Fernanda García Lao
miércoles, noviembre 13, 2024
Fernanda García Lao: «El cuento tiene que aparecer ya palpitando»
Teoría del tacto es el último libro de Fernanda García Lao. La brevedad de sus cuentos es inversamente proporcional a su densidad. Cada uno de ellos sumerge al lector en un mundo extraño tan atrapante que resulta casi imposible salir o, por lo menos, salir indemne.
Por: Mónica López Ocón
«No voy a decir nada por fuera de lo que dije acerca de los sentidos en Teoría del tacto. Pero hay en el libro una especie de mini declaración de principios sobre lo que implica cada sentido. Solo diré que la palabra es la forma que tengo de tocar (el mundo)», le dice Fernanda García Lao a este diario acerca de su último libro de cuentos.
Si algo confirman los relatos de Teoría del tacto (Entropía) es el carácter performativo del lenguaje al que García Lao le saca el mayor provecho. Con toda justicia podría haber firmado junto a J.L.Austin Cómo hacer cosas con palabras. Si él demostró que decir es hacer desde la lingüística, García Lao lo hace desde la literatura.
En cada uno de los cuentos construye un mundo extraño de cuya estadía en ellos el lector no saldrá indemne. Quizá por esta razón sea necesario hacer una advertencia: no hay que dejarse engañar por la brevedad. En este caso el cuento, si breve, es dos veces peligroso. Pero el peligro no tiene que ver con la búsqueda del terror, ni con monstruos devoradores, sino con la extrañeza de cada relato que nos revela la extrañeza del mundo que quizá hemos dejado de percibir por formar parte de él.
Nos revela también nuestra propia extrañeza oculta bajo la rutina, la educación y los buenos modales.
Quien no sea una persona extraña que arroje la primera piedra.
–Creo que los cuentos de Teoría del tacto tienen una característica distintiva que es que no son cuentos en los que lo extraño va irrumpiendo de a poco desde un afuera, sino que no hay un afuera, uno se sumerge directamente en un mundo extraño. ¿Te parece una lectura posible?
–Sí. Creo que el cuento tiene que aparecer ya palpitando, tiene que aparecer en un estado irreversible. De hecho, algunos hablan del después de que el conflicto ocurrió y sólo quedan las esquirlas de lo que pasó. Me aburre un poco pensar que haya que empezar por cierta normalidad para luego trastabillar. La gente de estos cuentos ya está caída. ¿Para qué esperar?
Creo que lo que decís tiene que ver con cierta concentración poética, el lenguaje ya está estallado y había una necesidad de explorar físicamente los discursos de estos personajes dolidos.
–Todos los cuentos tienen otra cosa en común que es que dan la sensación de sumergirse en un bosque muy tupido en el que no se alcanza a ver la luz.
–Son cuentos claustrofóbicos. No se ven puertas, hay pocos exteriores y una necesidad de ir a lo nodal y no entretenerse en las ramas. Es ir a buscar directamente la intimidad. En algún momento sentí incluso que estaba intrusando a los personajes, como si pudiera verlos en su intimidad pero bien adentro de sus cabezas y también bien adentro del lenguaje. No describo prácticamente nada, no hay adornos y no hay tiempo. Ocurre todo ya y no hay escape.
–Son como una explosión que se produce de golpe. No es fácil entrar…
–…y tampoco salir (risas). Sí, son algo capturadores.
–¿Los cuentos de Teoría del tacto tienen mucho que ver con la poesía por su trabajo con la lengua?
–Sí, yo ya no concibo otro tipo de trabajo cuando escribo. Si trabajás con el lenguaje, hay que hacerse cargo de su exploración, su respiración, su ritmo y su locura. También hay que encontrar esa particularidad de la palabra que la haga única. Hay que juntar palabras que no se conocían de antes y eliminar todo lo que no pertenezca a esa aparición.
Siento que cada una de las voces se me vino encima y que estaba muy claro lo que esas voces tenían para decir. En este libro hay muchas cosas que son absolutamente personales a las que trato como si fueran ajenas y asuntos ajenos de los que me adueño porque, de algún modo, se referían a mí. No hay nada que me resulte ajeno.
–Es decir que trabajaste con dos materiales distintos a los que les diste un mismo tratamiento.
–Pretendí trabajar en ese borde de lo ficticio y lo experimentado. Creo que es la primera vez que lo hago, porque si bien siempre se cuela algo propio en la escritura, yo era llevada más bien por la ficción pura donde escondía algunas perlas de verdad. Hubo muchos duelos en mi vida y entonces me pregunté cómo se escribe esto o a quién le importa mi duelo. Para que importe hay que encontrar el procedimiento para contarlo.
De hecho, hay muchas palabras de mi madre que prácticamente anoté cuando las estaba diciendo, cuando sentí que estaba ante “la” escena, una escena enorme de mi vida que es la desaparición de quien me trajo a este mundo en el que me tengo que quedar. Soy como la testigo de aquello, no lo puedo olvidar, lo tengo que escribir.
