lunes, octubre 14, 2024

El Diletante revista. Teoría del tacto

Por Tomás Villegas
Las palabras son táctiles para mí –sostuvo Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) en una entrevista–, y respiran. Quien dice carne dice palabra, afirma uno de los narradores de Teoría del tacto, su último libro de cuentos. Hablar de su prosa, no obstante, es extender esa materialidad corpórea de los vocablos para diseminarla en los gemidos de una lengua singularísima en la literatura argentina, y que encuentra en Silvina Ocampo el puntapié que hace de la crueldad una peculiar sensibilidad literaria.
Como Ocampo, García Lao no tiene tiempo: condensa los relatos en un puñado de personajes y en alguna que otra voz. Antes que extenderse narrativa y espacialmente, los sucesos (violentos, fatales, grotescos) se despachan en simples oraciones de compleja elaboración. En este mundo orgánico y despiadado, los llantos de bebé hacen sangrar los oídos, los días crecen como bichos, las pupilas clavan miradas, los insectos besan a mujeres solitarias, los pueblos babean como encías y una identidad se corrobora “por un implante dental deteriorado en el canino izquierdo, una verruga en el corazón”.
Los cuentos, antes que como piezas individuales, ganan, articulados en volumen, una expresividad truculenta propia de un Edgar Allan Poe desfachatado antes que trágico. De esta manera, sin ánimo alguno de subordinarse a reclamos feministas, una mujer se brinda cual objeto para servir de gestante a otro (“Persona en alquiler”). Otra ofrece –no queda del todo claro– su fuerza de trabajo o el trabajo sexual de su cuerpo, como si lo mismo diera (“Mensaje para el señor del sexto C de parte de Palmira”); y un hombre se prostituye sin saberlo para olvidar a su ex (“Para no sentir”). Siendo la maternidad un peso indeseable, una molestia sin parangón, muchos de estos seres tienden a considerar a la orfandad como un regalo vital o, por el contrario, la falta originaria por excelencia.
“Mi padre murió mientras [mi madre] leía (...) Ahora lo único que importa es encontrar ese libro, del que no recuerdo bien el título”, afirma la narradora de “La gracia del mundo”. Escena propia de su ficción, la autora sostiene no obstante que ocurrió de hecho y que durante un tiempo tuvo miedo, efectivamente, del texto en cuestión. La experiencia cifra una escena central que tiene mucho para decir respecto de ciertas directrices de una ficción encaprichada con la muerte y el deseo, con progenitores que engendran criaturas que repelen y rechazan. Una madre lee, un padre muere y su cuerpo comienza a deteriorarse definitivamente. Surge de allí, como no podía ser de otra manera, un relato, que, en manos de Fernanda García Lao, se convierte en una apuesta definitiva por la carnadura fatal y venenosa de la literatura: las palabras, acaso, maten.
25 de septiembre, 2024

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