viernes, marzo 14, 2025

Teoría del tacto, reseña en Otra parte

Revista OTRA PARTE
Ariel Pavón
Una hija busca durante años a su padre, sobreviviente del disparo que la madre erró; una mujer guarda en un frasco las “cosas del tamaño de una almendra” que ha parido sobre su cama; otra disputa su espacio en el mundo con una gaviota; una pareja encuentra en fotos ajenas al hijo que no llegó a crecer y una virgen criolla aterroriza a un profesional del cine porno.
Los veintiocho relatos de Teoría del tacto, cuya brevedad y conclusividad permiten pensarlos como parte de un poemario, constituyen una muestra antológica de la voz personalísima de Fernanda García Lao, donde su trabajo obsesivo de la frase, su dinamismo y mordacidad alcanzan un inusual refinamiento. La energía seminal de estas piezas las revela al mismo tiempo como feraces y feroces. Feraces, en virtud de su fuerza sugestiva, pensante, que más que representar una realidad la postula y la apunta, iluminada por destellos sintácticos, familiar pero intensiva; feroces, por su abordaje de cada asunto, verdaderos asaltos que, con frases de precisión conceptista, de conclusión a menudo sorprendente, conjugan lo breve, lo grave y lo cómico en una sucesión que parece señalar hasta qué punto lo trágico de la vida es que da risa.
Esos temas, al mismo tiempo, no aparecen en primer plano, sino que son puestos de relieve mediante algún dispositivo asociado, lateral (un pájaro, un insecto, un mueble, una figura de yeso) a partir de cuya inclusión las múltiples formas de la ausencia, el dolor y la soledad que pueblan los cuentos de Teoría del tacto se extrañan y complejizan, dejan de ser meras superficies donde se disponen acontecimientos para volverse corpóreas, orgánicas.
“Los Hugos cuarto y quinto quedaban demasiado lejos”; “El cementerio está roto. Hay lápidas desarmadas y pasto crecido”; “La doméstica vivió hasta la primavera, ni siquiera supe su nombre, pero tuvo tiempo de ver florecidas las plantas”; “Desde que soy solo, la carne me acompaña distinto, y quien dice carne dice palabra”. Teoría del tacto se compone de narraciones en las que la pregunta “¿qué va a suceder ahora?” pierde centralidad, desplazada por la fascinación que despierta el desgranamiento de frases cortantes con las que la autora trama esas historias, como una artista plástica, a golpes de espátula, dejando trazos llenos de texturas.
El tipo de recorrido al que nos invita Teoría del tacto es el de las galerías, donde uno reconoce la mano inconfundible de la artista y se detiene a apreciar meticulosamente la captura que cada relato (cada obra) ha hecho de un drama particular, con sus grietas y rugosidades, tentado siempre de cerrar los ojos para acercar la mano y percibirlo con la piel.
Fernanda García Lao, Teoría del tacto, Entropía, 2024, 124 págs.

miércoles, marzo 05, 2025

Taller de lectura con Fernanda García Lao

AUTOBIOGRAFÍA CON OBJETOS y (NO) ME ACUERDO, de FERNANDA GARCÍA LAO
– Leeremos y conversaremos con Fernanda García Lao sobre estos libros y la imposibilidad de la autoficción (jueves 10 de abril de 19h a 20.30h)
Enlace para inscripción en el título.

