jueves, noviembre 20, 2025

Estación Saturno: «Todo lo narrado en esta novela es real, pero nada ocurrió»

LA VOZ DE OVIEDO
Esther Rodríguez
REDACCIÓN
La escritora argentina Fernanda García Lao estrena su nueva novela «Estación Saturno» de la mano de Editorial Candaya.
La escritora argentina mantendrá dos encuentros con el público asturiano, que se convertirán en una oportunidad única para explorar la creatividad y la irreverencia de la finalista del Premio Tigre Juan 2024
20 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.
Con una prosa afilada y un humor tan oscuro como preciso, Fernanda García Lao (Argentina, 1966) es considerada una de las plumas más originales y destacadas del panorama literario actual en español. La escritora se encuentra inmersa en la presentación de su nueva novela, Estación Saturno (Editorial Candaya), una obra con la que desafía las formas convencionales de la narrativa y se adentra en los territorios de lo roto, lo sensorial y lo desacomodado. En esta gira por España, país donde vivió casi dos décadas exiliada con su familia, hará parada en Asturias. La autora estará este viernes, 21 de noviembre a las 19.00 horas en la librería Kafka & Co, en Oviedo, mientras que el sábado visitará Toma 3, en Gijón a las 13.00 horas. Estos encuentros serán, para el público asturiano, una oportunidad única para explorar la creatividad y la irreverencia de la finalista del Premio Tigre Juan 2024.
—¿Cómo surge la idea de escribir Estación Saturno?
—En Estación Saturno se dan cita ideas contradictorias entre sí, algunas formales, otras espaciales. Fue la confluencia de un clima, un espacio y un procedimiento. El hermano mayor ha muerto, llueve y los que quedan no saben cuidar la herencia. O acaso la herencia sea la falta de cuidado.
—Si tuvieras que describir tu nueva novela en pocas palabras, ¿cuáles serían?
—Un delirio lúcido sobre la muerte, la descomposición y la pérdida. Una comedia negra con fondo de crueldad. En un país que se parece al mío, con gatos, engaños y ausencia de seriedad.
—¿Por qué ese título para la novela?
—Estación Saturno es un lugar real de la provincia de Buenos Aires, desmantelado y sin trenes desde 1977. Pero además, Saturno devora el tiempo, como el Estado, como la familia. Me gusta esa ambigüedad: no se sabe si es un planeta, una parada o una trampa.
—¿Qué te llevó a elegir la muerte como uno de los temas centrales?
—No me interesa la muerte como final, sino como principio. En Estación Saturno, la muerte no cierra nada: abre huecos, preguntas absurdas, deudas.
—¿Cuánto de lo que narras está inspirado en experiencias reales o personales?
—Todo es real, pero nada ocurrió. La novela está escrita desde una memoria que no es mía, pero que me habita. Soy hija de exiliados, crecí entre mundos, tuve que adaptarme. Y se filtra, aunque no quiera. La ficción es mi manera de ser precisa.
—¿Hay algún personaje con el que te identifiques especialmente?
—Con el hotel. Ese lugar que acumula cuerpos, voces, objetos perdidos. Es un personaje en sí mismo: muta, respira. Me gusta pensar que escribo desde ahí, desde ese espacio que no encaja en ningún mapa.
—¿Hubo algún momento del proceso de escritura que te resultara particularmente difícil?
—Estuve varios años escribiendo la novela, la primera parte en Buenos Aires, la segunda en Praga, la tercera en Barcelona. No apuro los procesos, respeto la oscuridad, intervengo y modifico. Me doy tiempo para dudar, para reescribir, nunca una sola versión. Quiero decir, escribir es un modo sutil de meterse en problemas. Si no me ocurriera, habría que sospechar.
— ¿Cómo manejas los momentos de bloqueo creativo?
—No tengo. Soy grafomaníaca. Cuando algo se congela, abro otro archivo. Leo, camino, escucho conversaciones ajenas. Entiendo lo que estoy escribiendo cuando estoy en otra cosa. Actúo de despistada, para que la escritura no se haga la solemne conmigo. La necesito viva, en riesgo.
—¿Qué cambió en ti como escritora después de terminar este libro?
—Lo que te enseña un proyecto se disuelve en el siguiente. Es un capital simbólico difícil de evaluar. Prefiero no pensar en términos de resultado. En todo caso, soy una mutante crónica.
— ¿Qué esperas que el lector se lleve después de cerrar el libro?
—Una sensación de vértigo. Que se pregunte si lo que leyó fue una novela, un sueño o una experiencia estética. Y que el absurdo no es decorativo: es estructural. Reírse del horror puede ser una forma de resistencia.
—¿Qué viene después de Estación Saturno? ¿Estás escribiendo algo nuevo?
—Siempre estoy escribiendo, pero no hablo de lo que todavía no es. Por no condicionarlo. Y porque cultivo en secreto mis asuntos hasta que dejan de ser míos.
—Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que está empezando a escribir su primer libro?
—Que no se preocupe por gustar: la literatura no es cosmética, es interrupción. El silencio es muy valioso: si vamos a pervertirlo, que merezca la pena.

martes, noviembre 18, 2025

Estación Saturno, ruta completa

Estación Saturno, presentaciones en Asturias

El tiempo roto de "Estación Saturno"