Sabiendo que se ha convertido en ficción porque es un cuento lo puedo tocar y puedo también modificar algunas cosas en función de lo que el cuento requiere. Es un trabajo de estar todo el tiempo adentro y afuera de lo que me duele. Es poder objetivarme y subjetivar lo que no es mío.
–Y empujás al lector a un mundo sin darle tiempo a que se arme un poco para poder defenderse.
–Es que me gusta que el lector esté desarmado. Yo misma voy así a los textos y cuando siento que me están manipulando, abandono la lectura.
–Pero todo escritor tiene que encontrar la forma de que el lector persista en la lectura.
–Sí, a veces se hace una trampa que consiste en encontrar una frase-anzuelo que no permita irse del relato. En un relato corto se piensa ah, voy a salir de esto.
–Teoría del tacto es un libro breve y, sin embargo, al terminarlo tuve la sensación de haber leído un libro enorme. Quizá por su densidad.
–Me dijeron algo parecido.
–¿A qué lo atribuís?
–A que los cuentos muestran la punta del iceberg. Hay algo que está debajo, que se intuye y que no hace falta escribirlo, por suerte. Lo que siempre pretendo cuando escribo es que la escritura te toque y que no sea un exceso. Tal vez sea un libro en que hay menos humor que en otros libros míos, aunque también está. Pero es que los personajes son como cerebros solos discurriendo, no hay mucha comunicación.
–Vos no narrás desde el sentido común.
–Es que no lo tengo (risas). Si seguís el derrotero de mi vida te vas a dar cuenta.
–Pero es que a veces tener sentido común es lo peor que te puede pasar, si sos un escritor o una escritora.
–El sentido común puede llevarte al lugar común y los lectores están repletos del sentido común de los escritores. Si bien estamos en un momento bastante extravagante, se repiten las metáforas, los procedimientos y todo termina igual. A veces tengo la sensación de leer cuentos que ya he leído sin haberlos leído, cuentos que me hacen pensar esto me suena, esto ya me lo dijeron y ya fracasó. Entonces se trata de ir a buscar un fracaso por lo menos un poco más original.
–Pero tus cuentos no fracasan.
–Pero los personajes sí. No hay ninguno al que le vaya bien. Bueno, no sé, también hay algunos disfrutes.
–En relación con el estado de felicidad que propone la autoayuda todos fracasamos.
–Sí, creo que la idea de la esperanza delata cierta ingenuidad y mis cuentos no son cuentos ingenuos.
–Tu escritura no tiene nada de ingenua. Te metés sin piedad con la oscuridad.
–Creo que igual la oscuridad requiere de cierto manejo del lenguaje, que precisa de la sutileza. No hay en mí una voluntad de violentar pero tampoco de salvar a nadie por medio de la lectura. En realidad nunca escribo pensando en la lectura que se va a hacer, escribo en función de lo que creo que necesita el texto. Desde ese punto de vista hay un trabajo un poco más conceptual de lo que es el libro total: por qué están estos cuentos acá y qué conexión tienen entre ellos, cómo se tocan unos con otros.
–Es cierto. A veces en un libro de cuentos puede suceder que la única unión sea la contigüidad. No es tu caso. ¿De qué partieron los cuentos y cómo los trabajaste?
–El primer cuento, “La gracia del mundo” lo escribí en Buenos Aires y el último, “Gaviota en mi lugar”, en Barcelona, donde hay gaviotas. Es un pájaro que me asusta un poco. Trabajé con un criterio de unidad porque no me gustan los libros de cuentos que son bolsas de gatos. Me parece que son una falta de respeto al lector, que son mercadería. Es todo un reto escribir un libro de cuentos que tenga a la vez unidad y diversidad.
–La gaviota es el elemento típico de la postal de mar, pero vos la transformás en algo muy distinto.
–Sí, en una gaviota mala. Nunca me van a contratar para hacer postales. No podría obtener ningún ingreso de ese trabajo (risas). El primer cuento lo escribí un poquito antes de la pandemia. Ahí arrancó el “prohibido tocar” y lo que me pregunté en ese momento es si no puedo tocar a los demás cómo hago para tocar con el lenguaje, cómo hago para conmover, cuando yo ya estoy conmovida. Fue un período de exacerbación de la oscuridad, de las fobias. Nos marcó de una manera trágica. Fue como el fin de una era. Quizá el siglo XX recién terminó en la pandemia porque fue algo muy inesperado y que tuvo un código «otro» que es la viralización.
–De allí proviene lo claustrofóbico de los cuentos.
–Sí, y también de la gente sola que vive dentro de su cabeza. Esto es el reflejo de cómo estamos todos.