sábado, marzo 01, 2025

La literatura como refugio de la memoria perdida

Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) es narradora, dramaturga y poeta. Su infancia quedó marcada por el exilio: su familia se refugió en Madrid de 1976 hasta 1993, para huir del golpe militar que dio pie a la dictadura en Argentina (1976 - 1983). Ha publicado novelas, cuentos y poesía en editoriales de Latinoamérica, Europa y Norteamérica. Ha sido galardonada con el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, el Tercer Premio Cortázar y fue finalista del Premio Setenil 2024 con Teoría del tacto (Editorial Dandaya, 2023).
En su último libro, (NO) me acuerdo (Kriller71 Ediciones, 2025), cuestiona los modos y lugares de la memoria.
¿Cómo puede ser la literatura un espacio de resistencia frente al olvido?. Tu familia se exilió en Madrid y, ahora, vives en Barcelona. ¿Qué te retiene en España?
El exilio fue de mis padres. Yo era una niña durante la dictadura, así que no elegí ni el movimiento de irnos de Argentina ni el de regresar. Barcelona es una ciudad que escogí de adulta. Al haber quedado sin patria o, más bien, con doble "matria", voy y vengo sin distinguir. Soy más argentina de este lado. Allá soy una argentina rara, con este porcentaje de españolidad que arrastro desde los diez años.
¿Cómo fue la dictadura?
Prácticamente no la recuerdo. La viví solo unos meses, desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 6 de octubre de ese mismo año (mi cumpleaños). Cumplí diez años en el avión. Solo tengo una sensación de miedo, porque en algún momento hubo coches que daban vueltas a la manzana donde vivíamos y escuché disparos en la noche. Son como retazos de sueños, con esa falta de nitidez propia de la infancia.
¿Y la llegada en España?
Tengo mucha conciencia de la llegada a Madrid: la inserción en el colegio, el extrañamiento geográfico e histórico y el no entender el nuevo paradigma. También recuerdo la nostalgia de los amigos de mis padres exiliados y de mi mismo padre (mi madre era española). Recuerdo el sonido de la melancolía, los tangos que escuchaban y las conversaciones hiperpóliticas de este lado del Atlántico.
¿El desarraigo ha sido un motor o un obstáculo?
Se convirtió en un mito fundacional a partir del cual escribo. No imagino otro modo de pensar y crear. El hecho de no pertenecer del todo a ningún lugar, ser siempre un poco extranjera y parte a la vez, interviene absolutamente en mi escritura. También la sensación de tener una línea de tiempo fragmentada. El desarraigo ha sido motor y obstáculo, pero más motor que otra cosa. Haber hecho de esta herida una virtud me ha permitido escribir. La sensación de haberme perdido años del dolor ajeno me persigue. Hay algo de culpa por haber vivido la dictadura fuera y haber sido libre, en apariencia.
En (NO) me acuerdo (Killer71 Ediciones, 2025), exploras el olvido y la fragmentación del recuerdo. ¿Cómo dialoga tu obra con el pasado?
Hay algo de collage en el lenguaje que me constituye. Al ser hija de una leonesa y de un bonaerense, mi lengua nunca fue pura y se nutrió de las dos orillas. Al llegar aquí me obligaron a hablar con la "z" porque mi profesora de lengua consideraba que lo hacía mal. Esa obligación se hizo parte de mi persona. Al regresar a Argentina me daba vergüenza y buscaba sinónimos para palabras con "z" o "c". El voseo y el "vos" volvieron a mi habla a los veinte. La sensación de haberme perdido años del dolor ajeno me persigue. Creo que mi escritura está marcada por esa memoria perdida.
Dices que tu relación con Argentina es compleja…
Una escritora no tiene solo una memoria personal, también una memoria colectiva anclada en una determinada línea de creación literaria. Hay asuntos que no son propios, sino heredados y se incorporan con naturalidad. Es como si hubiera recuperado una tradición que, de otro modo, se habría perdido.
¿Cómo ves el auge de figuras políticas como Javier Milei?
Con espanto. Creo que es una marioneta mala. No sé ni si es una figura política. Me parece más bien un arlequín demoníaco, puesto sin conciencia ni preparación y utilizado para hacer la tarea sucia que otros no se animan a hacer. Representa lo peor de Argentina, tanto hacia dentro como hacia fuera. Me da vergüenza ajena, pero sobre todo muchísima pena por el país y por la falta de visión de quienes lo votaron. Entiendo que lo hicieron desde la desesperación y la ignorancia.
¿Hay censura a día de hoy?
La censura actual no asume su nombre, tiene vergüenza del término. Antes los propios censores hablaban con claridad de censura, incluso era un cargo oficial. Hoy nadie acepta los términos, se buscan eufemismos. Es una censura disfrazada de libertad. Hoy no se prohíbe, simplemente se hace desaparecer lo molesto de manera sutil, la cultura, por ejemplo. Los medios de comunicación y los algoritmos facilitan esa invisibilización. La otra opción es el ataque directo.
¿Y la memoria histórica?
Genera conflicto porque es difícil consensuar qué ocurrió. Los asesinos tienden a querer ocultar o inducir al olvido sobre sus crímenes. La diferencia más evidente es que durante la dictadura se prohibían textos y personas, además de la desaparición. Pero hace rato que se niega o se discute el número de desaparecidos. Y se intenta revertir o tergiversar el pasado.
¿Has sentido alguna forma de autocensura o de presión como escritora?
Yo simplemente voy caminando. He publicado tanto en grandes editoriales como en independientes, y ahí es difícil que haya presiones. Si me autocensuro no soy consciente de ello. En mi obra lo pongo todo en tela de juicio y jamás nadie me ha advertido que algo no debía aparecer. Me mantengo fuera de los círculos de poder y voy por libre en esta vida literaria.
(NO) ME ACUERDO - Kriller71 Ediciones «No me acuerdo con la memoria. Lo que sé, me ha sucedido en el cuerpo, lo demás es información. Es decir, versiones»
By paula valls in converses — 28 febr. 2025
escrits sense casa

