martes, junio 03, 2025

Fernanda García Lao, un híbrido de transgresión, locura y violencia

Analizamos la literatura de esta autora mendocina, radicada durante mucho tiempo en España, y que ha escrito cuentos, novelas y poemas.
Por Marta E. Castellino LOS ANDES
Quienes nacimos en el siglo pasado y vivimos en Mendoza en las décadas del 50 y 60, no podemos menos de recordar a Ambrosio García Lao, figura icónica del periodismo radial y televisivo de aquellos años. Así, por extensión, es natural que consideremos la posibilidad de incluir en nuestra literatura a su hija Fernanda, también nacida en Mendoza en 1966, aunque su vida discurrió por carriles que la alejaron tempranamente de nuestra provincia.
En efecto, vivió en Madrid, donde realizó sus estudios primarios, secundarios y universitarios de danza, piano, actuación y periodismo, entre 1976 y 1993. Luego regresó a Buenos Aires y se sumó al medio teatral independiente, desempeñándose como actriz, dramaturga y directora. Desde 2022 reside en Barcelona.
Además de sus piezas teatrales, publicó, entre otras, las siguientes novelas: Muerta de hambre (2005), que obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes; La perfecta otra cosa (2007); La piel dura (2011); Vagabundas (2011); Fuera de la jaula (2014); Nación Vacuna (2017); Sulfuro (2022); las colecciones de cuentos Cómo usar un cuchillo (2013); El tormento más puro (2019) y Teoría del tacto (2024). Es autora además de los volúmenes de poesía Carnívora (2016); Dolorosa (2017) y Autobiografía con objetos (2022), además del texto autobiográfico (No) me acuerdo (2025).
Su prosa ha sido calificada como “un mapa híbrido de transgresión, locura, erotismo, humor y violencia, con una cadencia poética única”, y tales características se ponen plenamente de manifiesto en cualquiera de sus textos. Tomaré como ejemplo la original novela Fuera de la jaula, en la que el mismo título sugiere la evasión de la realidad ordinaria, formalizada a través de la elección de una focalización narrativa que hace eje primeramente en una mujer en el momento previo a su muerte y después de acaecida esta. Este relato base se completa con otros dos, que tanto completan como prolongan o contradicen los dichos de la difunta.
Como característica saliente de su estilo narrativo, que en cierto modo lo aproxima a lo poético, puede mencionarse la tendencia a expresar reflexiones que recuerdan las “greguerías”, definidas por Ramón Gómez de la Serna con la siguiente fórmula: “humorismo + metáfora = greguería”. Valgan como ejemplos algunos pensamientos de Aurora, la protagonista de la primera parte, que dan cuenta de su esencia híbrida, ser, sin ser: “La conciencia es un parpadeo universal”; “Qué pereza la palabra. Decir es bostezar. Un verbo es un objeto perdido, una pelusa en la boca muerta”.
La índole de los personajes se define a través de estos curiosos pensamientos, cuyo contenido los define; así por ejemplo, Severino, encerrado en una vida sin futuro y sin color, para quien “La noche es una cavidad que conduce a la gran trampa” o bien, “Con la luz y las proporciones correctas, cualquier mosquito deviene vampiro”. O Norma, la prostituta: “la demencia y el deseo beben de la misma botella”
Acerca de la inserción de Fernanda en el corpus de la literatura mendocina, es necesario destacar que Mendoza y su ambiente no aparecen en su obra, ni siquiera como ausencia sentida. Pero, como ella misma manifiesta en una entrevista con Ariel Pavón (Otra Parte, 14 de marzo de 2025), el desarraigo “Se convirtió en un mito fundacional a partir del cual escribo. No imagino otro modo de pensar y crear. El hecho de no pertenecer del todo a ningún lugar, ser siempre un poco extranjera y parte a la vez, interviene absolutamente en mi escritura. También la sensación de tener una línea de tiempo fragmentada. El desarraigo ha sido motor y obstáculo, pero más motor que otra cosa. Haber hecho de esta herida una virtud me ha permitido escribir”. Este extrañamiento permanente explica las características desconcertantes de su escritura, que he intentado bosquejar sucintamente.