Escritura y estado de trance
–No quiero aludir a nada esotérico, pero no encuentro otra forma de decir lo que voy a decir: al leer Teoría del tacto tuve la sensación de leer cuentos escritos como en un estado trance y que, además, pedían ser leídos de la misma forma.
–Creo que si algo tiene la literatura es, precisamente, la capacidad de contagiar el trance a otro, a otra. No tenés que vivir el trance para poder ingresar a él. Como lectora a mí me gusta salir modificada de la experiencia de lectura y aspiro a lograr lo mismo en el otro cuando escribo. Creo, de todos modos, que ningún libro es para cualquiera, ni para cualquier momento, porque a veces el mismo libro leído en determinadas circunstancias te toca de manera distinta. Pero sí creo en el traslado de la experiencia y la escritura, es una experiencia inmensa más allá de las anécdotas. A mí las anécdotas en sí no me interesan. Sí me interesa cómo las traslado, cómo las traduzco a lenguaje, con qué armas lo hago.
–Sí, no entiendo que alguien me diga que no le cuente el final de una novela porque eso no me parece importante.
–Claro, qué más da. Además las novelas o los cuentos son incontables por fuera de su forma. La frase de ingreso y de salida se necesitan mutuamente y hablan entre sí y el cuerpo que queda entre ellas hace de conector.
Con bajo presupuesto
–¿Cómo se logra la unidad en un libro de cuentos?
–A mí me sirve mucho conceptualizar, recortar, saber qué es lo que voy a usar y qué es lo que voy a dejar afuera. Esto creo que lo tuve claro desde mi primer libro de cuentos, Cómo usar un cuchillo. En Autobiografía con objetos era muy consciente de qué era lo que estaba haciendo, lo que estaba trabajando y qué era lo que iba a quedar afuera. Creo que es bueno marcar un terreno breve y cavar en lugar de querer comprar hectáreas de ficción. Yo me arreglo con una baldosa.
–¿Y de dónde creés que proviene ese conocimiento quizá intuitivo, esa austeridad de la escritura que tuviste desde tu primer libro de cuentos?
–Creo que eso viene un poco de mi experiencia teatral, de la ausencia de presupuesto. Muchas veces en los talleres que hago digo ante algún texto que no hay presupuesto para determinado personaje, por lo tanto no lo vamos a contratar. Si no es necesario para la trama, es mejor que se quede afuera y así ahorramos. Delimitar un espacio concreto me parece fundamental para escribir.
Formas, voces, narradores: así es su nuevo libro y el perturbador universo literario de Fernanda García Lao
Por Natalia Ginzburg
Revista Ñ
Cultura
Con Teoría del tacto, la escritora, actriz y dramaturga argentino-española regresa a la narrativa breve.
El libro reúnen veintiocho cuentos, tan líricos como brutales.
La muerte, los duelos, la familia disfuncional, la violencia, la crueldad y la belleza atraviesan los relatos.
“¿Puede matar un libro?”, se pregunta –entre la incredulidad y la conmoción por la muerte de su padre, mientras la madre le leía– la narradora de “La gracia del mundo”. El relato abre Teoría del Tacto (Entropía), el nuevo libro de Fernanda García Lao en el que la autora argentino-española vuelve al formato breve: una geografía compacta y brutal que le permite continuar su experimentación de formas, voces, narradores que conforman su perturbador universo literario. Aquella pregunta, su ambigüedad, quedan resonando.
Spoiler alert: no se sale indemne de la lectura de estos cuentos. Será necesario esperar –respirar, olvidar, acomodarse– para avanzar al siguiente: casi una treintena de textos breves que comienzan como un hachazo en la vida de sus protagonistas: una falla a través del cual poder atisbar esas vidas, la bilis que escupen esos cuerpos.
Un ejercicio incisivo que ya había realizado, por ejemplo, en Cómo usar un cuchillo (Entropía, 2013), donde interesaban lo punzante y los objetos, un universo que García Lao –además de escritora, actriz y dramaturga– indaga desde la escena teatral. Son objetos y cuerpos embargados, en el doble sentido de algo que los pone en suspenso y, a su vez, los deja en deuda.
Lo poético y lo absurdo
Miniaturas de mundos atravesados por lo ominoso (en el sentido freudiano, donde lo familiar se vuelve desconocido y por momentos espeluznante) en los que lo poético y lo absurdo son recursos necesarios para dar cuenta de una experiencia siempre inquietante. Leemos en “Réplicas”: “El cielo… se desarma como las branquias de un pez frente a un tenedor”, es la voz de la narrador que duela su madre muerta.
O “El pueblo en verano es una encía, se babea”, como espeta la narradora de “Persona en alquiler”, que ha subrogado su vientre a una pareja gay, y ahora la bebé expulsa su pezón “como si fuera veneno”.
Fernanda García Lao en Praga. Gentileza de la autora.Fernanda García Lao en Praga. Gentileza de la autora.