Cuando el olvido es recuerdo y el recuerdo es olvido

De Redaccion-2 26 febrero 2025 Crítica
REPÚBLICA DE LAS LETRAS
La escritora hispano-argentina Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) ofrece una vuelta de tuerca al género autobiográfico con un particular homenaje al Me acuerdo de Perec que, celebrando las desmemoria, acaba por reivindicar desde otro ángulo las huellas de nuestro paso por el mundo.
© ANNA MARIA IGLESIA
«No me acuerdo si escribo para desfasar hacia atrás o hacia adelante. Chupo la corteza de lo real hasta dejarla blanda como una seda china». Esta es una de las últimas anotaciones de Fernanda García Lao en (no) me acuerdo (Kriller71). En concreto, es la 228 de un total de 231 anotaciones, todas ellas construidas a partir de un no recuerdo. A priori, García Lao parece situarse en la antítesis de Georges Perec y de su icónica obra Me acuerdo; de hecho, mientras Perec comienza cada una de sus anotaciones con un «Me acuerdo», la escritora argentina comienza con una negación del recuerdo, negación que es corregida por el recuerdo que posteriormente aparece. Porque García Lao no se acuerda, pero se acuerda.
La lectura de García Lao se vuelve particularmente estimulante. Si pensamos al libro como un todo, este texto comienza desde el propio título y desde su grafía: la autora sitúa la negación entre paréntesis y, de esta manera, la negación está y, al mismo tiempo, deja de estar. ¿Cómo leer, por tanto, ese «no»? Ese «no» entre paréntesis funciona, precisamente por estar entre paréntesis, como afirmación del recuerdo —me acuerdo—, pero, al mismo, tiempo funciona como cuestionamiento.
Edita Kriller71
Porque estar entre paréntesis es estar y, por tanto, indudablemente ese «no» condiciona la lectura, pero, sobre todo, subraya que el recuerdo es, por definición, una forma de desmemoria. En otras palabras, el ejercicio de recordar es inseparable del de olvidar, pues todo recuerdo está envuelto o, mejor dicho, atrapado entre paréntesis de los olvidos. El libro comienza y termina aludiendo al ejercicio de la escritura: García Lao confiesa, al inicio, que no recuerda cuando inauguró «la necesidad de la escritura ni cómo era el mundo antes de eso» y, al final, confiesa que tampoco recuerda cómo ha llegado hasta aquí, hasta esa última página. Y, sin embargo, sabe perfectamente y así lo escribe que su escritura a lo largo de las 231 anotaciones. Ha sido un constante marcar las ausencias, apuntar hacia ellas, traerlas hasta el presente inmediato de la escritura.
En este sentido, García Lao dialoga también con Me acuerdo, el libro que Martín Kohan tituló de la misma manera que Perec. Kohan reconstruye, a través de fragmentos y anécdotas, parte de su vida y confronta su recuerdo con el de los demás, en concreto con el de una generación, la suya, que, aunque habiendo vivido lo mismo, no necesariamente recuerda de la misma manera. El contraste entre dos o más recuerdos en parte está también en la obra de García Lao, pero no porque haya otras voces, sino porque la propia voz que (no) recuerda parece por momentos dudar de sus (no) recuerdos. De hecho, cabe volver a ese no entre paréntesis porque funciona también como expresión constante de la duda que siente la narradora.
(No) me acuerdo dialoga directamente con otro de los libros de García Lao, Autobiografía con objetos. Allí construía una especie de relato de memoria a través de los objetos y la relación que con estos la narradora establecía. Las relaciones, las vivencias y los sentimientos quedaban inscritos en los objetos, que funcionaban también como espejo reflector del yo narrador. En esa «autobiografía» no se excluían los olvidos, sino que aparecían y, al aparecer, eran reescritos, porque si hablamos de olvidos hablamos de ausencias reescritas traídas al presente.
De ahí que, aunque parezca contradictorio, saber que se olvida es ser consciente, en realidad, de la imposibilidad del olvido y de la pregnancia del recuerdo. De ahí ese niño que no llegó a tenerse sigue estando ahí, en un olvido, que, en realidad, es un recuerdo porque está ahí, porque la consciencia de haber olvidado es también una forma de recuerdo.
La escritora Fernanda García Lao García Lao fue finalista del premio Setenil, en 2024, con su ‘Teoría del tacto’ (Candaya)
Junto a Autobiografía con objetos, (no) me acuerdo es una interesante indagación en la escritura autobiográfica y en la narrativa de la memoria. Ante un exceso de homogeneidad de este tipo de relatos, la lectura de García Lao se vuelve particularmente estimulante. Sin renegar de lo autobiográfico, la escritora lo cuestiona y lo hace reflexionando sobre la construcción de la memoria —y cabe entenderse la memoria como la unión de recuerdos y olvidos— y sobre la escritura no solo como reescritura, sino como huella o rastro de lo que ya no está.
En este sentido, lo físico y lo material está muy presente: de los objetos y el cuerpo a la escritura. Se podría hablar de una materialidad de la memoria, de una materialidad sobre la que construye la biografía de toda existencia.
(no) me acuerdo. Fernanda García Lao, Kriller71 ediciones, febrero 2025, 108 páginas.

sábado, febrero 08, 2025

(No) me acuerdo, presentación en Barcelona

(No)me acuerdo me regaló una noche-tesoro. A la lucidez de mis compañeras, Meri Torras y Claudia Caparrós, se sumó toda esta gente querida. Lleno absoluto en Crisi. Llovía afuera. Y nosotras auscultando la memoria, el cuerpo o la impostura del yo, las máquinas de recordar/olvidar, la forma, el lenguaje.