Por Elías Muñoz para Tincta Verba
Fernanda García Lao lleva dos décadas desmantelando las certezas de la narrativa familiar argentina, y con cada libro parece adentrarse más profundamente en territorios que otros autores apenas se atreven a rozar. Estación Saturno, su más reciente entrega publicada por Candaya, confirma esa trayectoria de radicalización formal y temática: apenas 144 páginas que funcionan como trampa de relojería, donde el duelo, el deseo incestuoso y la descomposición de lo real se condensan hasta volverse indistinguibles.
Si en Muerta de hambre exploraba la violencia doméstica con humor negro, y en La piel dura desmenuzaba las neurosis maternas, aquí García Lao construye algo más arriesgado: una novela donde el espacio mismo se convierte en síntoma, donde la arquitectura de un hotel delata la imposibilidad de procesar la muerte.
Dos hermanos viajan en coche tras el entierro del tercero. La única herencia: un gato que escapa en una estación de servicio. La búsqueda del animal los lleva a un hotel cuyo nombre es Tiānqì.
Lo que debería ser una parada breve se convierte en estancia prolongada, y el hotel revela su verdadera naturaleza: no es refugio sino laberinto, no es pausa sino suspensión. García Lao construye este espacio con la precisión de un arquitecto del absurdo, donde cada pasillo conduce a lugares imposibles, donde el tiempo se estira o se comprime sin lógica aparente, donde los otros huéspedes son presencias espectrales que habitan sus propias pesadillas privadas.
El tiempo como herida abierta
La decisión técnica más audaz está en el tratamiento del tiempo. García Lao no recurre a saltos cronológicos convencionales: directamente cortocircuita la experiencia temporal. Pasado y presente coexisten en el hotel sin jerarquía, sin señales que permitan al lector—o a los personajes—distinguir qué sucede ahora y qué ya sucedió.
Esta disolución temporal no es juego intelectual ni artificio literario: es la traducción formal exacta de cómo funciona el duelo cuando no encuentra cauce. Los hermanos no pueden avanzar porque el hotel—metáfora perfecta del limbo psíquico—no permite que el tiempo progrese. Están atrapados en lo que García Lao ha llamado “paréntesis de lo cotidiano”, pero ese paréntesis se ha vuelto permanente, se ha tragado cualquier posibilidad de retorno a la normalidad.
“García Lao no recurre a lo fantástico como evasión de lo real, sino como herramienta forense para disecar aquello que el realismo convencional no logra capturar.”
El hotel no solo desordena el espacio; subvierte la experiencia misma del tiempo, creando un limbo donde el duelo no puede completarse porque la muerte permanece suspendida, irreal, constantemente reactivada. Es aquí donde la novela despliega su verdadero proyecto: no narrar una pérdida sino hacer visible la estructura del desconcierto que esa pérdida produce. El gato perdido funciona como pretexto—casi hitchcockiano—para no enfrentar lo esencial: que heredar significa convertirse en el escenario donde los muertos siguen representando su función.
La arquitectura de una prosa sin concesiones
García Lao trabaja desde una tercera persona que mantiene distancia quirúrgica con sus personajes. No hay acceso directo a la conciencia de los hermanos, no hay monólogo interior que explique motivaciones o aclare estados emocionales. La narradora observa desde fuera, registra gestos y palabras, pero se niega sistemáticamente a interpretar. Esta frialdad aparente es, en realidad, una estrategia de máxima precisión: obliga al lector a deducir, a completar los silencios, a habitar la misma desorientación que experimentan los protagonistas.
La sintaxis de García Lao es cortante, casi espartana. Frases breves que avanzan por yuxtaposición más que por subordinación. Cuando aparece una oración compleja, lo hace con la violencia de un quiebre: una coma que detiene el ritmo, un paréntesis que abre un abismo de significado, dos puntos que anuncian una revelación que nunca termina de formularse del todo. Es una prosa construida sobre pausas, sobre lo que se calla tanto como sobre lo que se dice.
El registro léxico es deliberadamente neutro, casi administrativo: palabras precisas, sin ornamento, que describen lo imposible con la misma sequedad con que describirían un trámite burocrático. Esta neutralidad genera un efecto perturbador: cuando lo grotesco irrumpe—una mancha que se expande, un olor inexplicable, un gesto fuera de lugar—, lo hace sin subrayado dramático, como si fuera parte natural del paisaje. El horror no necesita énfasis porque está inscrito en la estructura misma de lo narrado.
“La prosa de García Lao no explica: registra, acumula, deja que el lector construya el sentido desde los restos que va depositando, como quien arma un mapa a partir de fragmentos contradictorios.”
Hay momentos en que la autora permite que la sintaxis se desmorone, que las frases se interrumpan o se repitan con variaciones mínimas, reproduciendo formalmente la confusión temporal que gobierna el hotel. Son pasajes donde la escritura misma parece contagiarse del desorden que describe, donde la forma y el contenido se vuelven indistinguibles. Este riesgo—que la desestructuración narrativa se convierta en simple confusión—García Lao lo maneja con control absoluto: siempre hay un hilo conductor, siempre hay suficiente claridad como para que el lector no se pierda del todo, pero tampoco se sienta cómodo.
Lo grotesco como revelación
El erotismo atraviesa Estación Saturno como una dimensión más del desorden que gobierna el hotel. García Lao no trabaja con tabúes como provocación: trabaja con lógicas. En el universo clausurado de ese espacio, donde las reglas externas han dejado de operar, donde la diferencia entre vivo y muerto se ha vuelto borrosa, el deseo sexual emerge de formas inesperadas y perturbadoras. Los hermanos, en su búsqueda errática del gato, establecen encuentros con otros huéspedes donde las fronteras entre consuelo, necesidad y atracción dejan de ser reconocibles.