Exiliada, nómada, vagabunda, Fernanda García Lao hizo de la errancia su modo de estar en el mundo y en la escritura. Un cuerpo-caracol que transporta sus cosas de aquí para allí. (Suele contar que cada vez que cruza el océano elige qué otros libros de su biblioteca, sus bienes más preciados, trasladará.) Un cuerpo anfibio que busca adaptarse al contexto.
Aunque tal adaptación no sea nunca señal de complacencia: la tan mentada “zona de confort”. Todo lo contrario: en su obra se nota el esfuerzo, cada vez, de crear nuevas condiciones para lidiar con el entorno, sin sucumbir a los brillos engañosos de la realidad –¿qué cosa es la realidad?–. La autora prefiere mirar a contraluz, o en modo “automático surrealista”. O improvisar: así en los textos como en las tablas.
Instalada nuevamente en España desde hace algunos años, la literatura de García Lao está siempre en conversación con la escena rioplatense: su lengua madre. En la cuestión del tocar se advierten, también, resabios pandémicos –el tiempo en el que suspendimos el sentido del tacto– y un dato biográfico: la muerte de su madre, la poeta leonesa María del Amor González, narrada en “Esto es el vacío”, pero también diseminada y reescrita en las muchas muertes y duelos que atraviesan estos relatos.
Fernanda García Lao en su casa.Fernanda García Lao en su casa.
“¿Cómo se narra la pérdida del nido?”, dirá la autora, que no suele escarbar en cuestiones biográficas, a propósito de este dolor que le tocó atravesar. En el registro literario, importa menos el hecho real que el hecho espectral que invade, como ácaros, las páginas de este libro. Así, en “Para no sentir”, el protagonista de un duelo amoroso busca “desterrarla [a su amada] del lenguaje”.
O en “Cajonera”, “La cama de sus padres tiene algo de barco a la deriva”, es la observación de la hija que vuelve a desarmar la casa familiar, la misma en que, de chica, la perturbaba una cajonera con patas de forma de garra que cobraba vida. Son también las cartas que llegan a nombre de alguien (un amor) que ya no está.
En Teoría del tacto, García Lao arremete una vez más contra la familia –occidental, culpógena y cristiana– : los grupos familiares son experimentos cruentos o fallidos; el padre, un “misterio”, la maternidad, “un arrebato”. “Padre se fue y nunca supimos adónde” arranca como una flecha “Errado el tiro”, dando inicio a una hilarante búsqueda hecha de versiones y homónimos para dar con “padre”, ese ser sin nombre ni forma humana, apenas una imagen que se desdibuja.
Cuerpos que se rebelan
Están, también, los cuerpos que se rebelan: la violenta y añosa desnudez del padre de Camille en “El monstruo que heredé”, y la salvaje vitalidad de Sagrario, la niña “monstrua” forzada por su madre a exponer y comercializar sus iridiscentes genitales en espectáculos públicos. Pero, en realidad, nada de todo esto tiene mucho sentido si no experimentamos la respiración de los textos, sus giros insólitos, su humor en los recovecos.
He ahí donde buscar el estilo de García Lao: así como en el peculiar modo en el que la autora entiende la conexión entre los reinos humanos, animales, y vegetales, las relaciones “intraespecíficas” que terminan por componer un universo menos nihilista que inesperado; menos fantástico, que enamorado de lo raro, como “esos lirios del viejo mundo” que en “Las crueles”, enloquecen al llegar en barco desde Francia: “La Furia alcanzó a las crueles en cuanto recuperaron la conciencia” o el “besito áspero, indiscreto. Como si un vampiro minúsculo le hubiera clavado medio colmillo” que sorprende a la protagonista de “Cascarudos”.
En el texto de contratapa, Daniela Tarazona describe a Teoría del tacto como un “libro-criatura”, con una escritura tan orgánica como el deseo. Esboza también un mapa de resonancias en su literatura: de Clarice Lispector a Marosa di Giorgio, de Margaret Atwood a Felisberto Hernández. ¿Es la Condensa Sangrienta la que respira en Segundo acto? ¿Se intuye a Silvina Ocampo detrás de la sutil atmósfera de Las Crueles? Sin duda, García Lao ya es parte de una comunidad de raros y raras que, como afirma Tarazona, tienen el don mutar la crueldad en belleza.
Teoría del tacto, de Fernanda García Lao (Entropía).
lunes, octubre 28, 2024
Fernanda García Lao: "Soy una imperfeccionista" Una conversación con la escritora de lo insólito.
Jessie Ruetter
oct 20, 2024
Bibliofilia
Fernanda García Lao termina de hacer el trámite de la reserva de un hotel y, apurada, atiende el teléfono. A través de la línea que conecta Barcelona con Nueva York, me cuenta que al día siguiente viajará a una ciudad en el norte de España para participar en un congreso de escritores dedicado a la literatura de lo insólito.