Universos en colisión

Cuentos
Teoría del tacto
Fernanda García Lao - (Candaya - Barcelona)
Cuentos breves que parecen entramarse de modo incoherente. Relatos fragmentados, incisivos, por instantes armados como especie de cortos consecutivos.
Al principio, un brevísimo microrrelato funciona conceptualmente, abstrayendo ideas de la autora sobre su escritura y las palabras: Ver es cálculo. El sonido, sugestión. Las palabras están crudas. Si las pruebo, ¿me enveneno?
La escritora trabaja en los bordes de eso que ve, pero, además, de lo que escucha en un ida y vuelta de afuera hacia adentro de sí. Su modo de procesarlo es mediante palabras que se pueden tornar una amenaza; que desgranan toxicidad tanto para quien las escribe como para quien las lee.
En “La gracia del mundo” hay un manifiesto de lo que puede ser un libro: ¿una lectura genera temor, puede matar? La escritura misma tiene que provocar, no hay límites precisos. A lo largo del recorrido de los cuentos aparecen estas percepciones sobre el proceso de escritura, la forma en los textos es importante, y a partir de ella se va soltando el contenido, siempre desde un ‘yo’ con presencia muy marcada, que puede o no, tener elementos autobiográficos. Esa carga gramatical hace que las historias potencien la fuerza de la voz que busca llegar al fondo de las causas, lo profundo visto desde la superficie.
Son historias de muertes: el padre, sus ausencias; la madre, los vínculos maternos, la soledad, miedos, resistencias, desarraigos, delirios, abortos, con puesta en el cuerpo; hasta lo escatológico y tremebundo como en “Gaviota en mi lugar”.
En “Réplicas” el sadismo del personaje hace miles de repeticiones del cuerpo femenino. “Vientres en alquiler”, complejidad de relaciones homosexuales, con mamás que no pueden “ser de verdad” ni entregarse con sus senos a la alimentación de sus hijos. Ciertas perversidades que causan los mismos personajes para con ellos y con otros porque “el mundo es una trampa donde caen cada vez”. El pasado como pesadilla en la “Cajonera”, de patas con garras, habitación oscura; el objeto se desliza sobre ella, bordeando el fantástico: “la casa entera como un mal sueño”. En “Las crueles” unos lirios traídos de Francia van “colonizando la casa, metáfora de una clase doméstica que se adueña de un patrimonio, recuerda a textos de Cortázar, sobre todo, la crueldad de Silvina Ocampo.
Teoría del tacto, texto punzante, surge en la pandemia “cuando tocarse y ser tocado era una amenaza”, recuerda su autora. Narrativa de la perturbación, potente, que se torna rugosa por sus “rarezas”.
Perfil Fernanda García Lao, escritora, dramaturga, argentino-española (Mendoza, 1966) que se fue al exilio con su familia durante la última dictadura. Ha recibido, entre otros, el premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el tercer premio Cortázar por La perfecta otra cosa, y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Publicó novelas como La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula, Nación vacuna y Sulfuro; los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo y El tormento más puro.
© LA GACETA
LILIANA MASSARA

