miércoles, febrero 05, 2020

Entrevista a Fernanda García Lao
Por Tomás Villegas
El Diletante

Pergeñando cuerpos y familias anómalas, deseos incestuoso y voraces, Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) le ha dado voz a El tormento más puro (Emecé), su nuevo libro de cuentos. Relatos –por lo general de corto aliento– que hacen del lenguaje, la muerte, el deseo, el incesto y el cuerpo su materia viva.

Niños sádicos que comen serpientes y lamen arañas antes de besar a sus noviecitas; hombres que copulan con pianos; mujeres que forman familia con maniquíes; padres que piden distanciarse de sus propios hijos; babosas que se hospedan en el estómago de una empleada doméstica para mantener a raya la humedad de una mansión; jardines que se humanizan. Ante lo extraño o lo absurdo de estos textos, la racionalidad del lector desearía intervenir para frenar algunos actos, para impedir hechos, para defender ciertos personajes. En vano. Si Kafka deseaba resquebrajar con el filo de su literatura el mar helando en nosotros, García Lao nos impone un cachetazo, una afrenta a nuestro sentido común, y su carcajada irreverente avergüenza nuestros –valga la paradoja– instintos civilizados.

El tormento más puro es tu segundo libro de relatos. ¿De qué manera dialoga con el primero –Cómo usar un cuchillo–, de 2013?

Creo que la conversación sería más bien oscura entre ambos (risas). Mis cuentos se disponen en terrenos de tensión entre la obturación de la luz y cierto brillo pernicioso. Hay una búsqueda de goce, en ambos, de experimentación de la forma. Y la presencia erótica, no tanto porque relate situaciones en esa tónica sino porque el cuerpo contagia sus fragores. Me gusta que el mundo del relato esté contaminado.

"El tormento más puro" es, también, el nombre del primer cuento. El proceso de escritura se observa allí en primer plano y pareciera ser el punto de partida necesario para el resto del libro: de él (de la escritura, del lenguaje) surge el "cuerpo" de los relatos y de los personajes. Todo en este cuento, no sólo los conflictos intrafamiliares y amorosos, sino la existencia misma de la familia, se plantea como un producto o consecuencia de la escritura. El narrador sostiene, por ejemplo, que "Mis hermanos tuvieron una vida potente pero breve. Los hubiera hecho durar más, pero el cuaderno donde los escribí tenía pocas páginas".

¿Toda experiencia posible es efecto del lenguaje?

El lenguaje no sólo es un virus, es un vicio. Cuando se empieza a vivir pensando en la escritura, no hay asunto que no caiga bajo su influencia. No llevo diario, pero la escritura ficcional me nombra y me remito a ella para saber cómo me encontraba en tal o cual libro. Aunque en apariencia esquive lo confesional, yo sé qué asunto oculté ahí, en cada texto. Por otro lado, el lenguaje es el tema. Con él hacemos sentido. Y, por alguna razón que desconozco, he asociado desde el principio al lenguaje, no sólo con la revelación, sino con el cuerpo. Las palabras son táctiles para mí. Y respiran.

Hay diversos pasajes en este primer relato que exhiben a personajes que se independizan del yo que los enuncia. El narrador los escribe, se desinteresa momentáneamente de ellos para luego retomarlos u observar su desarrollo. El soplo escritural o literario les ha otorgado una vida propia, con cierta autonomía respecto de su creador.

¿Qué tipo de vínculo establece un autor/a con sus personajes?

Creo que en ese cuento dejo en evidencia que sospecho de los personajes. Es decir, cada vez me hace más ruido la definición. Esta especie de convención que dice que uno construye al personaje, vengo del teatro, me cansa. No necesito eso porque no sigo la lógica del realismo, más bien creo en las apariciones. No llegan a ser ni siquiera personas estos seres. Aunque persona es voz, el agujero de la máscara griega por donde sonaba el actor, prefiero eso, que suenen. Que sean lenguaje o ruido. Y mejor no instalar la idea de la construcción, que es una lata.

La muerte asoma en la mayoría de los cuentos, pero como un acontecimiento más. Sin grandes escándalos, sin espectacularidad y, sin lugar a dudas, ajena a toda solemnidad. En el relato "Tan de cerca" una mujer comienza a "ahuecarse" el cuerpo con intervenciones quirúrgicas. Primero, por cuestiones de salud, y luego por una suerte de compulsión.

La protagonista de "Tan de cerca", sin morir exactamente, es una de las que más se acerca al fin de una experiencia humana. ¿Coincidís?

No sé si coincido, pero me encantan tus observaciones. A ver. En esta suerte de higiene pálida promovida por el capitalismo digital, tener un cuerpo enfermo es casi una perpetración delictiva. Por no enfermar o envejecer se realizan todo tipo de acciones delirantes. Además, somos impacientes. Ya podemos adelantarnos y saber de qué vamos a enfermar. Leí sobre una actriz que había decidido operarse para no morir de cáncer de mama, que no tenía, pero del que había sido advertida por algún mediquillo oracular, y así nació el cuento. Pero es verdad, la muerte ronda el relato. La muerte es pérdida, entre otras cosas. Así que tenés razón. Ella se aniquila en cuotas.

