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martes, junio 03, 2025

Lo que no recordamos

Por Bárbara Mingo Costales 1 abril 2025 LETRAS LIBRES
“No me acuerdo del autor del Me acuerdo primera versión”, dice Fernanda García Lao en la entrada 105 de su último libro, que se llama (No) me acuerdo. El autor es Joe Brainard, y el del segundo es Georges Perec. De estos dos libros previos (I remember, Je me souviens) García Lao se acuerda sin duda, y en esta entrada, como en el resto de sus 231 olvidos, practica no solo una especie de homenaje inverso, un poco chulo, a esos libros a cuya tradición se incorpora con actitud de réplica, sino también una especie de ensayo de lo que podría significar, a lo largo de una vida, irse desprendiendo de las huellas o recuerdos que nos conforman, que nos lastran o que nos acompañan (o todo a la vez). No acordarse, aquí, es en realidad como acordarse, es saludar con una broma, pero en otras de las entradas no acordarse puede significar rechazar, o elegir otra cosa de manera lateral, olvidando todas las demás (“No me acuerdo de un libro más perfecto que La muerte y la primavera” [este de Mercè Rodoreda]). Declarar no acordarse de algo o de alguien puede querer decir empeñarse en olvidarlo, lo que supone darle tanta importancia como buscarlo denodadamente, o tenerlo en la punta de la lengua −que es como reencontrarse con un fantasma o como llevarse una sorpresa ante la infinidad de instancias que llevamos con nosotros−, o que se ha dado con un cajón lleno de cosas y ante la abundancia hemos olvidado lo concreto que habíamos ido a buscar. Así que el libro es también un ensayo práctico de todos los sentidos que puede adquirir un verbo o un estado. Un ensayo, entonces, verbal y emocional, que conduce al fin a lo corporal: “No me acuerdo con la memoria. Lo que sé, me ha sucedido en el cuerpo, lo demás es información. Es decir, versiones.”
Como cada vez que practicamos cualquier juego con el lenguaje, hay aquí una gran y constante presencia del humor, porque lo que decimos, si lo decimos de diferentes maneras sucesivas a través de las versiones, va adquiriendo sentidos nuevos, cambiando de significado a medida que lo vamos reformulando. En este juego de variaciones, la acumulación de citas opera sobre cada una de las citas sueltas, que significan nuevas cosas por su cercanía con las demás, pero el sentido del propio verbo también puede cambiar, como en el ejemplo de la novela de Rodoreda. Además, la experiencia vital que va componiendo García Lao es a la vez única y suya propia, pero también se convierte en compartida. Podemos reconocernos en el olvido ajeno. Pero se me ocurre que así como se dice que nadie escarmienta en cabeza ajena, ¿podríamos decir que nadie olvida en cabeza ajena? El hecho de que la autora haya elegido como fórmula “no me acuerdo”, en lugar de “he olvidado” u “olvidé”, es también determinante, porque se refiere a una omisión, o incluso transmite una dimensión temporal, la del presente, un ahora en el que el objeto no nos viene a la mente, pero podría acudir más adelante. El olvido es un continuo durativo (“es tan largo el olvido”, dice Neruda en un poema), mientras que el no acordarse nos convoca al momento puntual, electrizado, y precisamente un tono de chispazo es el que tiene este libro, con sus entradas que se prenden como bengalas que iluminan momentáneamente la oscuridad. No quiero complicar mucho la imagen, pero en cierto modo se podría decir también de manera inversa: que oscurecen un instante la claridad total de la vida que transcurre imperceptible; en todo caso, una interrupción que rescata algo de un total. Este sistema de fogonazos transmite también una sensación de movimiento, de vida en marcha (¿“viajar es perder países”; vivir es perder escenas?), casi de fuga en que se distingue al individuo y a su vida como personajes de una película de persecuciones, y en cada vuelta de la esquina en que se ha conseguido burlar al perseguidor, una se detiene un momento, a tomar aire, a palparse la ropa, a dejar una marca.
Por otro lado, las pérdidas no implican una desaparición. Que una no se acuerde de las cosas no quiere decir que no tenga consciencia de lo que está haciendo (“No me acuerdo si escribo para desfasar la realidad hacia atrás o hacia delante. Chupo la corteza de lo real hasta dejarla blanda como una seda china”), y significa además que de su ejercicio espera que revele algo que quizá no se pueda alcanzar por otra vía. Esta relación con lo vivido no quiere decir que se viva atolondradamente; hay un propósito. A veces no acordarse es un ejercicio práctico, positivo. Y también nos vamos dando cuenta de que no acordarse no es lo mismo que olvidar o que haber olvidado. Quizá no acordarse suponga una acumulación inversa, una manera de lanzar lo vivido a un repositorio especial, al que solo llega si lo lanzamos con un juego de muñeca ejecutado como se advertiría a través del espejo.
Las cosas de las que Fernanda García Lao no se acuerda son de toda índole (“No me acuerdo del nombre de aquella pintora que había sido olvidada injustamente”, “No me acuerdo de lo grave, soy mejor con los agudos. Como chirría el mundo”, “No me acuerdo de la ropa de mi tía, pero sus zapatos diminutos y brillantes, cada uno en su caja, son inolvidables”), y paradójicamente rescatan aquellas cosas que pudieron pasar inadvertidas, o dotan de una dignidad similar a todo aquello con lo que nos hemos cruzado. Además de practicar una actitud vital, en este libro se da el reconocimiento, por la especular vía del olvido, de todos los hitos que han conformado nuestra vida, que se nos han adherido al cuerpo, y cuya importancia es tal que no necesitan de nuestra memoria para existir. “Eso eres tú”, dice un adagio sánscrito; eso es también lo que no recordamos.
(No) me acuerdo
Fernanda García Lao
kriller71,
Barcelona,, 2025, , 98 pp.~

