DOMINGO 01 DE OCTUBRE DE 2017
La Nación
Daniel Gigena
¿Qué habría pasado si la Argentina hubiera triunfado en la guerra de Malvinas? A medias, la nueva novela de Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) es una excursión a un género poco frecuentado por la literatura actual, excepto quizás por Dalmiro Sáenz y Federico Andahazi en el siglo pasado, y por Fogwill, con Un guión para Artkino, y por Carlos Godoy, con La construcción, publicadas en el XXI. En las ucronías, la imaginación se explaya en la reconstrucción de hechos históricos alternativos a los que fijó la realidad. "Desde que ganamos la guerra, todo se descompuso", observa Jacinto Cifuentes, el protagonista de Nación Vacuna. Por medio de él se sabe que los invasores, al retirarse de las M, como se llama a las islas en la novela, han emponzoñado las aguas con combustible. Muchos murieron envenenados en pleno festejo y otros pocos héroes, como los considera la Junta que gobierna desde Rawson, permanecen a la espera de una solución.
Pero ¿por qué la novela de García Lao es una ucronía a medias? En vez de proyectar una realidad alternativa social completa, como sucede por ejemplo en El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, Nación Vacuna ahonda en las circunstancias del triste funcionario de gobierno que es Jacinto. Rival de Leopoldo, el hermano plenipotenciario; hijo vegetariano de un matarife, amante infortunado y agente a desgano de una misión que intenta unir la prostitución con el patriotismo, el personaje del burócrata ofrece una perspectiva ideal para observar la realidad de un régimen donde los cuerpos de las mujeres son instrumentos de redención social. "Si no sobrevive, cosa muy probable, será elevada a Ciudadana Ilustre por Decreto. Y enterrada en las M. Punto", se estipula.
Sin embargo, mientras el Proyecto Vacuna avanza mediante interrogatorios absurdos, protocolos y desapariciones misteriosas de las mujeres no aptas para la empresa, la historia se enfoca en las tribulaciones de Jacinto. De a poco, la ucronía se transforma en una pesadilla edípica. Están los personajes necesarios para que eso ocurra: el padre necio y (por oficio) sanguinolento, la madre ausente que regresa como psicóloga al servicio de la manipulación política, el hermano que escala en la pirámide social e incluso Mona, una mujer deseada por él y por su hermano. "Juntos, parecemos actores de una farsa mortecina", reflexiona Jacinto en una cena donde casi ayuna (apenas le sirven una ensalada de berro mientras los demás devoran un cordero).
Como en otras narraciones de la autora, la alimentación, el erotismo y la violencia forman un trío inquietante de sentidos que migran. En Nación Vacuna, el deseo muchas veces adquiere el viso de una pasión caníbal. "Tengo ganas de comerme a Erizo. Me la imagino con manteca", piensa Jacinto luego de probar una de las enigmáticas cápsulas de carne, preparadas quizás por la Junta con material humano descartado para la misión atlántica. Tampoco faltan los gags. "Menos mal, digo. Si no, estarías hablando sola", reflexiona el hijo cuando la madre le comenta que quedó embarazada de él sólo por falta de planificación.
(...)
(Para seguir leyendo, clik en el título)
Fernanda García Lao: “Me interesa lo que el cuerpo le hace al lenguaje y viceversa”
Cultura Clarín Ines Hayes La narradora, poeta y directora escénica acaba de publicar nuevos cuentos en Teoría del tacto. Cuenta aquí que...
-
La realidad demanda improvisar, hay que moverse. Yo, que nada sé, celebro el evento con alegría, por imprevisto. Me veo sonreír, con una val...
-
Una piedra dos casas tres ruinas cuatro sepultureros un jardín flores un mapache una docena de ostras un limón un pan un rayo de s...
-
UNO No es igual irse a que te vayan. DOS Quién es esa que fui sino la que creo haber sido. Quién subió al avión el día de su cu...