigo.
-Sentidos como el gusto, el olfato o el tacto son especialmente cárnicos, por decirlo de alguna manera, pero el tacto concretamente nos conecta con la carnalidades en mayor medida. ¿Lo hace eso más propenso a los excesos?
Bueno, los sentidos son como la conciencia del cuerpo, ¿no? El modo de entender el mundo. Creo que también las lecturas son subsidiarias de los sentidos. Las lecturas que hacemos del mundo según nuestra capacidad para indagarlos sensorialmente, que es lo único que tenemos para conocer al otro y a uno mismo. Yo tenía un profesor de teatro que decía que no hay nada más terrorífico que ver un beso en primer plano, que podría ser algo monstruoso. Entonces sí que depende de la distancia. El exceso de cercanía pone en evidencia los monstruos que ocultamos en general, las máscaras sociales, las trampas, la mentira. Uno es una mentira andante, se construye en función de su entorno y de sus miedos. Los excesos son muy literarios, como la hipérbole, me parece que es interesante, aunque después está bueno también, o a mí me gusta, trabajar con cierta economía de recursos, esa hipérbole para que no sea grotesca, que es algo que no me interesa. En este libro concretamente trabajé más bien con el recorte, y con la profundidad del relato más que con la espacialidad, pero sí creo que escribir sobre el cuerpo incluye el exceso y también su defecto.
-Tus personajes sufren, abandono y violencias de todo tipo (sistémica, sexual, psicológica). ¿Se hace duro escribir sobre tanto dolor?
-Sí, me pasa que las escrituras minimalistas o superficiales se me quedan un poco cortas. También cortas de carne. Me parece que el dolor no se puede excluir de la creación y que sin haberlo atravesado uno es un poco como un turista. Creo que se puede escribir sin haber vivido algunas experiencias, pero cuando las has atravesado adquieren otras ramificaciones y otros riesgos. Y creo que además nadie está exento del dolor, lo que pasa que a veces se elige mantenerlo afuera. Y creo que también es un acto político ponerlo en evidencia.
-En el libro hay imágenes terribles, como las de Fruto seco, que hacen considerar Teoría del tacto como un libro de terror. ¿Lo ves así? ¿Son de algún modo las narrativas del horror un instinto para ti?
-Me da un poco miedo la palabra terror, porque últimamente siento que se ha vaciado de sentido. Como que se comercializó mucho con la palabra. Prefiero por ahí lo perturbado o incluso lo terrible, ¿no? Tal vez modos de escapar de la palabra cuando se gasta tanto en términos de venta. Pero sí creo que hay algo, volviendo al cuento de Kafka, de padecer la propia escritura. Pero hacer de eso igual un goce. Necesito que estén esos opuestos. Más bien baudelerianamente. Asumiendo que hay belleza en lo podrido.
-Las transacciones que involucran a seres humanos (o a partes de ellos) como mercancía son recurrentes en este libro. ¿Por qué?
-Las transacciones. Sí, sí, vivimos en una época de transacciones. El verbo monetizar, por ejemplo, me parece espantoso. Mercadear con el cuerpo y con todo lo que esté a mano. Somos sujetos y objetos de consumo. Más bien objetos, a veces inconscientes.
-En las redes se siente como si nos tocásemos demasiado, como si hubiese demasiado contacto. ¿Es la era de un nuevo sentido, la era de un tacto excesivo digital?
-Claro, si ocurre en los dedos es digital. Pero entiendo que te referís a lo inmaterial. De hecho, este libro lo empecé a escribir un poco antes y un poco después de la pandemia, digamos que la pandemia quedó absorbida en el centro del asunto. Y ahí tocar estaba prohibido. El cuerpo del otro como amenaza, uno mismo como un riesgo para los demás. Pero bueno, mi idea era eludir también esa palabra o hacer hincapié en algo que ya se ha convertido en un lugar común. Saltearme lo que se ya ha comentado y volcarme sencillamente en el asunto más táctil de lo que para mí implica igual la escritura, que también pasa por la mano, porque yo escribo bastante a mano y a veces me grabo los textos que estoy escribiendo o que voy a escribir. Y los hago pasar por la garganta. Y es una manera de hacerlos materia. Hay algo que a mí me interesa mucho que es el cuerpo del lenguaje como primer asunto. Y cómo funciona ese cuerpo en cada uno de los relatos, no solamente animado por una voz, por un asunto, sino por la palabra misma, por la función golpeadora de la palabra, el bofetón. Palabras como bofetadas.
-Las migraciones masivas van a ser —y ya son— uno de los grandes fenómenos del futuro inmediato. Pensando de nuevo en las transacciones, y este movimiento, en cierto modo lo es: desde tu experiencia, qué huella, qué impronta, dejan en la personalidad y en la persona?
-La migración pone a prueba tanto a quien migra, como a quien lo recibe, que debe compartir un espacio que consideraba propio. Es un movimiento crítico a dos puntas, donde quien llega es la parte más débil, al que se le exige la adaptación. Si has migrado has padecido humillaciones. Nadie se va si antes no hubo una crisis en su lugar de origen. Al llegar, ocurre lo mismo. El que llega es el bárbaro a quien disciplinar. Hay otras migraciones, las nómadas digitales. Donde el dinero compensa la desterritorialización. Pero nadie está exento del desarraigo. Y esa herida marca. No sólo la escritura. El modo de entender el mundo, el propio cuerpo, tu sistema de creencias, etc. Se amplía y revela el absurdo del mundo. Después de una migración no se vuelve a ser quien se era. Con lo maravilloso y desesperado que eso puede llegar a ser.