La autora construye estas escenas con una mezcla desconcertante de distancia clínica y proximidad incómoda. La narradora no juzga, no moraliza, pero tampoco celebra ni romantiza. Simplemente registra: los cuerpos que se acercan, el tacto que se vuelve ambiguo, el momento en que la angustia del duelo busca cualquier forma de anclaje físico, y esta novela lleva esa premisa hasta consecuencias narrativas extremas.
El erotismo no funciona como catarsis ni como escape: es otra forma de la trampa, otro modo en que los personajes reproducen ciclos de violencia y búsqueda sin resolución. La escritura aquí se vuelve más elíptica, más fragmentaria, como si la propia sintaxis rechazara la explicitación. Lo que se dice está siempre rodeado de lo que se calla, y es en ese silencio donde reside el verdadero impacto.
Esta dimensión perturbadora del deseo se inscribe en una poética mayor de lo grotesco, donde cada detalle mínimo acumula significado: una mancha que se expande en la pared, olores que no corresponden a ninguna fuente identificable, conversaciones con otros huéspedes que parecen no escuchar realmente lo que se les dice. La novela está repleta de transgresión, locura, maternidad, erotismo, sexo, culpa, redención, enfermedad, violencia y muerte—todos esos elementos que García Lao maneja con una destreza que Silvina Friera resumió al definirla como “la narradora más rara y original de la literatura argentina contemporánea, feroz, radical y cómica en su indagación sobre las miserias familiares” . Esa radicalidad se manifiesta aquí en la construcción sistemática de un mundo que se descompone sin estridencias, sin apocalipsis ruidosos.
El horror en Estación Saturno es silencioso, administrativo casi: el horror de descubrir que las reglas que creías inmutables son solo convenciones revocables.
Genealogías del espacio imposible
Hay ecos inevitables de Cortázar—ese maestro del espacio doméstico que se vuelve hostil—pero García Lao actualiza esa tradición: su hotel no es la casa tomada ni el escenario de un cuento fantástico clásico. Es un no-lugar contemporáneo, esos espacios de tránsito—estaciones, aeropuertos, moteles—donde nadie vive realmente pero todos pasan. Convertirlo en espacio de detención forzosa, en cárcel voluntaria, es un gesto que conecta con cierta sensibilidad latinoamericana actual: la experiencia de estar atrapado en un presente que no avanza, en estructuras que ya no funcionan pero que tampoco terminan de derrumbarse.
“El hotel no es metáfora del país: es su réplica exacta, reducida al tamaño de una pesadilla íntima donde todos mienten, todos corrompen, todos participan de una farsa cuyas normas nadie recuerda haber aceptado.”
El hotel como microcosmos social aparece ocasionalmente con demasiada claridad, aunque García Lao maneja el riesgo sin caer en lo panfletario. La corrupción de los huéspedes, la mentira como lenguaje común, la soledad colectiva: son elementos que resuenan con contextos políticos y sociales contemporáneos, pero que la autora integra en la trama sin subrayados excesivos. Son instantes breves que no alcanzan a desestabilizar la arquitectura general de la novela.
Estrategia de la brevedad
La extensión de la novela no es limitación sino estrategia. García Lao comprime todo hasta el límite de lo soportable, como si el texto mismo reprodujera la claustrofobia del hotel. No hay capítulos propiamente dichos sino segmentos que fluyen sin pausas claras, obligando al lector a avanzar con la misma desorientación que experimentan los protagonistas.
Hay momentos de humor—ese humor dolorido que caracteriza la mejor literatura argentina—pero siempre al servicio de la atmósfera de descomposición general. Es un humor que surge de la desproporción entre lo que los personajes esperan y lo que encuentran, entre la lógica que intentan imponer y la realidad que se les escapa. No hay chistes ni situaciones cómicas en sentido estricto: hay una ironía estructural, una forma de mirar lo terrible desde un ángulo ligeramente desplazado que permite percibir su dimensión absurda.
Estación Saturno no ofrece resolución. Los hermanos no salen del hotel, el gato no es encontrado, el duelo no se completa. Y esa negativa a cerrar, a proporcionar catarsis, es precisamente su mayor apuesta: García Lao entiende que ciertas experiencias—la pérdida, el desorden mental, el colapso de las estructuras de sentido—no admiten cierre narrativo limpio. El libro termina como podría seguir indefinidamente, porque el tiempo saturnal que lo gobierna es circular, es repetición sin avance. Es el tiempo del trauma, ese que vuelve siempre al mismo punto sin posibilidad de elaboración.
Lo que García Lao ha construido aquí es un objeto literario extraño, incómodo, difícil de clasificar. No es novela de terror aunque el miedo circule en cada página. No es realismo mágico aunque lo imposible opere sin justificación. Es, más bien, una cartografía del desconcierto contemporáneo, un mapa de un territorio que reconocemos sin haberlo visitado.
Esa capacidad para hacer visible lo que permanece habitualmente oculto—la textura real del dolor, la lógica del absurdo cotidiano, el funcionamiento interno de la desintegración psíquica—es lo que convierte a esta autora en una de las voces imprescindibles de la narrativa actual en español.
El trabajo de Candaya con esta edición subraya la extrañeza del proyecto: el diseño de Francesc Fernández y la imagen de cubierta de Arturo Aguiar presentan el libro como objeto inquietante, promesa de un viaje sin retorno garantizado. Y esa promesa se cumple con rigor, página tras página, hasta que el lector emerge desorientado, preguntándose si alguna vez salió realmente del hotel o si sigue atrapado en algún pasillo que conduce a ninguna parte.

