miércoles, diciembre 19, 2012

Artaud


Toda la escritura es suciedad.

Las personas que salen de la vaguedad para tratar de determinar lo que sea de lo que ocurre en su pensamiento son unas puercas.

Toda la gente literaria es puerca y la de esta época especialmente.

Todos aquellos que tienen mojones en el espíritu, quiero decir en un cierto lado de la cabeza, en lugares bien localizados de su cerebro; todos aquellos que son dueños de su lengua, todos aquellos para quienes existen alturas en el alma y corrientes en el pensamiento, aquellos que son espíritu de la época y que han clasificado esas corrientes de pensamiento: pienso en sus tareas precisas, y en ese chirrido de autómata que entrega a todos los vientos su espíritu; - son unos puercos.

Aquellos para quienes ciertas palabras tienen un sentido y ciertas maneras de ser, aquellos que hacen cumplidos tan bien, aquellos para quienes hay clases de pensamientos y discuten sobre un grado cualquiera de sus ridículas clasificaciones, los que creen aún en "términos", aquellos que agitan ideologías que se han instalado en la época, aquellos cuyas mujeres hablan tan bien e igualmente esas mujeres que hablan tan bien y que hablan de las corrientes de la época, aquellos que aún creen en una orientación del espíritu, aquellos que siguen sendas, que agitan nombres, que hacen gritar las páginas de los libros,

esos son los puercos peores.
¡Qué arbitrario, joven!

No, pienso en críticos barbudos.

Y ya les digo: nada de obras, ninguna lengua, ninguna palabra, nada de espíritu, nada.

Nada, sólo un hermoso Pesa-Nervios.

Una especie de estación incomprensible y bien erguida en el centro de todo en el espíritu.

Y no esperen que les nombre ese todo, en cuántas partes se divide, que diga su peso, que engrane, que me ponga a discutir sobre ese todo y que, discutiendo, me pierda y me ponga así sin saberlo a PENSAR y que se aclare, que viva, que se vista de multitud de palabras todas bien impregnadas de sentido, todas diversas, y capaces de aclarar bien todas las actitudes, todos los matices de un pensamiento muy sensible y penetrante.

Ah esos estados que jamás se nombran, esas eminentes situaciones del alma, ah esos intervalos del espíritu, ah esos minúsculos frustrados que son el pan cotidiano de mis horas, ah ese pueblo rumoroso de datos - son siempre las mismas palabras queme sirven y ciertamente no parezco moverme mucho en mi pensamiento, mas me muevo más que vosotros en verdad, cabezas de asnos, puercos pertinentes, maestros del falso verbo, cambalacheros de retratos, folletinistas, rastreros, herbarios, entomólogos, llaga de mi lengua.

Lo he dicho ya: que yo no tenga más mi lengua, ésa no es una razón para que ustedes persistan, para que se obstinen con la lengua.

Vamos, dentro de diez años seré comprendido por aquellos que harán hoy lo que ustedes hacen. Entonces se conocerán mis geyseres, se verán mis hielos, se habrá aprendido a desnaturalizar mis venenos, se descubrirán los juegos de mi alma.

Entonces todos mis cabellos estarán fundidos en cal, todas mis venas mentales, entonces se percibirá mi bestiario y mi mística se habrá convertido en un sombrero. Entonces se verán humear las juntas de las piedras y ramos arborescentes de ojos mentales se cristalizarán en glosarios, entonces se verán sogas, entonces se comprenderá la geometría sin espacios y se comprenderá también cómo he perdido el espíritu.

Entonces se comprenderá porqué mi espíritu no está aquí, entonces se verán agotarse las lenguas, desecarse todos los espíritus, endurecerse todas las lenguas, las figuras humanas se aplastarán, se desinflará, como aspiradas por ventosas secantes, y esa membrana lubricante continuará flotando en el aire, esa membrana lubricante y cáustica, esa membrana de dos espesores, de múltiples grados, de grietas infinitas, esa membrana melancólica y vítrea, pero también sensible, tan pertinente también, tan capaz de multiplicarse, de desdoblarse, de volverse con sus reverberos de grietas, de sentido, de estupefacientes, de irrigaciones penetrantes y nocivas,

Entonces todo esto parecerá bien,

y ya no tendré necesidad de hablar.

Antonin Artaud

(Este es el final del Pesa-Nervios que leí ayer frente a escritores, periodistas y amigos de una de las mejores revistas argentinas: Lamujerdemivida)

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