lunes, enero 27, 2025

Una Teoría del tacto y la descarnación humana

Revista Aullido
Escribe | David Marroquí Newell
Teoría del tacto. Fernanda García Lao. Editorial Candaya. Revista Aullido, Literatura y Poesía.
Editorial: Candaya (2023) Nº de páginas: 128 ISBN: 978-84-18504-64-8 Autora: Fernanda García Lao Idioma original: Castellano
El mundo nunca fue ingenuo. Uno nace y se incorpora a un asunto cruel, en movimiento. Hay que correr para subir o atajar los golpes. Saber caer.
Correr, atajar los golpes, que casi siempre son inesperados, inatajables, o tal vez nos dejamos recibirlos, muchas veces porque pensamos que los merecemos. Saber caer, por supuesto; y saber levantarse para acabar, probablemente, cayendo de nuevo por otro golpe, a veces, el mismo que no pudimos atajar la primera vez y que la segunda, tampoco. Es la rueda de la vida. Uno llega a ella in media res y se marchará de la misma forma. Mientras tanto, mientras la vida de cada uno de nosotros acontece, acontece la de los demás, condenados a entendernos y obligados a llevarnos.
Teoría del tacto (Candaya, 2023) es una obra que, aviso a navegantes, no contiene aguas tranquilas. Pese a la brevedad de los relatos que componen la obra —son unos veintinueve relatos de los cuales el más extenso «Mis dos hemisferios» tiene siete páginas y media, probablemente el doble que el segundo más largo— no se presta para una lectura continuada. Cada relato es una arremetida de la que hay que saber levantarse para recibir la siguiente, tal y como les pasa a los personajes de cada historia, que a duras penas se arrastran para continuar.
Fernanda García Lao abre una puerta hacia una oscura habitación, enciende una linterna y, alumbrando sus rincones, nos presenta uno a uno aquellos monstruos escondidos en la trastienda que tanto avergüenzan a la humanidad. El drama de ser humanos recorre con nosotros cada página que pasamos de Teoría del tacto y esto hay que hacerlo de a poco, masticando bien cada relato y que no se nos atragante el horror y el absurdo humano.
Hija del periodista y escritor Ambrosio García Lao, Fernanda ha estado cerca de la cultura desde muy joven. A los diez años se tuvo que marchar junto con su familia de Buenos Aires a consecuencia de la dictadura para acabar recalando en Madrid, donde cursaría sus estudios desde la primaria. Volvería más tarde a Buenos Aires, donde se formaría en artes escénicas y se dedicaría al teatro tanto allí como en Madrid. Es una escritora que se ha movido entre las dos orillas del Atlántico y es algo que retrata muy bien en el relato «Mis dos hemisferios», el cuento que cierra Teoría del tacto y en el que se ve claramente la impronta autobiográfica de la autora y un ancla perfecta para cerrar la obra. También podemos apreciar su pertenencia a distintos lugares en las localizaciones de sus relatos, que van oscilando entre España y diferentes lugares de Latinoamérica.
Mis padres resuelven no vender el departamento, dejar todo como está. Por si acaso. Dudan de conseguir empleo en un lugar donde nadie los conoce. Hasta las toallas en el toallero, es la consigna.
La emigración es algo que aparece en otros relatos, como por ejemplo en «Las crueles», uno de esos relatos del libro que tiene un corte más surrealista. Y es que los relatos utilizan un lenguaje poético, de corte surrealista en muchas ocasiones, añadiendo capas de significado a los temas que atañe. Estos temas, como ya he mencionado anteriormente, son temas oscuros dentro de la psiqué humana. Si no son el tema principal de la obra, sí que permean las historias de manera transcendental.
Transversalmente, sin lugar a dudas, tenemos la soledad y la búsqueda de identidad. Los personajes de Teoría del tacto son personajes que sufren de desamparo, estén o no cercanos a seres queridos, pero en su interior sufren un alejamiento que los aísla. Hay mucho de incomunicación entre ellos y las relaciones humanas frustradas es uno de los ejes vertebradores de la obra. No importa que pueda haber o haya habido amor, ese amor puede no ser algo bueno o positivo, un amor condicional o un amor mal entendido.
El vacío es prácticamente un personaje más del libro. Siendo los relatos independientes entre sí, se podría decir que es el único personaje que aparece en todos ellos y, por tanto, el protagonista de Teoría del tacto. La propia palabra «vacío» o palabras sucedáneas aparecen en casi la totalidad de la obra, y de no aparecer, se intuye su fantasmal presencia que siendo despojo, a todo despoja. Tengo mis dudas de esta presencia, por ejemplo, en «Titanio», donde hay una ausencia velada, pero ese vacío es mitigado por una nueva vida; y en «Segundo acto», un relato (no el único) que se sale de la tónica más general del libro.
Toda una vida con una mujer para pensar en otra. Cincuenta y tres años con sus respectivos amaneceres desperdiciados junto a la que fue mi señora. Un instante con Velia bastó para borrar, como una mancha de aceite que se expande desde el centro y no encuentra bordes, mi vida con Clelia. Hice lo que pude para olvidar, pero qué emoción aquel día. Mi mujer en su cajón, rodeada de calas. Y Velia que viene hacia mí.