Lo que no recordamos

Por Bárbara Mingo Costales 1 abril 2025 LETRAS LIBRES
“No me acuerdo del autor del Me acuerdo primera versión”, dice Fernanda García Lao en la entrada 105 de su último libro, que se llama (No) me acuerdo. El autor es Joe Brainard, y el del segundo es Georges Perec. De estos dos libros previos (I remember, Je me souviens) García Lao se acuerda sin duda, y en esta entrada, como en el resto de sus 231 olvidos, practica no solo una especie de homenaje inverso, un poco chulo, a esos libros a cuya tradición se incorpora con actitud de réplica, sino también una especie de ensayo de lo que podría significar, a lo largo de una vida, irse desprendiendo de las huellas o recuerdos que nos conforman, que nos lastran o que nos acompañan (o todo a la vez). No acordarse, aquí, es en realidad como acordarse, es saludar con una broma, pero en otras de las entradas no acordarse puede significar rechazar, o elegir otra cosa de manera lateral, olvidando todas las demás (“No me acuerdo de un libro más perfecto que La muerte y la primavera” [este de Mercè Rodoreda]). Declarar no acordarse de algo o de alguien puede querer decir empeñarse en olvidarlo, lo que supone darle tanta importancia como buscarlo denodadamente, o tenerlo en la punta de la lengua −que es como reencontrarse con un fantasma o como llevarse una sorpresa ante la infinidad de instancias que llevamos con nosotros−, o que se ha dado con un cajón lleno de cosas y ante la abundancia hemos olvidado lo concreto que habíamos ido a buscar. Así que el libro es también un ensayo práctico de todos los sentidos que puede adquirir un verbo o un estado. Un ensayo, entonces, verbal y emocional, que conduce al fin a lo corporal: “No me acuerdo con la memoria. Lo que sé, me ha sucedido en el cuerpo, lo demás es información. Es decir, versiones.”
Como cada vez que practicamos cualquier juego con el lenguaje, hay aquí una gran y constante presencia del humor, porque lo que decimos, si lo decimos de diferentes maneras sucesivas a través de las versiones, va adquiriendo sentidos nuevos, cambiando de significado a medida que lo vamos reformulando. En este juego de variaciones, la acumulación de citas opera sobre cada una de las citas sueltas, que significan nuevas cosas por su cercanía con las demás, pero el sentido del propio verbo también puede cambiar, como en el ejemplo de la novela de Rodoreda. Además, la experiencia vital que va componiendo García Lao es a la vez única y suya propia, pero también se convierte en compartida. Podemos reconocernos en el olvido ajeno. Pero se me ocurre que así como se dice que nadie escarmienta en cabeza ajena, ¿podríamos decir que nadie olvida en cabeza ajena? El hecho de que la autora haya elegido como fórmula “no me acuerdo”, en lugar de “he olvidado” u “olvidé”, es también determinante, porque se refiere a una omisión, o incluso transmite una dimensión temporal, la del presente, un ahora en el que el objeto no nos viene a la mente, pero podría acudir más adelante. El olvido es un continuo durativo (“es tan largo el olvido”, dice Neruda en un poema), mientras que el no acordarse nos convoca al momento puntual, electrizado, y precisamente un tono de chispazo es el que tiene este libro, con sus entradas que se prenden como bengalas que iluminan momentáneamente la oscuridad. No quiero complicar mucho la imagen, pero en cierto modo se podría decir también de manera inversa: que oscurecen un instante la claridad total de la vida que transcurre imperceptible; en todo caso, una interrupción que rescata algo de un total. Este sistema de fogonazos transmite también una sensación de movimiento, de vida en marcha (¿“viajar es perder países”; vivir es perder escenas?), casi de fuga en que se distingue al individuo y a su vida como personajes de una película de persecuciones, y en cada vuelta de la esquina en que se ha conseguido burlar al perseguidor, una se detiene un momento, a tomar aire, a palparse la ropa, a dejar una marca.
Por otro lado, las pérdidas no implican una desaparición. Que una no se acuerde de las cosas no quiere decir que no tenga consciencia de lo que está haciendo (“No me acuerdo si escribo para desfasar la realidad hacia atrás o hacia delante. Chupo la corteza de lo real hasta dejarla blanda como una seda china”), y significa además que de su ejercicio espera que revele algo que quizá no se pueda alcanzar por otra vía. Esta relación con lo vivido no quiere decir que se viva atolondradamente; hay un propósito. A veces no acordarse es un ejercicio práctico, positivo. Y también nos vamos dando cuenta de que no acordarse no es lo mismo que olvidar o que haber olvidado. Quizá no acordarse suponga una acumulación inversa, una manera de lanzar lo vivido a un repositorio especial, al que solo llega si lo lanzamos con un juego de muñeca ejecutado como se advertiría a través del espejo.
Las cosas de las que Fernanda García Lao no se acuerda son de toda índole (“No me acuerdo del nombre de aquella pintora que había sido olvidada injustamente”, “No me acuerdo de lo grave, soy mejor con los agudos. Como chirría el mundo”, “No me acuerdo de la ropa de mi tía, pero sus zapatos diminutos y brillantes, cada uno en su caja, son inolvidables”), y paradójicamente rescatan aquellas cosas que pudieron pasar inadvertidas, o dotan de una dignidad similar a todo aquello con lo que nos hemos cruzado. Además de practicar una actitud vital, en este libro se da el reconocimiento, por la especular vía del olvido, de todos los hitos que han conformado nuestra vida, que se nos han adherido al cuerpo, y cuya importancia es tal que no necesitan de nuestra memoria para existir. “Eso eres tú”, dice un adagio sánscrito; eso es también lo que no recordamos.
(No) me acuerdo
Fernanda García Lao
kriller71,
Barcelona,, 2025, , 98 pp.~

Feria del libro de Praga 2025

Las crueles - Fernanda GARCÍA LAO x4 enc. ZOOM

Fundación Filba
Las Crueles es un taller de lectura y creación que explora la obra de autoras del siglo XX que desafiaron los límites de la imaginación y los estereotipos de lo femenino. A través de universos marcados por la violencia o la oscuridad, analizamos sus estrategias estilísticas para generar tensión, incomodidad y amenaza, explorando desde la frialdad de Gisela Elsner hasta la furia de Unica Zürn pasando por zonas intermedias: la melancolía de Fleur Jaeggy o el escalpelo inquietante de Armonía Somers. Haremos ejercicios prácticos para desarticular miedos y expandir registros narrativos.
Sesión 1: Gisela Elsner. Los enanos gigantes
Sesión 2: Fleur Jaeggy. El último de la estirpe.
Sesión 3: Armonía Somers. El ángel planeador/Muerte por alacrán
Sesión 4: Única Zürn. Las trompetas de Jericó.
Público destinatario: adultos lectores
Día de la semana: los miércoles 16, 23 y 30 de julio + miércoles 6 de agosto Horarios (duración de los encuentros, 2h): 10 a 12 hora Argentina
Lugar: taller virtual por Zoom Para inscribibirte, haz click en el título.