Fernanda García Lao es escritora y dramaturga. Nació en Mendoza, Argentina, y creció en Madrid, donde estudió piano, danza, teatro y periodismo. Escribió tres libros de poesía, tres libros de cuentos, y ocho novelas. Pienso que, si tuviera que definir su obra en una sola palabra, no habría encontrado otra tan precisa y tan punzante como esa: literatura de lo insólito. “Es todo aquello que sale de lo tradicional, de lo clásico”, explica la autora.
Llenos de sombras, sus relatos transitan entre lo fantástico, lo distópico y lo absurdo. En Fuera de la jaula (2014), a una mujer se le clava un disco de música en el cuello y muere de inmediato. Apenas después de ser enterrada, su alma escapa del cajón y, convertida en fantasma, protagoniza una historia erótica y oscura ambientada en la Argentina de finales del siglo XX. En Sulfuro (2022), una mujer se muda a una casa frente a un cementerio y jura que puede oler a los muertos. Entre delirios suicidas y obsesiones cristianas, progresivamente se entrega a la locura.
Lo surreal, lo sexual y lo horroroso se enhebran con delicadeza en cada una de sus historias. La prosa de García Lao, aguda e inteligente, se desliza entre las páginas como un veneno silencioso; su narrativa es macabra, corrosiva y fatal.
“Recuerde: un criminal quiere matar y ninguna muerta quiere morir, lo que anticipa una batalla violenta. Con los ojos cerrados, él tirará cuchilladas y sacará pedazos de aquella extraña que lo ha seguido. El asesino es un muelle de acero, la muerta crujirá como un barco que se hunde y se morirá dos o tres veces”.
—Fernanda García Lao, Cómo usar un cuchillo
En nuestra conversación, le pregunté cómo, cuándo, dónde y por qué escribe.
Cómo
“Nunca pienso en la historia antes de sentarme a escribir. Es como estar en una selva donde todos los caminos a seguir parecen iguales, porque no se ve nada. Entonces hay que jugársela y dejarse llevar por la intuición. Escribo desmalezando”, dice la autora. “A menos que alguien me haya contado una anécdota que, por lo absurda o extrema, se me haya quedado impregnada de alguna forma. En Teoría del tacto (2023), hay varios textos que surgieron de hechos verdaderos, narrados por personas de mi familia. Por supuesto, con el permiso de metamorfosearlos y de apropiármelos”.
“Hay algo de esos relatos familiares, o del círculo de afectos, que cuando los escucho pienso: esto no puedo permitirme el lujo de perderlo. Son historias con detalles que no quiero dejar morir. Porque hay algunos asuntos de la vida que son casi imposibles de concebir desde la imaginación; serían un exceso. Y, sin embargo, son historias que suceden. La vida es hiperbólica”.
Cuándo
Fernanda García Lao se sienta en su escritorio, escribe casi sin pausas ni interrumpciones. Muchas veces, también se graba hablando en voz alta, intentando desentrañar con la voz las historias sombrías que se le ocurren.
“Una vez que abro la posibilidad de la escritura, necesito no detenerme hasta que me quede sin aire; con las manos o con la boca. Si puedo, escribo dos o tres páginas seguidas, sin parar. Cuando hago una pausa, voy hacia atrás y voy revisando”. Después, hace una limpieza. “Rescato lo que me interesa y elimino enseguida lo que no. Soy muy impiadosa”.
“El suelo estará caliente cuando ella caiga como una torta de crema con los ojos ardiendo, o los oídos tapados, agarrando pedazos de hierba seca y luchando contra el envilecido: se sabe que no hay tiempo, un cuerpo tiene poco tiempo, se mata rápido. Estamos llenos de venitas frágiles y de pronto un demente te derrama y te deja toda al descubierto”.
—Fernanda García Lao, Cómo usar un cuchillo
Fernanda García Lao juega con el lenguaje con la sensibilidad de una poeta y la precisión de una cirujana. El talento para las letras y la fascinación por encontrar siempre las palabras justas son un sello de familia.
“Mi madre era poeta y mi padre era periodista. Él tenía una cierta debilidad por la corrección oral”, dice Fernanda. “Somos tres hermanas, y cuando almorzábamos o cenábamos, si repetíamos dos veces el mismo verbo, mi padre decía busque un sinónimo, m’hijita. Yo creo que eso nos marcó a las tres desde el principio”.
Cuándo
“Cuando me siento a escribir un cuento, a lo mejor hay sol; y cuando lo termino ya es de noche. Nunca lo dejo pasar la noche solo. Además, cuanto menos tiempo tengo, más siento la urgencia de escribir. Si tengo que salir o dar un taller, pienso: ‘Ay, justo ahora que se me ocurre una idea’. Hay algo en esa imposibilidad de encontrar el momento adecuado que, paradójicamente, me habilita la escritura”.