Los personajes de Teoría del tacto son seres hendidos por los envites de la vida, personas a las que se les ha pasado su tiempo, hombres y mujeres que han elegido mal o no han podido elegir y han vivido una vida miserable y triste o han sido sus caminos los que les han llevado a los lugares pedregosos en los que tropiezan. Tenemos, por ejemplo, a la joven que vive marcada por el abandono de su padre y no es capaz de establecer relaciones estables y sale en su búsqueda para cerrar una herida de la que no es responsable; el hombre que vive toda su vida con una mujer pero verdaderamente está enamorado de la hermana de ésta; o la chica que hereda el maltrato de su padre tras la muerte de su hermana y el teatro es su isla de salvación.
Hay víctimas y verdugos, humanos incapaces de comunicarse, relaciones rotas y personajes que buscan reparar su mundo de algún modo o que se les ha hundido de manera irremediable. Algunas veces se tienen que enfrentar al lado oscuro de la humanidad entretejido con lo cotidiano; otras veces, el o la protagonista es ese lado que ha tomado el control lo suficiente como para convertirlo en normalidad.
Leyendo una reseña de otro lector sobre este conjunto de relatos, ésta habla de las situaciones intrincadas y turbias que tiene el libro y que la autora las trata con un humor ácido. Me resulta curioso que alguien vea las situaciones de los relatos como intrincadas, porque a mí me parecen de lo más reales y plausibles —con las excepciones de algunos relatos de corte más surrealistas y que conectan con el mundo más onírico y complejo de la poesía—. Porque Teoría del tacto hace eso, te presenta esa oscuridad humana dentro de la misma cotidianeidad. Hay quien lo verá con cierto humor ácido, pero el humor, de alguna forma, aparecería simplemente por el hecho de tratar el tema en sí de manera natural, dentro de una historia plausible. A mí, desde luego, el libro no logró sacarme una sonrisa, y creo que tampoco era el objetivo, sino que sus historias lograron transmitirme tristeza, desazón y aprensión de una manera muy acertada mostrándome un mundo que realmente tenemos a nuestro alrededor.
He parido cosas del tamaño de una almendra, justo yo, que soy alérgica.
El eje de toda la obra, como hemos mencionado, son las relaciones interpersonales. Pero dentro de esto, el sexo es fundamental. En la mayoría de los relatos hay referencias al sexo, de una u otra forma, pero exceptuando el relato que abre el libro, «La gracia del mundo», el sexo no es sinónimo de placer, sino todo lo contrario. Las relaciones sexuales en los relatos de Teoría del tacto son sinónimo de frustración, vergüenza, trauma, pecado, culpa, insatisfacción, violación e incluso de explotación sexual. No existe el sexo como goce. En el relato más corto de esta colección tenemos a una chica obligada a prostituirse por la única pariente que le queda; un hombre que tiene sexo por despecho con una joven prostituta mientras piensa en su ex y que, de nuevo por despecho, falta de amor propio y un poco de casualidad, acaba él prostituido; una enredada situación entre un actor porno que ya no goza de su profesión y una joven virgen cuya pureza y anatomía íntima es expuesta por su madre a todo aquel que pasara la tarjeta; una mujer que, con una evidente tristeza, intenta reavivar la llama de su matrimonio a través del juego de disfraces. La violación y la pederastia hacen su presencia mediante un trauma onírico en «Cajonera» y es mencionada de pasada en «Yeso».
Yo había notado que la niña, una rubia bellísima de cinco años, se restregaba ahí abajo cada vez que podía. Nunca imaginé el motivo. La cocinera me mostró unas fotos que el señor llevaba en la billetera, ninguna decente. Se había encaprichado con la niña. La vestía y desvestía, la ponía en actitudes, despertó su libido. La niña sólo quería sentarse encima de él, sentir la cosa.
Sí voy coincidir en destacar con otros lectores y lectoras en lo que respecta al último relato, «Mis dos hemisferios». Como mencioné anteriormente, es muy buen relato para cerrar el libro. Desde luego es un relato que está en mi podio, aunque igual es muy atrevido decir que es el que más me ha gustado porque hay varios que le competirían dentro de mi gusto. Tal vez lo que me guste de él es lo que le hace destacar, esa ruptura con todos los demás, repentina, justo antes de cerrar el conjunto de narraciones. Es, además, un relato muy personal —no es el único, a mi parecer— que trata sobre la emigración y el sentimiento de vivir dividida entre dos tierras. En él Fernanda García Lao se abre en canal y cuenta la historia de su familia y su experiencia como persona migrante por necesidad, por estar su padre en el punto de mira de la dictadura argentina. Creo que es muy buen relato para cerrar el conjunto porque, primero, es el más largo de la serie y se percibe muy bien como cierre, y después porque el tinte autobiográfico que tiene te hace sentir más íntimo con la autora, como una despedida.
Somos un árbol del revés: las raíces al descubierto.
«Mis dos hemisferios» nos muestra a la Fernanda García Lao que es y su vida en pocas palabras, en frases cortas componiendo de corrido un relato que es su construcción personal y toda su historia, la de su familia, de una escritora entre dos mundos, entre dos hemisferios contrapuestos y superpuestos. Y con esto me quiero despedir, con las raíces al descubierto con todo expuesto, absolutamente descarnados, abiertos con los sentidos a flor de piel, con todo nuestro tacto, al menos en la teoría.

