sábado, diciembre 01, 2007

La hora del vampiro



“El hombre rebelde es aquel que dice que no”, nos advierte Albert Camus en uno de sus más luminosos ensayos. Quizás sea por esta sencilla circunstancia que el espíritu libertario no puede sentirse acobardado ante la voz estentórea y belicosa que decreta la inminencia de su supuesta derrota. Y es que ninguna cantidad de decibeles resulta suficiente para ahogar por completo el penoso sonido de los grilletes arrastrados por los seres de naturaleza lacaya.En pocas horas los venezolanos tendremos la oportunidad de decidir la continuidad del sistema democrático. Para ello deberemos desafiar los múltiples tentáculos de un poder con vocación totalitaria, que no cesa de jactarse, de manera pública y notoria, del dominio ejercido sobre cada una de las instancias civiles y militares relacionadas con el hecho electoral.El gigantesco aparato propagandístico del gobierno no ha perdido tiempo en masificar su mensaje con una atractiva premisa: más poder para el pueblo. Sin embargo, todo aquel ciudadano que se anime a dejar de lado el tarareo de tan pegajosa consigna, y proceda a realizar una lectura serena del texto final de la reforma constitucional, de seguro identificará la existencia de graves y cuantiosas contradicciones, las cuales, en su conjunto, sirven para retratar de cuerpo entero a un líder embriagado de cinismo, o en el mejor de los casos presa de reiterados ataques amnésicos, que procura alcanzar objetivos que en todo momento negó perseguir.De aprobarse estos nuevos artículos constitucionales, desconocidos olímpicamente hasta por los legisladores que en mala hora usurparon las atribuciones del poder constituyente, la instauración de una tiranía en nuestra querida tierra de (des)gracia sólo dependerá de la buena fe del gobernante de turno, ya que los diferentes dispositivos de control y seguimiento institucionales han sido aniquilados en la práctica, debido a su oscura vinculación con la satanizada ideología liberal burguesa. Toda una fría operación de mutilación política que transforma nuestra democracia representativa (un diseño configurado por varias magistraturas), no en una democracia participativa (¿nos preguntamos cuáles serán los beneficios reales que le brindará a las comunidades un poder popular burocratizado y adscrito a la presidencia de la república?) sino en una monarquía representativa, que busca legitimarse en el engañoso silogismo, de estirpe ceresoliana, que reza: el pueblo es el soberano; Chávez es el pueblo; luego, Chávez es el soberano.Inesperada parusía de Simón Bolívar, Hugo I se convertirá en el amo de facto y de derecho de la nación venezolana".

Rafael Jiménez Moreno

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1 comentario:

  1. Anónimo7:31 p.m.

    Qué bien escrito y qué claro.
    Gracias por acercarlo. No tenía idea de que era tan grave lo de Venezuela.
    Saludos

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