viernes, marzo 14, 2025

Teoría del tacto, reseña en Otra parte

Revista OTRA PARTE
Ariel Pavón
Una hija busca durante años a su padre, sobreviviente del disparo que la madre erró; una mujer guarda en un frasco las “cosas del tamaño de una almendra” que ha parido sobre su cama; otra disputa su espacio en el mundo con una gaviota; una pareja encuentra en fotos ajenas al hijo que no llegó a crecer y una virgen criolla aterroriza a un profesional del cine porno.
Los veintiocho relatos de Teoría del tacto, cuya brevedad y conclusividad permiten pensarlos como parte de un poemario, constituyen una muestra antológica de la voz personalísima de Fernanda García Lao, donde su trabajo obsesivo de la frase, su dinamismo y mordacidad alcanzan un inusual refinamiento. La energía seminal de estas piezas las revela al mismo tiempo como feraces y feroces. Feraces, en virtud de su fuerza sugestiva, pensante, que más que representar una realidad la postula y la apunta, iluminada por destellos sintácticos, familiar pero intensiva; feroces, por su abordaje de cada asunto, verdaderos asaltos que, con frases de precisión conceptista, de conclusión a menudo sorprendente, conjugan lo breve, lo grave y lo cómico en una sucesión que parece señalar hasta qué punto lo trágico de la vida es que da risa.
Esos temas, al mismo tiempo, no aparecen en primer plano, sino que son puestos de relieve mediante algún dispositivo asociado, lateral (un pájaro, un insecto, un mueble, una figura de yeso) a partir de cuya inclusión las múltiples formas de la ausencia, el dolor y la soledad que pueblan los cuentos de Teoría del tacto se extrañan y complejizan, dejan de ser meras superficies donde se disponen acontecimientos para volverse corpóreas, orgánicas.
“Los Hugos cuarto y quinto quedaban demasiado lejos”; “El cementerio está roto. Hay lápidas desarmadas y pasto crecido”; “La doméstica vivió hasta la primavera, ni siquiera supe su nombre, pero tuvo tiempo de ver florecidas las plantas”; “Desde que soy solo, la carne me acompaña distinto, y quien dice carne dice palabra”. Teoría del tacto se compone de narraciones en las que la pregunta “¿qué va a suceder ahora?” pierde centralidad, desplazada por la fascinación que despierta el desgranamiento de frases cortantes con las que la autora trama esas historias, como una artista plástica, a golpes de espátula, dejando trazos llenos de texturas.
El tipo de recorrido al que nos invita Teoría del tacto es el de las galerías, donde uno reconoce la mano inconfundible de la artista y se detiene a apreciar meticulosamente la captura que cada relato (cada obra) ha hecho de un drama particular, con sus grietas y rugosidades, tentado siempre de cerrar los ojos para acercar la mano y percibirlo con la piel.
Fernanda García Lao, Teoría del tacto, Entropía, 2024, 124 págs.

miércoles, marzo 05, 2025

Taller de lectura con Fernanda García Lao

AUTOBIOGRAFÍA CON OBJETOS y (NO) ME ACUERDO, de FERNANDA GARCÍA LAO
– Leeremos y conversaremos con Fernanda García Lao sobre estos libros y la imposibilidad de la autoficción (jueves 10 de abril de 19h a 20.30h)
Enlace para inscripción en el título.