martes, enero 07, 2025

(no) me acuerdo

Un libro que juega con el clásico de Joe Brainard (I remember) y el de George Perec (Je me souviens) para hacer lo contrario.
En (no) me acuerdo, FGL invoca la imposibilidad del género Mémoire, en una tentativa por observar cómo sobrevive el pasado en el presente.
A partir de febrero, en librerías españolas.
Edita Kriller71

Premio Tigre Juan 2024

Recibiendo el 2do premio en Oviedo por Teoria del tacto, editorial Candaya.

El borde de lo decible

LITERATURA
A caballo entre el teatro y la poesía, la escritura de Fernanda García Lao es una topadora irresistible y afilada. Conversaciones con una escritora sin pelos en la lengua.
por GUSTAVO ÁLVAREZ NÚÑEZ
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En la presentación de Teoría del tacto (Entropía), la flamante colección de cuentos de Fernanda García Lao (Mendoza, 1966), la periodista y narradora Sonia Budassi destacó el mar de subrayados que atraviesa la lectura. Como si más que avanzar, estuviésemos atados a las bondades de una frase tras otra. Un campo minado de frases precisas y perfectas, desconcertantes y turbulentas.
“El pasado es un aparato que daña cuando se queda quieto”, leemos en “Yeso”. “El apego a la forma con la que la naturaleza decide cada estructura es un capricho que la alquimia se arroga”, en “El mal está hecho”. “Cuerpo desnudo y alas de murciélago, eso es la noche”, en “Vuelo corto”. “Mato el tiempo o el tiempo me mata a mí”, en “No atender”. “La muerte sangraba en el teatro íntimo de su cuerpo”, en “Segundo acto”. En cierto punto, García Lao parecería escribir con un estilete que va construyendo la trama a partir de tramar frase tras otra. Más que organizar la acción y por ende la condición dramática que sustente el fervor de la lectura, su método daría la impresión de inducir –sin distracción ni previsiblemente– al goce de acaparar palabras y más palabras, en una pista de baile donde retumban los sentidos hasta tornarse una canción. Un encadenamiento en la orilla de lo poético. Un dejo que atesora en sí un lenguaje musical.
Por eso, en la velada, en una librería de Colegiales que tuvo a Esther Cross como la otra presentadora, se barajó el lugar de la poesía en la escritura de García Lao. La poesía casi como un médium a lo César Vallejo: el tirarse a la pileta no para comprobar si hay agua, sino para que haya agua.
- Lo poético puede convivir en tu ficción con escenas brutales o escenarios disparatados. ¿Qué rol cumple la poesía en tu narrativa?
- No concibo una sin la otra. Se alimentan y vampirizan. Ahí también hay comercio de lenguajes y de forma. El relato concebido como historia, es decir, sucesos encadenados, me sabe a poco si no pone en tensión la sintaxis y el delirio que arrastra. Me gusta poner los cuentos al borde del precipicio. Tengo vértigo, te aclaro. Me atrae el fondo, pero no caer. Me entrego al equilibrio imposible "antes de". La poesía en mi caso fue lo primero. Junto al teatro. Yo me cautivo probando el mundo por dentro. La página es un escenario. La poesía tiene que sonar ahí.
Los relatos de Teoría del tacto no dan muchas vueltas. En pocas páginas accedemos a variados estudios de casos. Son tan certeros e iracundos como luminosos y espesos. Muchos trastocan además los lazos filiales o presentan corazones en llamas. En “No atender”, ella espera y desespera por un llamado; en “Rogelio a diario”, la viuda descubre que su marido era una mierda; “Esto es el vacío” repara en el trastorno de los últimos días de la madre de tres hijas; el padre abusador en “Yeso” y el padre abandónico en “Errado el tiro”.
- ¿Por qué tanta inquina familiar como sentimental en varios tramos del libro? Te gusta escarbar en las miserias humanas.
- Ahí soy profundamente objetiva. El mal empieza siempre en casa, ¿o no? Nos enseñan a desconfiar de los extraños y, según el arte odioso de la estadística, son los parientes quienes atacan a sus víctimas en el ámbito de lo doméstico, por acción u omisión, en la mayoría de los casos. Por supuesto, hay familias hermosas. Pero la literatura necesita del claroscuro. Y de la interpretación. Por otro lado, el libro sobre el que se construye el imaginario occidental y la religión católica incluye fratricidios, filicidios, violaciones y todo tipo de tragedias domésticas. Soy hija de esa cultura. Obviarlo sería desconocer mi tradición. La literatura argentina se construye también sobre la idea de la violencia. Otra forma de pensarlo: el mundo escribe en cada uno. Soy de este tiempo. Una migrante serial entre dos orillas. Siempre estoy llegando. Eso afina la mirada. No naturalizo el mal. Me interesa auscultarlo.
Desde hace dos años, García Lao reside en Europa, más precisamente en España, más concretamente en Barcelona. No olvidemos que vivió en la Madre Patria desde 1976 hasta 1993. Y allí publicó primero Teoría del tacto, vía la editorial Candaya. Además, en estos días, su tercera colección de cuentos ha tenido el merecido honor de ser parte de dos nominaciones a libro del año en el país de María Zambrano y Carmen Martín Gaite. Uno, el Premio Tigre Juan, compartiendo grilla entre cinco escritoras con La llamada de Leila Guerriero. El otro, el 21º Premio Setenil 2024, donde es una de las diez finalistas.
