jueves, mayo 05, 2022

La Vanguardia

EL LIBRO DEL DÍA Fernanda García Lao: "Veo las iglesias como instalaciones artísticas" 
La escritora argentina publica 'Sulfuro', una novela donde la protagonista habla con los muertos. 
 XAVI AYÉN BARCELONA 29/04/2022 

Una madre que habla con los vivos y con los muertos (incluso con sus abortos), atravesada por esporádicos delirios suicidas y fanática de las vidas de los santos protagoniza ‘Sulfuro’ (Candaya), la última novela de la argentina Fernanda García Lao (Mendoza, 1966). La autora, de visita en Barcelona, habla de esta narradora suya, embarcada en un matrimonio infeliz, habitante de dimensiones paralelas.
 -Los capítulos son muy breves, con una prosa muy trabajada, a veces cercana a la poesía... 
 -Formalmente, intento que cada novela sea distinta. Aunque hay conexiones, mi novela 'Fuera de la jaula' (2014) está narrada en primera persona por una muerta. 
 -La segunda persona del singular no es muy utilizada por los narradores… 
 -Es inquietante, ¿verdad? Aquí está ligada a la incapacidad de la protagonista para nombrarse. Ella es una médium entre mundos sin quererlo. Los vivos no tienen nombre, ella tampoco. Hay en ella una poderosa neurosis de identidad, tiene un modo extraviado de ver el mundo.
 -Sufre diversas opresiones, que no son mostradas con crudeza. 
 -Me interesaba el simbolismo, soy de la cultura de la elipsis. El mismo embarazo de la Virgen María, visto con ojos actuales, es algo que suena a una explicación que se da para encubrir una violación. Es literatura fantástica, hoy lo habría investigado la policía. 
 -Cada capítulo tiene como título los nombres de los personajes que en él aparecen. 
 -Los vivos y los espectros, es un recurso teatral clásico. Tengo otra vida como dramaturga y actriz. Eso tiene que ver con mi forma de escribir, hay en mí un deseo de corporeizarlo todo. Mi texto no solo se ve sino que toca y se huele. Trato la religión, que es algo muy relacionado con el olor, con determinados incienso. 
 -¿Qué relación tiene con la religión? 
 -Como espectadora. Cada iglesia es como una instalación artística cargada de narración. Una función que dura siglos, de la que se conoce el final pero no importa. Ya desde chiquita, este universo me pareció espeluznante y atractivo. Mi personaje quiere desprenderse de la mirada de Dios como voyeur. 
 -La maternidad es uno de los temas. 
 -Las madres hace rato que leemos cosas raras. Todos sobrevivimos a nuestros padres, no solamente por orden natural, sino que sobrevivimos a los temores y neuras de nuestro linaje. 
 -Es como una ‘Madame Bovary’ contemporánea. 
 -Ella está tomada por las lecturas que hace, sobrevuela la idea del adulterio. Si una mujer no tiene lugar ¿cuál es el suyo? El territorio del cuerpo. La novela narra su propio descubrimiento sexual. 
 -¿Le gustan los cementerios? 
 -En Buenos Aires vivía al lado de uno. Son un buen lugar para ir a llorar porque se presupone que los que están ahí es lo que hacen. Puedes llorar por otras cosas y nadie te mira raro. 
 -Es prosa pero hay fragmentos cercanos a la poesía. Muchos capítulos podrían funcionar sueltos. 
 -Me encantaría romper las páginas del libro y desperdigarlas. La suma de las acciones termina componiendo la tragedia pero es verdad que trabajo individualmente cada capítulo para darle un sentido. 
 -Hay personajes definidos por su profesión: el Escribano… 
 -Los hombres se llaman todos por su profesión. Hay un desnivel profesional entre ella y el resto. Es muy literario borrar el nombre y dejar la función. Lo que sí necesitaba nombres claros es todo el elenco de los muertos. Un muerto sin nombre no inquieta tanto como alguien a quien ella ya conoce de haber visitado su tumba. 
 -¿Es muy argentino lo de hablar con los muertos? 
 -Somos el país de los desaparecidos, una entidad a la que se le niega la misma tragedia. Es algo imposible de obviar.

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