Adelanto de La piel dura
Ed. El cuenco de plata
2011
El perro me ladró con su furia enana y ella creo que me insultó, pero no me acuerdo porque me quedé dormida. Al instante caminábamos juntas por una calle onírica y encontrábamos un teatro con una inmensa marquesina que anunciaba, Hoy: GATO CON RABIA. Sacábamos las entradas y nos sentábamos en la primera fila. Analía abandonaba de pronto la butaca y se acercaba al único actor que había sobre el escenario. Un felino vestido de persona. Un asistente corrió a prevenirla. Pero ella quería tocarlo, desatendiendo el aviso y las convenciones sociales. El gato comenzó a ponerse blanco y demente. Cuando parecía que iba a saltarle a la cara, cuando su mejilla estaba destinada al zarpazo, el minino cambiaba radicalmente de actitud y se hacía bueno. Es más, abandonaba su forma para convertirse en medio niño. Un niño peludo y gatuno con necesidad de afecto.
Cuando desperté, entendí la lección. La falta de confianza conduce a la rabia del otro. O, no hay que confiar en los gatos. O, la rabia en escena sólo funciona si hay distancia.
Visto de cerca, cualquier criminal es un niño.
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