“Igual que cuanto más pobre es el cuadernito, más me animo a escribir en él. No puedo escribir en cuadernos lindos, caros o regalados, porque los voy a manchar. Necesito que sea un cuadernito barato y tachable”.
Dónde
Fernanda se mudó cinco veces de continente, y cambió 28 veces de casa. “Para escribir, no me perturba dónde estoy, solo necesito estar sola”, cuenta. “Es mi única condición”.
Por eso, no escribe en cafés ni bares. Sin embargo, se sienta en ellos para escuchar conversaciones ajenas y robar frases a escondidas que luego usa en sus textos. Graba a los taxistas, a la gente que camina por la calle, a los hombres y mujeres que intercambian conversaciones matutinas en los negocios y cafés.
Durante un viaje reciente a Praga, por primera vez se sentó a escribir en un bar. “No entendía lo que la gente decía, entonces nadie me distraía de mí. Al no saber el idioma, era como estar sola en cualquier parte”.
A pesar de sus muchos viajes y mudanzas, fue en una sola casa, en Buenos Aires, donde empezó y terminó todos sus libros. “Uno de mis temores, al dejar esa casa, era no poder encontrar otra que escribiera así, como esa. Yo creo que hay casas que escriben mal”, dice Fernanda, “No sé exactamente por qué, pero creo que para que una casa escriba bien, tiene que haber vivido gente antes. Y tiene que tener buena luz”.
En esa casa, a la escritora una vez se le ocurrió ubicar la cama en medio de la habitación, con la cabecera mirando hacia el cementerio de Olivos, que quedaba a exactamente dos cuadras. Durante esos días, la escritora tuvo sueños truculentos y borrascosos, que fueron el hilo del que tiró para empezar a escribir su siguiente novela, Sulfuro. “Sentí que la cama, en esa posición, habría como un canal hacia el cementerio”, dice.
Inspirada por esos sueños extraños, Fernanda comenzó a visitar el cementerio con regularidad. Convencida de que ahí había una historia por contar, recorría las tumbas una a una, deteniéndose a leer los nombres de los muertos tallados en la piedra, a observar sus rostros en las fotografías en blanco y negro, y a reparar en los detalles de sus mausoleos y casas eternas.
“Los sueños para mí son un recurso muy rico, porque son incontrolables. Una no los puede planificar. Antes tenía miedo de que se me olvidaran, pero luego aprendí a recordarlos siempre por la mañana. Ahora es como si tuviera un almacén”.
En Nación Vacuna (2020), una novela distópica sobre los mandatos de belleza impuestos a las mujeres, García Lao escribe: La perfección no existe. En todo, reina la asimetría y lo torcido.
“La perfección me parece fascista”, responde al preguntarle si esa frase también se aplica a su escritura. “Es un concepto de higiene, de control y de previsibilidad. Me resulta sumamente aburrida y sospechosa. Cuando escucho que alguien dice ser perfeccionista, pienso: alejate. Yo creo que soy una imperfeccionista”.
Por qué
“Se dice mucho que la escritura es una forma de salvación. Yo, en verdad, no creo que una se salve de nada. Pero sí pienso que en la escritura hay una especie de combate contra la muerte. Mientras se escribe, se suspende el tiempo. Se suspende el espacio, se suspende el yo”.
Además
Si querés empezar a leer a Fernanda García Lao, te recomiendo arrancar con Cómo usar un cuchillo y otros cuentos (2013). Es una colección de relatos cortos, con personajes oscuros y tramas fugaces que no vas a poder soltar. Recuerdo que lo compré en una librería sobre Avenida Cabildo porque me llamó la atención la portada y el título. Fue el primero que leí de la autora, y su escritura me fascinó desde entonces.
Cómo usar un cuchillo y otros cuentos, 2013
Más sobre la autora:
Obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el Tercer Premio Cortázar por La perfecta otra cosa y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Además publicó las novelas La piel dura y Vagabundas, el libro de cuentos El tormento más puro y los libros de poesía Carnívora, Dolorosa y Autobiografía con objetos. Fue editada en Latinoamérica, España, Francia, Italia y Estados Unidos.
La argentina Fernanda García Lao apuesta por una narrativa que no sea “terreno común”
León, 20 oct (EFE).- La autora argentina Fernanda García Lao ha afirmado este domingo en León que escribe una narrativa que “no es el terreno para el lugar común” y ha precisado que la literatura “tiene el poder de poner todo en tela de juicio”.
AGENCIAS
García Lao ha participado en un coloquio con la profesora Natalia Álvarez, comisaria del II Festival Internacional de Literatura Insólita Quimeras, en el que ha repasado de los elementos esenciales que conforman su poética: lo extraño, lo raro y los claroscuros.
Su obra, según ha explicado, responde a un modo de mirar muy personal que se sostiene en el concepto de que “la literatura no es el terreno para el lugar común”.