sábado, marzo 01, 2025

La literatura como refugio de la memoria perdida

Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) es narradora, dramaturga y poeta. Su infancia quedó marcada por el exilio: su familia se refugió en Madrid de 1976 hasta 1993, para huir del golpe militar que dio pie a la dictadura en Argentina (1976 - 1983). Ha publicado novelas, cuentos y poesía en editoriales de Latinoamérica, Europa y Norteamérica. Ha sido galardonada con el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, el Tercer Premio Cortázar y fue finalista del Premio Setenil 2024 con Teoría del tacto (Editorial Dandaya, 2023).
En su último libro, (NO) me acuerdo (Kriller71 Ediciones, 2025), cuestiona los modos y lugares de la memoria.
¿Cómo puede ser la literatura un espacio de resistencia frente al olvido?. Tu familia se exilió en Madrid y, ahora, vives en Barcelona. ¿Qué te retiene en España?
El exilio fue de mis padres. Yo era una niña durante la dictadura, así que no elegí ni el movimiento de irnos de Argentina ni el de regresar. Barcelona es una ciudad que escogí de adulta. Al haber quedado sin patria o, más bien, con doble "matria", voy y vengo sin distinguir. Soy más argentina de este lado. Allá soy una argentina rara, con este porcentaje de españolidad que arrastro desde los diez años.
¿Cómo fue la dictadura?
Prácticamente no la recuerdo. La viví solo unos meses, desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 6 de octubre de ese mismo año (mi cumpleaños). Cumplí diez años en el avión. Solo tengo una sensación de miedo, porque en algún momento hubo coches que daban vueltas a la manzana donde vivíamos y escuché disparos en la noche. Son como retazos de sueños, con esa falta de nitidez propia de la infancia.
¿Y la llegada en España?
Tengo mucha conciencia de la llegada a Madrid: la inserción en el colegio, el extrañamiento geográfico e histórico y el no entender el nuevo paradigma. También recuerdo la nostalgia de los amigos de mis padres exiliados y de mi mismo padre (mi madre era española). Recuerdo el sonido de la melancolía, los tangos que escuchaban y las conversaciones hiperpóliticas de este lado del Atlántico.
¿El desarraigo ha sido un motor o un obstáculo?
Se convirtió en un mito fundacional a partir del cual escribo. No imagino otro modo de pensar y crear. El hecho de no pertenecer del todo a ningún lugar, ser siempre un poco extranjera y parte a la vez, interviene absolutamente en mi escritura. También la sensación de tener una línea de tiempo fragmentada. El desarraigo ha sido motor y obstáculo, pero más motor que otra cosa. Haber hecho de esta herida una virtud me ha permitido escribir. La sensación de haberme perdido años del dolor ajeno me persigue. Hay algo de culpa por haber vivido la dictadura fuera y haber sido libre, en apariencia.
En (NO) me acuerdo (Killer71 Ediciones, 2025), exploras el olvido y la fragmentación del recuerdo. ¿Cómo dialoga tu obra con el pasado?
Hay algo de collage en el lenguaje que me constituye. Al ser hija de una leonesa y de un bonaerense, mi lengua nunca fue pura y se nutrió de las dos orillas. Al llegar aquí me obligaron a hablar con la "z" porque mi profesora de lengua consideraba que lo hacía mal. Esa obligación se hizo parte de mi persona. Al regresar a Argentina me daba vergüenza y buscaba sinónimos para palabras con "z" o "c". El voseo y el "vos" volvieron a mi habla a los veinte. La sensación de haberme perdido años del dolor ajeno me persigue. Creo que mi escritura está marcada por esa memoria perdida.
Dices que tu relación con Argentina es compleja…
Una escritora no tiene solo una memoria personal, también una memoria colectiva anclada en una determinada línea de creación literaria. Hay asuntos que no son propios, sino heredados y se incorporan con naturalidad. Es como si hubiera recuperado una tradición que, de otro modo, se habría perdido.
¿Cómo ves el auge de figuras políticas como Javier Milei?
Con espanto. Creo que es una marioneta mala. No sé ni si es una figura política. Me parece más bien un arlequín demoníaco, puesto sin conciencia ni preparación y utilizado para hacer la tarea sucia que otros no se animan a hacer. Representa lo peor de Argentina, tanto hacia dentro como hacia fuera. Me da vergüenza ajena, pero sobre todo muchísima pena por el país y por la falta de visión de quienes lo votaron. Entiendo que lo hicieron desde la desesperación y la ignorancia.
¿Hay censura a día de hoy?
La censura actual no asume su nombre, tiene vergüenza del término. Antes los propios censores hablaban con claridad de censura, incluso era un cargo oficial. Hoy nadie acepta los términos, se buscan eufemismos. Es una censura disfrazada de libertad. Hoy no se prohíbe, simplemente se hace desaparecer lo molesto de manera sutil, la cultura, por ejemplo. Los medios de comunicación y los algoritmos facilitan esa invisibilización. La otra opción es el ataque directo.
¿Y la memoria histórica?
Genera conflicto porque es difícil consensuar qué ocurrió. Los asesinos tienden a querer ocultar o inducir al olvido sobre sus crímenes. La diferencia más evidente es que durante la dictadura se prohibían textos y personas, además de la desaparición. Pero hace rato que se niega o se discute el número de desaparecidos. Y se intenta revertir o tergiversar el pasado.
¿Has sentido alguna forma de autocensura o de presión como escritora?
Yo simplemente voy caminando. He publicado tanto en grandes editoriales como en independientes, y ahí es difícil que haya presiones. Si me autocensuro no soy consciente de ello. En mi obra lo pongo todo en tela de juicio y jamás nadie me ha advertido que algo no debía aparecer. Me mantengo fuera de los círculos de poder y voy por libre en esta vida literaria.
(NO) ME ACUERDO - Kriller71 Ediciones «No me acuerdo con la memoria. Lo que sé, me ha sucedido en el cuerpo, lo demás es información. Es decir, versiones»
By paula valls in converses — 28 febr. 2025
escrits sense casa