sábado, marzo 01, 2025

La literatura como refugio de la memoria perdida

Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) es narradora, dramaturga y poeta. Su infancia quedó marcada por el exilio: su familia se refugió en Madrid de 1976 hasta 1993, para huir del golpe militar que dio pie a la dictadura en Argentina (1976 - 1983). Ha publicado novelas, cuentos y poesía en editoriales de Latinoamérica, Europa y Norteamérica. Ha sido galardonada con el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, el Tercer Premio Cortázar y fue finalista del Premio Setenil 2024 con Teoría del tacto (Editorial Dandaya, 2023).
En su último libro, (NO) me acuerdo (Kriller71 Ediciones, 2025), cuestiona los modos y lugares de la memoria.
¿Cómo puede ser la literatura un espacio de resistencia frente al olvido?. Tu familia se exilió en Madrid y, ahora, vives en Barcelona. ¿Qué te retiene en España?
El exilio fue de mis padres. Yo era una niña durante la dictadura, así que no elegí ni el movimiento de irnos de Argentina ni el de regresar. Barcelona es una ciudad que escogí de adulta. Al haber quedado sin patria o, más bien, con doble "matria", voy y vengo sin distinguir. Soy más argentina de este lado. Allá soy una argentina rara, con este porcentaje de españolidad que arrastro desde los diez años.
¿Cómo fue la dictadura?
Prácticamente no la recuerdo. La viví solo unos meses, desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 6 de octubre de ese mismo año (mi cumpleaños). Cumplí diez años en el avión. Solo tengo una sensación de miedo, porque en algún momento hubo coches que daban vueltas a la manzana donde vivíamos y escuché disparos en la noche. Son como retazos de sueños, con esa falta de nitidez propia de la infancia.
¿Y la llegada en España?
Tengo mucha conciencia de la llegada a Madrid: la inserción en el colegio, el extrañamiento geográfico e histórico y el no entender el nuevo paradigma. También recuerdo la nostalgia de los amigos de mis padres exiliados y de mi mismo padre (mi madre era española). Recuerdo el sonido de la melancolía, los tangos que escuchaban y las conversaciones hiperpóliticas de este lado del Atlántico.
¿El desarraigo ha sido un motor o un obstáculo?
Se convirtió en un mito fundacional a partir del cual escribo. No imagino otro modo de pensar y crear. El hecho de no pertenecer del todo a ningún lugar, ser siempre un poco extranjera y parte a la vez, interviene absolutamente en mi escritura. También la sensación de tener una línea de tiempo fragmentada. El desarraigo ha sido motor y obstáculo, pero más motor que otra cosa. Haber hecho de esta herida una virtud me ha permitido escribir. La sensación de haberme perdido años del dolor ajeno me persigue. Hay algo de culpa por haber vivido la dictadura fuera y haber sido libre, en apariencia.
En (NO) me acuerdo (Killer71 Ediciones, 2025), exploras el olvido y la fragmentación del recuerdo. ¿Cómo dialoga tu obra con el pasado?
Hay algo de collage en el lenguaje que me constituye. Al ser hija de una leonesa y de un bonaerense, mi lengua nunca fue pura y se nutrió de las dos orillas. Al llegar aquí me obligaron a hablar con la "z" porque mi profesora de lengua consideraba que lo hacía mal. Esa obligación se hizo parte de mi persona. Al regresar a Argentina me daba vergüenza y buscaba sinónimos para palabras con "z" o "c". El voseo y el "vos" volvieron a mi habla a los veinte. La sensación de haberme perdido años del dolor ajeno me persigue. Creo que mi escritura está marcada por esa memoria perdida.
Dices que tu relación con Argentina es compleja…
Una escritora no tiene solo una memoria personal, también una memoria colectiva anclada en una determinada línea de creación literaria. Hay asuntos que no son propios, sino heredados y se incorporan con naturalidad. Es como si hubiera recuperado una tradición que, de otro modo, se habría perdido.
¿Cómo ves el auge de figuras políticas como Javier Milei?
Con espanto. Creo que es una marioneta mala. No sé ni si es una figura política. Me parece más bien un arlequín demoníaco, puesto sin conciencia ni preparación y utilizado para hacer la tarea sucia que otros no se animan a hacer. Representa lo peor de Argentina, tanto hacia dentro como hacia fuera. Me da vergüenza ajena, pero sobre todo muchísima pena por el país y por la falta de visión de quienes lo votaron. Entiendo que lo hicieron desde la desesperación y la ignorancia.
¿Hay censura a día de hoy?
La censura actual no asume su nombre, tiene vergüenza del término. Antes los propios censores hablaban con claridad de censura, incluso era un cargo oficial. Hoy nadie acepta los términos, se buscan eufemismos. Es una censura disfrazada de libertad. Hoy no se prohíbe, simplemente se hace desaparecer lo molesto de manera sutil, la cultura, por ejemplo. Los medios de comunicación y los algoritmos facilitan esa invisibilización. La otra opción es el ataque directo.
¿Y la memoria histórica?
Genera conflicto porque es difícil consensuar qué ocurrió. Los asesinos tienden a querer ocultar o inducir al olvido sobre sus crímenes. La diferencia más evidente es que durante la dictadura se prohibían textos y personas, además de la desaparición. Pero hace rato que se niega o se discute el número de desaparecidos. Y se intenta revertir o tergiversar el pasado.
¿Has sentido alguna forma de autocensura o de presión como escritora?
Yo simplemente voy caminando. He publicado tanto en grandes editoriales como en independientes, y ahí es difícil que haya presiones. Si me autocensuro no soy consciente de ello. En mi obra lo pongo todo en tela de juicio y jamás nadie me ha advertido que algo no debía aparecer. Me mantengo fuera de los círculos de poder y voy por libre en esta vida literaria.
(NO) ME ACUERDO - Kriller71 Ediciones «No me acuerdo con la memoria. Lo que sé, me ha sucedido en el cuerpo, lo demás es información. Es decir, versiones»
By paula valls in converses — 28 febr. 2025
escrits sense casa

