viernes, julio 04, 2008

Muerta de hambre, fragmento






Cerca del plato


”Yo no era nada, por lo tanto,
podía permitírmelo todo”
Witold Gombrowicz



1.
He sido gruesa y desgraciada desde que tengo memoria. En mis sueños, sin embargo, llevaba cascabeles o meaba en un frasco, alocadamente.
Me recuerdo corriendo por las praderas inmaculadas de mi infancia siendo infeliz y transpirando. Tenía secretos escondidos detrás del sillón. Cosas inservibles pero frescas. Tijeras y cucharitas de postre. Las pasaba por mi cara siempre acalorada por la furia de ser y pensar como una gorda de treinta y nueve años.
Mis padres se escabullían en fiestas y en viñedos y yo fumaba los restos que dejaba la empleada, en el cenicero de servicio.
El hecho de no tener hermanos me dio la libertad de ser desgraciada sin testigos. Pero observaba con rencor a la familia numerosa que vivía enfrente. Allí ninguno era imprescindible. Si faltaba algún miembro, nadie lo echaba en falta.
En mi caso la presencia era un factor determinante. Mis padres pasaban revista a mis orejas cada mañana.
Los días de mi niñez eran una sucesión de momentos interminables y sin cierre. Todo se alargaba más de lo normal. La noche se recostaba sobre la mañana y juntas caían sobre la tarde sin definir claramente sus límites.
En mi casa había habitaciones donde era de día y otras donde la luna brillaba sobre los mármoles. También los climas eran simultáneos. Mi madre prefería el balcón de invierno y mi padre, la calidez de los cuartos de baño. Yo gozaba de la indefinición templada del salón de juegos.
Después de tomar el jugo de naranjas recién exprimidas, probaba las mermeladas sobre diversos tipos de panes crudos o tostados. Dedicaba horas a la deglución matinal. Un vecino me pasaba a buscar y me trasladaba hasta el colegio. Es un dato importante porque siempre fui a colegios lejanos. Recorríamos media provincia y afortunadamente esperaban mi presencia para comenzar las clases. El vecino era un taxista sin papeles, que siempre lavaba el auto.
Recuerdo mi cuerpo deformado, peleando su libertad contra la tela cuadriculada. Sentía las miradas de desprecio en cuanto descendía del automóvil. Mis compañeros eran altos y rubicundos. Todos con los dientes perfectos y con olor a crema de enjuague.
Sin embargo esas magníficas piezas debían esperar a que la gorda inaugurara la jornada escolar. Siempre tuvimos contactos en el ministerio.
Yo destacaba en gimnasia a pesar de mi tamaño. Era muy resistente. Corredora de fondo. Siempre quedaba segunda porque el primer puesto era rotativo, pero yo no.
Nunca pude saltar el potro por un tema psicológico. Así que cuando se armaba la fila, me iba al baño.
Fui una alumna mediocre. Mis cálculos eran aproximados. “No vas a necesitar de las matemáticas”, era la frase que repetía la inútil de turno, bajo el delantal blanco.


2.
Tengo la boca llena de hambre. Sin embargo mi cuerpo está demasiado pesado para seguir engullendo. He aumentado varios kilos en los últimos días. No soporto lo nítido de la existencia: mis rollos se confunden con el sillón donde estoy encajada.
La señora que me ayudaba se fue hace miles de postres. Ahora pido todo por teléfono. Creo que soy el primer caso, en esta ciudad de esqueletos vengativos, que se ha fijado un objetivo tan grasiento. Quiero estallar.
Mi cuerpo es mi discurso. Espero que alguien me entienda.


3.
La primera vez que vino la hija del taxista a jugar a mi jardín dijo: ¡Una plaza! Y no volvió a dirigirme la palabra. Estuvo tres horas tirándose por el tobogán y hamacándose con rabia. Ese era mi problema. Demasiado rica para la clase media, demasiado gorda para la clase alta. Pensé en crear un club y puse anuncios que diseñó mi profesor particular que era arquitecto y lampiño. Pero nadie respondió a la convocatoria. Era la única en mi situación. Inmensa en todos los sentidos. Igual me hice presidenta y socia honoraria. El profesor también diseñó mi carné de socia que hasta tenía banda magnética y código de barras. Lloré mucho el día en que se juntaba la comisión directiva. Recién en ese momento me di cuenta de que estaba sola. Quemé el carné, la gorra, los banderines y el póster, junto a los montículos de hojas secas que dejó el jardinero.


