lunes, diciembre 30, 2013

Los libros que deberían pasar de año

Espectáculos
Domingo, 29 de Diciembre de 2013
PAGINA/12

Más de 26 mil títulos publicados dan cuenta de la fertilidad de la actividad literaria. Ferias y festivales canalizaron parte de la diversidad de esa oferta. Una de las perlitas fue el hallazgo de un manuscrito de Borges en la hemeroteca de la BN.
Por Silvina Friera

En el umbral de un año que se termina con más de 26 mil títulos publicados, tamaña realidad inabarcable alienta la sensación de que los libros son como una multitud de manchitas que se desplazan al borde de la mirada, con la amenaza de volverse invisibles. Si todo lector es un explorador de las huellas que dejan los textos leídos, apenas queda la faena de retener la espuma de un inventario incompleto, parcial y arbitrario. Y conformarse con trazar algunas modestas coordenadas o notas al pie. Dos primeras novelas, Una muchacha bella, de Julián López, y La reja, de Matías Alinovi, brillan en el panorama narrativo. Ricardo Piglia, el uruguayo Ercole Lissardi, Juan Sasturain, el puertorriqueño Eduardo Lalo y el salvadoreño Horacio Castellanos Moya integran un “equipo” formidable con cinco magníficas novelas: El camino de Ida, El centro del mundo, Dudoso Noriega, La inutilidad y El sueño del retorno.

El inclasificable Cuadernos de lengua y Literatura, de Mario Ortiz, se impone por un par de cabezas, en caso de que haya que reducir al extremo este listado, junto con Mi libro enterrado, de Mauro Libertella, y Elegía Joseph Cornell, de María Negroni. En el género cuento cómo no celebrar tanta fertilidad y diversidad en Mi vida querida, de la canadiense Alice Munro –¡al fin Premio Nobel de Literatura!–, La trompeta del ángel vengador, del brasileño Dalton Trevisan, Un día cualquiera, de Hebe Uhart, Modo linterna, de Sergio Chejfec, Cómo usar un cuchillo, de Fernanda García Lao, Hacerse el muerto, de Andrés Neuman, y la publicación de los Cuentos completos, de Rodolfo Walsh. Hoy, de Juan Gelman, y dos obras reunidas, Al margen, de Silvia Baron Supervielle, y Como sólo la muerte es pasajera, de Alberto Szpunberg, son las entrañables iluminaciones suministradas por la poesía. El conejo de la galera editorial del 2013 es el Julio Cortázar “oral” de Clases de Literatura. Aparte se consignarán otras misceláneas: ferias, festivales, regresos editoriales y el hallazgo de un manuscrito de Borges en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional.

(...)

Destellos vacilantes, chispazos de dudas o un estado de contemplación difusa emergen del paisaje literario de Sergio Chejfec. No tienen vocación de héroes ni de mártires sus narradores un tanto melancólicos y fatigados, al menos los que integran los nueve relatos del notable Modo linterna, editado por Entropía, una editorial independiente que tiene varios libros fundamentales de este año, como los veintisiete relatos comprimidos y deformados por el bisturí de Fernanda García Lao en Cómo usar un cuchillo. En el arte del cuento, Andrés Neuman es un indómito explorador sin red. Los textos de Hacerse el muerto (Páginas de Espuma) adquieren potencia en la brevedad y despliegan una respiración extrema y atrevida por el modo de deshacerse de la muerte jugando. Los libros de María Negroni son cada vez más hipnóticos. Elegía Joseph Cornell (Caja Negra) “debería leerse según la lógica de un ensamblaje, un collage, un ready-made”, advierte David Oubiña en la contratapa. “Hace falta mucha infancia. Hace falta días y días de aliteración del misterio, y también noches y noches sin más movimiento que la falsa calma de los relojes”, se afirma en el primer poema en prosa, la primera ventana que abre Negroni para convidar con su travesía por Cornell (Nueva York, 1903-1972).

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