Cuando el olvido es recuerdo y el recuerdo es olvido

De Redaccion-2 26 febrero 2025 Crítica
REPÚBLICA DE LAS LETRAS
La escritora hispano-argentina Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) ofrece una vuelta de tuerca al género autobiográfico con un particular homenaje al Me acuerdo de Perec que, celebrando las desmemoria, acaba por reivindicar desde otro ángulo las huellas de nuestro paso por el mundo.
© ANNA MARIA IGLESIA
«No me acuerdo si escribo para desfasar hacia atrás o hacia adelante. Chupo la corteza de lo real hasta dejarla blanda como una seda china». Esta es una de las últimas anotaciones de Fernanda García Lao en (no) me acuerdo (Kriller71). En concreto, es la 228 de un total de 231 anotaciones, todas ellas construidas a partir de un no recuerdo. A priori, García Lao parece situarse en la antítesis de Georges Perec y de su icónica obra Me acuerdo; de hecho, mientras Perec comienza cada una de sus anotaciones con un «Me acuerdo», la escritora argentina comienza con una negación del recuerdo, negación que es corregida por el recuerdo que posteriormente aparece. Porque García Lao no se acuerda, pero se acuerda.
La lectura de García Lao se vuelve particularmente estimulante. Si pensamos al libro como un todo, este texto comienza desde el propio título y desde su grafía: la autora sitúa la negación entre paréntesis y, de esta manera, la negación está y, al mismo tiempo, deja de estar. ¿Cómo leer, por tanto, ese «no»? Ese «no» entre paréntesis funciona, precisamente por estar entre paréntesis, como afirmación del recuerdo —me acuerdo—, pero, al mismo, tiempo funciona como cuestionamiento.
Edita Kriller71
Porque estar entre paréntesis es estar y, por tanto, indudablemente ese «no» condiciona la lectura, pero, sobre todo, subraya que el recuerdo es, por definición, una forma de desmemoria. En otras palabras, el ejercicio de recordar es inseparable del de olvidar, pues todo recuerdo está envuelto o, mejor dicho, atrapado entre paréntesis de los olvidos. El libro comienza y termina aludiendo al ejercicio de la escritura: García Lao confiesa, al inicio, que no recuerda cuando inauguró «la necesidad de la escritura ni cómo era el mundo antes de eso» y, al final, confiesa que tampoco recuerda cómo ha llegado hasta aquí, hasta esa última página. Y, sin embargo, sabe perfectamente y así lo escribe que su escritura a lo largo de las 231 anotaciones. Ha sido un constante marcar las ausencias, apuntar hacia ellas, traerlas hasta el presente inmediato de la escritura.
En este sentido, García Lao dialoga también con Me acuerdo, el libro que Martín Kohan tituló de la misma manera que Perec. Kohan reconstruye, a través de fragmentos y anécdotas, parte de su vida y confronta su recuerdo con el de los demás, en concreto con el de una generación, la suya, que, aunque habiendo vivido lo mismo, no necesariamente recuerda de la misma manera. El contraste entre dos o más recuerdos en parte está también en la obra de García Lao, pero no porque haya otras voces, sino porque la propia voz que (no) recuerda parece por momentos dudar de sus (no) recuerdos. De hecho, cabe volver a ese no entre paréntesis porque funciona también como expresión constante de la duda que siente la narradora.