En sus redes, ante estas noticias, García Lao escribió: “Que sea por Teoría del tacto me conmueve. ¿O debería decir me toca? Mi tierra de adopción, la de mi madre, la de la abuela Lao, me devuelve con amor la escritura de esta herida. Un libro que es de duelo y expiación, que es producto de la migración permanente y la orfandad que me persigue desde los diez años”.
Nunca es gratis la entrada al imaginario de García Lao. Detona y entona. Nunca apacigua. Siempre juega con el borde, con el fleje. No permite que la lectura esté signada por lo previsible; es decir, por la continuidad de lo esperable, de lo canonizado. No, ella arremete. No deja hilo sin cabeza. La fluidez y la tensión bailan el mismo paso. En general, sus textos están rociados de napalm. “El fragmento narrativo en su variante de violencia política”, remarcó Juan José Becerra en Nación vacuna (Emecé, 2017). Pensemos en la puesta desmesurada en Fuera de la jaula (Emecé, 2014).
Según Cross, “en su ficción las palabras suenan con todas sus connotaciones, y los supuestos, equívocos y frases que nos marcan a fuego, quedan expuestos, resaltados. Teoría del tacto empieza, de hecho, con este planteo: qué pasa –pregunta– si probamos las palabras ‘crudas’. ‘¿Nos envenenamos?’. Esta serie de cuentos no se limita a meterse con experiencias difíciles de atravesar, que nos llevan al borde de lo decible: también plantea una provocación. Probar las palabras crudas produce un efecto de vértigo y desplazamiento de la realidad, como si la conciencia se ampliara”.
- Es habitual que tu escritura no haga concesiones. Ni al realismo ni a los géneros. Y a su vez podés moverte con felicidad y garbo entre universos disímiles como el de Clarice Lispector y el de Osvaldo Lamborghini. ¿Cuál es la clave?
- No lo sé. (Risas) Será que no tener una clave me impulsa hacia el vacío. Desechar es un modo de discutirle al realismo su dominio. Subjetivo todo lo que encuentro. Hago mío el espanto, pero no por molestar sino por discutirlo. Quiero decir, hay disfrute a pesar de todo. Me río de la oscuridad. Por otro lado, descreo de los géneros. Los contamino. Si escribo un cuento es para cuestionar su supuesta especificidad, ídem con la poesía o la novela. Cada objeto es una serie de necesidades nuevas, no escribo con presupuestos. Como diría Saer: “La narración es una praxis que al desarrollarse segrega su propia teoría”.
- Citás en la apertura de Teoría del tacto a María Zambrano. Y hace poco leí una frase de ella que me resonó en varios de tus relatos: “No se pasa de lo posible a lo real sino de lo imposible a lo verdadero”. ¿Hay algo de ese desplazamiento en tu escritura?
- Me encanta ese trueque de citas que proponés. Si le damos vuelta a la idea podría decirse también que lo verdadero es imposible. Y Zambrano propone que para entender hay que desatender. En la excesiva atención de lo real, el mundo se vuelve enigmático. Cada palabra contiene su sombra. Me gusta crear asuntos inexistentes para defenderlos como si se me fuera la vida. Paso horas moviendo asuntos de lo vivido a lo narrado y viceversa. No hay escritura sin agitación.
En Teoría del tacto, como acostumbra en sus aventuras narrativas, García Lao deja atrás el corset de lo real, de lo explicable, de lo funcional, en comillas “la realidad”, para abalanzarse sobre otra realidad, ese universo paralelo donde confluyen voces de una madre, una virgen virtual y una estrella de las criptomonedas; o en el que una progenitora atosiga con su sombra a un hijo que rechaza el legado de su progenitor impuesto; o el libro de un padre asesinado por la lectura de un texto.
“Lo recibo en casa, lo desenvuelvo y leo de corrido el primer cuento sin dejar de pensar cuántas veces puede matar un libro, siendo que algunos no logran siquiera provocar un buen dolor de estómago. Pasan lisa y llanamente por el cuerpo y son olvidados antes de encontrar su estante en la biblioteca”, leemos en “La gracia del mundo”.
- En Teoría del tacto parecerían flotar también ciertos asuntos autobiográficos (la voz de tu madre, por lo pronto), pero siempre la ficción mete la pata. ¿Es así?
- En Autobiografía con objetos (Zindo & Gafuri, 2022) apareció el deseo de pensarme en segunda persona. He incurrido en la despersonalización por motu proprioen casi todos mis libros. En Teoría del tacto, tras la muerte de mi madre y la orfandad como premisa, abrí la posibilidad de un yo vulnerable, a disposición de la escritura. Trabajé de fuerte toda mi vida. Ya no. Lo que no significa que ahora me atraiga la imitación. Necesito ficcionalizar. Los relatos se alimentan de ambos vectores. He corregido la agonía de mi madre en “Esto es el vacío”, porque había palabras que no eran del universo del cuento.
Fernanda García Lao Teoría del tacto (Entropía) 120 pags.