Desde ese axioma, su narrativa indaga en la corporalidad, lo social, lo político, la transfiguración de la vida o la perspectiva biográfica, apostando asimismo por el experimentalismo, la potencialidad de la palabra poética, lo sensorial y la variedad de resortes aplicados a la construcción del relato.
No en vano, Natalia Álvarez ha apuntado a la “textualidad orgánica” y a la “plasticidad del lenguaje” como elementos que permiten definir las ficciones de García Lao, además de recalcar las imágenes impactantes que las conforman.
La producción de la escritora argentina presenta una gran influencia del teatro, pero también de la poesía.
Ella misma ha reconocido su “pulsión poética” y su pretensión por hacer estallar el lenguaje e hibridar géneros.
“Presto mi cuerpo y mi garganta para componer”, ha afirmado la autora, que ha confesado que se deja llevar y apuesta ”por el juego con lo emocionado, lo perturbador y lo absurdo".
Uno de los temas que se trataron en el coloquio fue lo corporal, que enlaza también con la maternidad. Para esta escritora, la experiencia física de “la maternidad sirvió como revelación para conocer el cuerpo propio y sumergirse en un estado de sonambulismo propicio para la creación literaria”.
Además, ha considerado que para cualquier escritor procedente de Argentina es fundamental abordar esta pregunta por el cuerpo.
A lo largo de la sesión se repasaron los elementos constitutivos de sus novelas “Nación vacuna”, que se acerca a la distopía o la falsa utopía, y “Sulfuro”, obra escrita en segunda persona donde lo fantasmal adquiere relevancia.
También se ha abordado la dimensión onírica, fundamental en su poética, y la variedad de estrategias cercanas al humor que practica, como la ironía o el sarcasmo.
En definitiva, la literatura, según la autora, “tiene el poder de poner todo en tela de juicio”.EFE
lunes, octubre 14, 2024
El Diletante revista. Teoría del tacto
Por Tomás Villegas
Las palabras son táctiles para mí –sostuvo Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) en una entrevista–, y respiran. Quien dice carne dice palabra, afirma uno de los narradores de Teoría del tacto, su último libro de cuentos. Hablar de su prosa, no obstante, es extender esa materialidad corpórea de los vocablos para diseminarla en los gemidos de una lengua singularísima en la literatura argentina, y que encuentra en Silvina Ocampo el puntapié que hace de la crueldad una peculiar sensibilidad literaria.
Como Ocampo, García Lao no tiene tiempo: condensa los relatos en un puñado de personajes y en alguna que otra voz. Antes que extenderse narrativa y espacialmente, los sucesos (violentos, fatales, grotescos) se despachan en simples oraciones de compleja elaboración. En este mundo orgánico y despiadado, los llantos de bebé hacen sangrar los oídos, los días crecen como bichos, las pupilas clavan miradas, los insectos besan a mujeres solitarias, los pueblos babean como encías y una identidad se corrobora “por un implante dental deteriorado en el canino izquierdo, una verruga en el corazón”.
Los cuentos, antes que como piezas individuales, ganan, articulados en volumen, una expresividad truculenta propia de un Edgar Allan Poe desfachatado antes que trágico. De esta manera, sin ánimo alguno de subordinarse a reclamos feministas, una mujer se brinda cual objeto para servir de gestante a otro (“Persona en alquiler”). Otra ofrece –no queda del todo claro– su fuerza de trabajo o el trabajo sexual de su cuerpo, como si lo mismo diera (“Mensaje para el señor del sexto C de parte de Palmira”); y un hombre se prostituye sin saberlo para olvidar a su ex (“Para no sentir”). Siendo la maternidad un peso indeseable, una molestia sin parangón, muchos de estos seres tienden a considerar a la orfandad como un regalo vital o, por el contrario, la falta originaria por excelencia.
“Mi padre murió mientras [mi madre] leía (...) Ahora lo único que importa es encontrar ese libro, del que no recuerdo bien el título”, afirma la narradora de “La gracia del mundo”. Escena propia de su ficción, la autora sostiene no obstante que ocurrió de hecho y que durante un tiempo tuvo miedo, efectivamente, del texto en cuestión. La experiencia cifra una escena central que tiene mucho para decir respecto de ciertas directrices de una ficción encaprichada con la muerte y el deseo, con progenitores que engendran criaturas que repelen y rechazan. Una madre lee, un padre muere y su cuerpo comienza a deteriorarse definitivamente. Surge de allí, como no podía ser de otra manera, un relato, que, en manos de Fernanda García Lao, se convierte en una apuesta definitiva por la carnadura fatal y venenosa de la literatura: las palabras, acaso, maten.
25 de septiembre, 2024
miércoles, septiembre 11, 2024
viernes, agosto 30, 2024
Teoría del tacto, finalista del premio Setenil
El 21º Premio Setenil 2024 al Mejor Libro de Relatos Publicado en España tiene ya 10 finalistas
en una edición a la que han concurrido 115 títulos presentados por editoriales y autores de todo
el país.