La niña de "El día que murió papá" parece estar vacía de emociones o sentimientos ante la muerte del padre. La noticia la encuentra en casa de su amiga Emma. Su madre se lo comunica por teléfono:

"–Tu papá se murió

–Bueno

–Cómo bueno. Vení urgente para casa"

En todo caso, el proceso de la niña es un proceso corporal puesto que casi en simultáneo tiene su primera menstruación.

¿Creés que esto se debe a que la psicología está profundamente arraigada en el cuerpo del personaje o al hecho de que el cuerpo (en este y en muchos de los relatos) pesa más que la psicología?

La psicología no sirve para escribir ficción, tampoco la moral, así creo, un relato no se pueda pensar por fuera de la lógica de la literatura. La muerte del padre me pasó a los dieciséis, entonces aprendí que no hay reacciones previsibles y que si las hay no me interesa escribirlas. Que cada duelo es particular. Y por otro lado, la muerte de la palabra padre habilita a la hija a ser, a constituirse. No siempre en sentido literal, claro. Pero en ese relato, la incomodidad de la propia sangre anula la noticia terrible. El cuerpo de ella puede más, aunque también sea negado hasta la escena del final.

La presencia de algunos niños/as terribles, el clima siniestro, lo cruel y lo absurdo de algunas tramas evocan una tradición rioplatense que se remonta a Felisberto Hernández, a Quiroga, a Silvina Ocampo. ¿Han influenciado de alguna manera estos autores tu literatura?

Te digo sí porque me gusta pensarme en esa tradición, sentirme pariente. Aunque empecé a escribir muy temprano sin haberlos leído. Yo me inicié a los dieciséis leyendo a Genet, a Beckett, a Ionesco. Y bueno, toda la tradición picaresca española. Mis primeras lecturas a esa edad incluyeron a Pizarnik y a Borges. Luego aparecieron los demás. Al regresar a Argentina descubrí ese otro mundo que devoré locamente. El de la oscuridad rioplatense.

En "El postizo" la cabellera artificial de la abuela que la protagonista usa resulta ser una asesina, pinchando mortalmente traseros, degollando... ¿Qué relación percibís entre el humor y la muerte?

El humor es hay algo muy genuino en mí que he trasladado a la escritura, no sé de dónde vino, pero lo practico desde que tengo memoria. Supongo que la lectura del teatro del Absurdo, sumado a Gombrowicz, a Bierce, a Quevedo, no hizo más que acentuar mis naturales instintos hacia ese terreno. Descreo de la solemnidad y el humor me parece muy cercano a la poesía, en la dislocación del sentido aparece. Reírse de la muerte es un modo de combatirla. Además, disfruto y encuentro humor en algunos autores considerados terribles. Kafka me hace reír.

Los personajes de El tormento más puro se muestran tensionados entre el poder del lenguaje y su cuerpo (por lo general, animalizado). En "Diablo salía de noche" a una mujer que sobrevive a un accidente la médica le aconseja que exprese su trauma, que no permanezca muda: "La doctora insiste con que lo escriba. Que cuente la desgracia. Así el dolor pierde potencia en el organismo y se muda a las palabras. Parece que son más duras que el cuerpo".

¿Qué anudamientos se traman entre la lengua y el cuerpo?


Esas ideas surgen en la escritura, pero luego resultan casi preceptos para mí. No sé qué anudamientos se traman, pero sé que la lengua y el cuerpo se alían de un modo bien profundo, que se provocan. Más allá de cualquier razón que pueda improvisar ahora, hay algo que hace la palabra fuera de su cáscara que impacta en los sentidos. ¿La palabra es una parte del cuerpo o viceversa? Aún no me decido.

Más allá de que los relatos de García Lao no tengan un anclaje en temáticas sociales, ni pretendan ser formas de denuncia cultural, hay polémicas, problemáticas político-sociales que los atraviesan. Por ejemplo, los estigmas sociales y prejuicios con los que la clase media piensa a las culturas populares en "Útero fácil". En "Cuánto vive un óvulo" la supuesta intención de un hombre es exhumar a su mujer muerta para fertilizar un óvulo, lo único que ha quedado vivo de ella.

En "Cuánto vive un óvulo" la idea de que la mujer no es dueña de su cuerpo ni siquiera muerta, de que es utilizada solo en función del deseo del hombre es una lectura, creo, posible. ¿Coincidís?


Bueno, sí. No somos dueñas aun, estamos en manos del Estado. Sigue siendo muy perturbador para varios el asunto de reclamar por la potestad del propio cuerpo. Y la ciencia, por otro lado, se las ingenia para sortear, o intentar al menos, los límites de lo posible. La otra cuestión es hasta dónde llega un hombre con tal de no desaparecer, de ser padre, de perpetuarse. O hasta dónde llega para acostarse con su cuñada, porque el asunto del embrión parece una excusa, ¿no? La soledad del varón es un tema inquietante.

En una entrevista definiste a un Best seller como "Un objeto de fácil acceso". ¿Cómo definirías a El tormento más puro?

Ruta sin señalizar. Profusión de túneles.

Retomando el "Decálogo del perfecto cuentista" de Horacio Quiroga, ¿qué máxima no podría faltar en el decálogo de la cuentista García Lao?

Tiro una mínima, para no esquivar la pregunta: Con sufrir no alcanza.



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