Entrevista a Fernanda García Lao
Sobre su novela Muerta de Hambre
Por Jesús Ernesto Parra
El personaje principal de tu novela Muerta de Hambre es una adolescente -MaríaBernabéCastelar- de proporciones enormes, según refiere ella misma, que asume sus dimensiones ecuatoriales como contorno del mundo, y que en algún momento llega a decir: “Qué sería si no soy mi cuerpo; por él creo y aborrezco y siento piedad, de esta manera. Mis razones son mi materia” ¿Es este únicamente un manifiesto de guerra de la chica o viene de una tesis secreta que la novela, como hecho aparte, sostiene?
MaríaBernabé me hizo descubrir cosas en las que no habría reflexionado sin ella. Me hizo entender hasta qué punto la forma puede modelar el espíritu, presentirlo. Y viceversa. Al sobrecargar en exceso su cuerpo, engordó el discurso y ya no era posible distinguir dónde estaba el límite entre uno y otro.
¿Por qué elegiste el tono confesional -a modo de diario adolescente- para armar tu novela? ¿Tiene alguna relación el que él personaje principal sea mujer y adolescente?
El tono vino implícito con el personaje. Me fue impuesto. Más allá de que la primera persona sea una herramienta recurrente en mi producción. No pensé en el diario femenino, sino más bien, en un ejercicio imposible de reconstrucción de la memoria. Siempre me sorprende lo poco que recuerdo mi propia vida y lo tergiversado de algunos acontecimientos personales. Entonces, le presté mi amnesia a la señorita Castelar, como un arma de defensa. Ella se ocupó del resto, haciendo alardes de una irrevencia asombrosa para su escasa edad. Se antoja a veces que MaríaBernabéCastelar además de asumir la fatalidad de su destino, crea estas conclusiones en un ambiente de orfandad, en un universo que interpela y condena al distinto, pero que esta vez no un “distinto” Joseph K., ni Holden Caulfield, sino una niña gorda y un poco suelta de lengua ¿Cómo ves a ese tipo de personaje, a esa extranjera, en este mundo dietético inquisidor?
El héroe moderno debe lidiar con la abundancia de lo superfluo y la escasez de lo importante. Semejante batalla está perdida desde el enunciado, así que elijo a una niña sola y sin doctrina pero con una rabia inmensa, insaciable. No puede hacer otra cosa que sucumbir, llevándose todo por delante. Una mujer armada con un cuchillo y un tenedor, que engorda de impotencia.
MaríaBernabéCastelar decide morir entre cacerolas, acotando que necesita para completar su ritual: cebollas, ají, y un puerro, como si quisiera cocinarse e inmolarse como martirio doméstico ¿Es intencional esta imagen? ¿De que va ese rito? ¿Puedes extenderte un poco en esto?
Efectivamente se inmola, pero sin promesa de paraíso. Es un abandono triste: lo doméstico representado no como sentido de hogar, sino como renuncia. Ella desiste de su salvajismo. Elige una muerte por reducción, como el caldito en el que ha de cocinarse.
Alguien podría catalogar esta novela como novela de iniciación, y hasta podría aventurar a decir que de doble iniciación siendo esta, luego de tu trabajo en la dramaturgia y en la poesía, tu primera novela publicada ¿Lo tomas como cierto?¿Cómo lo miras desde tu experiencia literaria?
Siempre una novela es de iniciación, porque cada texto necesita ser escrito por primera vez. Y toda la experiencia está ahí, pero la hacemos a un lado para que no estorbe, para que no haya dictadura dogmática. Llevo escribiendo muchos años, siempre fue mi actividad paralela. Y he aprendido del teatro, de la poesía pero también del rock, del exilio, de la vida ociosa en Madrid, de mis pecados y de los ajenos.
El resto acá: Texto
MaríaBernabé me hizo descubrir cosas en las que no habría reflexionado sin ella. Me hizo entender hasta qué punto la forma puede modelar el espíritu, presentirlo. Y viceversa. Al sobrecargar en exceso su cuerpo, engordó el discurso y ya no era posible distinguir dónde estaba el límite entre uno y otro.
¿Por qué elegiste el tono confesional -a modo de diario adolescente- para armar tu novela? ¿Tiene alguna relación el que él personaje principal sea mujer y adolescente?
El tono vino implícito con el personaje. Me fue impuesto. Más allá de que la primera persona sea una herramienta recurrente en mi producción. No pensé en el diario femenino, sino más bien, en un ejercicio imposible de reconstrucción de la memoria. Siempre me sorprende lo poco que recuerdo mi propia vida y lo tergiversado de algunos acontecimientos personales. Entonces, le presté mi amnesia a la señorita Castelar, como un arma de defensa. Ella se ocupó del resto, haciendo alardes de una irrevencia asombrosa para su escasa edad. Se antoja a veces que MaríaBernabéCastelar además de asumir la fatalidad de su destino, crea estas conclusiones en un ambiente de orfandad, en un universo que interpela y condena al distinto, pero que esta vez no un “distinto” Joseph K., ni Holden Caulfield, sino una niña gorda y un poco suelta de lengua ¿Cómo ves a ese tipo de personaje, a esa extranjera, en este mundo dietético inquisidor?
El héroe moderno debe lidiar con la abundancia de lo superfluo y la escasez de lo importante. Semejante batalla está perdida desde el enunciado, así que elijo a una niña sola y sin doctrina pero con una rabia inmensa, insaciable. No puede hacer otra cosa que sucumbir, llevándose todo por delante. Una mujer armada con un cuchillo y un tenedor, que engorda de impotencia.
MaríaBernabéCastelar decide morir entre cacerolas, acotando que necesita para completar su ritual: cebollas, ají, y un puerro, como si quisiera cocinarse e inmolarse como martirio doméstico ¿Es intencional esta imagen? ¿De que va ese rito? ¿Puedes extenderte un poco en esto?
Efectivamente se inmola, pero sin promesa de paraíso. Es un abandono triste: lo doméstico representado no como sentido de hogar, sino como renuncia. Ella desiste de su salvajismo. Elige una muerte por reducción, como el caldito en el que ha de cocinarse.
Alguien podría catalogar esta novela como novela de iniciación, y hasta podría aventurar a decir que de doble iniciación siendo esta, luego de tu trabajo en la dramaturgia y en la poesía, tu primera novela publicada ¿Lo tomas como cierto?¿Cómo lo miras desde tu experiencia literaria?
Siempre una novela es de iniciación, porque cada texto necesita ser escrito por primera vez. Y toda la experiencia está ahí, pero la hacemos a un lado para que no estorbe, para que no haya dictadura dogmática. Llevo escribiendo muchos años, siempre fue mi actividad paralela. Y he aprendido del teatro, de la poesía pero también del rock, del exilio, de la vida ociosa en Madrid, de mis pecados y de los ajenos.
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