miércoles, noviembre 13, 2024

Formas, voces, narradores: así es su nuevo libro y el perturbador universo literario de Fernanda García Lao

Por Natalia Ginzburg
Revista Ñ
Cultura
Con Teoría del tacto, la escritora, actriz y dramaturga argentino-española regresa a la narrativa breve.
El libro reúnen veintiocho cuentos, tan líricos como brutales.
La muerte, los duelos, la familia disfuncional, la violencia, la crueldad y la belleza atraviesan los relatos.
“¿Puede matar un libro?”, se pregunta –entre la incredulidad y la conmoción por la muerte de su padre, mientras la madre le leía– la narradora de “La gracia del mundo”. El relato abre Teoría del Tacto (Entropía), el nuevo libro de Fernanda García Lao en el que la autora argentino-española vuelve al formato breve: una geografía compacta y brutal que le permite continuar su experimentación de formas, voces, narradores que conforman su perturbador universo literario. Aquella pregunta, su ambigüedad, quedan resonando.
Spoiler alert: no se sale indemne de la lectura de estos cuentos. Será necesario esperar –respirar, olvidar, acomodarse– para avanzar al siguiente: casi una treintena de textos breves que comienzan como un hachazo en la vida de sus protagonistas: una falla a través del cual poder atisbar esas vidas, la bilis que escupen esos cuerpos.
Un ejercicio incisivo que ya había realizado, por ejemplo, en Cómo usar un cuchillo (Entropía, 2013), donde interesaban lo punzante y los objetos, un universo que García Lao –además de escritora, actriz y dramaturga– indaga desde la escena teatral. Son objetos y cuerpos embargados, en el doble sentido de algo que los pone en suspenso y, a su vez, los deja en deuda.
Lo poético y lo absurdo Miniaturas de mundos atravesados por lo ominoso (en el sentido freudiano, donde lo familiar se vuelve desconocido y por momentos espeluznante) en los que lo poético y lo absurdo son recursos necesarios para dar cuenta de una experiencia siempre inquietante. Leemos en “Réplicas”: “El cielo… se desarma como las branquias de un pez frente a un tenedor”, es la voz de la narrador que duela su madre muerta.
O “El pueblo en verano es una encía, se babea”, como espeta la narradora de “Persona en alquiler”, que ha subrogado su vientre a una pareja gay, y ahora la bebé expulsa su pezón “como si fuera veneno”.
Fernanda García Lao en Praga. Gentileza de la autora.Fernanda García Lao en Praga. Gentileza de la autora. Exiliada, nómada, vagabunda, Fernanda García Lao hizo de la errancia su modo de estar en el mundo y en la escritura. Un cuerpo-caracol que transporta sus cosas de aquí para allí. (Suele contar que cada vez que cruza el océano elige qué otros libros de su biblioteca, sus bienes más preciados, trasladará.) Un cuerpo anfibio que busca adaptarse al contexto.
Aunque tal adaptación no sea nunca señal de complacencia: la tan mentada “zona de confort”. Todo lo contrario: en su obra se nota el esfuerzo, cada vez, de crear nuevas condiciones para lidiar con el entorno, sin sucumbir a los brillos engañosos de la realidad –¿qué cosa es la realidad?–. La autora prefiere mirar a contraluz, o en modo “automático surrealista”. O improvisar: así en los textos como en las tablas.
Instalada nuevamente en España desde hace algunos años, la literatura de García Lao está siempre en conversación con la escena rioplatense: su lengua madre. En la cuestión del tocar se advierten, también, resabios pandémicos –el tiempo en el que suspendimos el sentido del tacto– y un dato biográfico: la muerte de su madre, la poeta leonesa María del Amor González, narrada en “Esto es el vacío”, pero también diseminada y reescrita en las muchas muertes y duelos que atraviesan estos relatos.
Fernanda García Lao en su casa.Fernanda García Lao en su casa. “¿Cómo se narra la pérdida del nido?”, dirá la autora, que no suele escarbar en cuestiones biográficas, a propósito de este dolor que le tocó atravesar. En el registro literario, importa menos el hecho real que el hecho espectral que invade, como ácaros, las páginas de este libro. Así, en “Para no sentir”, el protagonista de un duelo amoroso busca “desterrarla [a su amada] del lenguaje”.
O en “Cajonera”, “La cama de sus padres tiene algo de barco a la deriva”, es la observación de la hija que vuelve a desarmar la casa familiar, la misma en que, de chica, la perturbaba una cajonera con patas de forma de garra que cobraba vida. Son también las cartas que llegan a nombre de alguien (un amor) que ya no está.
En Teoría del tacto, García Lao arremete una vez más contra la familia –occidental, culpógena y cristiana– : los grupos familiares son experimentos cruentos o fallidos; el padre, un “misterio”, la maternidad, “un arrebato”. “Padre se fue y nunca supimos adónde” arranca como una flecha “Errado el tiro”, dando inicio a una hilarante búsqueda hecha de versiones y homónimos para dar con “padre”, ese ser sin nombre ni forma humana, apenas una imagen que se desdibuja.
Cuerpos que se rebelan Están, también, los cuerpos que se rebelan: la violenta y añosa desnudez del padre de Camille en “El monstruo que heredé”, y la salvaje vitalidad de Sagrario, la niña “monstrua” forzada por su madre a exponer y comercializar sus iridiscentes genitales en espectáculos públicos. Pero, en realidad, nada de todo esto tiene mucho sentido si no experimentamos la respiración de los textos, sus giros insólitos, su humor en los recovecos.
He ahí donde buscar el estilo de García Lao: así como en el peculiar modo en el que la autora entiende la conexión entre los reinos humanos, animales, y vegetales, las relaciones “intraespecíficas” que terminan por componer un universo menos nihilista que inesperado; menos fantástico, que enamorado de lo raro, como “esos lirios del viejo mundo” que en “Las crueles”, enloquecen al llegar en barco desde Francia: “La Furia alcanzó a las crueles en cuanto recuperaron la conciencia” o el “besito áspero, indiscreto. Como si un vampiro minúsculo le hubiera clavado medio colmillo” que sorprende a la protagonista de “Cascarudos”.
En el texto de contratapa, Daniela Tarazona describe a Teoría del tacto como un “libro-criatura”, con una escritura tan orgánica como el deseo. Esboza también un mapa de resonancias en su literatura: de Clarice Lispector a Marosa di Giorgio, de Margaret Atwood a Felisberto Hernández. ¿Es la Condensa Sangrienta la que respira en Segundo acto? ¿Se intuye a Silvina Ocampo detrás de la sutil atmósfera de Las Crueles? Sin duda, García Lao ya es parte de una comunidad de raros y raras que, como afirma Tarazona, tienen el don mutar la crueldad en belleza.
Teoría del tacto, de Fernanda García Lao (Entropía).

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