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viernes, noviembre 22, 2024

Fernanda García Lao: “Me interesa lo que el cuerpo le hace al lenguaje y viceversa”

Cultura Clarín
Ines Hayes
La narradora, poeta y directora escénica acaba de publicar nuevos cuentos en Teoría del tacto.
Cuenta aquí que la idea nació poco antes y después de la pandemia, “cuando tocar estaba prohibido”.
En los cuentos de Teoría del tacto (Entropía) de la escritora mendocina Fernanda García Lao, la palabra golpea y detona, construye y destruye mundos y personajes. “Alguien dijo que si un espíritu aparece te sopla en los ojos. Desde entonces no puedo dormir con la ventana abierta. Tengo temor a confundir un espíritu con el viento. Cualquier viento puede modificar mi estado de ánimo”, comienza el primer relato “La gracia del mundo”.
García Lao es narradora, poeta y directora escénica. Ha recibido entre otros, el primer premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el tercer premio Cortázar por La perfecta otra cosa y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Ha sido editada en Latinoamérica, España, Francia, Italia y Estados Unidos. Y en este diálogo con Clarín Cultura navega por esas historias en las que se encuentran en comunión el cuerpo y el lenguaje.
–¿Cómo nació la idea del libro?
–Lo empecé a escribir un poco antes y un poco después de la pandemia, cuando tocar estaba prohibido. El cuerpo del otro era amenaza, una misma, un riesgo para los demás. Pero quise eludir esa palabra que ya se había convertido en un lugar común. Saltearla para volcarme en lo que para mí implica la escritura, que es un acto que ocurre en las manos y pasa luego por la garganta. No es un asunto óptico, descriptivo o lineal, sino la forma de hacer del pensamiento materia. Me interesa lo que el cuerpo le hace al lenguaje y viceversa. Y cómo suena ese malentendido, no pienso en personajes sino más bien en seres animados por una voz, por la función golpeadora de la palabra. La vulnerabilidad preciosa que la palabra puede provocar en el ánimo al ser lanzada contra o desde alguien.
–¿Por qué Teoría del tacto?
–Bueno, los sentidos son la conciencia del cuerpo, ¿no? El modo de entender el mundo. Las lecturas que hacemos dependen de nuestra capacidad para indagarlo sensorialmente. El exceso de cercanía pone en evidencia los monstruos que ocultamos, las máscaras sociales, las trampas, la mentira. Somos una ficción andante, que se construye en función del entorno y sus miedos. En este libro trabajé con el recorte y con la profundidad del relato, más que con la espacialidad. La Teoría del tacto depende de cada exploración, pero tiene en común la premisa de con qué lenguaje y en qué sector del cuerpo suceden los duelos, el amor, el delirio o el deseo.
Fernanda García Lao en Praga. Gentileza de la autora.Fernanda García Lao en Praga. Gentileza de la autora. –¿Qué estás leyendo ahora? ¿Qué escritoras mujeres te gustan de la Argentina, América Latina y España?
–Leo poesía y ensayo. No me alimento sólo de narrativa. De España, Angela Segovia es una poeta que me resulta muy interesante. Juega con las lenguas romances cruzando las fronteras geográficas y temporales. Además no recita, dice. Y sabe hacer silencio. También he leído con atención a Marta Segarra, una ensayista catalana muy lúcida que descubrí el año pasado. Siento que tengo pendientes lecturas del otro lado del océano. Y me produce felicidad hacer leer allá a nuestras escritoras y viceversa.
–¿En qué estás trabajando ahora?
–Tengo un libro terminado que saldrá en marzo o abril de 2025, con Kriller71, una preciosa editorial con base en Barcelona, que dirige Anibal Cristobo, con quien ya publiqué Autobiografía con objetos, en 2022. Y en el segundo semestre del año que viene, reincidiré con Candaya, que es mi casa para la narrativa. Soy grafomaníaca: ando con varios proyectos a la vez.
Fernanda García Lao básico Nació en Mendoza en 1966. Vivió en España desde 1976 hasta 1993. Es escritora, dramaturga y poeta. Ha escrito y dirigido piezas teatrales que le valieron, entre otros, el premio Antorchas. Publicó las novelas Muerta de hambre, primer premio del Fondo Nacional de las Artes; La perfecta otra cosa, La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula y Nación Vacuna, los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo y El tormento más puro, los poemarios Carnívora y Dolorosa. Ha sido traducida al inglés, al francés y al italiano. Su obra fue publicada en América Latina, España, Francia, Italia y Estados Unidos. Teoría del tacto, de Fernanda García Lao (Entropía).

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