martes, noviembre 11, 2025

La prosa tiene que estar a la altura de la neurosis colectiva.

ABC CULTURA Diego Doncel
Fernanda García Lao es una gran, extraordinaria narradora. Ya no es, como alguien acertadamente dijo en su momento, el secreto mejor guardado de la narrativa hispanoamericana, ya es una escritora central a la que muchos lectores de ambos lados del idioma siguen con devoción. En sus novelas y en sus relatos breves es capaz de descubrir mundos insospechados, mirar lo cotidiano como algo extraño y perturbador, hacer que lo imaginario se alíe a lo biográfico, a lo corporal. Ahora acaba de publicar un nuevo artefacto novelístico titulado Estación Saturno en la editorial Candaya. Una joya de alta tensión estilística, original y arriesgada.
Diego Doncel: Su escritura parece estar construida desde otro lado, buscando nuevos modos de representación, buscando, como Fleur Jaeggy o Clarice Lispector, la tensión del lenguaje y la tensión psicológica.
Mencionas a dos escritoras que admiro profundamente y coincido en cuanto a la búsqueda de tensión en el lenguaje. Pero, más que en la psicología, me sitúo en los cuerpos, son el primer espacio, la primera jaula donde suena la palabra y contagia sus maneras al siguiente: el cuerpo del texto. Es decir, no pretendo describir estados mentales sino atravesarlos. Para eso, invento gente que ocupo desde adentro. No me interesa mucho cómo visten, con un trazo entiendo. Lo que indago es íntimo, como si me probara su carne y pudiera ver desde otros ojos, escarbar desde ahí. Un cuerpo es una caja de resonancia. No hay dos que suenen igual.
Diego Doncel: ¿ Estación Saturno es otra vez una falsa novela?
Exacto. Todas las novelas son falsas, pero yo disfruto dejando en evidencia el artificio. A estas alturas, intentar novelas con verdades de otro siglo o supuestas confesiones sin intervención, me parece un gesto pueril y conservador. El mundo es delirante, aterrador. La prosa tiene que estar a la altura de la neurosis colectiva. Detesto pensar la literatura por temas. En todo caso, una novela es un desplazamiento. Me gusta cavilar la trayectoria del objeto. No puede caer donde ya estaba. O se hundirá. Aunque la exploración vertical está poco estudiada, no la descartemos. Me invento modos de pensar, absolutamente descartables. Estatutos mal hechos, de usar y tirar. En eso, soy fiel a los tiempos que vivimos. El molde de la novela anterior no me sirve. La urgencia necesita nuevos puentes de los que tirarse.
Hija de un periodista argentino exiliado, vivió en Madrid su infancia y su adolescencia, y ha estado siempre marcada por esos dos mundos, por esos dos hemisferios. También por una visión excéntrica de nuestra realidad.
Diego Doncel: Lo gótico, lo oscuro son señas de identidad de su universo narrativo. También el doble y el problema de las identidades. Pero usted se reinventa en cada uno de sus libros, ¿ qué novedades aporta Estación Saturno ?
Gracias por señalarlo. Huyo de lo conocido como de la pólvora. Sobre todo porque escribir es, en mi caso, un modo de cuestionar las propias trampas. Estación Saturno es mi primera novela en estricta tercera persona. Venía de Sulfuro, una segunda, y he practicado la impunidad de falsos yo en las anteriores, lo coral, etc. Me impuse una aire desapegado para contrarrestar lo irracional de los personajes y el territorio. El duelo, el alcohol y la soledad de estos seres requirió cierto despliegue de lógica. Absurda, pero ajustada. Por otro lado, cada tanto algún director adapta una novela al cine, yo quise escribir una novela como si armara un guion técnico del mundo, sin abandonar las herramientas propias del lenguaje literario. Es decir, desgranando lo que se ve, se oye y se dialoga, junto a cuestiones internas. Como el asco, el deseo, un dolor concreto. El propio espacio, dictó sus leyes: la cartografía de Buenos Aires como disparador de locura y negación del presente.
Diego Doncel: ¿ Cree que en ella nos encontramos tres vías de conocimiento: un duelo ( la presencia del hermano muerto), un viaje, y ese espacio ( el hotel Tianqi) donde todo se transforma: el propio espacio, el tiempo, el ser y… la imagen política de nuestra realidad ? ¿ Cuál es esa imagen?
Me gusta lo que señalas, las tres vías. Sobre todo pensando en la estación de tren desmantelada en 1977. Por otro lado, la novela es un tríptico y la escribí en tres lugares diferentes. La parte uno, en Buenos Aires. El hotel en Praga, donde viví unos meses. La tercera parte, la disolución de la realidad, fue escrita en Barcelona. De algún modo, el tránsito de la novela es especular al mío y jugué con ciertos reflejos entre el gato y el conejo de Alicia, para hacer que los personajes siguiéndolo, se perdieran. Hay en la geografía de la novela puros no lugares: una ruta, una estación, un hotel, como los cuerpos, los nombres, las certezas. Todo temporal, absurdo, desesperado, en torno a una muerte que estalla la percepción del tiempo y del espacio. Entonces, la imagen es inconstante. Un retrato bajo el agua. Una familia metida en una pecera. La muerte de la lucidez. La farsa.
