jueves, noviembre 20, 2025

Estación Saturno: «Todo lo narrado en esta novela es real, pero nada ocurrió»

LA VOZ DE OVIEDO
Esther Rodríguez
REDACCIÓN
La escritora argentina Fernanda García Lao estrena su nueva novela «Estación Saturno» de la mano de Editorial Candaya.
La escritora argentina mantendrá dos encuentros con el público asturiano, que se convertirán en una oportunidad única para explorar la creatividad y la irreverencia de la finalista del Premio Tigre Juan 2024
20 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.
Con una prosa afilada y un humor tan oscuro como preciso, Fernanda García Lao (Argentina, 1966) es considerada una de las plumas más originales y destacadas del panorama literario actual en español. La escritora se encuentra inmersa en la presentación de su nueva novela, Estación Saturno (Editorial Candaya), una obra con la que desafía las formas convencionales de la narrativa y se adentra en los territorios de lo roto, lo sensorial y lo desacomodado. En esta gira por España, país donde vivió casi dos décadas exiliada con su familia, hará parada en Asturias. La autora estará este viernes, 21 de noviembre a las 19.00 horas en la librería Kafka & Co, en Oviedo, mientras que el sábado visitará Toma 3, en Gijón a las 13.00 horas. Estos encuentros serán, para el público asturiano, una oportunidad única para explorar la creatividad y la irreverencia de la finalista del Premio Tigre Juan 2024.
—¿Cómo surge la idea de escribir Estación Saturno?
—En Estación Saturno se dan cita ideas contradictorias entre sí, algunas formales, otras espaciales. Fue la confluencia de un clima, un espacio y un procedimiento. El hermano mayor ha muerto, llueve y los que quedan no saben cuidar la herencia. O acaso la herencia sea la falta de cuidado.
—Si tuvieras que describir tu nueva novela en pocas palabras, ¿cuáles serían?
—Un delirio lúcido sobre la muerte, la descomposición y la pérdida. Una comedia negra con fondo de crueldad. En un país que se parece al mío, con gatos, engaños y ausencia de seriedad.
—¿Por qué ese título para la novela?
—Estación Saturno es un lugar real de la provincia de Buenos Aires, desmantelado y sin trenes desde 1977. Pero además, Saturno devora el tiempo, como el Estado, como la familia. Me gusta esa ambigüedad: no se sabe si es un planeta, una parada o una trampa.
—¿Qué te llevó a elegir la muerte como uno de los temas centrales?
—No me interesa la muerte como final, sino como principio. En Estación Saturno, la muerte no cierra nada: abre huecos, preguntas absurdas, deudas.
—¿Cuánto de lo que narras está inspirado en experiencias reales o personales?
—Todo es real, pero nada ocurrió. La novela está escrita desde una memoria que no es mía, pero que me habita. Soy hija de exiliados, crecí entre mundos, tuve que adaptarme. Y se filtra, aunque no quiera. La ficción es mi manera de ser precisa.
—¿Hay algún personaje con el que te identifiques especialmente?
—Con el hotel. Ese lugar que acumula cuerpos, voces, objetos perdidos. Es un personaje en sí mismo: muta, respira. Me gusta pensar que escribo desde ahí, desde ese espacio que no encaja en ningún mapa.
—¿Hubo algún momento del proceso de escritura que te resultara particularmente difícil?
—Estuve varios años escribiendo la novela, la primera parte en Buenos Aires, la segunda en Praga, la tercera en Barcelona. No apuro los procesos, respeto la oscuridad, intervengo y modifico. Me doy tiempo para dudar, para reescribir, nunca una sola versión. Quiero decir, escribir es un modo sutil de meterse en problemas. Si no me ocurriera, habría que sospechar.
— ¿Cómo manejas los momentos de bloqueo creativo?
—No tengo. Soy grafomaníaca. Cuando algo se congela, abro otro archivo. Leo, camino, escucho conversaciones ajenas. Entiendo lo que estoy escribiendo cuando estoy en otra cosa. Actúo de despistada, para que la escritura no se haga la solemne conmigo. La necesito viva, en riesgo.
—¿Qué cambió en ti como escritora después de terminar este libro?
—Lo que te enseña un proyecto se disuelve en el siguiente. Es un capital simbólico difícil de evaluar. Prefiero no pensar en términos de resultado. En todo caso, soy una mutante crónica.
— ¿Qué esperas que el lector se lleve después de cerrar el libro?
—Una sensación de vértigo. Que se pregunte si lo que leyó fue una novela, un sueño o una experiencia estética. Y que el absurdo no es decorativo: es estructural. Reírse del horror puede ser una forma de resistencia.
—¿Qué viene después de Estación Saturno? ¿Estás escribiendo algo nuevo?
—Siempre estoy escribiendo, pero no hablo de lo que todavía no es. Por no condicionarlo. Y porque cultivo en secreto mis asuntos hasta que dejan de ser míos.
—Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que está empezando a escribir su primer libro?
—Que no se preocupe por gustar: la literatura no es cosmética, es interrupción. El silencio es muy valioso: si vamos a pervertirlo, que merezca la pena.

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