Cuando el olvido es recuerdo y el recuerdo es olvido

De Redaccion-2 26 febrero 2025 Crítica
REPÚBLICA DE LAS LETRAS
La escritora hispano-argentina Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) ofrece una vuelta de tuerca al género autobiográfico con un particular homenaje al Me acuerdo de Perec que, celebrando las desmemoria, acaba por reivindicar desde otro ángulo las huellas de nuestro paso por el mundo.
© ANNA MARIA IGLESIA
«No me acuerdo si escribo para desfasar hacia atrás o hacia adelante. Chupo la corteza de lo real hasta dejarla blanda como una seda china». Esta es una de las últimas anotaciones de Fernanda García Lao en (no) me acuerdo (Kriller71). En concreto, es la 228 de un total de 231 anotaciones, todas ellas construidas a partir de un no recuerdo. A priori, García Lao parece situarse en la antítesis de Georges Perec y de su icónica obra Me acuerdo; de hecho, mientras Perec comienza cada una de sus anotaciones con un «Me acuerdo», la escritora argentina comienza con una negación del recuerdo, negación que es corregida por el recuerdo que posteriormente aparece. Porque García Lao no se acuerda, pero se acuerda.
La lectura de García Lao se vuelve particularmente estimulante. Si pensamos al libro como un todo, este texto comienza desde el propio título y desde su grafía: la autora sitúa la negación entre paréntesis y, de esta manera, la negación está y, al mismo tiempo, deja de estar. ¿Cómo leer, por tanto, ese «no»? Ese «no» entre paréntesis funciona, precisamente por estar entre paréntesis, como afirmación del recuerdo —me acuerdo—, pero, al mismo, tiempo funciona como cuestionamiento.
Edita Kriller71
Porque estar entre paréntesis es estar y, por tanto, indudablemente ese «no» condiciona la lectura, pero, sobre todo, subraya que el recuerdo es, por definición, una forma de desmemoria. En otras palabras, el ejercicio de recordar es inseparable del de olvidar, pues todo recuerdo está envuelto o, mejor dicho, atrapado entre paréntesis de los olvidos. El libro comienza y termina aludiendo al ejercicio de la escritura: García Lao confiesa, al inicio, que no recuerda cuando inauguró «la necesidad de la escritura ni cómo era el mundo antes de eso» y, al final, confiesa que tampoco recuerda cómo ha llegado hasta aquí, hasta esa última página. Y, sin embargo, sabe perfectamente y así lo escribe que su escritura a lo largo de las 231 anotaciones. Ha sido un constante marcar las ausencias, apuntar hacia ellas, traerlas hasta el presente inmediato de la escritura.
En este sentido, García Lao dialoga también con Me acuerdo, el libro que Martín Kohan tituló de la misma manera que Perec. Kohan reconstruye, a través de fragmentos y anécdotas, parte de su vida y confronta su recuerdo con el de los demás, en concreto con el de una generación, la suya, que, aunque habiendo vivido lo mismo, no necesariamente recuerda de la misma manera. El contraste entre dos o más recuerdos en parte está también en la obra de García Lao, pero no porque haya otras voces, sino porque la propia voz que (no) recuerda parece por momentos dudar de sus (no) recuerdos. De hecho, cabe volver a ese no entre paréntesis porque funciona también como expresión constante de la duda que siente la narradora.
(No) me acuerdo dialoga directamente con otro de los libros de García Lao, Autobiografía con objetos. Allí construía una especie de relato de memoria a través de los objetos y la relación que con estos la narradora establecía. Las relaciones, las vivencias y los sentimientos quedaban inscritos en los objetos, que funcionaban también como espejo reflector del yo narrador. En esa «autobiografía» no se excluían los olvidos, sino que aparecían y, al aparecer, eran reescritos, porque si hablamos de olvidos hablamos de ausencias reescritas traídas al presente.
De ahí que, aunque parezca contradictorio, saber que se olvida es ser consciente, en realidad, de la imposibilidad del olvido y de la pregnancia del recuerdo. De ahí ese niño que no llegó a tenerse sigue estando ahí, en un olvido, que, en realidad, es un recuerdo porque está ahí, porque la consciencia de haber olvidado es también una forma de recuerdo.
La escritora Fernanda García Lao García Lao fue finalista del premio Setenil, en 2024, con su ‘Teoría del tacto’ (Candaya)
Junto a Autobiografía con objetos, (no) me acuerdo es una interesante indagación en la escritura autobiográfica y en la narrativa de la memoria. Ante un exceso de homogeneidad de este tipo de relatos, la lectura de García Lao se vuelve particularmente estimulante. Sin renegar de lo autobiográfico, la escritora lo cuestiona y lo hace reflexionando sobre la construcción de la memoria —y cabe entenderse la memoria como la unión de recuerdos y olvidos— y sobre la escritura no solo como reescritura, sino como huella o rastro de lo que ya no está.
En este sentido, lo físico y lo material está muy presente: de los objetos y el cuerpo a la escritura. Se podría hablar de una materialidad de la memoria, de una materialidad sobre la que construye la biografía de toda existencia.
(no) me acuerdo. Fernanda García Lao, Kriller71 ediciones, febrero 2025, 108 páginas.

sábado, febrero 08, 2025

(No) me acuerdo, presentación en Barcelona

(No)me acuerdo me regaló una noche-tesoro. A la lucidez de mis compañeras, Meri Torras y Claudia Caparrós, se sumó toda esta gente querida. Lleno absoluto en Crisi. Llovía afuera. Y nosotras auscultando la memoria, el cuerpo o la impostura del yo, las máquinas de recordar/olvidar, la forma, el lenguaje.