Diego Doncel: En este sentido destaca la presencia del capitán Minor ¿ es el retrato deformado de algunos de nuestros líderes políticos?
A nuestros líderes políticos no hay que deformarlos, vienen así de fábrica. He de aclarar, además, que cuando empecé con Minor, cierto gobernante argentino aún no estaba en funciones, era un ridículo panelista de tv sin otro atractivo que su desborde. Pero creo que mi personaje tiene más recursos discursivos. La retórica ha muerto. Nadie la necesita. El pensamiento ocupa cada vez menos espacio. El último bastión es la escritura literaria, si logra construir su propio programa, inventar artilugios más allá de lo trillado. Prefiero seguir mis propios planes e imaginar de manera alternativa que seguir tendencias. Pero, finalmente, acierto. Ya casi parezco una escritora histórica.
Diego Doncel: Su escritura es siempre bellísima ( las asociaciones imprevistas, los símiles sorprendentes) pero de una belleza convulsa y hasta cierto punto irracional. ¿No cree que se ha hablado poco del irracionalismo en usted, de eso que Dalí llamó lo paranoico-crítico?
En mi casa se habló bastante de mi irracionalidad. Perdón, no pude contenerme. Creo que practico una cordura offshore. Evado. Necesito sentirme no homologada. Pero soy bastante mental, a pesar de las apariencias. Soy consciente de lo que hago, también bastante intuitiva. Entonces parece que me extravío. Ese doble gesto es indispensable, supongo. La espontaneidad no alcanza, pero sin ella, sería una escritora de cartón. Seca, impostada. Escribo frases que aíslo como si fueran frutas. Me gusta que sean tentadoras y un poco nostálgicas.
Diego Doncel: En Estación Saturno vuelve a aparecer el tema de la familia, ¿ la familia es una de esas oscuridades nuestras con la que tenemos que lidiar?
Es la primera institución de poder y control sobre el individuo, como sabemos. Hablo desde el punto de vista literario, es decir, político. La poesía es desacralizadora. Del amor, poco sabemos. Es un asunto aspiracional, al que no se llega. Las familias se rompen y se vuelven a armar. Tenemos tendencia a creer que podremos lograrlo, pero la felicidad es inasible. Y cuando ocurre, qué belleza. Pero mejor no escribirla. Se escribe desde lo perdido. De otro modo, no haría falta. Es fantasmático el asunto de sentarse a invocar lo que no está. Por eso nos atraen las historias de huérfanos, de niñas perdidas. La literatura infantil se construyó desde el duelo. Faltaba la madre, murió en el parto. O se huía del padre, la autoridad intempestiva.
Diego Doncel: Y está el tema de la mujer ( los abusos, las cuestiones de género) y el erotismo. ¿ Puede hablarme de ambos?
Es un reto. Escribir sin resultar panfletaria, obvia. O, por el contrario, condescendiente. El deseo sigue siendo tabú. Pero lo sexual me organiza a la hora de pensar un personaje. Es, como señalaba Armonía Somers, tan fundamental como lo digestivo. Hay ficciones en las que nadie come y nadie se toca. Es difícil interpretar a alguien sin esos mecanismos básicos. Qué desea esta gente. No hablo de placer, hablo de motor. Y cómo se arrastra, cómo mastica al otro. Me inquieta no saber esas cosas, quedarme en la cáscara de las cosas. Sin deseo no hay palabra.
Diego Doncel: Por último, ¿ cómo explica que una de las señas de identidad de la narrativa argentina escrita por mujeres sea lo gótico?
En lo personal, antes del exilio viví en una casa que mis padres pensaron desde la maqueta. Quizás ese hecho alimentó mi tendencia a la extravagancia. Mi madre, leonesa, incluyó una pared de vitreaux en todo el frente, como para evocar su catedral perdida. Era una casa imposible con torreón y sótano, efectos de luz, escaleras. Jugábamos ahí, como en otro tiempo. La realidad vino así desde el principio. Parecía ficticia. Luego se hizo trágica. La dictadura desarmó ese universo. Pero pensando colectivamente, creo que somos descendientes de lo fantástico como categoría filosófica, de los delirios del rio de la Plata y de las dislocaciones de la historia. Hijas turbias de Evita, nuestra criatura gótica por excelencia. Deificada o demonizada, monstrua política, momia eternamente joven, ausente/presente. Una mujer-relato imposible de soslayar. A lo Mary Shelley, en el fin del mundo.