Los títulos elegidos por la comisión de preselección son los siguientes:
- Mis amigas se compran casas, de María Bautista (Maclein y Parker)
- No entrar con llamas, de Lidia Caro Leal (Altamarea)
- Teoría del tacto, de Fernanda García Lao (Candaya)
- La vida secreta de Roberto Bolaño, de Montero Glez (Navona)
- Un 24, de Emilio P. Millán (Ediciones Franz)
- Los búlgaros, de Gonzalo Núñez (Sr. Scott)
- Un réquiem europeo, de Javier Sáez de Ibarra (Páginas de Espuma)
- La manía de estar muerto, de Alberto Sepúlveda (Eolas)
- Plegaria para pirómanos, de Eloy Tizón (Páginas de Espuma)
- Cadillac Ranch, de Antonio Tocornal (Sloper)
El Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España, convocado por la Concejalía
de Cultura del Ayuntamiento de Molina de Segura y dotado con 10.000 euros, lleva dos
décadas siendo un referente nacional en el género del cuento.
En esta 21ª edición preside el jurado el escritor Pedro Ugarte, que estudió Derecho en la
Universidad de Deusto y ha sido Premio Julio Camba de Periodismo en 2009 y Finalista del
Premio Herralde de Novela en 1996. Prestigioso autor de relatos, con Nuestra historia obtuvo el
XIV Premio Setenil. Serán también vocales del jurado Ana Ballabriga, Ignacio Borgoñós y
Marisa López Soria. Está previsto que el jurado emita su fallo entre finales de octubre y
primeros de noviembre. El premio se entregará en Molina de Segura en diciembre de 2024.
Molina de Segura, 29 de agosto de 2024
Filba 2024, García Lao
Sábado 28 | 16 h | Biblioteca del MALBA
Panel. Amor, amor, amor
Irreprimible, prohibido, tibio, trágico, cortés, la literatura, la poesía y la canción popular han escrito sobre el amor con diferentes sintaxis y eróticas propias. Cuando se pasa a texto, la arqueología sentimental trasciende la experiencia para expresarse con palabras que pueden ser tremendamente trilladas. ¿Se puede evitar lo cursi? ¿Deberíamos? Si los vínculos amorosos se van transformando, ¿con qué nuevas palabras se narran? Participantes: Fernanda García Lao Kevin Johansen Tamara Tenenbaum Modera: Franco Torchia
martes, agosto 06, 2024
Teoría del tacto, editorial Entropía 2024
«Los relatos de Teoría del tacto son cuerpos palpitantes; sus palabras son carne encendida. En estas páginas resuenan las escrituras de Clarice Lispector, de Marosa di Giorgio, de Margaret Atwood, la de Quiroga, ¿la de Felisberto Hernández?, ¿la de Edgar Allan Poe? Como ellos, Fernanda García Lao consigue la crueldad a través de la belleza, o al revés, o las dos cosas. Hay, de frase en frase, de una imagen a otra, la continuación de un impulso tan voraz como el de una célula, y los textos se bordan así, como extrañas mórulas, criaturas particulares: “Cada latido, una pezuña”, leemos.
García Lao viaja hacia el centro de la tierra interior de sus personajes para luego, como una exploradora antigua, traernos el corazón de esos seres ultrapasados que vamos siendo.
Sólo podremos cerrar este libro para volver a abrirlo. Porque está construido para que seamos testigos de la consistencia de las palabras con frases que aparecen después de dar la vuelta al mundo, o de atravesarlo, frases de saliva fresca que dibujan las entrañas de los pensamientos de sus habitantes.
Es un libro-criatura que parasita los ojos, que los convierte, o los desvela. La escritura de su autora es feroz, inclemente y también orgánica: como el deseo, que no puede terminar de definirse nunca.»
Daniela Tarazona
🗓️ PRESENTACIÓN EN CÉSPEDES LIBROS
La autora presentará Teoría del tacto, junto a Esther Cross y Sonia Budassi, el miércoles 25 de septiembre a las 18.30, en Céspedes Libros, Álvarez Thomas 853.
Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) es narradora, poeta y directora escénica. Ha recibido, entre otros, el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el Tercer Premio Cortázar por La perfecta otra cosa y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Además publicó las novelas La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula, Nación Vacuna y Sulfuro; y los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo y El tormento más puro. También ha escrito los libros de poesía Carnívora, Dolorosa y Autobiografía con objetos. Ha sido editada en Latinoamérica, España, Francia, Italia y Estados Unidos.
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Fernanda García Lao: «El cuento tiene que aparecer ya palpitando»
Teoría del tacto es el último libro de Fernanda García Lao. La brevedad de sus cuentos es inversamente proporcional a su densidad. Cada uno ...
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