sábado, agosto 17, 2019

LO SINIESTRO, LA FAMILIA Y EL EFECTO FRANKENSTEIN

ESCOPETA OXIDADA DEL ROCÍO
Blog de José Luis Cutello



Un personaje solitario que reproduce a otros personajes como “bultos” en su cabeza y que copula con novias imaginarias aunque a simple vista parezca que lo hace con el “piano de la abuela”, un bebé que mastica la cabeza de una víbora y mata un pájaro a martillazos, mujeres y hombres “mal realizados”, muñecas parlantes de frases “idiotas” que causan locura y muerte hasta que alguien deja de creen en su hechizo, una mujer que intenta formar una familia con un maniquí, una niña que disfruta lamiendo el “cuerpo de una araña”, una adolescente que alimenta a sus ardillitas con la leche de su bebé muerto, una joven que queda embarazada con facilidad y cuya familia se deshace de cada niño como si fuera un “paquete”, una niña de dos años descabezada que queda detenida en el tiempo bajo el efecto del “nitrógeno líquido” hasta que se encuentre la cura a su mal, el pelo postizo de una abuela que causa muertes repentinas, una adolescente que menstrúa por primera vez y le toma fotos al cadáver de su padre recién muerto, un marido que exhuma el cuerpo de su esposa para recuperar un óvulo y perpetuar la familia, una zorra violada por campesinos que engendra “cachorros de persona”, una virgen que se extirpa en sucesivas operaciones las zonas erógenas de su cuerpo y se iguala “al resto del mobiliario” de su casa…

Esta enumeración es apenas un pequeño muestrario de personajes, aparentemente disfuncionales, que habitan el libro “El tormento más puro”, de Fernanda García Lao, un conjunto de 36 cuentos (algunos de apenas una página, otros que se acercan a la textura de una nouvelle) que trabajan registros que van desde lo siniestro a la locura y desde un surrealismo onírico a la crítica de la familia y el dinero como objetivos rectores de una sociedad.

Sigmund Freud definió lo siniestro “como algo familiar que se torna súbitamente extraño”. Y es precisamente lo que ocurre con los relatos de “El tormento más puro”: cuando el lector se acomoda a una historia que parece incursionar en una vidita cotidiana, es arrastrado de pronto hacia lo extraño, hacia el hecho anormal -visto, por supuesto, desde nuestra pretendida normalidad burguesa-, hacia una desarmonía que desencadena anomias, hipérboles e invenciones, es decir, desencadena lo mejor de la literatura de García Lao: la construcción de una ficción.

Si tomamos como ejemplo los cuentos que involucran a familias, descubriremos varias facetas interesantes e intensas de su poética, algunas de la cuales ya habíamos observado en su novela “Fuera de la jaula”: el núcleo íntimo del hogar transmuta su rostro sin que lo notemos a primera vista, se aleja de lo “normativo” y entonces se provoca un “extrañamiento”, para llamarlo con el término que acuñaron los formalistas rusos. De esta manera, las familias se transforman en “un escuadrón que se aniquila” o “es un espanto que no merece continuidad”.

En efecto, desde esa cosmovisión un hijo puede copular sin saberlo con la futura esposa de su padre senil, una hija aguardar a sus padres “desde el misterio de la muerte”, padres y abuelos dejar legados macabros, los descendientes disputar salvajemente por la herencia de una biblioteca que está destinada al fuego, o los nacimientos y las misas familiares pueden ser “trastornos del pensamiento”. De hecho, el núcleo parental nunca es homogéneo en “El tormento más puro” y lleva a los personajes a disquisiciones limítrofes: “La mujer que dormía con él y las dos criaturas de la otra habitación eran seres hambrientos. Lo estaban devorando”, piensa un hombre antes de matarlos y abandonar su hogar.

Una argamasa de sangre, semen, flujo, terror, locura y muerte es fundamental en la construcción de las familias que componen “El tormento más puro” porque el amor es, para ellas, “una palabra insulsa” o porque consideran que su árbol genealógico implica una “desgracia”. Por eso, los propios integrantes aparecen, en ocasiones, bestializados: “Manga de animales en celo”. Es que, en verdad, algunos de ellos son vampiros que embarazan a sus primas ingenuas o seres desterrados de la bondad: “Mala gente por mí parida”, dice una anciana a punto de cumplir 90 años.

El dinero es, también, un elemento que circula con desprecio dentro de estos clanes familiares. La misma abuela del párrafo anterior celebra su muerte inminente junto a una hija tonta quemando y comiéndose los billetes que tenía debajo del colchón, mientras el resto de su prole espera la herencia en medio de una orgía. O un joven pone un sobre de dinero en el horno encendido porque quiere “fracasar como nunca” y sabe que el futuro “se extingue rápido”.

Otro de los fundamentos que dan unidad a “El tormento más puro” es el reiterado intento de dar, modificar o deshumanizar vidas, un recurso literario que podríamos denominar “el efecto Frankenstein”. Por caso, la misma virgen que mencionamos en un párrafo anterior y que se extirpa las tetas y el útero hasta asimilarse a un mueble, mientras todo vestigio de vida (una planta, una tortuga) muere a su alrededor. O la científica trastornada por la muerte su padre que halla, en las nieves eternas del Tíbet, un corazón conservado por el hielo y pretende volverlo a la vida en un laboratorio.

Sin embargo, los dos relatos que muestran mejor “el efecto Frankenstein” son el del viudo que pretende recuperar un óvulo de su esposa enterrada y finalmente lo deja abandonado en una vereda, y el del príncipe lisiado que es convertido en “Golem”. Como en la historia del austríaco Gustav Meyrink, un ingeniero ortopedista checo le devuelve la motricidad con una armadura al futuro rey pero lo convierte en el monstruo que mata y es matado.

Todos estos relatos que mencionamos, esta verdadera “fiesta del monstruo”, parecen trabajar en un sentido en el que se trastruecan el orden de la naturaleza y la visión humana. “La naturaleza”, se dice en el cuento “Jardín desnudo”, “imita la forma humana, la pervierte y se burla”. Quizá por eso, un parque puede amanecer sembrado de tetas, conchas frescas y hasta una “pija grande, marroncita”, como un paisaje de Salvador Dalí.

Es que los cuentos reunidos en este libro por García Lao, al igual que su novela “Nación vacuna”, no sólo dan cuenta de naturalezas y humanidades desarticuladas, sino que también dan cuenta de sí mismos, una característica que sólo se observa en las mejores narrativas: “Me quedo instigando un asomo de lucidez, suponiendo otra vida que mejore mi yo, haciéndome otro. Escribir es eso”.

Podríamos finalizar esta reseña señalando con la autora que “la lucidez (de “El tormento más puro”) duele, pero funciona”, pero concluiremos con otra cita que, en nuestra opinión, define con más precisión el conjunto de cuentos: “El surrealismo no podía inventarse. Era la auténtica electricidad de lo real”, escribe Lorrie Moore en “Gracias por la compañía”.

© José Luis Cutello
© Foto: Librería Santa Fe

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