Teoría del tacto. Presentación en Málaga con Vicente Luis Mora

Teoría del tacto, El Ideal de Valencia

jueves, enero 18, 2024

Quimera voces #30

Fernanda García Lao entrega a sus lectores un nuevo libro de relatos: Teoría del tacto (Candaya). Se trata de un paquete de narraciones que son, a su vez, otros tantos ejercicios de estilo, pequeñas ráfagas de oscuridad, trozos de fotografías donde sólo quedan los márgenes, casi siempre relatados en primera persona. Y aquí va uno de los retos audaces a los que se enfrentan los textos, porque la voz del yo es siempre la del otro, y en cada caso razona, o busca, o se pierde y lo hace siempre con timbres diferentes. Son voces temblorosas, a veces asustadas por los lances cotidianos -una separación, un episodio de conflicto-, y a veces por sus propios sueños, que se perpetúan durante los días y así aumentan su capacidad de espanto.
En la entrevista, Fernanda García Lao habla de su experiencia vital, del poso argentino y del poso español que queda en su identidad, y de cómo lo uno y lo otro acaban gestando el animal radicalmente libre que escribe su obra, una obra que a veces es narrativa, a veces es poética, pero que está untada de otras artes -ha escrito e interpretado teatro- y de otras experiencias -emocionales, intelectuales, políticas-.
Y esto es Quimera Voces. De quienes transiten el año iremos escogiendo los mejores compañeros, las y los autores que iluminan y nos hacen mejores.
Para escuchar, click en el título.

