domingo, agosto 05, 2007

Todos somos chicos perdidos en el bosque


Diario El Litoral
(4-08-07)
Por Jorge Beson

Siete confesiones conforman esta novela ("narración polifónica con tendencia al onanismo", apunta la autora) en la que siete miembros de una familia van armando una red de relaciones y patizambas coordinadas que confluirán finalmente en un rompecabezas distinto para cada lector (pero, como apunta Perec: "... a pesar de las apariencias, no se trata de un juego solitario: cada gesto que hace el jugador de puzzle ha sido hecho antes por el creador del mismo").
No nos encontramos, de todas maneras, ante un enésimo caso de novela con estructura cansinamente juguetona, con enrolladas sagas incestuosas o con esforzadas complicaciones faulknerianas (incluso cuando una guía de personajes, filiaciones y relaciones al principio del libro parece fundar un homenaje al gran autor de "Absalom, Absalom"). Lo que salva a "La perfecta otra cosa" de éstos y tantos otros percances comunes en la rastrera -debido a su parco vuelo estilístico- literatura zafada y delirante de los últimos años en la Argentina, y lo que también la conforma como una novela atrapante y divertida, es la capacidad de García Lao (una capacidad de la que ya había dado muestras en su anterior novela, "Muerta de hambre") por hurgar hondo en las voces de los personajes y en las situaciones, más allá de lo desopilante y de cualquier exacerbamiento.>
En la mejor tradición (en la mejor y esotérica tradición, ni atisbada por cátedras y academias) del humorismo -jovialidad, vitalidad, gracejo- rioplatense, en la que cómodamente se codean Niní Marshall, Felisberto Hernández, Copi y Marosa di Giorgio, el talante de García Lao es conturbado, intrépido e inocente a la vez, unido a un estilo de asociaciones imposibles y exactas, tipo: "Todos decían que mis labios eran imponentes. A los trece años, sufrí una crisis de personalidad y ladré hasta quedar afónica", o "Maya acariciaba los verbos con mano delicada. Y las palabras se daban cuenta. Se vestían especialmente para ella y nunca decían torpezas", o "No importa si tienes los dientes torcidos, porque te veo perfecta".>
Los personajes de "La perfecta otra cosa", más o menos queribles, más o menos asquerosos, son, como todos los humanos, chicos perdidos en el bosque. Los acosan vendavales, bestias lujuriosas e inundaciones. De vez en cuando, cuando el mundo se desdibuja y de las aves sólo queda el pico volando, cuentan con la gracia de encontrar un brazo que se les tiende desde fuera de la jaula y del delirio, y sienten por primera vez que están existiendo puesto que son mirados por unos ojos llenos de brillos. Los ojos de la perfecta otra cosa que es su principio.
Imagen: Semilla Bucciarelli

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