sábado, noviembre 08, 2025

Estación Saturno: una road movie desquiciada

Una road movie desquiciada hacia un hotel imposible, donde lo grotesco, el humor y la pesadilla revelan las heridas del presente
La escritora argentina Fernanda García Lao presentó su nueva novela, Estación Saturno, el viernes 17 de octubre a las 19 h en Enclave de Libros (C/ de los Relatores, 16, Madrid), acompañada por la escritora Mónica Ojeda.
La cita marca el lanzamiento oficial en España de esta obra publicada por Candaya, una novela hipnótica y perturbadora que consolida a García Lao como una de las voces más brillantes, audaces y originales de la literatura latinoamericana contemporánea.
En Estación Saturno, dos hermanos —un hombre y una mujer— viajan en coche después de enterrar al mayor de los tres. Un gato, último vestigio del hermano muerto, se les escapa en una estación de servicio. Al seguir su rastro, llegan a un hotel de nombre chino y arquitectura imposible, un espacio donde el tiempo se pliega y la normalidad queda fuera de juego. Allí, los avistamientos de ovnis, la corrupción, la mentira, la esclavitud sexual y el delirio político conviven en un mismo plano, componiendo una inquietante maqueta del mundo real, donde lo grotesco y lo fantástico se dan la mano.
Con su prosa afilada, su humor dolorido y una imaginería poderosa e inquietante, Fernanda García Lao condensa en esta novela las obsesiones de su universo literario: los legados familiares oscuros, las estirpes suicidas, la confusión de identidades, la naturaleza esquiva del tiempo, el erotismo como antídoto de la angustia y la dimensión política de lo grotesco.
El viaje de los protagonistas es un recorrido delirante en el que muerte, corrupción y mentira se entrelazan para cuestionar, con ironía y crudeza, las estructuras familiares, sociales y políticas. El destino es el Hotel Tiānqì, un escenario de fenómenos insólitos, desdoblamientos y delirios eróticos, donde lo paranormal surge del propio comportamiento humano. Un lugar que funciona como refugio y trampa, un paréntesis fuera del tiempo que seduce y atrapa a quienes se pierden en sus pasillos.
Entre los personajes destaca el Capitán Minor, caricatura feroz de los líderes contemporáneos, que encarna la locura y el absurdo de nuestro presente. El humor y el erotismo atraviesan cada página: masturbaciones al ritmo de una lavadora, un gato escapista, juguetes sexuales en el menú del hotel… escenas que revelan la comicidad herida y la sexualidad latente de los protagonistas.
Maestra en crear paisajes sensoriales al borde de la pesadilla, explora en Estación Saturno una mirada nada convencional: una indagación en los abusos, los roles de género y las complicidades femeninas, lejos de cualquier esquema o estereotipo. Y en el centro de todo, la familia y sus herencias oscuras: la incomunicación, los reproches, el miedo a no ser lo que se espera de nosotros, en una road movie desquiciada que encuentra su viaje más perturbador en las habitaciones y pasillos de ese hotel imposible.
Fernanda García Lao es una de las autoras más potentes e imprescindibles de nuestra lengua. Su literatura, siempre al límite entre el humor negro y la pesadilla, nos recuerda que lo extraño no está en otros mundos, sino en el nuestro. Estación Saturno es, quizás, su apuesta más arriesgada y a la vez más seductora: un viaje a ese territorio donde el tiempo se desordena, los vínculos se tensan y la risa, por incómoda que sea, se vuelve necesaria para soportar la angustia.
Sobre Fernanda García Lao
Fernanda García Lao nació en Mendoza (Argentina). Vivió en Madrid entre 1976 y 1993, debido al exilio de su familia. Desde 2022 vive en Barcelona. Es narradora, dramaturga y poeta. Ha publicado las novelas Muerta de hambre (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes), La perfecta otra cosa (Tercer Premio Cortázar), La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula, Nación vacuna (Candaya 2020) y Sulfuro (Candaya 2022); y los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo, El tormento más puro y Teoría del tacto (Candaya 2023, finalista del Premio Tigre Juan y del Premio Setenil). También ha escrito los libros de poesía Carnívora, Dolorosa, Autobiografía con objetos y (No) me acuerdo. Algunos de sus textos han sido traducidos al francés, portugués, inglés, sueco, checo y griego.
Sobre su obra
“El diálogo que la narrativa de Fernanda García Lao establece con el otro lado y lo fantástico viene de lejos. Lleva haciendo terror latinoamericano al menos desde 2007. Se adelantó a la tendencia, y el gótico contemporáneo, ahora tan de moda, es en su caso natural”. — Vicente Luis Mora, Diario de lecturas
“Su discurso es poético y profundamente político. Y desde ese lugar casi oracular, con un velado sentido del humor, expone las dobleces que nos hacen más humanos”.
— Adriana Bertorelli.
Reseña: Diario 16 Mediterráneo.

Fulgores de la ficción y monstruosidades

Proyecto MOPONAHI, León, noviembre/2025, de la Universidad de León. Un encuentro, Las Puertas de lo Posible «Fulgores de la ficción y monstruosidades», dirigido por Natalia Álvarez Méndez y Ángeles Encinar, y coordinado por Ana Abello Verano. Con ENTRADA LIBRE Y GRATUITA.
El encuentro tendrá lugar los días 13, 14, 15 y 16 de noviembre de 2025. Su sede de celebración oscila entre la Fundación Sierra Pambley (León) y La Casona de San Feliz de Torío (León). ¡No te lo pierdas! •
Nos acompañan grandes nombres de la literatura actual: Fernanda García Lao, José María Merino, Luis Mateo Díez, José Antonio García Priego, Layla Martínez y Theodor Kallifatides.

Estación Saturno, presentación en Barcelona

Estación Saturno

Hay historias y luego hay otras historias, esas que buscan formas de mirar distintas, las que necesitan de una imaginación diferente, de sensibilidades diversas, las que requieren de una escritura sin complejos, que no desbordada.
"Estación Saturno" de Fernanda García Lao, editado por Candaya, es de esas novelas que habitan un limbo situado en un lugar entre el ras del suelo y ese mundo onírico de imaginación exaltada en el que la autora se mueve con maestria. Pero no nos equivoquemos, García Lao se mueve con total libertad en ese espacio pero sujeta a la realidad por una cuerda elástica que maneja a su antojo y le permite acercarse a la dura superficie tanto como subir muy alto creando personajes atravesados por la tragedia junto a otros que viven en constante alucinación o pergeñando engaños. Idear escenarios anclados al pasado que conviven con otros laberínticos e imposibles en geografías irreales.
Fernanda García Lao ha vuelto a construir un artefacto literario que funciona a la perfección con la energía suministrada por una maga de la escritura. Porque eso es lo que la escritora hace con las palabras, pura mágia que renueva con cada nuevo libro que publica. En "Estación Saturno" se nos propone un viaje donde se mezclan las complejas y turbadoras relaciones familiares, espacios y personajes inverosímiles, avistamientos de ovnis y sus consabidas abducciones, el engaño y la estafa, el deseo sexual como motor de vida, incluso un fantasma del pasado que puede ser el doppelganger de un personaje.
Fernanda García Lao nos tiene acostumbrados a que cada nuevo libro suyo sea una maravillosa aventura para el lector y por eso la queremos tanto.
Paco Paños

sábado, septiembre 20, 2025

Estación Saturno, novela.