miércoles, diciembre 20, 2023

El vacío es otro cuerpo

ZENDA LIBROS Making of
La escritora argentina Fernanda García Lao escribe cuentos desde el temblor, la irreverencia y, también, la poética de lo incómodo. Con esos elementos ha construido un libro de relatos en el que habla de los vientres de alquiler, las redes sociales, la soledad, la prostitución y, por resumir, algunos de los elementos que definen la época en que vivimos.
En este making of Fernanda García Lao recuerda el germen que impulsó Teoría del tacto (Candaya).
***
Empecé Teoría del tacto atraída por la idea de que escribir es un acto. Quería narrar los estados en los que un evento o una palabra me vulneran, sin caer en la descripción visual, en la vieja y exprimida miradocracia.
Explorar el carácter performativo de la palabra tacto. Mis preguntas fueron sencillas. Cómo se cuenta el impacto que deja el amor, la maternidad o la muerte en un cuerpo concreto. Cómo se escribe cuando ocurre en mí o en alguien cercano.
Qué significa que un cuerpo te atraviese para nacer. Introducirse en otro, ¿no es acaso bello y monstruoso?
El tacto, lo que se toca y me toca, ¿interviene en la conciencia y la perturba, o viceversa? La filosofía dónde ocurre: ¿en qué parte de vos se niega a dios?
¿La imaginación es un producto de la cabeza? Si pensar es con el cuerpo, ¿recordar un olor es volver al territorio primero?
Me gusta pensar los libros como asuntos conceptuales. No como historias reunidas. La vida virtual —este libro empezó en plena pandemia— me ratifica en la creencia de que las tragedias antiguas siguen vigentes: el sacrificio, el deseo, la pregunta sobre el alma. Lo que anima a un cuerpo.
Quizás esta especie de inmoralidad licuada, falsa o perversa en que vivimos sólo oculte con torpeza el miedo que el/la/lo otro nos provoca. Hay mucho de pesadilla contemporánea en lo que se refiere a la fecundación, al sexo, al deterioro en este libro. Es que no hay nada peor que esperar el apocalipsis y que no llegue. Somos sobrevivientes de lo que no pasó todavía.
Pero esto lo digo ahora, que ya escribí. Creo que hay un riesgo en ciertas escrituras temáticas que ya saben de antemano lo que van a decir. Si no hay pérdida no hay iluminación. Me gusta no saber, ir sin prejuicio al texto.
Teoría del tacto se alimenta de varios registros. Hay arrebatos de escritura en conversación con cierta lógica formal. Combina temperaturas disímiles. Lo caliente se vale de lo frío: si es pasión lo que narro, bajo el sujeto hasta la congelación.
También necesito escribir desacatada de la forma clásica del cuento. Poniéndola en cuestión. El nudo es la frase. El desenlace ocurre en la sintaxis. El principio no se ve. Se ha olvidado.
El primer cuerpo que atravesé para escribir fue el mío. Me pongo en situación de vulnerabilidad, cada vez más. El artificio literario se alimenta de mi dolor verdadero. Ya no me basta con inventar.
He pasado varios duelos en el último tiempo. Murió mi madre, sucedió el encierro, me separé, dejé Argentina por tercera o cuarta vez, ya no recuerdo. Pero el sufrimiento particular, a quién le importa. Sólo al lenguaje. Entonces la pregunta es cómo lo escribo.
En sus últimos días, mi madre me preguntó, ¿esto es el vacío? Mi respuesta fue escribir. Porque el abismo estaba ahí, en ella y en su frase. Y contra el abismo se escribe. Es lo único que sé hacer. Escribir o abrazar.
Jean-Luc Nancy tiene un libro precioso que está conmigo desde hace bastante. 58 indicios sobre el cuerpo. Lo utilizo en taller, y mi madre, que era poeta pero no lo había leído, cumplió con los indicios: Un cuerpo no está vacío, está lleno de otros cuerpos, escribe Nancy. Parece que le respondía.
Yo soy uno de los cuerpos de mi madre. Mis hijas me llevan. Pero un cuerpo es también una idea. Nada definitiva. Sino un entre. Un diálogo entre lo empírico y lo absurdo. Lo alto y lo bajo. La intimidad a la vista, lo político escondido como otra piel que no se ve.
Cada cuento es un cuerpo que toca distinto. Muté sucesos, alteré nombres, hubo cambios de espacio. Lo falso y lo verdadero con la mismo jerarquía. Aparecieron flores crueles. Abusadores poco imaginativos, coitos deficientes, vírgenes diminutas, humor tenso.
Creo en la sabiduría del cuerpo, en esa especie de cognición física que uno tiene y que hay que conservar. Me asusta que algún día se pierda y me convierta sólo en una persona seria. O peor, en personaje. Desde chica me gusta mirar debajo de la máscara para ver qué hay atrás. Quién se oculta.
Y reír.
Autora: Fernanda García Lao. Título: Teoría del tacto. Editorial: Candaya.

viernes, diciembre 08, 2023

Teoría del tacto, reseña

Hacía semanas que naufragaba en lecturas, nada terminaba de interesarme, me sentía demasiado volátil. Es en esas que abro ‘Teoría del tacto’, leo cinco páginas y voilá, sucede la raíz. A veces la lectura es un asunto de raíces.
He leído estos cuentos despacio, muy despacio. Hay algo asfixiante en la escritura de Fernanda García Lao y me preguntó cómo lo consigue, asfixiar. Para nada es fácil semejante cosa. Es hacer que las palabras ocupen más de lo que ocupan, es hacerlas crecer, es hacer que las cosas se salgan de su lugar, de su contorno, es dinamitar los límites pero sin quemarlo todo, es hacer que todo respire, que respire mucho, tanto, que se quede con parte de tu oxígeno, tú que lees sientes que parte de tu aire se lo quedó la historia. Así es como yo imagino que lo hace, pero tampoco es que estoy segura.
Las primeras frases de los cuentos de Fernanda son un tema y fueron una obsesión mientras leía. Las primeras frases son como una pistoletazo al aire, o directamente a la cabeza, que se quedaba retumbando un rato con su onda expansiva. Algunas: “Cada pesadilla anuncia su carácter artificial, pero el miedo es verdadero.” “Todavía llegan cartas a su nombre, como si los bancos y los seguros quisieran hacerme daño.” “La bebé no se prende, expulsa mi pezón como si fuera veneno.” “En Montevideo vengo a probar que mi cerebro funciona distinto.” “He parido cosas del tamaño de una almendra, justo yo, que soy alérgica.” “Esos lirios del viejo mundo enloquecieron acá.”
Y paro ya, por parar, que podría seguir. Son frases que encierran en sí mismas el principio y el final del cuento. Podrían ser el mismo cuento o el título, pero son las primeras frases que de un empujón te sitúan en medio de no sabes qué pero estás en el medio en la primera frase. Son artefactos que disparan el cuento y su lectura. Tocado y herido. Probablemente estés muerto al final. Ya lo comprendes todo y a la vez casi nada en la primera frase. Joder, no sé si me he explicado porque es rematadamente difícil decir lo que estoy queriendo decir como es rematadamente difícil contar lo que Lao cuenta. Y ya. Compren el libro y una bombonita de oxígeno. De nada.
Susana Sánchez