(No) me acuerdo dialoga directamente con otro de los libros de García Lao, Autobiografía con objetos. Allí construía una especie de relato de memoria a través de los objetos y la relación que con estos la narradora establecía. Las relaciones, las vivencias y los sentimientos quedaban inscritos en los objetos, que funcionaban también como espejo reflector del yo narrador. En esa «autobiografía» no se excluían los olvidos, sino que aparecían y, al aparecer, eran reescritos, porque si hablamos de olvidos hablamos de ausencias reescritas traídas al presente.
De ahí que, aunque parezca contradictorio, saber que se olvida es ser consciente, en realidad, de la imposibilidad del olvido y de la pregnancia del recuerdo. De ahí ese niño que no llegó a tenerse sigue estando ahí, en un olvido, que, en realidad, es un recuerdo porque está ahí, porque la consciencia de haber olvidado es también una forma de recuerdo.
La escritora Fernanda García Lao García Lao fue finalista del premio Setenil, en 2024, con su ‘Teoría del tacto’ (Candaya)
Junto a Autobiografía con objetos, (no) me acuerdo es una interesante indagación en la escritura autobiográfica y en la narrativa de la memoria. Ante un exceso de homogeneidad de este tipo de relatos, la lectura de García Lao se vuelve particularmente estimulante. Sin renegar de lo autobiográfico, la escritora lo cuestiona y lo hace reflexionando sobre la construcción de la memoria —y cabe entenderse la memoria como la unión de recuerdos y olvidos— y sobre la escritura no solo como reescritura, sino como huella o rastro de lo que ya no está.
En este sentido, lo físico y lo material está muy presente: de los objetos y el cuerpo a la escritura. Se podría hablar de una materialidad de la memoria, de una materialidad sobre la que construye la biografía de toda existencia.
(no) me acuerdo. Fernanda García Lao, Kriller71 ediciones, febrero 2025, 108 páginas.

sábado, febrero 08, 2025

(No) me acuerdo, presentación en Barcelona

(No)me acuerdo me regaló una noche-tesoro. A la lucidez de mis compañeras, Meri Torras y Claudia Caparrós, se sumó toda esta gente querida. Lleno absoluto en Crisi. Llovía afuera. Y nosotras auscultando la memoria, el cuerpo o la impostura del yo, las máquinas de recordar/olvidar, la forma, el lenguaje.

martes, enero 07, 2025

(no) me acuerdo

Un libro que juega con el clásico de Joe Brainard (I remember) y el de George Perec (Je me souviens) para hacer lo contrario.
En (no) me acuerdo, FGL invoca la imposibilidad del género Mémoire, en una tentativa por observar cómo sobrevive el pasado en el presente.
A partir de febrero, en librerías españolas.
Edita Kriller71

Taller en Billar de Letras: Inventario (im)personal

CURSO DE NARRATIVA INTERNACIONAL Comienza con: Fernanda García Lao (Argentina) Inventario (im)personal: Narrar desde los objetos. Memori...