He sido tentada por Gonzalo Garcés a incluir mi percepción sobre la diatriba ¿Por qué los españoles recelan del autor argentino y el argentino se duerme con el ibérico?
Y confieso, la literatura española contemporánea me es prácticamente desconocida. De mi pasado madrileño puedo decir que las "revelaciones" que obtuve de los autores españoles se remontaban al Siglo de Oro. Y desde que vivo en Buenos Aires, esquivo casi todo lo que encuentro. Llegan unos libracos pesados, caros e ilegibles. Lo nuevo, no está. Los dueños de la torta editorial son españoles y no logran seducir a nadie con sus recetas literarias. Y es que el resultado es indigesto: obsesión por la temática, por el asunto, creación de caracteres psicológicos trillados, descripciones eternas, unicidad de sentido, ausencia de pulsión, de tensión, de contradicción, literalidad, naturalismo... Semejante combinación produciría estreñimiento.
Obviamente hay excepciones. Pero son pocas.
Sin embargo, no puedo creer que eso sea todo lo que se escribe. Obviamente, las editoriales independientes no exportan. Y las grandes, desconfían de la experimentación con el lenguaje y con las estructuras. Se requiere de un lector muy particular que escasea y de un autor arriesgado, que no es negocio.
Ahora, crucemos a este lado del Atlántico: en la literatura argentina actual no hay ningún pichón de Borges... Lo que sí abunda es la sobrecarga de una suerte de realistas ingenuos, por un lado, y de minimalistas estéticos o bordadores de frases, licenciados en el arte de no decir nada, por el otro. Estas tortitas de harina integral también serían peligrosas: provocan diarrea.
Obviamente hay excepciones. Pero son pocas.
Creo que las nuevas generaciones de escritores a ambos lados del océano nos encontramos frente a peligros similares: la idiotez del mercado (y la propia), la repetición de paradigmas ajenos, la ausencia de originalidad y de sentido del humor, y un miserable interés personal de trascendencia que no se condice con lo que se escribe.
Llenar páginas aqui o allá, no es tan difícil. Publicar, tampoco.
Iluminar una frase, crear una secuencia insólita, un mundo que conmueva, que exalte la inteligencia y bombee la sangre, con distancia e intimidad al mismo tiempo, eso, es otra cosa. Y no abunda.
Tal vez, nos une la escasez y nos separan los efectos secundarios.