lunes, enero 27, 2025

Una Teoría del tacto y la descarnación humana

Revista Aullido
Escribe | David Marroquí Newell
Teoría del tacto. Fernanda García Lao. Editorial Candaya. Revista Aullido, Literatura y Poesía.
Editorial: Candaya (2023) Nº de páginas: 128 ISBN: 978-84-18504-64-8 Autora: Fernanda García Lao Idioma original: Castellano
El mundo nunca fue ingenuo. Uno nace y se incorpora a un asunto cruel, en movimiento. Hay que correr para subir o atajar los golpes. Saber caer.
Correr, atajar los golpes, que casi siempre son inesperados, inatajables, o tal vez nos dejamos recibirlos, muchas veces porque pensamos que los merecemos. Saber caer, por supuesto; y saber levantarse para acabar, probablemente, cayendo de nuevo por otro golpe, a veces, el mismo que no pudimos atajar la primera vez y que la segunda, tampoco. Es la rueda de la vida. Uno llega a ella in media res y se marchará de la misma forma. Mientras tanto, mientras la vida de cada uno de nosotros acontece, acontece la de los demás, condenados a entendernos y obligados a llevarnos.
Teoría del tacto (Candaya, 2023) es una obra que, aviso a navegantes, no contiene aguas tranquilas. Pese a la brevedad de los relatos que componen la obra —son unos veintinueve relatos de los cuales el más extenso «Mis dos hemisferios» tiene siete páginas y media, probablemente el doble que el segundo más largo— no se presta para una lectura continuada. Cada relato es una arremetida de la que hay que saber levantarse para recibir la siguiente, tal y como les pasa a los personajes de cada historia, que a duras penas se arrastran para continuar.
Fernanda García Lao abre una puerta hacia una oscura habitación, enciende una linterna y, alumbrando sus rincones, nos presenta uno a uno aquellos monstruos escondidos en la trastienda que tanto avergüenzan a la humanidad. El drama de ser humanos recorre con nosotros cada página que pasamos de Teoría del tacto y esto hay que hacerlo de a poco, masticando bien cada relato y que no se nos atragante el horror y el absurdo humano.
Hija del periodista y escritor Ambrosio García Lao, Fernanda ha estado cerca de la cultura desde muy joven. A los diez años se tuvo que marchar junto con su familia de Buenos Aires a consecuencia de la dictadura para acabar recalando en Madrid, donde cursaría sus estudios desde la primaria. Volvería más tarde a Buenos Aires, donde se formaría en artes escénicas y se dedicaría al teatro tanto allí como en Madrid. Es una escritora que se ha movido entre las dos orillas del Atlántico y es algo que retrata muy bien en el relato «Mis dos hemisferios», el cuento que cierra Teoría del tacto y en el que se ve claramente la impronta autobiográfica de la autora y un ancla perfecta para cerrar la obra. También podemos apreciar su pertenencia a distintos lugares en las localizaciones de sus relatos, que van oscilando entre España y diferentes lugares de Latinoamérica.
Mis padres resuelven no vender el departamento, dejar todo como está. Por si acaso. Dudan de conseguir empleo en un lugar donde nadie los conoce. Hasta las toallas en el toallero, es la consigna.
La emigración es algo que aparece en otros relatos, como por ejemplo en «Las crueles», uno de esos relatos del libro que tiene un corte más surrealista. Y es que los relatos utilizan un lenguaje poético, de corte surrealista en muchas ocasiones, añadiendo capas de significado a los temas que atañe. Estos temas, como ya he mencionado anteriormente, son temas oscuros dentro de la psiqué humana. Si no son el tema principal de la obra, sí que permean las historias de manera transcendental.
Transversalmente, sin lugar a dudas, tenemos la soledad y la búsqueda de identidad. Los personajes de Teoría del tacto son personajes que sufren de desamparo, estén o no cercanos a seres queridos, pero en su interior sufren un alejamiento que los aísla. Hay mucho de incomunicación entre ellos y las relaciones humanas frustradas es uno de los ejes vertebradores de la obra. No importa que pueda haber o haya habido amor, ese amor puede no ser algo bueno o positivo, un amor condicional o un amor mal entendido.
El vacío es prácticamente un personaje más del libro. Siendo los relatos independientes entre sí, se podría decir que es el único personaje que aparece en todos ellos y, por tanto, el protagonista de Teoría del tacto. La propia palabra «vacío» o palabras sucedáneas aparecen en casi la totalidad de la obra, y de no aparecer, se intuye su fantasmal presencia que siendo despojo, a todo despoja. Tengo mis dudas de esta presencia, por ejemplo, en «Titanio», donde hay una ausencia velada, pero ese vacío es mitigado por una nueva vida; y en «Segundo acto», un relato (no el único) que se sale de la tónica más general del libro.
Toda una vida con una mujer para pensar en otra. Cincuenta y tres años con sus respectivos amaneceres desperdiciados junto a la que fue mi señora. Un instante con Velia bastó para borrar, como una mancha de aceite que se expande desde el centro y no encuentra bordes, mi vida con Clelia. Hice lo que pude para olvidar, pero qué emoción aquel día. Mi mujer en su cajón, rodeada de calas. Y Velia que viene hacia mí.