Fotografía de portada: Arturo Aguiar.
"En Estación Saturno, con la prosa afilada, el humor dolorido y la imaginería poderosa e inquietante que caracteriza a Fernanda García Lao, se condensan todas las obsesiones del originalísimo universo literario de esta escritora indispensable de la literatura latinoamericana actual: los legados familiares oscuros, las estirpes suicidas y el fantasma de la locura, la confusión de identidades y el tema del doble, la indagación en la naturaleza esquiva del tiempo, la dimensión política de lo grotesco y el erotismo como antídoto de la angustia". Candaya narrativa, 2025
"El diálogo que la narrativa de Fernanda Garcia Lao establece con el otro lado y lo fantástico viene de lejos. Lleva haciendo terror latinoamericano al menos desde 2007. Se adelantó a la tendencia, y el gótico contemporáneo, ahora tan de moda, es en su caso natural". Vicente Luis Mora.
"Su discurso es poético y profundamente político. Y desde ese lugar casi oracular, con un velado sentido del humor, expone los dobleces que nos hacen más humanos". Adriana Bertorelli.

viernes, septiembre 05, 2025

Taller en Billar de Letras: Inventario (im)personal

CURSO DE NARRATIVA INTERNACIONAL Comienza con:
Fernanda García Lao (Argentina)
Inventario (im)personal: Narrar desde los objetos. Memoria, identidad e imaginación. FERNANDA GARCÍA LAO: Inventario (im)personal. 2 , 9, 16 y 23 de octubre
Objetivo: Explorar la memoria, la identidad y la imaginación más desbocada, a través de objetos propios o inventados.
Sesión 1: Inventario del Yo.
Sesión 2: El Objeto Perdido.
Sesión 3: Objetos Ficticios.
Sesión 4: Museo en miniatura.
Inscripciones: Teléfono: +34 921 446 801 • Email: info@billardeletras.com
Siguientes talleres:
Luis Mario (España)
Alejandra Costamagna (Chile)
Eduardo Ruiz Sosa (México)
Dahlia de la Cerda (México)
Pablo Katchadjian (Argentina)
Clyo Mendoza (México)
Sara Jaramillo Klinkert (Colombia)
Ronaldo Menéndez (Cuba)
-Vomitar un conejito (y otras formas de escribir un cuento), por Luis Mario (30 de octubre, y 6, 13, 20 de noviembre).
- Escribir en peligro, por Alejandra Costamagna (27 de noviembre, y 4, 11, 18 de diciembre).
- La forma del monstruo: Taller de escritura sobre la novela en el Siglo XXI, por Eduardo Ruiz Sosa (8, 15, 22, y 29 de enero)
- Escribir desde el hambre, por Dahlia de la Cerda (5, 12, 19 y 26 de febrero).
-Tensiones de la narración, por Pablo Katchadjian ( 5, 12, 19 y 26 de marzo)
- Miedo y consuelo: la psique autoral como herramienta en la construcción del personaje, por Clyo Mendoza (9, 16, 23 y 30 de abril).
-Creatividad. Mirar y pensar al revés, por Sara Jaramillo Klinkert (7, 14, 21, y 28 de mayo).
-La Tierra es azul como una naranja: Taller de viajes, no ficción y escritura de la experiencia, por Ronaldo Menéndez (4, 11, 18 y 25 de junio).
ON LINE ZOOM en directo.
DURACIÓN: Del 2 de octubre de 2025 al 25 de junio de 2026
FORMATO: Online a través de la plataforma Zoom grabándose todas las clases para su posterior visionado de ser necesario
HORARIO: Jueves de 19:00 a 21:00 (hora española)
PRECIO: 1.100€ el curso completo, tres pagos de 400€ más 30€ de matrícula nuevos alumnos, salvo el pago único. Si te interesa algún módulo en particular consultar precios.