4.
Como mi padre trabajaba constantemente, mi madre no lo necesitaba. Faltó a mi nacimiento y creo que tampoco estuvo en mi concepción. Él tenía los ojos verdes, la piel lechosa y los pies planos. Yo sin embargo me parezco al jardinero. Soy oscura.
Mi madre cantaba en el coro de la iglesia y se hacia brushing. Pesaba la mitad que yo. Nadie podía explicarse cómo había logrado parirme. Jamás nos acariciamos ni me dijo nada bueno. Por otra parte en mi casa nunca se personalizó ninguna conversación. Se usaba la elipsis, la sinécdoque o el silencio.
Cuando cumplí siete años me sorprendieron con un triciclo con música que me trajo mi padre de Estados Unidos. Era un aparato inmenso y llamativo que además tenía luces y cable, lo que me obligaba al mismo recorrido inútil para no desenchufarme. Los chicos del barrio se amontonaban en la reja para verme dar vueltas al cantero de magnolias.

10 comentarios:

  1. Anónimo8:19 p.m.

    ¡Muy bueno! ¿Se consigue en Colombia?

    ResponderBorrar
  2. Gracias, Elena.
    La verdad es que dudo que esté en Colombia. Se puede comprar por internet en la librería virtual del Fondo de Cultura Económica:

    http://www.libreriasdelfondo.com/LF_Detalle.asp?ctit=9789871228133


    O en librerías Santa Fe:
    http://www.lsf.com.ar/libros/13/MUERTA-DE-HAMBRE/

    Te dejo también el link a la editorial:
    Ventas: Federico Córdoba
    ventas@elcuencodeplata.com.ar

    Prensa:
    prensa@elcuencodeplata.com.ar

    Exportaciones: Fabián Barreira
    exportaciones@elcuencodeplata.com.
    ar

    Saludos y arepas

    ResponderBorrar
  3. Anónimo7:10 p.m.

    ¡Que contundencia!


    PD. una disgresión: las oraciones cortas, filosas, me recuerdan a algunos textos matemáticos que "tiran" los teoremas, axiomas, corolarios, despojados y crueles, diciéndote, ahi tenés, hacete cargo, si podés.

    ResponderBorrar
  4. Anónimo8:27 p.m.

    debí decir digresión

    ResponderBorrar
  5. Yes.
    Igual, interesante tu apreciación. ¿La crueldad es una rama de la matemática?

    ResponderBorrar
  6. no la mirabamos con desprecio cuando descendia del automovil. nos encantaba la gorda. en casa habia una revista de estas diosas en alguna isla del pacifico, mientras mas gordas mas bellas, era la norma cultural mas evidente. fue la revista por la que nos peleabamos todos. miguel la deseaba, pensaba en banarse en la piscina o en el jacuzzi con ella, morderse los dedos y escupirse el agua de la piscina mientras se tocaban abajo del agua y reian. despues de viejo vi los cuadros de botero y los rankings de ventas de peliculas porno donde las peliculas de gordas lideran en ventas y las gordas de botero se cotizan de maravilla en sothebys y cristies. supongo que la leccion que nos falto en casa y en en el colegio fue ensenarnos a decir, te quiero. salud.

    ResponderBorrar
  7. Estuve en España de vacaciones y me fui a la Casa del Libro entre otros pedí La perfecta otra cosa y Muerta de hambre pero me dijeron que no los tenían que podían pedirlos pero que demoraría un mes porque tienen algunos problemas con las editoriales argentinas etc.

    El tema de la gordura es alucinante provoca reacciones extremas y contradictorias. Puedes detestar la gordura y al mismo tiempo excitarte con ella. Mi madre fue una mujer grande no obesa pues nunca perdió sus formas y para mi era un oasis pegarme a ella. Sin embargo he evitado la gordura toda mi vida aunque siempre he sido flaca tenía el temor de engordar. Detesto la desmesura pero mi novia es ligeramente gorda.

    ResponderBorrar
  8. Problemas con las editoriales argentinas... Finalmente uno desconoce el derrotero de su obra. Y no puede hacer nada.
    Pero claro, internet vuela y nos acostumbramos a la proximidad (semiverdadera) Los libros hay que llevarlos, distribuirlos, ubicarlos. Una pena.

    ResponderBorrar
  9. Anónimo1:25 a.m.

    ¡Me enganchó!, presiento que no se trata sólo sobre la gordura, me atrae el recurso, el cuerpo como limitante, nuestro templo, tan mal valorado en ocasiones... No se si lo consiga en Venezuela, o lo buscaré por la red. Espero escribirte pronto al terminarlo para seguramente agradecer la buena lectura.

    ResponderBorrar
  10. Jessika, avísame si la consigues.
    Un saludo (vas bien encaminada, el hambre habla de otras carencias)

    ResponderBorrar

Fernanda García Lao: “Me interesa lo que el cuerpo le hace al lenguaje y viceversa”

Cultura Clarín Ines Hayes La narradora, poeta y directora escénica acaba de publicar nuevos cuentos en Teoría del tacto. Cuenta aquí que...