sábado, diciembre 02, 2023

Teoría del tacto, en ruta: Madrid, Tenerife, Logroño, Oviedo, Bilbao, Zaragoza y Barcelona

'Teoría del tacto', de Fernanda García Lao: el desorden

EL PERIÓDICO.ES Ricardo Baixeras
Que Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) teje y desteje el cuerpo es innegable, como es innegable que sus novelas ‘Nación Vacuna’ (2020) y ‘Sulfuro’ (2022) o que su poemario ‘Carnívora' (2022) son libros en carne viva que afilan el estilete con el que atraviesa una escritura dotada de una fuerza oracular sorprendente capaz de sentenciar que “leer y escribir para no sentir el cuerpo es una forma de suicidio” o preguntarse cómo “será vivir sin conciencia del tiempo”. Y todo ello es algo que puede decirse. Pero si hay una pregunta relevante para la literatura actual esa ya no es qué personajes pululan por qué tramas o qué tramas dan cuenta de qué personajes, sino más bien qué tipo de formas de vida cabe imaginar aquí y ahora, qué géneros dinamitar y qué voces silenciadas incorporar. Y en el caso de García Lao la vida imaginada es un mapa híbrido en que se anudan transgresión, locura, familia, maternidad, erotismo, sexo, culpa, redención, enfermedad, violencia y muerte con una cadencia aforística más que notable.
Los cuentos agrupados bajo el título ‘Teoría del tacto’ se inician fulgurantemente (“Ver es cálculo. El sonido, sugestión. Las palabras están crudas. Si las pruebo, ¿me enveneno?”) como queriendo mostrar que el cuerpo sigue estando en el centro de una poética que escarba en la montaña del dolor ajeno como si fuera propio y en la disolución de unas identidades que se unen entre sí en el anonimato. De ahí que muchos de los personajes de estos relatos sean seres innominados, habitantes de un espacio sin nombre que luchan por existir a pesar de un pasado que atormenta y que hiere: “El pasado es un aparato que daña cuando se queda quieto. La repetición no desactiva el duelo”. El peso que soportan en este libro no se adscribe a ningún género porque aquí la voz que habla tiene la cadencia, a veces, de un poema (“Hay un viento lluvioso que perdura en cada lengua”), a veces de una mínima narración dominada por una desvanecimiento que hiere (“Desde que soy solo, la carne me acompaña distinto, y quien dice carne dice palabra”), y si levantamos la vista, también juega un papel importante, en la estructura global del libro, un teatro de la crueldad donde el destino de un cuento obtiene su caja de resonancia tres relatos más allá. Aquel momento de “Seré una persona sin historia, me digo. Me voy a inventar entera. Yo me fundo y me gobierno” se actualiza en este “Cómo se sale de la vida, dónde está la sabiduría que no aprendí”.
Asumir el cuerpo, el tacto y la piel de los otros, sean lo masculino o lo femenino, y mostrar la paradoja que supone nombrar algo para convertirlo en una herida la mayor de las veces o en una pura contradicción (“Practico la contradicción como método de resistencia”) está en el centro de gravedad de estos relatos que formalizan el tormento de un pensamiento desordenado y que en el último y espléndido “Mis dos hemisferios” se torna súbitamente autobiográfico sin paliativos, como si lo que no tenía nombre o apenas tenía nombre, como si aquello que no tenía un lugar o apenas tenía un lugar ahora tuviera el nombre y el lugar, mostrando de este modo el foco paternal del que sale la escritura y los desplazamientos como el poder disolvente y desmantelador de las identidades fuertes.

Taller en Billar de Letras: Inventario (im)personal

CURSO DE NARRATIVA INTERNACIONAL Comienza con: Fernanda García Lao (Argentina) Inventario (im)personal: Narrar desde los objetos. Memori...