martes, junio 03, 2025

Fernanda García Lao, un híbrido de transgresión, locura y violencia

Analizamos la literatura de esta autora mendocina, radicada durante mucho tiempo en España, y que ha escrito cuentos, novelas y poemas.
Por Marta E. Castellino LOS ANDES
Quienes nacimos en el siglo pasado y vivimos en Mendoza en las décadas del 50 y 60, no podemos menos de recordar a Ambrosio García Lao, figura icónica del periodismo radial y televisivo de aquellos años. Así, por extensión, es natural que consideremos la posibilidad de incluir en nuestra literatura a su hija Fernanda, también nacida en Mendoza en 1966, aunque su vida discurrió por carriles que la alejaron tempranamente de nuestra provincia.
En efecto, vivió en Madrid, donde realizó sus estudios primarios, secundarios y universitarios de danza, piano, actuación y periodismo, entre 1976 y 1993. Luego regresó a Buenos Aires y se sumó al medio teatral independiente, desempeñándose como actriz, dramaturga y directora. Desde 2022 reside en Barcelona.
Además de sus piezas teatrales, publicó, entre otras, las siguientes novelas: Muerta de hambre (2005), que obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes; La perfecta otra cosa (2007); La piel dura (2011); Vagabundas (2011); Fuera de la jaula (2014); Nación Vacuna (2017); Sulfuro (2022); las colecciones de cuentos Cómo usar un cuchillo (2013); El tormento más puro (2019) y Teoría del tacto (2024). Es autora además de los volúmenes de poesía Carnívora (2016); Dolorosa (2017) y Autobiografía con objetos (2022), además del texto autobiográfico (No) me acuerdo (2025).
Su prosa ha sido calificada como “un mapa híbrido de transgresión, locura, erotismo, humor y violencia, con una cadencia poética única”, y tales características se ponen plenamente de manifiesto en cualquiera de sus textos. Tomaré como ejemplo la original novela Fuera de la jaula, en la que el mismo título sugiere la evasión de la realidad ordinaria, formalizada a través de la elección de una focalización narrativa que hace eje primeramente en una mujer en el momento previo a su muerte y después de acaecida esta. Este relato base se completa con otros dos, que tanto completan como prolongan o contradicen los dichos de la difunta.
Como característica saliente de su estilo narrativo, que en cierto modo lo aproxima a lo poético, puede mencionarse la tendencia a expresar reflexiones que recuerdan las “greguerías”, definidas por Ramón Gómez de la Serna con la siguiente fórmula: “humorismo + metáfora = greguería”. Valgan como ejemplos algunos pensamientos de Aurora, la protagonista de la primera parte, que dan cuenta de su esencia híbrida, ser, sin ser: “La conciencia es un parpadeo universal”; “Qué pereza la palabra. Decir es bostezar. Un verbo es un objeto perdido, una pelusa en la boca muerta”.
La índole de los personajes se define a través de estos curiosos pensamientos, cuyo contenido los define; así por ejemplo, Severino, encerrado en una vida sin futuro y sin color, para quien “La noche es una cavidad que conduce a la gran trampa” o bien, “Con la luz y las proporciones correctas, cualquier mosquito deviene vampiro”. O Norma, la prostituta: “la demencia y el deseo beben de la misma botella”
Acerca de la inserción de Fernanda en el corpus de la literatura mendocina, es necesario destacar que Mendoza y su ambiente no aparecen en su obra, ni siquiera como ausencia sentida. Pero, como ella misma manifiesta en una entrevista con Ariel Pavón (Otra Parte, 14 de marzo de 2025), el desarraigo “Se convirtió en un mito fundacional a partir del cual escribo. No imagino otro modo de pensar y crear. El hecho de no pertenecer del todo a ningún lugar, ser siempre un poco extranjera y parte a la vez, interviene absolutamente en mi escritura. También la sensación de tener una línea de tiempo fragmentada. El desarraigo ha sido motor y obstáculo, pero más motor que otra cosa. Haber hecho de esta herida una virtud me ha permitido escribir”. Este extrañamiento permanente explica las características desconcertantes de su escritura, que he intentado bosquejar sucintamente.

Universos en colisión

Cuentos
Teoría del tacto
Fernanda García Lao - (Candaya - Barcelona)
Cuentos breves que parecen entramarse de modo incoherente. Relatos fragmentados, incisivos, por instantes armados como especie de cortos consecutivos.
Al principio, un brevísimo microrrelato funciona conceptualmente, abstrayendo ideas de la autora sobre su escritura y las palabras: Ver es cálculo. El sonido, sugestión. Las palabras están crudas. Si las pruebo, ¿me enveneno?
La escritora trabaja en los bordes de eso que ve, pero, además, de lo que escucha en un ida y vuelta de afuera hacia adentro de sí. Su modo de procesarlo es mediante palabras que se pueden tornar una amenaza; que desgranan toxicidad tanto para quien las escribe como para quien las lee.
En “La gracia del mundo” hay un manifiesto de lo que puede ser un libro: ¿una lectura genera temor, puede matar? La escritura misma tiene que provocar, no hay límites precisos. A lo largo del recorrido de los cuentos aparecen estas percepciones sobre el proceso de escritura, la forma en los textos es importante, y a partir de ella se va soltando el contenido, siempre desde un ‘yo’ con presencia muy marcada, que puede o no, tener elementos autobiográficos. Esa carga gramatical hace que las historias potencien la fuerza de la voz que busca llegar al fondo de las causas, lo profundo visto desde la superficie.
Son historias de muertes: el padre, sus ausencias; la madre, los vínculos maternos, la soledad, miedos, resistencias, desarraigos, delirios, abortos, con puesta en el cuerpo; hasta lo escatológico y tremebundo como en “Gaviota en mi lugar”.
En “Réplicas” el sadismo del personaje hace miles de repeticiones del cuerpo femenino. “Vientres en alquiler”, complejidad de relaciones homosexuales, con mamás que no pueden “ser de verdad” ni entregarse con sus senos a la alimentación de sus hijos. Ciertas perversidades que causan los mismos personajes para con ellos y con otros porque “el mundo es una trampa donde caen cada vez”. El pasado como pesadilla en la “Cajonera”, de patas con garras, habitación oscura; el objeto se desliza sobre ella, bordeando el fantástico: “la casa entera como un mal sueño”. En “Las crueles” unos lirios traídos de Francia van “colonizando la casa, metáfora de una clase doméstica que se adueña de un patrimonio, recuerda a textos de Cortázar, sobre todo, la crueldad de Silvina Ocampo.
Teoría del tacto, texto punzante, surge en la pandemia “cuando tocarse y ser tocado era una amenaza”, recuerda su autora. Narrativa de la perturbación, potente, que se torna rugosa por sus “rarezas”.
Perfil Fernanda García Lao, escritora, dramaturga, argentino-española (Mendoza, 1966) que se fue al exilio con su familia durante la última dictadura. Ha recibido, entre otros, el premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el tercer premio Cortázar por La perfecta otra cosa, y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Publicó novelas como La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula, Nación vacuna y Sulfuro; los libros de cuentos Cómo usar un cuchillo y El tormento más puro.
© LA GACETA
LILIANA MASSARA

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