Como un juego literario que surgió para no perder el contacto entre viajes de trabajo, la pareja Guillermo Saccomanno y Fernanda García Lao escribió Amor invertido, una novela epistolar e impúdica sobre dos amantes separados tras una cirugía de intercambio de corazones, un hecho que los llevará por travesías desenfrenadas en la búsqueda del otro, pero también del goce sexual irrestricto que rescata elementos clave de la novela libertina.
TELAM
22.06.2015
15:50
Leticia Pogoriles
En una entrevista sobre este lanzamiento de Seix Barral, García Lao (Mendoza, 1966) y Saccomanno (Buenos Aires, 1948) intercalan pareceres, se complementan, debaten y cierran una idea, consolidando el espíritu de su primer libro juntos, la primera novela "libertina" escrita por una pareja argentina. "No hay una pareja que haya logrado una misma fisonomía de estilo", dice él en diálogo con Télam sobre Amor invertido, donde las marcas individuales son inhallables.
Hace un par de años se conocieron en un festival literario, intercambiaron libros y se vieron algunas veces más, a la semana, ella partía rumbo a Europa por trabajo. "Me propuso que escribiéramos ficción, aprovechando la distancia, y pergeñamos la idea que fueran cartas por correo. Estaba esa sorpresa de esperar la correspondencia y ver cómo contestaba. Se creó eso de la espontaneidad de la escritura", cuenta ella.
Ni a pedido, ni por encargo sino por el mero placer de jugar, ambos enfilaron por la cornisa de la voluptuosidad sexual, el humor y el malditismo y crearon algo que va más allá de la erótica, un libro inclasificable que pendula entre dos tiempos, dos géneros -el femenino y el masculino- dos corazones y dos deseos. Sus protagonistas, Guillemette y Fernand, huyen de París con los corazones cambiados, las cartas cargadas de carnalidad van y vienen, superando cualquier barrera moral, mientras una trama oscura se cierne en cada uno.
"Son dos herejes, dos huérfanos, dos heridos, dos dañados, que escapan, se desean pero mientras tanto cometen tropelías", cuenta García Lao y él detalla: "Tropelías del orden de la subversión. Está en juego el deseo de una embarazada, que es la gloria del prostíbulo; el tipo, víctima que, al mismo tiempo, comete crímenes; hay incesto, está la figura del padre, la iglesia. Todo está violado como creo que es la pasión. Esto va llevando a los personajes a un castigo casi `tanático`".
Presentada como "una novela de cojer", los guiños encriptados son influencias de la literatura francesa de alcoba. "El venía con Fanny Hill y yo con Apollinaire. La idea fue particularizar en los personajes y dejarnos arrastrar por esa literatura y por el disfrute de ir de la más alta poesía al barro y la vergüenza", ilustra la autora de Fuera de la jaula.
"Lo que escribimos -remarca Saccomanno- no tiene nada que ver con nosotros, es un objeto literario, es una apuesta teórica. Es como uno entiende la literatura".
Y sigue: "En la literatura local no existe prácticamente la erótica. Tomamos a la literatura libertina como modelo que fue subversiva. Pensamos en firmarlo con seudónimo, un rasgo común, porque estábamos escribiendo con una absoluta impunidad que dio libertad y arrojo, pero luego asumimos la identidad autoral".
Para ella "conjugar lo siniestro con el humor es lo atractivo, es la risa de la muerte y la desesperación, ellos están en crisis y, sin embargo, disfrutan de los placeres carnales. Las citas se pescan o no, pero la novela sigue avanzando alocadamente".
Ambos acuerdan en otro plano, esta novela fue "desclasificarse". "No pertenecer ni acá ni allá, sino al terrreno de la escritura" donde los dos comparten bibliografía y lecturas de iniciación. "Esta novela es un terreno en común para jugar en ese campo que nos define como seres", subraya ella.
"Los dos profesamos poéticas distintas, públicos diferentes y generaciones diferentes y de golpe al carajo con las convenciones", dice Saccomanno y ella suma: "Y con las especulaciones. Una de las posibilidades es que este libro nos condenara al fracaso. Uno no escribe con certezas y habíamos asumido el riesgo. No importaba cómo sería leído, a nosotros nos funcionaba como lectores".
Se conocen en la escritura, admiten que gran parte de su tiempo hablan de literatura, pero sobretodo se admiran. "Ella es la reina del punto y yo de las subordinadas. Con esto me doy cuenta que sólo podés escribir a medias con alguien cuando lo admiras. Yo no podría haber escrito 'Cómo usar un cuchillo', pero me hubiera gustado".
"No sólo admirar -interviene García Lao- sino contar con la aprobación a la hora de volar cosas. Es resignar también. Pensamos en función del conjunto, era de los dos y tenía que estar a la altura de la crítica más despiadada que uno tiene adentro".
El cuerpo central literario de Amor invertido fue una escritura escindida donde cada uno estaba fortuitamente al otro lado del Atlántico, "tratando de estar a la altura del personaje", subraya Lao y aclara: "Cuando uno se pone a escribir y no es autobiográfico o referencial estás pensando en el motor. La gente se lee o se busca, pero nosotros no usamos ningún modelo de la realidad".
Tras el inimaginado pedido de publicación, la simbiosis literaria dio su estocada final. "Hubo un momento en donde los dos estilos se fusionaron", confiesa el autor de Cámara Gesell. "Fue en la corrección. No nos importaba quien escribió qué sino que éramos una sola cabeza revisando un objeto", dice ella.
Esa operatoria "obsesiva" de edición, de estar diez horas frente a frente en las computadoras, fue para Saccomanno lo que puso en tela de juicio la noción de autor y propiedad: "Lo transgresor de este libro y que me asombra es que no reconozco ninguna página como mía, sino como nuestra. Porque no sé quién escribió tal o cual cosa".
Entonces, ¿qué los interpeló a cada uno del otro? Ella toma la palabra: "A mí me sorprendió su libertad para escribir y asumir un personaje femenino en primera instancia, luego nos dimos vuelta. Y su humor. Parecía que el humor negro y desesperado lo iba a aportar yo y, sin embargo, él apareció con un personaje descollante que me obligaba a un antagonismo y a una revisión que yo imagino como lo masculino, feminizado por este corazón".
"El -sigue la escritora- disparaba mi prosa y yo se la devolvía intentando ser lo más cruda y maldita posible. Era un boxeo entre dos cuerpos que no se juntan y era estar juntos a la distancia en los zapatos de un otro".
En cambio, él sostiene que como "realista defasado" Fernanda lo devolvió "a lecturas desterradas y olvidadas -Rimbaud, Lautréamont- y a la literatura francesa desde un lugar de goce".
Con esta carnal y descarnada obra, el genuino interés pasa para ambos porque "la escritura haga vibrar" al lector. "Está bueno sentir que uno camina por un terreno delicado porque la escritura no es un lugar en el que uno espera honor, sino al revés, el deshonor es el mejor premio", apuesta ella.
Saccomanno admite: "Sabíamos que estamos violando normas y costumbres" y García Lao rebate: "Yo nunca acepté ninguna norma, así que no la pude violar. Este libro no tiene género, de ninguna naturaleza, no es ni masculino, ni femenino, mientras no aburra, está todo bien". Ambos sonríen. "De Fernanda y de mí no se pueden esperar textos livianos", concluye él.
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