viernes, agosto 07, 2020

Héroes apestados

La Vanguardia 4 Jul 2020 
Fernanda García Lao Nación Vacuna 
CANDAYA. 
142 PÁGINAS. 15 EUROS 

Por J.A. MASOLIVER RÓDENAS 


 Actriz, narradora, poeta y dramaturga, Fernanda García Lao nació en Mendoza (Argentina) en 1966. Vivió en Madrid de 1976 a 1990, años decisivos para su formación. Ya su primera novela, Muerta de hambre (2004), llamó la atención de editores, críticos y lectores, como la del incondicional que soy yo. En Nación Vacuna –publicada primero en Argentina y ahora en España, en Avinyonet del Penedès, para ser exactos, por la siempre alerta Candaya– reaparecen, intensificados, todos los rasgos de esta narradora audaz, capaz de dar un sentido de irrealidad a lo que es dramáticamente real. Un mundo alterado, con una tan descarada como necesaria licencia histórica donde Argentina ha ganado la guerra de las Malvinas, aunque la realidad de este ganamos se revela en la última frase del libro. Una victoria conseguida a un alto precio: los soldados han sido castigados con una enfermedad mortal. Nadie puede acercarse a las Malvinas –aquí las M– y el gobierno idea un plan disparatado como disparatada fue en la realidad la provocación de la Junta Militar que llevó a una guerra que se sabía de antemano perdida. Para ello cuentan con el barco Nación Vacuna. Se nos narra la historia de unas mujeres seleccionadas para realizar un servicio patriótico y ser utilizadas como vacunas y como cuerpos para la procreación. 

El crítico, en honor de la claridad, está condenado a ser lineal, pero la fuerza de la novela está precisamente en la ruptura de toda linealidad, sin llevarnos por ello al reino de la confusión. A la autora no le preocupa la trama, pese a que todo viaje, como lo será el de Nación Vacuna, implica un desarrollo narrativo. Este desarrollo lo imponen los personajes, con la historia personal de cada uno y con las relaciones entre ellos que van creando diversas situaciones. Una escena es responsable de la siguiente, la lógica del espacio y del tiempo desaparece y, nos dice García Lao, “siempre me intridatas ga más el lenguaje que la acción”, “no puedo separar la trama de su forma”. El narrador es Jacinto Cifuentes, “hijo de carnicero y de una psicóloga desplazada”. La carnicería nos acerca al primer sentido de lo vacuno: las vacas degolladas, la sangre. No puede dejar de pensar en ella, “esos cuerpos eran la muerte. No parecían seres, les faltaba la cabeza”. 
 Se establece una relación entre el Matadero y la selección que como funcionario hace Cifuentes de las 200 candidatas para llegar a las Afirmativas y a las seleccionadas para el Proyecto Vacuna que han de salvar al ejército, las vacas o Catorce Sí que irán al matadero y que vivirán con los héroes hasta quedar preñadas. Y de la relación de ellas con el obseso Jacinto nacen las escenas más variadas y entretenidas de la novela. Ve piernas y pubis por todos lados, le fascinan las axilas peludas y su olor, especialmente de dos mujeres: Mona Cifuentes, que huele a sexo mal bañado, y Lucero Arrieta, catedrática de Geografía bella y oscura, a la que acompaña a su dormitorio sin perfume, para que “me huela por lo que soy. Basta de eufemismos”. Como están libres de eufemismos todos los encuentros sexuales, muchos de ellos abocados al fracaso. Y dentro de esta anormalidad está la de la misma prosa, tan dinámica como la estructura de una novela que es la “reina de la asimetría” y donde la perfección, por suerte, no existe. Nos movemos en un mundo orwelliano en el que se vive la anormalidad sin necesidad de experimentalismos. Y donde “una pátina irreal tiñe el avance del Nación Vacuna a la deriva”, como en una feliz deriva avanzamos en la lectura.


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