LAS12
Página 12
Viernes 22 de junio de 2007
La perfecta otra cosa
La perfecta otra cosa
Fernanda García Lao
Ed. Cuenco de Plata
125 páginas
Por Liliana Viola
Siete personajes hablan, cada uno a su tiempo. Como si una obligación de diseñar el propio retrato los impulsara, cuentan su intimidad, justifican, aunque con lógica muy personal, sus ridículas acciones. Sin advertirlo ni negarlo, lo que hacen es confirmar sus lazos, se nombran unos a otros, se parecen entre sí, aunque no se quieran ni deseen. Esto es una familia. Habrá que pensar que cada uno es la causa de la angustia y la razón de ser de los demás. No hay lugar para dudas: el discurso de estos personajes de otro mundo, hable de lo que hable, aun cuando esté sostenido por el disparate, la asociación libre, la desfachatada incoherencia, no escapa jamás al hecho de que quienes enuncian son un padre, una madre, una tía, una hermana, algún abuelo, una hija, un hijo. Disfuncional, clásica, tradicional, o como lo anuncia el título de esta novela, “la perfecta otra cosa” aparece aquí presentada como en un juego de roles donde cada uno se va para otra parte, pero nunca se libera del resto.
La autora, solícita y engañosa, acerca alguna ayuda antes de comenzar. La cita de George Perec avisa que “a pesar de las apariencias, no se trata de un juego solitario. Cada gesto que hace el jugador de puzzle ha sido hecho antes por el creador del mismo”. Y enseguida, antes de que empiecen las intervenciones que organizan esta novela en sus 7 capítulos, se incluye un diagrama: árbol genealógico, lista de personajes principales y secundarios, la idea que cada uno representa. Como ocurre con el dedo índice que recorre didáctico las fotos familiares, la aclaración es redundante. Pero su carácter obsesivo e inútil, como los episodios elegidos por cada uno de ellos para presentarse, convierten esta pieza en una reflexión poética sobre otra cosa, todas las cosas.
Una original propuesta de una autora que estudió “danza clásica, piano, actuación, dramaturgia y periodismo”, y es autora de otras propuestas también originales como la obra de teatro La amante de Baudelaire, vestida de terciopelo o la novela Muerta de hambre.
Siete personajes hablan, cada uno a su tiempo. Como si una obligación de diseñar el propio retrato los impulsara, cuentan su intimidad, justifican, aunque con lógica muy personal, sus ridículas acciones. Sin advertirlo ni negarlo, lo que hacen es confirmar sus lazos, se nombran unos a otros, se parecen entre sí, aunque no se quieran ni deseen. Esto es una familia. Habrá que pensar que cada uno es la causa de la angustia y la razón de ser de los demás. No hay lugar para dudas: el discurso de estos personajes de otro mundo, hable de lo que hable, aun cuando esté sostenido por el disparate, la asociación libre, la desfachatada incoherencia, no escapa jamás al hecho de que quienes enuncian son un padre, una madre, una tía, una hermana, algún abuelo, una hija, un hijo. Disfuncional, clásica, tradicional, o como lo anuncia el título de esta novela, “la perfecta otra cosa” aparece aquí presentada como en un juego de roles donde cada uno se va para otra parte, pero nunca se libera del resto.
La autora, solícita y engañosa, acerca alguna ayuda antes de comenzar. La cita de George Perec avisa que “a pesar de las apariencias, no se trata de un juego solitario. Cada gesto que hace el jugador de puzzle ha sido hecho antes por el creador del mismo”. Y enseguida, antes de que empiecen las intervenciones que organizan esta novela en sus 7 capítulos, se incluye un diagrama: árbol genealógico, lista de personajes principales y secundarios, la idea que cada uno representa. Como ocurre con el dedo índice que recorre didáctico las fotos familiares, la aclaración es redundante. Pero su carácter obsesivo e inútil, como los episodios elegidos por cada uno de ellos para presentarse, convierten esta pieza en una reflexión poética sobre otra cosa, todas las cosas.
Una original propuesta de una autora que estudió “danza clásica, piano, actuación, dramaturgia y periodismo”, y es autora de otras propuestas también originales como la obra de teatro La amante de Baudelaire, vestida de terciopelo o la novela Muerta de hambre.
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