Los personajes de Teoría del tacto son seres hendidos por los envites de la vida, personas a las que se les ha pasado su tiempo, hombres y mujeres que han elegido mal o no han podido elegir y han vivido una vida miserable y triste o han sido sus caminos los que les han llevado a los lugares pedregosos en los que tropiezan. Tenemos, por ejemplo, a la joven que vive marcada por el abandono de su padre y no es capaz de establecer relaciones estables y sale en su búsqueda para cerrar una herida de la que no es responsable; el hombre que vive toda su vida con una mujer pero verdaderamente está enamorado de la hermana de ésta; o la chica que hereda el maltrato de su padre tras la muerte de su hermana y el teatro es su isla de salvación.
Hay víctimas y verdugos, humanos incapaces de comunicarse, relaciones rotas y personajes que buscan reparar su mundo de algún modo o que se les ha hundido de manera irremediable. Algunas veces se tienen que enfrentar al lado oscuro de la humanidad entretejido con lo cotidiano; otras veces, el o la protagonista es ese lado que ha tomado el control lo suficiente como para convertirlo en normalidad.
Leyendo una reseña de otro lector sobre este conjunto de relatos, ésta habla de las situaciones intrincadas y turbias que tiene el libro y que la autora las trata con un humor ácido. Me resulta curioso que alguien vea las situaciones de los relatos como intrincadas, porque a mí me parecen de lo más reales y plausibles —con las excepciones de algunos relatos de corte más surrealistas y que conectan con el mundo más onírico y complejo de la poesía—. Porque Teoría del tacto hace eso, te presenta esa oscuridad humana dentro de la misma cotidianeidad. Hay quien lo verá con cierto humor ácido, pero el humor, de alguna forma, aparecería simplemente por el hecho de tratar el tema en sí de manera natural, dentro de una historia plausible. A mí, desde luego, el libro no logró sacarme una sonrisa, y creo que tampoco era el objetivo, sino que sus historias lograron transmitirme tristeza, desazón y aprensión de una manera muy acertada mostrándome un mundo que realmente tenemos a nuestro alrededor.
He parido cosas del tamaño de una almendra, justo yo, que soy alérgica.
El eje de toda la obra, como hemos mencionado, son las relaciones interpersonales. Pero dentro de esto, el sexo es fundamental. En la mayoría de los relatos hay referencias al sexo, de una u otra forma, pero exceptuando el relato que abre el libro, «La gracia del mundo», el sexo no es sinónimo de placer, sino todo lo contrario. Las relaciones sexuales en los relatos de Teoría del tacto son sinónimo de frustración, vergüenza, trauma, pecado, culpa, insatisfacción, violación e incluso de explotación sexual. No existe el sexo como goce. En el relato más corto de esta colección tenemos a una chica obligada a prostituirse por la única pariente que le queda; un hombre que tiene sexo por despecho con una joven prostituta mientras piensa en su ex y que, de nuevo por despecho, falta de amor propio y un poco de casualidad, acaba él prostituido; una enredada situación entre un actor porno que ya no goza de su profesión y una joven virgen cuya pureza y anatomía íntima es expuesta por su madre a todo aquel que pasara la tarjeta; una mujer que, con una evidente tristeza, intenta reavivar la llama de su matrimonio a través del juego de disfraces. La violación y la pederastia hacen su presencia mediante un trauma onírico en «Cajonera» y es mencionada de pasada en «Yeso».
Yo había notado que la niña, una rubia bellísima de cinco años, se restregaba ahí abajo cada vez que podía. Nunca imaginé el motivo. La cocinera me mostró unas fotos que el señor llevaba en la billetera, ninguna decente. Se había encaprichado con la niña. La vestía y desvestía, la ponía en actitudes, despertó su libido. La niña sólo quería sentarse encima de él, sentir la cosa.
Sí voy coincidir en destacar con otros lectores y lectoras en lo que respecta al último relato, «Mis dos hemisferios». Como mencioné anteriormente, es muy buen relato para cerrar el libro. Desde luego es un relato que está en mi podio, aunque igual es muy atrevido decir que es el que más me ha gustado porque hay varios que le competirían dentro de mi gusto. Tal vez lo que me guste de él es lo que le hace destacar, esa ruptura con todos los demás, repentina, justo antes de cerrar el conjunto de narraciones. Es, además, un relato muy personal —no es el único, a mi parecer— que trata sobre la emigración y el sentimiento de vivir dividida entre dos tierras. En él Fernanda García Lao se abre en canal y cuenta la historia de su familia y su experiencia como persona migrante por necesidad, por estar su padre en el punto de mira de la dictadura argentina. Creo que es muy buen relato para cerrar el conjunto porque, primero, es el más largo de la serie y se percibe muy bien como cierre, y después porque el tinte autobiográfico que tiene te hace sentir más íntimo con la autora, como una despedida.
Somos un árbol del revés: las raíces al descubierto.
«Mis dos hemisferios» nos muestra a la Fernanda García Lao que es y su vida en pocas palabras, en frases cortas componiendo de corrido un relato que es su construcción personal y toda su historia, la de su familia, de una escritora entre dos mundos, entre dos hemisferios contrapuestos y superpuestos. Y con esto me quiero despedir, con las raíces al descubierto con todo expuesto, absolutamente descarnados, abiertos con los sentidos a flor de piel, con todo nuestro tacto, al menos en la teoría.

Fernanda García Lao, un híbrido de transgresión, locura y violencia

Analizamos la literatura de esta autora mendocina, radicada durante mucho tiempo en España, y que ha escrito cuentos, novelas y poemas. Por...