sábado, junio 18, 2011

“El humor me permite ser terrible"

libros!
La piel dura
Fernanda García Lao
El Cuenco de Plata
160 páginas
$ 59

Foto de Juana Ghersa

VOS.com.ar
La voz del Interior
Gustavo Pablos
gpablos@lavozdelinterior.com.ar

“Ya sé por qué la actuación no termina de ser una profesión para mí, me entrego tanto
que mi cuerpo no entiende si hay realidad o no”. Con esta micro-reflexión, dispersa como muchas otras a lo largo de la novela, la protagonista parece pulsar la tecla que mejor expresa su condición y sus cambios de estado. Con más de 30 años, un hijo adolescente y un trabajo que no le agrada,Violeta intenta diseñar un futuro de actriz ensayando en la obra teatral que dirige su maestro y en una de su propia
cosecha, así como también pasando regularmente por castings de televisión que le demandan una presencia y una forma de representación que no desea o no puede cubrir.
Pero, antes que nada, Violeta es una mujer que parece haber perdido el rumbo, e incluso ese sentido -quizás común- que advierte sobre la presencia de un rumbo posible y deseable y cuán lejos o cerca se está de él. “A veces siento miedo de mis ideas y quisiera sermás inocua. No soporto mi necesidad de meter el dedo en la llaga. Pero si no lo hago, me estalla la conciencia”, dice la protagonista en otro pasaje de esta narración que va siempre hacia delante, sin dilaciones,con la aceleración propia de quien es tomado por el vértigo de su propia vida.
En La piel dura, Fernanda García Lao continúa con las preocupaciones que plasmara
en sus dos anteriores libros de narrativa, Muerta de hambre y La perfecta otra cosa,
y cuyo eje es la obsesión por el cuerpo, la sensación de extrañamiento y de falta de control.
Mientras que la escritura, a su vez, se expande en un registro paródico,humorístico, más bien “negro”, entre despiadado y autocompasivo. “Escribir con humor me permite ser terrible, sin que se note tanto”, señala la autora.
En la primera parte de la novela, la narración construye un mundo que progresa de a
pinceladas y toques de humor que compensan la percepción de abandono y caída progresiva de la protagonista, una caída que despierta en el lector la esperanza de una redención y de que, finalmente, cese la fatalidad y las cosas se organicen
bajo un orden diferente.

El cuerpo
es una de
las obsesiones
en la narrativa
de Fernanda
García Lao.

La novela parece seguir algunos postulados de la comedia (más que nada de la televisiva,aunque los códigos de éstas puedan parecer lejanos a los de la ficción literaria), como el que señala que cada personaje únicamente debe mostrar interés por su íntimo, demencial universo interior, y que el relato del dolor ajeno sólo
deber ser una plataforma de despegue para el relato propio, el cual raramente implicará la comprensión del otro. Al menos es lo que sucede cuando Violeta circula por el espacio del teatro, o por el de su grupo de amigas, o por el del casting
publicitario (en el caso de este último su conclusión será impiadosa: “Ellos saben. Por eso no me llaman. Doy rara. Mis conocimientos teatrales conspiran en mi contra. El ojo impúdico de la cámara desea gente liviana y a medio hacer.Gente sin amenazas subterráneas. Superficies bellas, pulibles. Todo lo que no soy, ni seré nunca. Mis pupilas son dos acorazados. Estoy en guerra”).

"Imaginar una
mano ajena en
el cuerpo era
una idea potente
para escribir,
sobre todo para
una protagonista
que es actriz".

A partir de la segunda parte, la novela gira hacia una forma detectivesca que comienza con una desafortunada circunstancia: Violeta tiene un accidente en una de sus manos, ésta se agrava progresivamente,deben amputársela e injertarle otra de una donante anónima. Poco después de la operación, la mano injertada comienza a tener autonomía y los episodios que sobrevendrán estarán atravesados por los caprichos y las intuiciones de su nueva “compañía”,a la que rápidamente, entre el asombro y la familiaridad, le atribuirá una serie de apodos que ratifican tanto la necesidad de apropiación como de extrañeza que le produce: Mano, Compatible, Ella.
Uno de esos caprichos consiste en seguir y llegar a conocer a Osvaldo Vitale, el nuevo gerente de programación de TeleFiction, quien la convoca a participar, con unos bocadillos muy fugaces, en la grabación de una telenovela. Desde ese episodio se produce un giro imprevisto, y la historia progresa y salta de una peripecia
a otra en una trama de ribetes detectivescos, atravesada por el malentendido y el absurdo,hasta desembocar en un final inesperado. “Decidí trabajar la novela como un
cuerpo lleno de cortes y agregados, un texto impuro, construido por acumulación. Me
gusta que cada novela tenga la estructura que se merece”,afirma.

Fuera de control
“Tenía muchos apuntes previos cuando sufrí un accidente doméstico en la mano derecha
–señala Fernanda García Lao sobre los comienzos de la historia–. Hice rehabilitación durante algunos meses y temí no quedar como al principio. Tuve que escribir con la izquierda y sentí que el cambio era interesante”.
Además de esa “dificultad caligráfica”, comenta que la situación le producía una especie de “desconcierto muy estimulante”: “Imaginar una mano ajena en el cuerpo era una idea potente para escribir, sobre todo para una protagonista que es actriz”.
Para la autora la idea de “mutilar” parte de su instrumento y ver qué “nuevas tragedias la aguardaban” se traducía en algo “muy tentador”.
“Por otro lado, el injerto y la literatura son hermanos desde Mary Shelley”, afirma.
Violeta circula por el ambiente teatral, el de la televisión, los grupos de autoayuda. La reflexión crítica va en diversas direcciones, tanto hacia
el ambiente más alternativo del teatro como al más corporativo de la industria televisiva, pero no se detiene en esos aspectos sino que más bien los atraviesa y los convierte sólo en momentos de un cuerpo y una conciencia que no puede frenar y recuperarse de su naufragio.
“He estado relacionada a lo teatral desde los 16 años, y tenía interés en escribir acerca de ese mundo desde un lugar incómodo porque la de actor es una profesión difícil, castigada e incomprendida ya que requiere elevadas dosis de resistencia
personal y de creencia”, sostiene. Y añade: “No quería escribir sobre el éxito,
sino centrarme en las dificultades, que son en definitiva, el terreno más común. Por uno que trasciende, cien quedan en el camino. Por otro lado, el absurdo es uno de mis terrenos preferidos y en este ambiente,como también en la televisión y en los grupos de autoayuda, una constante”.
En la narrativa de García Lao aparece la preocupación por el cuerpo, y en este caso
se da a través del injerto que deben ponerle a la actriz por haber perdido su mano, pero también a través de otros personajes que han sufrido alguna mutilación o a los que les han injertado algo.
En Violeta los movimientos casi autónomos de su mano parecen indicarle que “el cuerpo
es otro”, algo que de una u otra forma los actores saben que sucede en el momento de la actuación.
“En primer lugar, me atraía la idea de ser manejada por otro, otro que no es sino
una presunción. Esa es la base de lo teatral –reflexiona la autora–. Violeta supone que la mano injertada tiene conciencia y que merece la pena seguir los indicios, el nuevo rumbo que señala”.
También asegura que “las hipótesis de acción” se construyen en ese “malentendido”.
Pretender que otro nos salve es una parte inquietante del ser nacional.

"Esperar
que te rescaten
del fracaso es
extremadamente
argentino".

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